Los símbolos de los servicios del tabernáculo, la columna de fuego en la noche y la columna de nube en el día, le recordaban constantemente al pueblo de Israel la presencia de Dios.
El Señor siempre se ha manifestado a su pueblo. Después de la entrada del pecado, utilizó a sus profetas, sacerdotes y pastores para mantener viva en la mente del pueblo la realidad de su existencia. Es deber del ministro mantenerse delante del pueblo, y esto lo conseguirá realizando un contacto personal, más estrecho con él.
El Dr. J. D. Ronking, un clérigo presbiteriano, le dijo a un pastor: “El presbiterio pone en sus manos no sólo el púlpito, sino también los hogares de la congregación. Usted va a ser pastor, además de predicador. Esto requiere un contacto personal con la feligresía. En el púlpito usted verá los rostros de la congregación; en sus hogares leerá sus corazones. En el púlpito ganará su admiración; en los hogares ganará su amor. En el púlpito, los niños lo mirarán con asombro; en el hogar pondrán sus corazoncitos en sus manos con una confianza inquebrantable. Al mezclarse con la gente en sus hogares, el poder del púlpito se multiplicará enormemente”. El pastor que es invisible durante la semana, es incomprensible cuando llega el sábado.
I. El ejemplo de Cristo como visitador
El Maestro andaba con la gente. Los sacerdotes de su tiempo se apartaban del pueblo y se perdían en una fronda de detalles rituales y administrativos, dejando fuera a las personas como individuos e hijos de Dios. Ponían mucho énfasis sobre el dogma, y las mentes de esos hombres que parecían estar dedicados a recargar la ley con preceptos humanos producían mil y un detalles superfluos. Debido a sus obras, presentaban a Dios en forma equivocada.
Cristo, mediante sus enseñanzas y por su modo de encarar dinámicamente las relaciones humanas, mostró a Dios tal cual es. Se relacionaba personalmente con cada alma que encontraba, ya fuera junto al camino, en el hogar o donde quiera se hallara alguien necesitado de cuidado y afecto. El Maestro iba dispuesto a atender a cuantos necesitasen su ayuda personal.
Se identificaba con el público. Varios expositores bíblicos han declarado que la preocupación personal de Cristo por el pueblo fue lo que le dio tanta significación a sus enseñanzas. Junto al mar con sus discípulos, en la casa de algún pariente, en la fiesta de bodas o en la ladera de la montaña, Jesús estaba allí, mezclándose con la gente, esforzándose por darles el amor y la seguridad que necesitaban.
Luego ordenó a sus discípulos que fueran de dos en dos y visitaran cada pueblo y cada casa. Ellos continuaron esta costumbre aún después de la ascensión del Maestro. Pablo de Tarso (Hechos 20:27, 20, 21) presentó las verdades divinas a la gente que se encontraba en un hogar donde unas mujeres llevaban a cabo sus tareas cotidianas; en la sinagoga donde leían los sagrados escritos; en el mercado donde realizaban transacciones comerciales; en los lugares donde se cometían pecados y frente a los templos de los dioses paganos.
II. Las visitas pastorales tradicionales
Las visitas pastorales de los primeros tiempos no estaban reglamentadas por un sistema o una norma definidos. La iglesia, a medida que crecía, desarrollaba sus procedimientos para dirigir la obra personal. Los padres de la iglesia primitiva, muchos de los cuales visitaban a los cristianos de casa en casa y de negocio en negocio, encontraron que era ventajoso establecer diferentes funciones, a medida que la iglesia crecía y se enriquecía, para darle a la gente el toque personal. Algunas de esas iglesias dieron ese toque mediante el lenguaje simbólico empleado en los ritos y ceremonias. En la Iglesia Romana, la confesión procuraba ayudar a la gente a hablar cara a cara en lo que se esperaba que fuera una relación personal con un sacerdote, y al mismo tiempo con Dios.
En los últimos años del primer milenio de nuestra era, surgieron numerosas órdenes de hombres y mujeres que iban de casa en casa visitando a la gente y procurando darles gozo y ánimo, para ayudar a los sufrientes, y para apaciguar los intensos temores que atormentaban las conciencias.
III. Las visitas pastorales en la historia adventista
En el comienzo del movimiento adventista, los creyentes iban a las casas y departían con sus moradores; les daban inspiración y estimulaban su deseo de estudiar las Escrituras para descubrir en ellas la verdad. Los precursores de este movimiento viajaban muchos kilómetros para llevar el Evangelio a la gente en sus hogares e iglesias.
La gloriosa y bendita esperanza era difundida no sólo por medio de las publicaciones sino también por obreros que hacían obra personal. Hombres y mujeres, en la última parte del siglo XIX y especialmente en la primera del siglo XX, iban de casa en casa vendiendo y obsequiando publicaciones. En sus escritos Elena G. de White se refiere continuamente a las necesidades de nuestros hermanos, y se nos amonesta a buscar el pecado donde está, y a llevar el Evangelio al alma necesitada.
IV. Las visitas pastorales en la actualidad
En nuestras iglesias de la actualidad se ha perdido el arte de la visitación pastoral. Se ha introducido lo que podemos llamar un concepto administrativo, una noción equivocada, un “profesionalismo”. De acuerdo con éste no son necesarias tantas visitas pastorales. Se cree que las visitas son mayormente para los instructores bíblicos, y olvidamos que cada pastor es también un instructor bíblico.
“A mis hermanos en el ministerio, quiero decir: Allegaos a la gente dondequiera que se halle, por medio de la obra personal. Relacionaos con ella. Esta obra no puede verificarse por apoderado. El dinero prestado o dado no puede hacerla, como tampoco los sermones predicados desde el púlpito. La enseñanza de las Escrituras en las familias es la obra del evangelista, y ha de ir unida a la predicación. Si se llega a omitir, la predicación fracasará en extenso grado” (Obreros Evangélicos, pág. 196).
Observamos una diferencia de progreso y solidez, y de retroceso y debilidad por otro lado. La diferencia estriba en esto: Las iglesias que manifiestan un crecimiento más sólido y un progreso más contundente son aquellas en las cuales el pastor visita más a la grey.
En Obreros Evangélicos, pág. 192, se nos dice: “Por el ministerio personal en los hogares de la gente, el pastor aprende a conocer sus necesidades, sus tristezas, sus pruebas; y, al cooperar con Cristo, el gran Aliviador de las cargas de los hombres, comparte sus aflicciones, consuela sus angustias, alivia el hambre de su alma y gana sus corazones para Dios. En esta obra el predicador es ayudado por los ángeles celestiales”.
Otra cita de Obreros Evangélicos, pág. 194: “Hay almas… que perecen por falta de obra personal bien dirigida’’.
¿Cuáles son los beneficios de una visitación pastoral sistemática? He aquí algunos de ellos:
- Oportunidad de enterarse de las necesidades íntimas de los hermanos, tanto materiales como espirituales.
- Observar más de cerca los problemas para poder ayudar a solucionarlos.
- Estrechar los vínculos entre el pastor y los miembros.
- El pastor tiene el privilegio de ser un eslabón que une al feligrés con Dios.
- Facilita la comunicación personal entre ambos y le da la debida importancia al feligrés.
V. Un principio importante
El ministro debe recordar que es pastor del rebaño. Con su actitud y su conducta debe manifestar comprensión y buscar la elevación espiritual de la persona visitada.
VI. Cómo se lleva a cabo la tarea de la visitación
- Preparación personal.
a. Mantenga una estrecha relación con Dios, de lo contrario será incapaz de alimentar a su grey y atenderla debidamente.
b. Haga de sus hábitos devocionales parte integrante de su vida y de su programa diario.
c. Actúe siempre como si estuviera en la misma presencia de Dios.
2. Planificación.
a. Clasifique sus visitas en el siguiente orden de prioridades: Enfermos físicos y espirituales, descuidados e indiferentes, aislados, y luego el resto de la feligresía.
b. Elabore un plan de visitas.
3. Coordinación.
Todos necesitan la visita del pastor. Evite el favoritismo. El pastor debe ser amigo de todos, pero no debe ser íntimo de nadie si no quiere despertar celos en la congregación. En ciertas visitas es mejor que su esposa lo acompañe. Para economizar tiempo agrupe las direcciones por zonas. Las visitas deben perseguir un propósito definido:
a. Conocer mejor a los miembros.
b. Alentar a los desanimados.
c. Promover la asistencia a los cultos.
d. Animar a los miembros a ser fieles en la devolución de los diezmos.
e. Orientar a los jóvenes.
f. Contrarrestar la influencia de la maledicencia.
g. Reconciliar a los enemistados.
h. Llevar la Cena del Señor a los enfermos. Use tarjetas para controlar sus visitas.
Vil. Plan múltiple para efectuar visitas
Cuando usted tiene varias iglesias y grupos, distribuya entre los ancianos y diáconos los nombres de los hermanos que deben ser visitados. Nombre un director para cada sector, y un grupo de diáconos bajo la dirección de cada anciano. Provéales materiales para este trabajo, por ejemplo las tarjetas de visitación. Periódicamente (cada dos o tres meses) debe evaluarse el trabajo realizado.
Podríamos decir como conclusión que “se necesita un pastor”.