La Biblia presenta razones por las que el arrebatamiento de la iglesia no puede ocurrir antes de la segunda venida de Cristo.
La fecha: cualquier día de estos. El lugar: un Boeing que vuela sobre el Atlántico rumbo a Londres. La mayor parte de los pasajeros está durmiendo o haciendo algo. De repente, casi la mitad desaparece en el aire. Primero uno, después otro, y los que quedan claman al ver que está vacío el asiento que sólo instantes antes estaba ocupado. Quedaron, eso sí, las pertenencias. Los pasajeros que quedan gritan y lloran atemorizados. Los padres buscan frenéticamente a los hijos que desaparecieron a mitad del vuelo.
¿Ciencia ficción? No; esa es una de las escenas que aparecen en el primer tomo de una serie titulada Left Behind [Los que quedaron atrás].[1] Escritos por los autores cristianos Tim La Haye y Jerry B. Jenkins, esos libros han permanecido en los primeros lugares de la lista de los best-séllers (los libros más vendidos) en Nueva York. Se basan en la teoría de que siete años antes de la segunda venida de Cristo los fieles cristianos serán trasladados al cielo. ¿Por qué exactamente siete años antes? Porque uno de los fundamentos de esa teoría es que la última de las setenta semanas proféticas de Daniel 9:24 todavía está en el futuro.
LOS ORÍGENES DE ESTA TEORÍA
Los orígenes de la teoría del arrebatamiento secreto se remontan a la época de la Contrarreforma. Los reformadores protestantes del siglo XVI identificaron al papado como el anticristo de la profecía.[2] Muchos eruditos jesuitas asumieron el deber de defender de ese ataque al papado. El cardenal Roberto Belarmino (1542-1621), rector del Colegio Jesuíta de Roma, trató de desacreditar el principio de “día por año” de la profecía como prueba de los 1.260 años de supremacía papal.[3]
El jesuita español Francisco Ribera (1537-1591) ubicó en el futuro (futurismo) el cumplimiento de la profecía relativa al anticristo; y otro jesuita español, Luis de Alcázar (1554-1613), enseñó que esas profecías ya se habían cumplido en tiempos del Imperio Romano (preterismo).
El calvinista Hugo Grocio (1583-1645) adoptó en Holanda el preterismo de Alcázar. Este método de interpretación profética se convirtió en el favorito de los teólogos liberales.
Ribera aplicó las profecías referentes al anticristo a un personaje que aparecería en el tiempo del fin, y que ejercería su poder por tres años y medio.[4] Por casi tres siglos el futurismo permaneció mayormente confinado a la Iglesia Católica, hasta que en 1826 Samuel R. Maitland (1792-1866), bibliotecario del arzobispo de Canterbury, publicó un folleto de 72 páginas[5] mediante el cual promovió las ideas de Ribera acerca de un futuro anticristo. Después otros clérigos protestantes adoptaron la idea y comenzaron a propagarla ampliamente. Entre ellos se encontraba John Henry Newman, líder del movimiento de Oxford, que después se convirtió en cardenal católico, y Edward Irving, famoso ministro presbiteriano escocés.
EL DISPENSACIONALISMO
El futurismo de Ribera le puso el fundamento al dispensacionalismo, que enseña que Dios a tenido un trato diferente con los seres humanos en las distintas épocas (dispensaciones) de la historia bíblica. Generalmente se considera que John Nelson Darby (1800-1882) es el padre del dispensacionalismo. Era un abogado y pastor anglicano que en 1821, desilusionado con la decadencia espiritual de su iglesia, se unió a un grupo religioso cristiano conocido como el Movimiento de los Hermanos de Plymouth. (También se los conoce como “Hermanos Libres”) Darby poseía una mente brillante. No sólo predicaba fluidamente en francés y alemán; también tradujo el Nuevo Testamento al francés, al alemán y al inglés. Escribió más de cincuenta libros y, en 1848, se convirtió en el líder de los Hermanos de Plymouth.
Darby desarrolló una complicada filosofía de la historia que dividió en ocho eras o dispensaciones, “cada una de las cuales contenía un orden diferente mediante el que Dios ha llevado a cabo su plan de redención”.[6] Además, Darby afirmaba que la venida de Cristo podía ocurrir en dos etapas. La primera, con un invisible “arrebatamiento secreto” de los verdaderos creyentes, cerraría el gran “paréntesis”, o era de la iglesia, que comenzó cuando los judíos rechazaron a Cristo. Inmediatamente después de ese arrebatamiento, las profecías del Antiguo Testamento relativas a Israel se cumplirían literalmente,[7] inaugurando la gran tribulación que terminaría con la segunda venida de Cristo en gloria. En ese tiempo el Señor establecería un reino literal de mil años aquí en la Tierra, teniendo a Israel como centro.
La visión escatológica de Darby ocupó un lugar destacado en el fundamentalismo norteamericano de la década de 1920, cuando ciertos cristianos conservadores defendían el cristianismo protestante contra las amenazas del darwinismo y la teología liberal. Hoy la mayor parte de los cristianos evangélicos acepta los principales fundamentos de la escatología de Darby.
La idea de un arrebatamiento antes de la tribulación final en verdad no fue un invento de Darby. “Peter Jurieu, en su libro Approaching Deliverance of the Church (La próxima liberación de la iglesia] (1687), enseñó que Cristo podría venir para arrebatar a los santos y llevarlos al cielo antes del Armagedón. Se refirió a un arrebatamiento secreto antes de la venida de Jesús en gloria, del juicio y del Armagedón. El Comentario del Nuevo Testamento de Philip Doderidge y el Comentario, también del Nuevo Testamento, de John Gilí, usan el término rapt, ‘arrebatamiento’, al que se referían como inminente. Es claro que estos hombres creían que ese acontecimiento precedería a la venida de Cristo a la Tierra en ocasión del juicio. El propósito era preparar a los creyentes para el momento del juicio”.[8]
La doctrina del arrebatamiento secreto se diseminó por todo el mundo, primero por medio del Movimiento de los Hermanos de Plymouth (Libres) y la Biblia de Referencias de Scofield. En el siglo XX se ha enseñado esta doctrina en el Instituto Moody y en el Seminario Teológico de Dallas. El futuro del gran planeta Tierra, de Hal Lindsay, y muchos otros libros semejantes han propagado la teoría del arrebatamiento secreto.
ANALICEMOS ESTA TEORÍA
La teoría del arrebatamiento secreto se basa en numerosas hipótesis. Por falta de espacio analizaremos brevemente sólo dos de ellas: 1) Que la septuagésima semana de las setenta semanas proféticas de Daniel 9:24 al 27 todavía está en el futuro, y 2) que la iglesia no pasará por la gran tribulación.
1. La septuagésima semana de Daniel 9:27.
Aunque la idea de que la septuagésima semana de Daniel está todavía en el futuro haya aparecido primero en los escritos de Ireneo (siglo II d.C.),[9] no desempeñó un papel importante en la teología cristiana hasta que se convirtió en uno de los fundamentos del dispensacionalismo del siglo XIX. De acuerdo con esa interpretación, la 69ª semana termina con la entrada triunfal (de Jesús en Jerusalén), y la 70ª “está separada de las otras 69 por un período indefinido de tiempo”. [10]¿Por qué razón? Porque se considera que la Era Cristiana es un paréntesis en el plan de Dios, es decir, el reloj profético se detuvo el domingo de pascua y volverá a funcionar después del arrebatamiento, cuando Dios asuma la conducción de los asuntos de Israel en el futuro.
Pero no existe una razón lógica ni exegética para separar la 70 a semana de las otras 69. No existe una sola profecía de tiempo dada en las Escrituras que se refiera a ese vacío.[11]
El tema de los versículos 26 y 27 de Daniel 9 es el Mesías, no el anticristo. De acuerdo con los versículos 25 y 26, el príncipe de la frase “el pueblo de un príncipe que ha de venir” también se puede referir a Jesús.[12] Pero aun cuando el príncipe del versículo 26 fuera Tito (como tipo del anticristo) y no el Mesías, no es el tema del versículo 27 porque, desde el punto de vista gramatical, esta subordinado a “el pueblo”. El pueblo destruye el santuario y la ciudad, y no el príncipe. El pronombre “él”, tácito en el castellano del versículo 27, corresponde al Mesías mencionado al comienzo del versículo 26. En Daniel 9:27 dice: “(Él) por otra semana confirmará el pacto con muchos”.
La expresión hebrea “cortar una alianza” no aparece en este texto. Al contrario, el Mesías, dice el texto, “confirmará el pacto”, es decir, hará que prevalezca. No se refiere a un nuevo pacto, sino a uno que ya está en vigencia. Si el anticristo fuera el autor de ese pacto con muchos, el profeta tendría que haber usado una fraseología apropiada, a saber, “cambiar el pacto”.
En contradicción con la teoría dispensacionalista, la 70ma semana presenta los puntos culminantes del ministerio del Salvador.[13] En la primera mitad de la semana fortaleció o confirmó el pacto por medio de sus enseñanzas. Un ejemplo de eso es el Sermón del Monte, en el que Jesús se refirió a algunos de los Diez Mandamientos del antiguo pacto, profundizándolos y fortaleciéndolos. Y a la mitad de la semana cumplió el significado teológico de los sacrificios al entregarse para la salvación de la raza humana. De esa manera quedó confirmado y ratificado el pacto eterno mediante la muerte de Jesucristo.
2. La iglesia y la gran tribulación
De acuerdo con el dispensacionalismo, la tribulación, que se producirá después del arrebatamiento de la iglesia, durará siete años. Su propósito consistirá en “llevar a la conversión a millones de judíos”,[14] que de esa manera experimentarán el cumplimiento del pacto hecho con Israel. El fundamento que se presenta para apoyar ese concepto es los pasajes de 1 Tesalonicenses 1:10; 5:9; Romanos 5:9 y Apocalipsis 3:10.
Una cuidadosa exégesis de los textos de Romanos y Tesalonicenses indica que “la ira venidera” es la ira de Dios que destruirá a los impíos en ocasión de la segunda venida de Cristo,[15] conforme a lo indicado en 2 Tesalonicenses 1:7 al 10. Se trata, por lo tanto, de la manifestación de la ira de Dios en ocasión del juicio final, en el momento de la tribulación que precede a la venida de Jesús. Pablo dice que debemos “esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tes. 1:10). Se trata de la segunda venida de Jesús, cuando ocurrirá el arrebatamiento y seremos libres de la ira venidera. Por consiguiente, esa ira no puede ocurrir antes de la Segunda Venida.
La “hora de la prueba (peirasmou)” de Apocalipsis 3:10 se podría referir a la gran tribulación, pero el texto no dice que el pueblo de Dios no la sufrirá. La frase “yo… te guardaré” proviene de dos palabras griegas: terésoo y ek. Terésoo significa “velar”, “guardar”, “preservar”;[16] y la preposición efe es, básicamente, “de”,[17] refiriéndose a la venida de algo o de alguien. Otra preposición griega: apó, expresa la idea de separación, de “lejos de”[18]
En su oración sacerdotal, Jesús dijo: “No ruego que los quites del (ek) mundo, sino que los guardes (teréses) del (ek) mal” (Juan 17:15). Al orar para que los discípulos fueran guardados del mal, Jesús no estaba diciendo que Satanás no los podría tentar. Sólo estaba pidiendo que el Padre los guardara seguros, velara sobre ellos e impidiera que el enemigo los venciera.
Del mismo modo, el apóstol escribe en 2 Pedro 2:9: “Sabe el Señor librar de (ek) tentación (peirasmov) a los piadosos” El apóstol no dice que el pueblo de Dios estará lejos (apó) de la hora de la prueba, sino que él los librará de (ek) ella mientras son tentados. Tampoco el apóstol Juan, en Apocalipsis 3:10, nos está diciendo que conservará a los creyentes lejos (apó) de la hora de la tentación, sino que estarán protegidos durante ese tiempo.
Resulta evidente que ninguno de los textos que se usan para apoyar la idea de que la iglesia no pasará por la gran tribulación dice realmente eso. En verdad, las Escrituras enseñan claramente que los santos de Dios pasarán por la gran tribulación (Mat. 24:9; Mar. 13:9-11; Luc. 21:12-19; Apoc. 13:14-17).[19]
TRIBULACIÓN Y LIBERACIÓN
La teoría del arrebatamiento secreto, de origen reciente, ha captado la imaginación de millones de cristianos sinceros. Su enseñanza central —que el cumplimiento de la 70 a semana profética todavía está en el futuro— se basa en presuposiciones que no condicen con la Biblia. Del mismo modo, la enseñanza de que la iglesia no pasará por la gran tribulación le economiza a los seres humanos el temor y el sufrimiento, pero no refleja lo que dice la Biblia. De acuerdo con las Escrituras, la iglesia pasará por la gran tribulación, pero será librada por medio del arrebatamiento visible que ocurrirá en ocasión venida de Jesús.
Sobre el autor: Doctor en Filosofía, director asociado del Instituto de Investigaciones Bíblicas de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Referencias
[1] Tyndale House Publishers, Wheaton, Illinois.
[2] Martín Lutero dice, por ejemplo: “Creo que el papa es el demonio enmascarado y encamado, porque es el anticristo” Sämtliche Scrifften [Obras completas] (Saint Louis: Concordia Publishing House, 1887), t. 23, p. 845.
[3] L. R. Conradi, The Impelling Force of Prophetic Truth [La fuerza impelente de la verdad profética] (Londres: Thynne and B. Co. Ltd., 1935), p. 346.
[4] Ibíd., t. 2, pp. 489-493.
[5] An Enquiry into the Grounds on Which the Prophetic Periods of Daniel and St. John have been supposed to Consist of 1.260 Years [Una investigación acerca de los fundamentos sobre los que los períodos proféticos de Daniel y San Juan se supone que son 1.260 años), 2a ed. (Londres, 1837), p. 12.
[6] Walter A. Elwell, Evangelical Dictionary of Theology [Diccionario evangélico de teología] (Grand Rapids: Baker Book House, 1984), p. 292.
[7] Esta interpretación pasa completamente por alto la naturaleza condicional de muchas profecías del Antiguo Testamento (Deut. 28:1, 15; Jer. 4:1; 18:7-10).
[8] Mal Couch, ed., Dictionary of Premillenial Theology: A Practical Cuide to the People, Viewpoints and History of Prophetic Studies [Diccionario de teología premilenialista: Una guía práctica para la gente acerca de los puntos de vista y la historia de los estudios relativos a las profecías] (Grand Rapids: Kregel Publications, 1996), p. 346.
[9] Ireneo, Contra los herejes, 5.25.3, t 1, p. 554.
[10] J. Dwight Pentecost, Things to Come [Las cosas que vendrán] (Grand Rapids: Zondervan, 1958), p. 247.
[11] Ninguna de las supuestas profecías, con lapsos, enumeradas por Pentecost, son tiempos proféticos. Todas ellas se basan en la idea de que las profecías del Antiguo Testamento con respecto a Israel se deben cumplir literalmente en el futuro.
[12] W. H. Shea, Daniel 7-12 (Nampa, Idaho: Pacific Press Publishing Association, 1996), pp. 75, 76.
[13] De acuerdo con el dispensacionalismo, la muerte de Jesús no se produjo dentro de las 70 semanas. ‘La extinción del Mesías ocurrió sólo unos pocos días después de la terminación de la 69 a semana’ (J. Dwight Pentecost, Ibíd., p. 248) y cerca de dos mil años antes del comienzo de la 70a semana, que tendrá lugar en algún momento del futuro.
[14] Ibíd., p. 237.
[15] John Stott, Romans [Romanos] (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1994), p. 146; Charles Wanamaker, Commentary on 1 & 2 Thessalanians [Comentario sobre 1 y 2 Tesalonicenses] (Grand Rapids, Michigan, Wm. B. Eerdmans Pub., 1990), p. 88.
[16] W. F Amdt y F.W. Gingrich, “Teréo”, A Creek English Lexicón [Un diccionario griego- inglés) (Chicago Imprenta de la Universidad de Chicago), 1979.
[17] Ibíd., “Ek”.
[18] Ibíd., “Apó”.
[19] Al afirmar que esos textos se refieren al remanente de los judíos y no a la iglesia (Pentecost, Ibíd., pp. 278, 238), el autor se basa en la hipótesis de que Dios cumplirá literalmente sus profecías relativas a Israel.