La profecía señala al papado

Acerca del “cuerno pequeño,” el profeta dice: “Hablará palabras contra el Altísimo.” Pareciera como si el papado surgiera ansiosamente de las páginas de la historia para informar que sus declaraciones libran de todo equívoco la identificación que se busca.

 Pero se debe ejercer cuidado al seleccionar las pretensiones papales en el sentido de que sean declaraciones oficiales. Cuando se citan autoridades católico-romanas, el prestigio de la autoridad que ha formulado las declaraciones debe ser tal que le preste plena validez a las mismas.

 La mayor parte de las fuentes valederas son las reconocidas decretales de los papas. Cuando el papa habla ex cathedra, esto es. desde su trono de sumo pontífice, para pronunciarse acerca de la fe y la moral, sus declaraciones no están solamente investidas de autoridad, sino que son infalibles. Las declaraciones de los miembros de la curia romana, el consejo de asesores del papa, formado por los cardenales, y que cuenta con la ayuda de los jefes de las diversas oficinas y congregaciones del papado, tienen también carácter oficial. Se debe recordar que los cardenales no constituyen en sí un rango en la jerarquía católico-romana, como sería el caso con los diáconos, los sacerdotes y los obispos, sino que son una clase de nobleza eclesiástica separada de la jerarquía y a la cual se le ha asignado un puesto honorario en las diversas iglesias de la ciudad de Roma misma, en virtud de la cual llevan el título de cardenal diácono, cardenal sacerdote, o cardenal obispo. Los cardenales de los Estados Unidos son obispos, según su rango eclesiástico—de hecho, arzobispos: — pero, algunos de los de Roma son sacerdotes nada más. El título de cardenal (del latín cardo, “gozne”) significa que están tan íntimamente unidos al papa como los goznes a la puerta. El título, una vez generalizado, se redujo a un empleo más particular desde 1568. Las declaraciones de los cardenales revisten autoridad.

 La autoridad eclesiástica de la Iglesia de Roma reside en los obispos, de los cuales el papa es el jefe. Cuando una publicación lleva el imprimátur del obispo, reviste autoridad. Enciclopedias tales como “La Enciclopedia Católica,” que lleva el imprimátur, tienen validez. Los catecismos, para poderlos usar, deben llevar el imprimátur. Las publicaciones que difunde en los Estados Unidos el Concilio Nacional de Bienestar Católico se apoyan en la alta autoridad episcopal. Los cánones de los concilios episcopales reconocidos por la iglesia también pueden considerárselos como autoridad.

 Además de las declaraciones oficiales católicas. existen documentos empleados durante mucho tiempo por la iglesia, que se los puede considerar autorizados por la sanción del uso. Los escritos de aquellos padres acerca de los cuales la iglesia reconoce que forman parte de la tradición inspirada, constituyen un grupo superior de esta clase. Un documento sancionado por su antigüedad y por el uso es la colección conocida con el nombre de “Decretum de Graciano. Aunque nunca fue reconocido oficialmente por la iglesia, tal como lo hemos declarado anteriormente, está revestido del respeto que le brindan siglos de empleo oficial. Grandes obras históricas, tales como los “Anuales” de Baronio, que es la respuesta católico-romana a la gran apología protestante de los miembros de la reforma; la “Magdeburg Ceuturies,” obra de Belarmino, – otras de su especie, tienen mucho peso.

 Las declaraciones de los teólogos en los centros de estudios católicos son muy respetables, pero no necesariamente autorizadas. Las declaraciones de los sacerdotes pueden solamente ser tomadas como ideas de dichos sacerdotes. Los periódicos publicados bajo la supervisión de los obispos para los laicos católicos en su diócesis, de los cuales Our Sunday Visitar es un ejemplo en los Estados Unidos, no llevan imprimátur y pueden ser repudiados con todo éxito por los católicos si se los emplea en controversias que puedan poner en desventaja a los defensores del catolicismo. Tal material refleja el pensamiento católico, pero no la enseñanza oficial del catolicismo. El mero hecho de que una cita sea “católica” no significa que convenga ser usada.

Hablará palabras

Pero, aunque haya (fue ejercer tales precauciones al seleccionar las declaraciones relativas al papado, mucho de lo que es válido y digno de confianza se puede obtener de las fuentes católicas como demostración de las pretensiones blasfemas de la iglesia de Roma.

  “Otro Dios en la tierra.”—Marcelias.[1]

 “Señor Dios el papa.”—Graciano, “Decretan.”[2]

  “Ocupamos en esta tierra el lugar del Dios Todopoderoso.”—Papa León XIII.[3]

 “Verdadero vicario de Cristo.”—Concilio de Trento.[4]

 “Vicario del Hijo encarnado de Dios. ’— Cardenal Manning. [5]

 “Vicario del Hijo de Dios.”—Cardenal Manning. [6]

 “Vicario en esta tierra, no de un mero hombre. sino del mismo Dios.”—‘Graciano. “Decretum.” [7]

 “1. Que la iglesia romana fue establecida sólo por Dios.

 “2. Que únicamente el pontífice romano puede ser llamado correctamente universal.

 “3. Que solamente él tiene poder de deponer y reponer obispos.

 “4. Que su legado, aunque sea de un rango eclesiástico inferior, preside sobre los obispos reunidos en concilio, y tiene la facultad de dictar sentencia de deposición contra ellos.

 “5. Que el papa tiene facultad de deponer a los que están ausentes [es decir, sin siquiera prestarles oído].

 “6. Que. entre otras cosas, no debemos permanecer en la misma casa de aquellos a quienes él ha excomulgado.

 “7. Que él solo tiene el derecho, de acuerdo con lo que dictan las circunstancias, de decretar nuevas leyes, crear nuevos obispados, darle la categoría de monasterio a un grupo de monjes y viceversa, y también dividir un obispado rico o unir varios obispados pobres.

 “8. Que él solamente puede emplear la insignia imperial.

 “9. Que todos los príncipes deben besar los pies del papa solamente.

 “10. Que solamente su nombre debe ser recitado en las iglesias.

 “11. Que los nombres que se le aplican le pertenecen a él solamente.

 “12. Que tiene el poder de deponer emperadores.

 “13. Que tiene la facultad de transferir los obispados de una sede a la otra cuando lo vea necesario.

 “14. Que tiene la facultad de ordenar sacerdote a cualquier persona de cualquier parte de la iglesia.

 “15. Que cualquier persona ordenada por él puede gobernar | como obispo] sobre otra iglesia, pero no puede servir [como sacerdote] en ella, y que tal clérigo no debe recibir un rango más elevado que ningún otro obispo.

 “16. Que no se puede convocar un concilio general sin su orden.

 “17. Que ningún acuerdo de un concilio ni ningún libro puede ser considerado como canónico sin su autoridad.

 “18. Que su decreto no puede ser anulado por nadie, y que él puede anular el decreto de cualquiera.

 “19. Que no puede ser juzgado por nadie.

 “20. Que nadie ha de atreverse a condenar a una persona que ha apelado a la sede apostólica.

 “21. Que los casos importantes de cualquier iglesia han de ser referidos a la Iglesia Romana [esto es. al papa].

 “22. Que la Iglesia Romana nunca ha errado y nunca errará por toda la eternidad, de acuerdo con el testimonio de las Sagradas Escrituras.

 “23. Que el pontífice romano, que ha sido canónicamente ordenado, es santificado por los méritos de San Pedro, de acuerdo con el testimonio de San Enodio, obispo de Pavía, al cual confirman muchos de los santos padres, y tal como se manifiesta en los decretos del bienaventurado papa Símaco.

“24. Que por su mandato o permiso los súbditos pueden acusar a sus gobernantes.

 “25. Que puede deponer y reponer obispos sin convocar un concilio.

 “26. Que no se puede considerar a nadie católico si no está de acuerdo con la Iglesia Romana.

 “27. Que tiene la facultad de absolver a los súbditos de su juramento de fidelidad a los gobernantes impíos.” [8]

“Todos los nombres que en las Escrituras se aplican a Cristo, se aplican también al papa.” —Belarnino. [9]

 “El papa es de una dignidad tan grande y tan exaltada, que no es un mero hombre, sino como si fuera Dios y el Vicario de Dios.

 “El papa es de tan elevada y suprema dignidad que, hablando con toda propiedad, no ha sido colocado en ningún rango de dignidad, sino más bien ha sido puesto en la cima de todos los rangos y dignidades.

 “Se dice que el papa es santísimo porque se presume correctamente que lo sea.

 “Los emperadores y los reyes no pueden ser llamados santísimos; porque, aunque en las leyes civiles la expresión ‘sacratísimo’ parece que en algunas oportunidades fue usurpada por los emperadores, nunca usurparon la expresión ‘santísimo.’

“Solamente el papa merece recibir el nombre de ‘santísimo,’ porque sólo él es el Vicario de Cristo, la fuente y la plenitud de toda santidad.

 “El papa, debido a la excelencia de su suprema dignidad, es llamado obispo de los obispos.

 “También se lo llama ordinario de los ordinarios.

 “Asimismo es obispo de la Iglesia Católica [universal].

 “Es asimismo el monarca divino, el emperador supremo y rey de reyes.

 “De allí que el papa sea coronado con una triple corona, como rey del cielo y de la tierra y de las regiones inferiores.

 “Aún más. la superioridad y el poder del pontífice romano de ninguna manera se circunscriben solamente a las cosas celestiales, a las terrenales o a las que se encuentran bajo la tierra, sino que se extienden por sobre los ángeles. entre los cuales él es el más grande.

 “De manera que si fuera posible que Los ángeles pudieran errar en asuntos de fe. O pudieran pensar en forma contraria a la fe. podrían ser juzgados y excomulgados por el papa.

 “Porque su dignidad y poder son tan grandes, que forma uno y el mismo tribunal con Cristo.

 “De manera que todo lo que el papa haga, parece proceder de la boca de Dios, de acuerdo con la mayoría de los doctores, etc.

 “El papa es como si fuera Dios en la tierra, único soberano de los fieles de Cristo, jefe de reyes, dotado de la plenitud del poder, a quien ha sido encomendada por el Dios omnipotente la dirección no solamente del reino terrenal sino también del celestial.

 “El papa posee una autoridad y un poder tan grandes, que puede modificar, explicar o interpretar aun las leyes divinas.

 “El papa puede modificar la ley divina, puesto que su poder no es de hombre sino de Dios, y obra como Vicario de Dios en la tierra con el más amplio poder de atar o desatar a sus ovejas.

 “Todo lo que el Señor Dios mismo, y el Redentor. se dice que hacen, eso hace también su Vicario, con la condición de que no haga nada contrario a la fe.”—Ferraris. [10]

 “Tiene el primado sobre todo el mundo.”

 “Cabeza de toda iglesia.”

 “Padre y maestro de todos los cristianos.” —Concilio de Trento.

 “El más elevado poder en el mundo.”

 “Ungido sumo sacerdote.”

 “Supremo gobernante temporal.”—Cardenal Manning.

 “Ejerce las funciones no de mero hombre sino del verdadero Dios.”—Gregorio, “Decretales.”[11]

 “Disuelve, no por la autoridad humana, sino más bien por la divina.”—Id.

 “El poder monárquico no es superior al pontifical. sino que está sujeto a éste y sometido a su obediencia.”—Id.[12]

 “Príncipe sobre todas las naciones y sobre todos los reinos.”—Papa Pío V.[13]

  “Tiene poder para imponer leyes… asimismo para brindar dispensación de esas leyes… para anularlas…. Esta potestad jurídica puede incluir el poder de perdonar el pecado. Porque el pecado es una brecha producida en las leyes del reino sobrenatural.”[14]

 “De allí que de él [el Papa] se diga que tiene un poder celestial, y de allí que puedan cambiar aun la naturaleza de las cosas, aplicando la sustancia de una a la otra: puede hacer algo de la nada, un juicio nulo puede hacerlo real, porque en las cosas que él quiere su voluntad se acepta como razón. Tampoco nadie puede decirle: ‘¿Por qué haces eso?’ Porque él puede dispensar de la obediencia a la ley, puede convertir la injusticia en justicia corrigiendo y cambiando la ley. y tiene la plenitud del poder.”—Gregorio. “Decretales.”[15]

 Nótese lo (pie dice la Hna. White:

 “Una de las principales doctrinas del romanismo enseña (pie el papa es cabeza visible de la iglesia universal de Cristo y que fue investido de suprema autoridad sobre los obispos y los pastores de todas las partes del mundo. Aún más. al papa se le han dado los títulos propios de la divinidad, se le ha titulado ‘Señor Dios el Papa,’ y se le ha declarado infalible. Exige que todos los hombres le rindan homenaje. La misma pretensión que sostuvo Satanás cuando tentó a Cristo en el desierto, la sostiene aún por medio de la Iglesia de Roma, y muchos son los que están dispuestos a rendirle homenaje.”[16]

 “Y téngase presente que Roma se jacta de no variar jamás. Los principios de Gregorio VII y de Inocencio III son aún los principios de la Iglesia Católica Romana; y si sólo tuviese el poder, los pondría en vigor con tanta fuerza hoy como en siglos pasados. Poco saben los protestantes lo que están haciendo al proponerse aceptar la ayuda de Roma en la tarea de exaltar el domingo. Mientras ellos tratan de realizar su propósito, Roma tiene su mira puesta en el restablecimiento de su poder, y tiende a recuperar su supremacía perdida. Establézcase en los Estados Unidos el principio de que la iglesia puede emplear o dirigir el poder del estado; que las leyes civiles pueden hacer obligatorias las observancias religiosas; en una palabra, que la autoridad de la iglesia con la del estado debe dominar las conciencias, y entonces el triunfo de Roma quedará asegurado en la gran República de la América del Norte.”[17]

A los santos del Altísimo quebratará

La profecía anuncia el advenimiento de una potencia que “a los santos del Altísimo quebrantará.” (Dan. 7:25; véase Apoc. 13:7.) También en este caso el papado casi eleva un verdadero clamor para que se lo reconozca como el poder señalado por la profecía.

 La filosofía que fundamenta las persecuciones religiosas se basa en la premisa de que es correcto lograr que las diferentes creencias religiosas armonicen con el grupo que, ya sea mayoría o minoría, posea la suficiente autoridad y disponga del suficiente poder para inducir a los demás a que armonicen con él. El papado está dispuesto a forzar a los disidentes a armonizar con él. Si no quieren hacerlo, se ven forzados también a sufrir las consecuencias.

 En una sociedad donde la autoridad religiosa y la civil forman parte de una misma administración. no hay lugar para la libertad religiosa. Los pocos disidentes que se toleren serán tan insignificantes en número, que el grupo detentor del poder, dotado de facultades supresivas, podrá ignorarlos.

 En la mayor parte de la historia humana no ha habido separación entre la vida política y la religiosa. Más bien, la situación histórica normal ha sido la de que el estado ha dominado a la religión. Aun esta expresión es una frase moderna aplicada al pasado. No ha habido prácticamente separación entre los conceptos de religión y de estado. Por ejemplo, en la economía hebrea, la religión dominaba ampliamente la vida política, hasta donde estos dos aspectos de la vida del hombre puedan considerarse separadamente. Otro ejemplo lo encontramos entre los galos, para quienes la autoridad de los sacerdotes druidas eclipsaba a la autoridad civil de los jefes celtas.

 En la Roma pagana la religión estaba bajo el dominio del estado; y el jefe del estado, primeramente, el rey y más tarde el emperador, llevaba como sumo sacerdote el título de Pontifex Maximus. La religión del estado o de la provincia absorbida por Roma era permitida a condición de que no engendrara rebelión contra la autoridad de Roma. En Galia, los druidas se convirtieron en un peligro tal, y fueron suprimidos. En Judea. los judíos y los romanos llegaron a una transacción inestable, bajo la cual la religión judaica fue tolerada, pero le fue prohibida toda interferencia en el campo civil.

 El cristianismo comenzó como un culto judío; al menos su vocabulario, su estructura y su personal eran judíos. Pero los judíos rehusaron aceptar el cristianismo como un culto hebreo. Quedó entonces sin patrocinadores nacionales o políticos, y el gobierno pagano de Roma lo consideró como una religión sin antecedentes, que por su misma naturaleza era una religión ilícita. Por eso la Roma pagana persiguió al cristianismo.[18]

 Estas persecuciones del culto de Cristo por la roma pagana cesaron con el Edicto de Milán, promulgado en nombre de los emperadores Constantino y Licinio en el año 313 de J. C. En su redacción, este documento grandilocuente concedía libertad religiosa a todos, pero sus palabras nunca se convirtieron en realidad, excepto para dar al cristianismo la libertad de adorar y de propagar sus doctrinas, una libertad que nunca había tenido antes.

 Pero las libertades que el edicto garantizaba no se aplicaron plenamente, y cuando el cristianismo se convirtió en la religión de la sociedad y del estado, lo cual ocurrió muy poco después del año 313, los cultos paganos comenzaron a ser perseguidos. En efecto, las sectas disidentes de los cristianos fueron perseguidas por turno, según cuál de ellas estuviera en buenas relaciones con el estado. Los trinitarios ortodoxos, cuando tenían en su mano el poder político, persiguieron a los arrianos; y éstos, cuando sus adherentes eran favorecidos por el gobierno, persiguieron a los ortodoxos.

 Esto estaba de acuerdo con la ley romana, la cual, después que vino la tolerancia, concedió a los obispos cristianos el derecho de examinar, acusar y sentenciar a los herejes.[19] Alrededor del año 400 de J. C. la ley romana se había vuelto tan virulenta hacia el paganismo, que los templos de los dioses fueron cerrados a menudo.[20] y algunas veces, después de un proceso de purificación, eran usados por los cristianos.

 La autoridad civil de los obispos contra los herejes fue revocada más tarde, aunque los obispos se sentaban regularmente en los concilios provinciales de estado. Pero los obispos ejercían muy amplia autoridad eclesiástica. En ellos residía la función docente de la iglesia, que según se pretendía, era descrita por Cristo en Mateo 28:19. 20. y que les había llegado a los obispos por la tradición de los apóstoles. Se sostuvo que la iglesia tenía la verdad, que debía enseñar la verdad, que debía hacer de la verdad un hecho en el seno de la sociedad, y que el estado debía ayudarle a hacerlo. Cada obispo era el juez presidente de la corte eclesiástica de su propia diócesis, lo que en efecto era un apéndice histórico de textos tales como los que encontramos en Mateo 18:15-18 y en 1 Corintios 6:1-5. A través de la Edad Media los obispos de esas cortes episcopales dieron audiencia en casos de herejía, pronunciaron sentencias de culpabilidad, y recomendaron a los magistrados locales el castigo que debía aplicarse.

 Un ejemplo de tales cortes episcopales nos llega desde el siglo XII. Un obispo cabalgaba en el norte de Francia con su escolta cuando un joven adjunto a la corte episcopal vio a una niña junto al camino. Se detuvo para hablar con ella y le hizo una proposición deshonesta, que ella respondió con una enfática repulsa. Inmediatamente se dio cuenta de que ésta no era una niña común e informó el asunto al obispo. Al ser llevadas, ante el obispo, la niña y su tía, se descubrió que pertenecían a la secta de los publicanos o cátaros (puritanos) y fueron condenadas por herejía. Se dice que la tía escapó valiéndose de artes de encantamiento; pero se condenó a muerte a la niña.[21]

 En ese momento de la historia, los obispos muy a menudo eran demasiado condescendientes con las herejías que encontraban en su diócesis, o demasiado indiferentes para molestarse. Pero la iglesia fue de opinión que había llegado justamente el tiempo de molestarse; no era un momento en que los obispos podían mecerse en la comodidad. La herejía brotaba por todas partes. Los valdenses, los albigenses, los pobres de Lyón. los cátaros, los bogomilas y los begardos aparecían por todas partes. Inocencio III promulgó decreto tras decreto contra los herejes, y autorizó la sangrienta cruzada de 1209 contra los albigenses.[22] Pero se necesitó una autoridad centralizada que actuara contra los herejes que se difundían más allá de las diócesis locales. En 1221 el papado emprendió la destrucción de los herejes y organizó con este fin el Santo Oficio de la Inquisición.[23]

 Decir que la historia de la Inquisición no es buena, es aminorar la realidad. La persecución, siempre considerada una necesidad por la iglesia, se convirtió en una virtud. La iglesia católico-romana ha justificado la persecución:

 “Con respecto a los herejes deben considerarse dos factores, uno de parte de ellos y otro de parte de la iglesia. De parte de ellos está el pecado por el cual han merecido, no solamente ser separados de la iglesia por la excomunión, sino ser desarraigados del mundo por la muerte. Porque es una ofensa mucho más grave corromper la fe. por medio de la cual se sostiene la vida del alma, que falsificar la moneda, la cual es una ayuda para la vida temporal. De allí que, si los falsificadores u otros malhechores son entregados al príncipe secular para que les inflija una justa muerte, muchísimo más los herejes, inmediatamente después de ser condenados por herejía, no sólo deben ser excomulgados sino también entregados a una justa muerte. Pero a la iglesia le corresponde ejercer misericordia en favor de la conversión de los que yerran; y por ello no condena inmediatamente, sino ‘después de la primera y la segunda admonición,’ de acuerdo con la enseñanza del apóstol. Después de ello, no obstante, si el hombre sigue pertinaz, la iglesia, no teniendo ya más esperanza en su conversión, a fin de proveer a la seguridad de los demás, lo separa de la iglesia por la sentencia de excomunión; y más tarde lo entrega al tribunal secular para que sea desarraigado del mundo.”[24]

 “Se debe recordar y exhortar a los príncipes temporales, y si es necesario, se los debe obligar, por censuras espirituales, a dejar de lado cada una de sus funciones; y que, si desean ser reconocidos y mantenerse fieles por lo tanto en defensa de la fe, deben hacer públicamente el juramento de que tratarán, de buena fe y con todo su poder, de extirpar de su territorio a todos los herejes señalados por la iglesia; de modo que cuando cualquiera esté a punto de asumir cualquier autoridad, ya sea espiritual o temporal, se vea obligado a confirmar su título mediante este juramento. Y si un príncipe temporal, siendo requerido y amonestado por la iglesia, descuida la purificación de su reino de cualquier herejía, que el metropolitano y otro obispo provincial lo aten con los lazos de la excomunión; y si él se rehúsa obstinadamente a dar satisfacción, que este asunto sea notificado en el término de un año al sumo pontífice, para que él declare a sus súbditos absueltos de su fidelidad, y permita que sus territorios sean ocupados por católicos, quienes, después de exterminar a los herejes, puedan poseerlos sin oposición alguna, y preservarlos en la pureza de la fe.”[25]

 “En la bula ‘Ad extirpanda’ (1252) Inocencio IV dijo: ‘Cuando aquellos condenados como culpables de herejía hayan sido entregados al poder civil por el obispo o su representante, o por el tribunal de la Inquisición, el podestá, o magistrado jefe de la ciudad, los tomará inmediatamente, y ejecutará, en el término de cinco días como máximo, las leyes hechas contra ellos… No podía quedar duda con respecto a lo que significaban los reglamentos civiles, porque los pasajes que ordenaban que los herejes impenitentes fueran condenados a la hoguera, estaban insertados en las decretales papales a partir de las constituciones imperiales ‘Commissis Nobis’ e ‘Inconsutibilem Tunicam.’ La ya mencionada bula ‘Ad extirpanda’ llegó a ser de allí en adelante un documento fundamental de la inquisición, renovada o reforzada por varios papas, como ser. Alejandro IV (1254-1261), Clemente IV (1265-1268). Nicolás IV (1288-1292), Bonifacio VIII (1294- 1303) y otros. Las autoridades civiles, por lo tanto, se sentían obligadas ante los papas, bajo la pena de excomunión, de ejecutar las sentencias legales que condenaban a los herejes impenitentes a la hoguera.”[26]

 “En efecto, la iglesia al principio obró con más lenidad con respecto a los herejes, excomulgándolos, confiscándoles sus propiedades.. . .hasta que se vio obligada a infligirles la pena capital; ‘la experiencia demuestra (dice Belarmino en ‘De Laicis,’ I. 3, c. 21) que no hay otro remedio: porque la iglesia gradualmente avanzó, y probó todos los medios, primero la excomunión solamente, después se añadió una multa pecuniaria, en seguida el destierro, FINALMENTE SE VIO OBLIGADA A RECURRIR A LA MUERTE [las palabras en mayúscula son de la pluma del autor]. Los herejes desprecian la excomunión y dicen que el rayo no tiene poder; si se los amenaza con una multa pecuniaria, ni temen a Dios ni respetan a los hombres, pues saben que encontrarán suficientes locos (pie crean lo que sostienen. Si se los encarcela o se los envía al destierro, corrompen a los que están cerca mediante sus palabras y a los que están lejos por medio de sus libros. ¿De modo que EL UNICO REMEDIO CONSISTE EN ENVIARLOS PRONTO A SU PROPIO LUGAR? [las mayúsculas pertenecen al autor]. La sociedad de la iglesia y su orden público, contra la perturbación de los cuales hay muchas normas eclesiásticas, deben ser necesariamente preservados, para que las almas de los hombres sean santificadas por la verdadera fe y las buenas obras, a fin de que puedan ganar la eterna salvación.”[27]

 “Aquel que públicamente aprueba una herejía y trata de pervertir a los demás por palabra o ejemplo, puede no solamente ser excomulgado sino justamente condenado a muerte; no sea que arruine a otros por su contagio pestilencial; porque un hombre malo es peor que una mala bestia, y hace más daño, como lo dice Aristóteles. De allí que si no es malo dar muerte a una mala bestia que hace gran daño. debe ser correcto privar de su vida dañina al hereje que se ha apartado de la verdad divina y conspira contra la salvación de los demás.”[28]

 “Por lo tanto concluimos que la iglesia no puede de sí misma condenar a muerte a nadie, y que sin embargo tiene el derecho de sentenciar a los herejes obstinados o reincidentes, no solamente al castigo corporal, sino a la condena del castigo capital, si así lo ha juzgado necesario; de allí que los enemigos de la fe se aparten igualmente de la verdad al acusar falsamente a la iglesia de haber enviado por su propia cuenta a algunos herejes a la hoguera, y muchos apologistas católicos, que creen que todas las sentencias de muerte deben ser atribuidas al poder secular, o que cínicamente conceden que la iglesia, sometiéndose al espíritu de la época, se ha desviado un tanto en este asunto. La historia testifica con toda seguridad que la inquisición romana, si no con las palabras textuales, a lo menos con términos equivalentes, ha sentenciado a los herejes a la pena capital, para ser infligida sin excepción por el brazo secular, con numerosas censuras si dejaba de cumplir con su deber; ¿quién, por lo tanto, se atrevería a decir que la iglesia ha errado en un asunto tan serio?”[29]

 La cruzada militar contra los albigenses de Provenza. Francia, fue solamente más sangrienta en el sentido de que resulto más concentrada, en el tiempo y el espacio, que la cruzada inquisitorial lanzada contra los herejes y proseguida en todas partes en los años subsiguientes. Los denunciantes recibían participación de las propiedades confiscadas a los convictos de herejía contra los cuales habían testificado, y las confesiones se obtenían, no como la libre declaración de hombres valientes dispuestos a dar testimonio en favor de su Señor, sino como resultado de la agonía de las torturas, tan brutales, que no se encuentran peores en los registros de las naciones más apartadas de las enseñanzas de Cristo, y la mente humana se subleva ante el mero relato de ellas.

 No nos atrevemos a calcular el número de los que sufrieron depredación, prisión, heridas, o cruel muerte o tortura en el cadalso. Ciertamente no hace ningún bien, y por lo contrario mucho daño, entregarse a la exageración. Pero con limpia conciencia podemos decir que a través de los siglos, hombres, mujeres y niños. por millares sufrieron persecución. Si incluimos los que murieron en las guerras de religión que se produjeron entre las naciones, el número aumenta notablemente, pero sólo ciertos casos de los tales pueden ser considerados como persecuciones.

 No es maravilla que el “caballo amarillo” (Apoc. 6:7, 8) sea tan horrible y que, alegóricamente. las almas que están “debajo del altar” aparezcan, por la inspiración, clamando: “¿Hasta cuándo. Señor, santo y verdadero?” (Ver. 9-11.)

 No debemos pensar que la lucha contra los santos predicha en la profecía bíblica cesó con la Reforma protestante. Los anglicanos persiguieron a los lolardos, a los luteranos, a los cotólico-romanos. a los puritanos, a los independientes y a los separatistas. Sobre la base de diferencia de religión, los luteranos hicieron desdichada la vida de los católico-romanos. de los anabaptistas y de los reformados que adoptaban la teología de Calvino. Los zwinglianos persiguieron a los anabaptistas. Los calvinistas dieron caza a los anabaptistas, a los socianos y a los disidentes que seguían a Servet, a quien se quemó públicamente en la hoguera en Ginebra por herejía. Las hijas de Babilonia (Apoc. 17:5)[30] tienen como base de su ánimo perseguidor los mismos principios de su madre ramera. Fracasaron en sus persecuciones, no intencionalmente, sino por falta de oportunidad, de unidad de acción, de pericia o experiencia, y de la plena colaboración de Ja fuerza civil.

Tiempo, tiempos y el medio de un tiempo

 Los días fueron acortados. (Mat. 24:22; Mar. 13:19, 20, 24.) Los 1.260 días durante los cuales los santos debían estar bajo la mano de la madre ramera y de sus hijas no se cumplieron plenamente debido al profundo resentimiento que surgió contra la persecución de parte de los pensadores liberales de los últimos años del siglo XVIII, y en particular, a los sarcasmos del altamente influyente Voltaire, quien, radicado en la corte de Federico el Grande de Prusia, demandó con frases punzantes e irónicas que cesara el derramamiento de sangre fundado en la diferencia de religión.[31] La persecución llegó a ser aborrecible para los pensadores que habían visto más de la dura intolerancia de las organizaciones religiosas que de la dulce caridad del verdadero cristianismo.

 El comienzo y el fin del período de 1.260 días, a saber, los “tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” de Apocalipsis 12:11, han sido ya examinados anteriormente, y fijados en los años 538 y 1798 de J. C.[32] Debe ejercerse juicio para describir lo que ocurrió en el catolicismo y en el protestantismo balbuciente durante este período.

 La expresión “Edad Oscura’ tiene para el historiador moderno un significado muy diferente del que le atribuyen los adventistas. Sabiéndolo, debemos emplear esta expresión con prudencia. Para los historiadores el término se aplica al período que siguió al colapso de la Roma imperial en Occidente en el año 476 de J. C., que no se señaló por una decadencia, sino por una desaparición total de la cultura clásica en esa zona, que duró hasta el restablecimiento de una línea imperial occidental bajo Enrique el Pajarero en 918 de la misma era.[33] Después de esta restauración vino un reavivamiento de la cultura y el saber, que culminó con el Renacimiento de los siglos XIV y XV, cosas que el historiador se ve obligado a reconocer. La historia no denomina “Edad Oscura” a los siglos que siguieron al 900.

 Para los adventistas la expresión describe un período de oscuridad espiritual. El advenimiento de la iglesia romana al poder marcó el principio, de la edad media [“Dark Ages,” Edad Oscura en inglés].[34] Todavía duraba en el siglo XIV porque “Wicleff surgió de entre las tinieblas de los tiempos de ignorancia y superstición”.[35] El término tiene un significado para los historiadores, y otro muy diferente para los adventistas.

 Debe recordarse que el período de 1.260 días, que se extiende un poco más allá de 150 años a partir de nuestros propios días, incluye asombrosos reavivamientos culturales entre los hombres de la Edad Media, ya fueran celtas, germanos, franceses o italianos; el Renacimiento ya mencionado, la Reforma, la era de los pietistas y el reavivamiento metodista; y la edad de las luces.

 Debiera recordarse también que el período de 1.260 días no es un lapso de realizaciones papales parejas. No nos referimos solamente a las graves pérdidas sufridas por el papado y la iglesia romana por causa de la Reforma, pérdidas ocurridas 250 años antes de que terminara el período profético citado. Nos referimos al hecho de que, al principio del período, por ejemplo, el papa era una figura débil, que por años fue huésped si no prisionero del emperador Justiniano en la ciudad de Constantinopla.[36] Nos referimos también al período que se extendió a partir del año 900 de J. C. al colapso de los últimos restos de la dinastía carolingia, a la ascensión del emperador Enrique III en 1039. un período en que ningún católico. sean cuales fueren sus conceptos de la ética, puede examinar sin enrojecerse de vergüenza. Nos referimos a los papas completamente amorales y agnósticos cuando no ateos, del siglo XV. Nos referimos a los setenta años de la cautividad babilónica de los papas, en el siglo XIV, cuando tuvieron su sede en Aviñón como vasallos de los reyes franceses. Nos referimos al cisma papal que le siguió, cuando dos. y aun tres papas, reclamaron simultáneamente el título. Nos referimos a los papas descuidados (pie precedieron a la Reforma o que fueron contemporáneos de ella.

 ¿Qué interpretación se le puede dar al período de los 1.260 días? El papado no comenzó en 538. Ya estaba comenzando cuando Pablo escribió: “Ya está obrando el misterio de iniquidad.” (2 Tes. 2:7.) Hizo su primera aparición en el escenario del poder cuando estableció la observancia del domingo a mediados del siglo II. Pero en 538 se puso en operación la maquinaria política necesaria para reconocer la hegemonía eclesiástica del papa, y para desarraigar a los reyes germanos arrianos que estaban obstaculizando el poder político de los papas. La combinación del poder eclesiástico y político de los papas, que constituye la naturaleza del “cuerno pequeño,’ se ve en la persona de Gregorio el Grande (590-604) cuya carrera ilumina los años postreros del siglo VI señalados por el año 538.[37]

 La profecía de los 1.260 días que siguió no requiere la invariable y constante supremacía papal. Ni siquiera el diablo pudo darle a su principal agente en la tierra este éxito tan completo. Pero durante ese período el papado no solamente no tuvo ningún rival religioso; tampoco tuvo igual en la cristiandad.

 Detentaba un asombroso poder político mientras dominaba la vida religiosa, y persiguió casi sin impedimentos a todos los disidentes religiosos, y tuvo pocos fracasos en sus maquinaciones políticas. La cabeza papal era a la vez papa y rey, y pudo cumplir muchas veces su pretensión de ser superior a los príncipes terrenales.

Pensará en mudar los tiempos y la ley

El papado pensaría “mudar los tiempos y la ley.” (Dan. 7:25.) Que el papado estableció el domingo es algo indiscutible. Que haya influido sobre Constantino para promulgar la primera ley dominical 175 años más tarde, es un asunto de información basada en la autoridad inspirada.[38] Su aborrecimiento del sábado[39] y su preocupación por el domingo[40] han sido ya mencionados. De allí que el sábado sea extirpado de los catecismos católico-romanos, en los cuales el derecho de la iglesia para establecer días de culto se ilustra por el domingo.

 El segundo mandamiento está omitido en los catecismos católico-romanos. Si no lo fuera, las imágenes tendrían que desaparecer de las iglesias. Pero esto no lo permitiría la iglesia. Los iconoclastas del Oriente en el siglo VIII, impulsados por los judíos y mahometanos a la vez, trataron de limpiar las iglesias cristianas de imágenes, pero fracasaron. Los concilios celebrados bajo la presidencia de Carlomagno en Alemania, aprobaron los propósitos de los iconoclastas.[41] Pero cuando el papado trató el problema, cambiaron los sentimientos. Las imágenes tridimensionales se conservaron en Occidente, y las imágenes bidimensionales fueron restauradas en el Oriente. Citamos:

“El rasgo más característico de la bestia, y por consiguiente de su imagen, es la violación de los mandamientos de Dios. Daniel dice del cuerno pequeño, o sea del papado: ‘Pensará en mudar los tiempos y la ley.’ Y San Pablo llama al mismo poder el ‘hombre de pecado.’ que había de ensalzarse sobre Dios. Una profecía es complemento de la otra. Sólo adulterando la ley de Dios podía el papado elevarse sobre Dios: y quien quiera que guardase a sabiendas la ley así adulterada daría honor supremo al poder que introdujo el cambio. Tal acto de obediencia a las leyes papales sería señal de sumisión al papa en lugar de sumisión a Dios.

 “El papado intentó alterar la ley de Dios. El segundo mandamiento, que prohíbe el culto de las imágenes, ha sido borrado de la ley, y el cuarto mandamiento ha sido adulterado de manera que autorice la observancia del primer día en lugar del séptimo como día de reposo. Pero los papistas aducen para justificar, la supresión del segundo mandamiento, que éste es inútil puesto que está incluido en el primero, y que ellos dan la ley tal cual Dios tenía propuesto que fuese entendida. Este no puede ser el cambio predicho por el profeta. Se trata de un cambio intencional y deliberado: ‘Pensará en mudar los tiempos y la ley.’ El cambio introducido en el cuarto mandamiento cumple exactamente la profecía. La única autoridad que se invoca para dicho cambio es la de la iglesia. Aquí el poder papal se ensalza abiertamente sobre Dios.”[42]

 La correspondencia que existe entre las marcas identificatorias del “cuerno pequeño” de Daniel 7 y del leopardo de Apocalipsis 13 son tan notables, y tan claramente comprensibles, que ¡lasaremos inmediatamente a ellas con esta sola mención.

La imagen de la Bestia

 Pero ¿qué es la imagen de la bestia? Entendemos que la bestia de dos cuernos de Apocalipsis 13 representa a los Estados Unidos, con su libertad civil y religiosa manifestada por medio de su separación de la iglesia y el estado. Pero aparentemente la imagen se está formando recién ahora, o se formará en el futuro.

 En 75 años el protestantismo se ha despedazado discutiendo asuntos relativos a la alta crítica y al modernismo, y en particular en los Estados Unidos, se ha formado, como resultado de esto, un grupo de creyentes conscientes de sí mismos y conservadores, denominados fundamentalistas. Si entre éstos, o entre los igualmente conscientes liberales, se han de descubrir actividades que conduzcan a la formación de la imagen de la bestia, no nos atrevemos a profetizar. Ciertamente los fundamentalistas son más fervientes en sus convicciones, en su apego a la Biblia, y como paradoja, en su sostén de la promulgación de las leyes dominicales, que el ala liberal.

 Pero entre los liberales, la unificación de las iglesias es el propósito básico. Hasta ahora esta unificación ha evitado las complicaciones doctrinales. Se ha formado desde el punto de vista de una organización. Ha habido una media docena de uniones de iglesia que han tenido relativo éxito.

 1. La unificación de cuerpos denominacionales fraccionados, como los metodistas.

 2. La unión de congregaciones locales en una ciudad, para formar una iglesia de la localidad.

 3. La unión de dos o más iglesias independientes en una sola comunión religiosa, como es el caso con la Iglesia Unida del Canadá y las iglesias congregacionalistas y cristianas de los Estados Unidos.

 4. La formación de los concilios de iglesia locales y estaduales en los Estados Unidos.

 5. La formación del Concilio Nacional de Iglesias en los Estados Unidos, denominado anteriormente Concilio Federal de Iglesias, con ramificaciones en otros países.

 6. La formación del Concilio Mundial de Iglesias, mayormente de estructura orgánica, pero que comienza a manifestar preocupación notable por los asuntos doctrinales.

 ¿Constituyen estas uniones el comienzo del conflicto final? Debemos esperar y vigilar alertas. He aquí las declaraciones de la Hna. White con respecto al protestantismo y sus procedimientos:

 “Cuando las iglesias principales de los Estados Unidos, uniéndose en puntos comunes de doctrina, influyan sobre el estado para que imponga los decretos y las instituciones de ellas, entonces la América protestante habrá formado una imagen de la jerarquía romana, y la inflexión de penas civiles contra los disidentes vendrá por sí sola.”[43]

 “Merced a los dos errores capitales, el de la inmortalidad del alma y el de la santidad del domingo, Satanás prenderá a los hombres en sus redes. Mientras aquél forma la base del espiritismo, éste crea un lazo de simpatía con Roma. Los protestantes de los Estados Unidos serán los primeros en tender las manos a través de un doble abismo al espiritismo y al poder romano; ¿y bajo la influencia de esta triple alianza es? país marchará en las huellas de Roma, pisoteando los derechos de la conciencia.”[44]

 “En los movimientos que se realizan actualmente en los Estados Unidos de Norte América para asegurar el apoyo del estado a las instituciones y prácticas de la iglesia, los protestantes están siguiendo las huellas de los papistas. Más aún, están abriendo la puerta para que el papado recobre en la América protestante la supremacía que perdió en el Viejo Mundo. Y lo que da más significado a esta tendencia es la circunstancia de que el objeto principal que se tiene en vista es imponer la observancia del domingo, institución que vio la luz en Roma y que el papado proclama como signo de su autoridad. Es el espíritu del papado, es decir, el espíritu de conformidad con las costumbres mundanas, la mayor veneración por las tradiciones humanas que por los mandamientos de Dios, el que está penetrando en las iglesias protestantes e induciéndolas a hacer la misma obra de exaltación del domingo que el papado hizo antes que ellas.”[45]

El Papado y el futuro

Y, ¿qué sucederá con el papado en el futuro? De nuevo aquí surge un resplandor de advertencia, más bien que una luz iluminadora, de la profecía no cumplida.

 Juan nos dice que “se maravilló toda la tierra en pos de la bestia.” aparentemente después de la curación de la “llaga de muerte.” (Apoc. 13:3, 12)

 Daniel dice, después de profetizar que “entregados serán en su mano hasta tiempo, y tiempos, y el medio de un tiempo,” que “se sentará el juez, y quitaránle su señorío, para que sea destruido y arruinado hasta el extremo.” (Dan. 7:25, 26.)

 Juan dice más adelante, concerniente a la ramera y a la bestia sobre la cual está sentada, que. “los diez cuernos que has visto son diez reyes, que aún no han recibido reino; más tomarán potencia por una hora como reyes con la bestia. Estos tienen un consejo, y darán su potencia y autoridad a la bestia… Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la harán desolada y desnuda: y comerán sus carnes, y la quemarán con fuego: porque Dios ha puesto en sus corazones ejecutar lo que le plugo, y el ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que sean cumplidas las palabras de Dios.” (Apoc.17:12-17.)

 Aquí tenemos una profecía notable, que parece señalar una confusión venidera, en el reino y entre los aliados de la bestia.

 El dragón mismo—el anticristo por excelencia—se manifestará. Satanás mismo vendrá a la tierra, durante la caída de las plagas, justamente antes de la venida de nuestro Señor:

 “El acto capital que coronará el gran drama del engaño será que el mismo Satanás se dará por el Cristo. Hace mucho que la iglesia profesa esperar el advenimiento del Salvador como consumación de sus esperanzas. Pues bien, el gran engañador simulará que Cristo habrá venido. En varias partes de la tierra. Satanás se manifestará a los hombres corno ser majestuoso, de un brillo deslumbrador, parecido a la descripción (pie del Hijo de Dios da San Juan en Apocalipsis. La gloria que le rodee superará cuanto hayan visto los ojos de los mortales. El grito de triunfo repercutirá por los aires: ‘¡Cristo ha venido! ¡Cristo ha venido!’ El pueblo se postrará en adoración ante él, mientras levanta sus manos y pronuncia una bendición sobre ellos como Cristo bendecía a sus discípulos cuando estaba en la tierra. Su voz es suave y acompasada, aunque llena de melodía. En tono amable y compasivo, enuncia algunas de las mismas verdades celestiales y llenas de gracia que pronunciaba el Salvador; cura las dolencias del pueblo, y luego en su fementido carácter de Cristo, asegura haber mudado el día de reposo del sábado al domingo y manda a todos que santifiquen el día bendecido por él. Declara que aquellos que persisten en santificar el séptimo día blasfeman su nombre porque se niegan a oír a sus ángeles, que les fueron enviados con la luz de la verdad. Es el engaño más poderoso, y resulta casi irresistible.”[46]

 En este engaño no será entrampado el pueblo de Dios. A través de las persecuciones del papado, al llegar al tiempo del colapso de ese poder y a la manifestación del “engaño más poderoso… y casi irresistible” de Satanás, permanecerán fieles, llenos del poder del Espíritu Santo, fortificados por la santa Palabra de Dios, y cubiertos, aún más, impregnados, de la justicia de su bendito Salvador. Entonces el verdadero Cristo aparecerá en las nubes de los cielos.

 “Hasta aquí fue el fin de la plática.” “Y que el reino, y el señorío, y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo; cuyo reino es reino eterno, y todos los señoríos le servirán y obedecerán.” (Dan. 7:28, 27.).


[1] Christophorus Marcellus, “Oratio” en la cuarta sesión del quinto Concilio de Letrán, en la obra de Labbé y Cossart, “Sacrosancta Concilla,” tomo 14, col. 109

[2] Glosa acerca de las “Extravagantes” del papa Juan XXII, título 14, capítulo 4, (Véase

“El Conflicto de los Siglos,” pág. 57, también el Apéndice de esta misma obra pág. 739.

[3] “Carta Encíclica,” del 20 de junio de 1894, en “Las Grandes Cartas Encíclicas de León XIII,” pág. 304.

[4] Labbé y Cossart, cp. cit., tomo 13, col. 1.167.

[5] Manning, “The Temporal Power of the Vicar of Christ,” págs. 46, 47, 244.

[6]  Id., págs. 8, 13, 17, 21, 141, 190, 231, 2

[7] “Decretales Gregorii IX, Libro 1, “De translatione Episcopii,” título 7, cap. 3, (Véase el Apéndice de “El Conflicto de los Siglos,” pág. 739.)

[8] Thatcher y MacNeal. “A Source Book for Medieval History,” págs. 136, 139

[9] Belarmino, “De la Autoridad de los Concilios,” en inglés, (1616), libro 2, cap. 17, tomo 2, pág. 266.

[10] Lucio Ferraris, “Papa II,” “Prompta Bibliotheca,” tomo 6, págs. 25-29.

[11] “Decretales Gregorii IX,” libro 1, título 7, cap. 3, “De translatione episcoporum.”

[12] Id., libro 1. título 33, cap. 6.

[13] “Bula de Deposición de la Reina Isabel de Inglaterra en 1570.”

[14] G. H. Joyce, “Papa,” “The Catholic Enciclopedia,” tomo 12, pág. 265.

[15] “Decretales Gregorii IX,” libro 1, título 7, cap. 3.

[16] “El Conflicto de los Siglos,” pág. 57

[17] Id., págs. 637, 638.

[18] Plinio, “Cartas,” libro 10, Cartas 96, 97 (LCL, tomo 7. págs. 400-407); Eusebio, “Historia Eclesiástica,” libro 3, caps. 17, 19, 32, 33; libro 4, caps. 15-17; libro 5. caps. 1-8, 21; libro 6, caps. 1. 4, 8, 9, 28, 39, 43; libro 7, caps. 1, 10-23, 32; libros 8 y 9; Canfield, “Early Persecutions of the Chris- tians;” Maude A. Huttmann, “Establishment of Christianity and the Proscription of Paganism;” “El Conflicto de los Siglos,” págs. 45-47.

[19] “Supra,” págs. 658-660.

[20] Teodoreto, “Historia Eclesiástica,” en inglés, libro 5, cap. 20, en PNPN, 29 serie, tomo 8, pág. 146; “Codex Thedosianus,” libro 5, título 43, edición Mommsen, tomo 1, parte segunda, pág. 869.

[21] G. G. Coulton, “Life in the Middle Ages.” tomo 1, Nº 12, págs. 29-32.

[22] “Supra,” pág. 676.

[23] A. S. Tuberville, “The Cambridge Medieval History,” tomo 6, art. “Heresies and Inquisition in the Middle Ages,” cols. 1.000-1.305, págs. 699-726.

[24] Joseph Rickaby, S. J., “Aquinas Ethicus” o “Las Enseñanzas Morales de Santo Tomás de Aquino,” en inglés, tomo 1, págs. 332, 333.

[25] “Decretales Gregorii IX,” libro 5, título 7, cap. 13.

[26] Joseph Bloetzer, “The Catholic Encyclopedia,” tomo 8, pág. 34, art. “Inquisición.”

[27] P. Mariano de Lúea, “Institutiones Juris Ecclesiastici Publici,” tomo 1, pág. 143.

[28] Fr. Alexis M. Lepicier, “De Stabilitate et Progressus Dogmatis,” pág. 194.

[29] Id., pág. 203.

[30] Véase “El Conflicto de los Siglos,” págs. 432-434.

[31] Philip Schaff, “The Progress of Religious Freedom,” págs. 19, 43-49.

[32] Véase “El Conflicto de los Siglos,” pág 491.

[33] Ornan, “Dark Ages,” págs. 476-918.

[34] Véase “El Conflicto de los Siglos,” págs. 62, 63.

[35] Id., págs. 102, 103

[36] Schaff, “History of the Christian Church,” tomo 8, pág. 327.

[37] Véase “El Conflicto de los Siglos,” págs. 61-63.

[38] Id. Págs. 60, 61.

[39] Id., págs. 73, 74.

[40] “Supra”, págs. 614-651.

[41] Compárese con Hefele, “Conciliengeschichte,”, tomo 3, pág. 639, y Archibald Bower, “History of the Popes,” tomo 7, págs. 166-171, art. “Adriano.”

[42] “El Conflicto de los Siglos,” pág. 498.

[43] Id., pág. 497. (Véase también págs. 495, 433).

[44] Id., págs. 645, 646.

[45] Id., págs. 629, 630.

[46] Id., págs. 682.