“Los conflictos son una realidad omnipresente en nuestra vida, y la negociación es la herramienta principal para resolverlos de modo constructivo“. El autor de esta afirmación, William Ury, es uno de los mediadores más reconocidos del mundo. A lo largo de su carrera participó como consultor en algunos escenarios muy complejos, como la negociación entre el Gobierno de Colombia y las FARC, la conciliación entre etnias en Medio Oriente y la resolución de impasses comerciales entre grandes corporaciones.
Desdichadamente, la historia del mundo está permeada por los conflictos desde la entrada del pecado. Las discordias familiares, las disputas por el poder y las luchas entre los pueblos son algunos ejemplos que se encuentran a lo largo de la narrativa del Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, con el foco puesto en el nacimiento del cristianismo, el retrato es diferente. En una mirada rápida a las cartas de Pablo, es posible percibir el clima tenso que experimentaban algunas iglesias en el período apostólico. Seguramente ya has experimentado, o tal vez estés atravesando, algún conflicto en tu ministerio. Diferencias en las doctrinas, disputas internas en la congregación y desavenencias en los hogares de los miembros son algunos ejemplos de aquello que los pastores enfrentan cotidianamente.
Solo con mucha sabiduría es posible triunfar en el desafío de mediar en conflictos y proponer soluciones justas y equilibradas. Por cierto, Salomón fue ampliamente reconocido como rey sabio a partir de su postura en una situación muy complicada (1 Rey.3:16-28). En sus proverbios, él compartió algunos consejos fundamentales para quien desea tener éxito en el arte de la mediación.
Pide sabiduría a Dios. “Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Prov. 2:6). No es fácil bregar con situaciones conflictivas en el contexto de la iglesia. Hay muchos factores en juego, y cualquier movimiento equivocado puede traer descrédito al evangelio y redundar en pérdidas para el Reino de Dios. Por eso, nadie debería tener la osadía de actuar como mediador si no reconoce que en esta tarea solo es posible tener éxito al estar revestido con la sabiduría de lo Alto.
Oye. “Es necio y vergonzoso responder antes de escuchar” (Prov. 18:13, NVI). Ser un buen oyente es una característica fundamental para quien desee tener éxito al
administrar conflictos. Algunos líderes fallan al expresarse antes de entender todas las fases de una divergencia. En este caso, una parte podrá sentirse favorecida y endurecerse en su reivindicación, mientras la otra podrá asumir una postura defensiva y cerrarse a una posible solución. Al oír con atención, el mediador se coloca en una posición imparcial que estimula la apertura de ambas partes a la construcción de una mejor salida para todos.
Habla con prudencia. “Es muy grato dar la respuesta adecuada, y más grato aun cuando es oportuna” (15:23, NVI). Después de oír a los involucrados en la discusión, el mediador debe presentar de forma clara, ponderada y calma sus observaciones imparciales con relación al dilema. Debe actuar como un facilitador en el debate, minimizando los ruidos en la comunicación y maximizando los puntos de convergencia entre las partes. Recuerda que “la blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor” (15:1).
Sé paciente. “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (16:32). Administrar las emociones en medio de una discusión no es tarea simple, pero el mediador precisa ejercitar esa habilidad. En el calor del debate, las partes pueden actuar de manera incomprensible u hostil entre ellas, y también contra el negociador. En situaciones así, él debe demostrar dominio propio para “enfriar” la contienda y llevar a los litigantes nuevamente a la racionalidad.
Actúa como pacificador. “Engaño hay en el corazón de los que piensan el mal; pero alegría en el de los que piensan el bien” (12:20). Ser mediador es trabajar para minimizar la divergencia y promover la conciliación entre las partes. Para un ministro, verificar que fue resuelto un conflicto en su distrito trae una enorme satisfacción, pues significa que las iniciativas del maligno fueron neutralizadas, y el interés y el esfuerzo de los involucrados podrán nuevamente ser empleados para promover la voluntad de Dios.
Sun Tzu, militar y filósofo chino del siglo XI a.C., es conocido por su libro El arte de la guerra. Como pastores cristianos, nuestro desafío en el siglo XXI es desplegar día a día el arte de la paz en nuestro ministerio.
Sobre el autor: director de la revista Ministerio Adventista, edición de la CPB.