Las visitas pastorales no han pasado de moda. Cuando se las hace correctamente, rinden dividendos eternos.

Algunos creen que las visitas pastorales ya murieron. Pero cuando los miembros hablan de las cualidades del pastor, las visitas pastorales aparecen como prioridad. Aunque las tendencias sociales cambien, la mayor parte de los miembros da la bienvenida a las visitas pastorales. Cuando hice una encuesta entre los miembros de mi iglesia en cuanto a su deseo de ser visitados o no, descubrí que la mayoría respondió positivamente, siempre y cuando la visita fuera anunciada con anticipación. Otros pastores dicen que hay miembros con diferentes preferencias, y que algunos desean que las visitas se hagan sin arreglos previos.

Lo cierto es que las visitas pastorales no han pasado de moda; puede ser que no se las haga bien, o que se las ignore, pero sigue siendo un arte excelente que produce inmensos beneficios cuando se las hace correctamente. Considere las siguientes sugerencias:

Las visitas y la obra pastoral. “Como pastor del rebaño [el ministro) debe cuidar las ovejas y los corderos, buscando a los perdidos y descarriados, y trayéndolos de vuelta al redil. Debe visitar todas las familias, no meramente como un huésped para gozar de su hospitalidad, sino para inquirir acerca de la condición espiritual de cada miembro de la casa. Su propia alma debe estar imbuida del amor de Dios; entonces, con amable cortesía, puede abrirse camino al corazón de todos, y trabajar con éxito por los padres y los hijos, gozando, amonestando, animando, como el caso lo exija” (El evangelismo, p. 255).

Anuncie las visitas. Los miembros tienen derecho a saber en qué condiciones hará usted la visita; por ejemplo, acláreles que los visitará si lo invitan o por iniciativa propia, pero que siempre les avisará con anticipación. Dígales también que los visitará cuando estén en el hospital, pero que en ese caso esas visitas las podrían hacer los ancianos.

Déle prioridad a las visitas. Establezca un determinado tiempo, cada semana, para las visitas. Si no le da prioridad a esto, otros compromisos le impedirán llevar a cabo sus buenas intenciones. Póngase en contacto inmediatamente con la gente que visita la iglesia; también debe visitar a los miembros que están pasando por situaciones difíciles o críticas, a los que se pusieron en contacto con la iglesia por medio de los programas de radio o televisión y a otras personas que pueden llegar a ser miembros, sin olvidar a los miembros ausentes.

Vaya acompañado. Siempre que sea posible, lleve a alguien con usted; eso es ventajoso y está en armonía con el ejemplo de Jesús, que envió a sus discípulos de dos en dos. Es una excelente técnica de preservación propia, también. ¿Para qué arriesgar su reputación, cuando otros podrían informar acerca de lo que usted ha dicho o hecho cuando visitaba determinado hogar? Eso también ayuda a entrenar a los laicos. Si la persona visitada quisiera recibir estudios bíblicos, por ejemplo, usted puede dejarla al cuidado pastoral de la persona que lo está acompañando.

Entrenamiento por asociación. Usted ayudará a los líderes laicos a ampliar su visión si los lleva consigo durante las visitas. Verán que usted considera importante esa rama de la obra, y llegarán a creer que podrían reproducir sus habilidades, porque lo estarán observando en la práctica, no sólo en la teoría.

Economice tiempo. Haga citas en la iglesia con los que disponen de medios de transporte, para dar estudios bíblicos o para aconsejar. Organice sus visitas por zonas en su distrito; siempre es ventajoso.

Sus visitas deben ser breves. Las visitas no necesitan ser largas para redundar en beneficios eternos. En el hospital, dígale al enfermo que vino para orar por él. Anímelo a confiar en el cuidado de Dios; pregúntele si hay otro motivo especial de oración, lea una porción de las Escrituras y ore por sus necesidades; trate de incluir en su oración a otros pacientes que se encuentren en la misma sala.

En las visitas a los interesados provenientes de las reuniones de evangelización, usted hará más en cinco o diez minutos de lo que podría hacer en una hora. Defina con claridad el objetivo de su visita al entregar un folleto o un libro, y agradezca a la persona por frecuentar la iglesia. Haga una pregunta que requiera una respuesta explicativa acerca de la aceptación de lo que está oyendo y, antes de salir, pida permiso para orar en favor de ese hogar.

Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.