Satanás es un experto en introducir enseñanzas falsas entre el pueblo de Dios. Pero, si permanecemos en sintonía con Cristo, recibiremos ayuda para combatir las falsas enseñanzas, siempre con su amor.

     Un pastor amigo me confesó: “Cometo algunos de mis peores errores cuando tengo razón”. He percibido que, algunas veces, eso sucede también conmigo. No es raro que, durante el tiempo que paso en comunión con Jesús, él tenga que reprenderme por mi manera de tratar a alguien cuyas creencias o cuya conducta trato de corregir. El Señor me hace entender que, aunque yo pueda estar en lo cierto respecto de los hechos, he errado en el tono y en el espíritu no cristiano de las advertencias, o en el modo por el cual repito rumores sin verificar en la fuente la veracidad de los hechos.

    Cuando Satanás introduce una enseñanza falsa entre el pueblo de Dios, usa algunas estrategias con el propósito de apartarnos de la voluntad del Señor. He aquí algunas de ellas:

La falsa enseñanza

     La primera estrategia del enemigo es engañar al pueblo con la enseñanza misma. Muchas veces se trata de una imitación disimulada, que contiene alguna verdad pero que incluye un error devastador. Nuestra única seguridad está en estudiar profundamente los escritos inspirados. “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isa. 8:20). Dios prometió que el Espíritu Santo nos guiará a toda verdad (Juan 16:13).

El temor a la falsa enseñanza

     La segunda estrategia es tratar de llevar al mayor grupo de creyentes concienzudos a desviarse. Ellos quedan tan temerosos frente a la falsedad que pierden las grandes verdades esenciales para el crecimiento espiritual. Quedan tan obsesionados con la enseñanza falsa que, a medida que procuran intensamente advertir a otras personas, terminan contribuyendo a llevarlas al alejamiento de las verdades vitales que Dios quiere compartir con ellas.

Abordaje inadecuado

     “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gál.6:1). Aun cuando estemos en lo cierto respecto de los hechos, si estuviéremos errados en el espíritu con que los abordamos, podremos causar un enorme mal a otras personas. Elena de White habla de la necesidad de equilibrio:

     “La preciosa verdad debe ser presentada en toda su fuerza genuina. Los errores engañosos que son diseminados, y que están llevando cautivo al mundo, deben ser desenmascarados. Se está haciendo todo esfuerzo posible para entrampar a las almas con razonamientos sutiles, para llevarlas de la verdad a las fábulas y prepararlas para ser engañadas por fuertes ilusiones. Pero, cuando estas personas engañadas cambien la verdad por el error, no debemos dirigirles palabras de censura. Procuremos mostrarles a estas pobres almas confundidas el peligro en que se encuentran, y revelarles cuán penoso es para Jesucristo su curso de acción; pero hágase todo con misericordiosa ternura. Mediante una manera apropiada de abordarlas, algunas de estas personas que están entrampadas por Satanás pueden ser rescatadas de su poder. Mas no las acusemos ni condenemos. Ridiculizar la posición sustentada por los que están en el error no abrirá sus ojos ciegos ni los atraerá para la verdad.

     “Cuando los hombres pierden de vista el ejemplo de Cristo y no imitan su manera de enseñar, se vuelven autosuficientes y avanzan hasta confluir con Satanás en el empleo de sus mismas armas” (Counsels to Writers and Editors, p. 62).

Falso testimonio

     En nuestro celo por desenmascarar las falsas enseñanzas, muchos de nosotros podemos violar el noveno Mandamiento (Éxo. 20:16). Es muy fácil dar curso a los últimos rumores o los supuestos hechos que etiquetan a alguien como un falso maestro, cuando dejamos de verificar la fuente original de las informaciones, no tomando en consideración el consejo de Cristo registrado en Mateo 18.

Táctica del silencio

     Dondequiera que se disemine una enseñanza falsa, existe un peligro para todos nosotros: rehusarnos a hablar sobre el asunto, por temor a la controversia o porque no queremos ser atacados. En cambio, como cristianos, y especialmente como pastores y líderes, tenemos la gran responsabilidad de amar a nuestro pueblo lo suficiente como para advertirle en contra de los peligros que pueden arruinar su vida espiritual.

     Si permanecemos en sintonía con Cristo, recibiremos ayuda para combatir las falsas enseñanzas, siempre con su amor.

Sobre el autor: Secretario ministerial de la Asociación General de la Iglesia Adventista.