Cuando el número de personas bautizadas se convierte en el único criterio de éxito en el trabajo pastoral, la gran comisión queda distorsionada.
La Gran Comisión de Cristo (Mat. 28:19, 20) implica mucho más que bautizar nuevos conversos. Toda aproximación a la evangelización que se centre primeramente en la cantidad de gente bautizada es desacertada. La comisión de Jesús para sus seguidores no era meramente bautizar, sino hacer discípulos: fomentar cristianos llenos de fe, que oren, que crezcan diariamente en la gracia, que estudien su Palabra, que adoren con su pueblo y que testifiquen de la gloria de su nombre. Cuando la iglesia deja de alimentar a los nuevos conversos, la iglesia fracasa en la misión de Cristo. La evangelización es incompleta sin una estrategia integral de alimentar y discipular.
El Concilio Anual[1] de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de 2003 votó un documento sobre evangelización y crecimiento de iglesia titulado “La evangelización y el crecimiento de iglesia: del bautismo al discipulado”. El documento tocó esta nota de alarma: “Existen amplias evidencias y una creciente preocupación de que el éxito evangelizador no siempre se traduce en crecimiento proporcional en el discipulado. En demasiados casos ha habido una pérdida dramática de asistencia y membresía en un tiempo relativamente corto después de la evangelización”.[2]
El bautismo no es una fórmula mágica para solucionar todos los problemas espirituales ni una panacea para librar a la gente de todas sus dificultades. El bautismo no implica el fin de una experiencia espiritual, sino el comienzo de una nueva vida de compañerismo con Cristo en el contexto de su iglesia.
El modelo de Hechos
La iglesia del Nuevo Testamento estalló en crecimiento. tres mil se bautizaron el Día del Pentecostés solamente (Hech. 2:41). El celo evangelizador de estos primeros cristianos no disminuía en lo más mínimo ya que “los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres” (Hech. 5:14). Estos creyentes comprometidos sentían tanta pasión por compartir la historia de su Señor resucitado que “todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hech. 5:42). Su enseñanza y predicación impactaron poderosamente en la sociedad del siglo I, y “crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén” (Hech. 6:7).
En Hechos, el capítulo 7, Esteban escogió morir en vez de dejar de compartir al Jesús que amaba tan profundamente. Aun en la muerte, dio testimonio de su Señor. Los discípulos primaron testificar a los perdidos, como declara Hechos 8:25: “Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samarita- nos anunciaron el evangelio”.
La iglesia crecía con tanta rapidez que se establecieron nuevas iglesias por toda Judea, Galilea y Samaría (Hech. 9:31) y, en pocos años, la iglesia cristiana creció de un pequeño grupo de creyentes a decenas de miles. Este rápido crecimiento evangélico necesitaba un cuidadoso y meditado proceso de educación para posibilitar que los nuevos creyentes se transformaran en discípulos fuertes. Lucas sistemáticamente registra no solo bautismos en Hechos, sino la metodología de la iglesia primitiva para instruir a estos nuevos conversos al cristianismo.
Después del bautismo de Pentecostés, de tres mil personas, Lucas declara: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hech. 2:42). Este pasaje enumera tres elementos claros de instrucción en el Nuevo Testamento, repetición de instrucción doctrinal, camaradería social, y una vida personal de oración y devoción. El versículo 46 añade un cuarto elemento “Y perseverando unánimes cada día en el templo”. La adoración colectiva era una parte vital del proceso de instrucción. Estos nuevos con versos no eran bautizados y abandonados a su suerte por parte de la iglesia. Cuando Pablo se convirtió, fue conducido hasta Ananías, quien lo guió y le enseñó durante tres años en Damasco. De modo similar, Cornelio fue conducido a Pedro para ser instruido y para crecer en su nueva fe. Desde el principio hasta el final de Hechos, hay fuertes evidencias que muestran que los discípulos se preocupaban sinceramente por la gran cantidad de nuevos conversos que entraban en la iglesia. Los discípulos Instruían a estos nuevos creyentes en cuanto a los grupos pequeños, la oración y el estudio de la Biblia. Enfatizaban la importancia del culto colectivo y alababan juntos a Dios (Hech. 2:42; 4:31, 32).
Los discípulos también atendían las necesidades sociales y físicas de estos nuevos conversos. La iglesia cristiana primitiva era una iglesia solícita, con miembros que revelaban amor en acción al satisfacer sus necesidades mutuamente (Hech. 6:1-7). Cuanto más compartían su vida y su fe, más crecía la iglesia. Es una ley divina de vida espiritual que cuanto más damos a conocer nuestra fe, más aumenta.
Dios es un Dios que instruye
La instrucción emana del corazón de un Dios amante que desea ver crecer en él a los que acaban de entrar en la fe. Él es el Médico dedicado que atiende tiernamente a sus pacientes. Los atiende hasta que recobran la salud. Aplica el bálsamo sanador hasta que se curan (Jer. 8:22). Él es el Padre amante que instruye, guía, corrige y disciplina a sus hijos. Aunque ellos fracasen, él nunca se rinde (Isa. 49:15). Él es el buen Pastor que cuida su rebaño, y lucha en contra de los lobos voraces que quieren destruir las ovejas. Su preocupación primordial es la seguridad y el bienestar de su rebaño (Sal 23; Luc. 15:1-7; Juan 10:11-16).
Por lo tanto, la instrucción está profundamente arraigada en la misma naturaleza del carácter de Dios porque él está más interesado en hacer discípulos que en contar bautismos.
El discipulado: un proceso
El discipulado es un proceso. No ocurre instantáneamente en la conversión y no se completa en el bautismo.
Cualquier plan evangelizador que no incluya una estrategia global para instruir y discipular a los nuevos conversos es incompleta. Cuando la cantidad de personas bautizadas se convierte en el criterio del éxito, en vez de su crecimiento en Jesús como discípulos, la Gran Comisión se distorsiona.
Si el objetivo de la evangelización es fomentar discípulos, ¿cómo puede la iglesia implementar los principios de Hechos en el siglo XXI para instruir a los nuevos creyentes? En ese libro, Lucas deja en claro una cosa: es posible tener gran cantidad de conversos -decenas de miles- y no tener apostasías elevadas. No podemos excusar nuestra autocomplacencia respecto de ganar a los perdidos con motivo de que estamos más interesados en la calidad de los conversos que en la cantidad de bautismos. No es una cosa o la otra. Son ambas.
Un estudio cuidadoso del modelo de Hechos revela tres aspectos críticos en la vida de un nuevo creyente: su relación con Dios, con la iglesia y con la comunidad.
La relación con Dios. Si los nuevos conversos se van a convertir en discípulos productivos y llenos de fe, su relación con Dios es primordial. Esta relación crece mediante nuestra vida de devoción personal y en camaradería con otros cristianos, cuando oramos y estudiamos ¡untos la Palabra de Dios. Cuando la vida de devoción personal es débil, con escaso estudio serio de la Biblia, la vida espiritual se marchita y muere.
En los últimos cuarenta años dirigí importantes reuniones de evangelización alrededor del mundo. Durante este tiempo, he visto a miles de personas acercarse a Jesús y regocijarse en su verdad. Cuando las congregaciones locales han implementado los principios de discipulado bosquejados en Hechos, las apostasías generalmente han sido bastante bajas.
Estas son algunas cosas que hemos descubierto acerca de ayudar a los nuevos creyentes en su relación con Dios. Inmediatamente después del bautismo, procuramos encontrar un tutor espiritual para cada nuevo creyente. Nuestro objetivo incluye encontrar miembros de iglesia espirituales, con intereses similares y un origen similar al de la persona bautizada. El miembro de iglesia establecido se transforma en amigo y mentor para el nuevo miembro. La semana siguiente al bautismo de la persona, el tutor espiritual visita el hogar del nuevo miembro y le entrega el libro El camino a Cristo. Comparte lo que significa Jesús para él y anima al nuevo creyente a comenzar a leer algunas páginas de ese libro cada día. Descubrimos que El camino a Cristo es especialmente útil para los nuevos conversos. Los primeros seis capítulos tratan principalmente de la justificación y la seguridad de la salvación, mientras que los últimos siete se ocupan de la santificación y el crecimiento en Cristo. El tutor espiritual se ofrece a visitar al nuevo converso semanalmente para estudiar pasajes selectos y para orar juntos. El tutor espiritual también puede invitar a su nuevo amigo a un grupo pequeño de estudio de la Biblia para participar en estudios semanales sobre el crecimiento cristiano.
Para ayudar más a los nuevos creyentes en su relación con Dios, inscríbalos en una clase de nuevos creyentes para volver a estudiar las grandes enseñanzas de la Biblia. No suponga que solo porque una persona se bautizó recientemente, entiende en su plenitud cada nueva verdad bíblica. Al repetir estas verdades por segunda vez, se fijan en la mente del nuevo creyente y consolidan su fe.
En todas nuestras reuniones evangelizadoras, recomendamos que los pastores comiencen con una clase bíblica a mitad de semana o una clase el sábado de mañana para nuevos conversos para repasar el mensaje. A menudo utilizan el libro Estudiando juntos como herramienta para ayudar a estos nuevos conversos a señalar sus Biblias en las verdades bíblicas clave. En nuestro ministerio de los grupos pequeños hemos utilizado Unsealing Daniel’s Mysteries [Abramos los misterios de Daniel], una serie de lecciones en forma de volante sobre el libro de Daniel, que se centra especialmente en el carácter de Dios y las cualidades del carácter necesarias para vivir en el tiempo del fin. Estos estudios profundizan la fe, incentivan la fidelidad y enriquecen la vida de devoción.[3]
La relación con la iglesia. La iglesia primitiva era una iglesia que rendía culto. Los creyentes se reunían para escuchar la Palabra de Dios, entonar alabanzas a él, orar juntos, confraternizar y compartir lo que Dios había hecho en sus vidas. Estos momentos de adoración, alabanza y confraternización eran de gran aliento para estos nuevos creyentes (Hech. 2:42; 5:42; 13:44; 14:27; 16:13; Efe. 5:19, 20). Si los nuevos conversos faltan constantemente a la adoración en conjunto y al culto del sábado, su crecimiento espiritual quedará paralizado y su fe se malogrará. El plan de Dios incluye que los creyentes crezcan en el contexto de una comunidad de fe. Todos los planes exitosos para instruir a los nuevos conversos involucran asegurarse la asistencia de ellos a los cultos de adoración sabáticas semanales. Esto requiere registro de asistencia.
El Dios Pastor conocía la diferencia entre 99 y 100 ovejas. Nosotros no podemos diferenciar entre 100 ovejas y 99 simplemente mirando; debemos contar. Después de cada importante serie evangelizadora, imprimimos los nombres de cada persona bautizada y controlamos cada sábado de mañana para ver si está en la iglesia. Si falta incluso un sábado, la llamamos para orar por ella. Si detectamos que no hay ningún problema, la visitamos cada sábado de tarde. Un profesor del seminario una vez nos contó esta historia en clase. Después del bautismo de una pareja en su congregación local, los Invitó a participar de su grupo pequeño de estudio de la Biblia. Asistían semanalmente. Estaban progresando mucho en su crecimiento en Cristo hasta que tuvieron una experiencia desalentadora en sus vidas. Desanimados, faltaron a la iglesia. El profesor notó que no estaban allí y los visitó ese sábado de tarde. Mientras estaba en su casa, animándolos, sonó el timbre. Dos miembros del grupo de estudio pasaban para verlos. En 30 minutos volvió a sonar el timbre. Era otra pareja del grupo. Los nuevos conversos desanimados fueron rodeados de amor. Los miembros del grupo pequeño les ofrecieron el apoyo que necesitaban, y volvieron a la iglesia el sábado siguiente.
Muchos conversos se pierden porque los miembros no los visitan cuando faltan a la iglesia. Se sienten aislados y solos para enfrentar los problemas. La visitación es crítica si los nuevos miembros han de sentir que tienen un lugar en su nueva iglesia hogar. Un nuevo converso puede estar doctrinalmente convertido, pero no socialmente integrado en la iglesia. Aunque se haya bautizado, se siente como de afuera. Todavía se siente un poco incómodo con este nuevo grupo de gente. ¿Cómo podemos hacerlo sentir en casa? Descubra lo que le gusta y conéctelo con un grupo similar de la iglesia. Asegúrese de que reciba invitaciones personales para los eventos sociales de la iglesia. Hágale acordar cuando se realice una cena de camaradería y anímelo a asistir. Si llega tarde a la iglesia y se va temprano, es un seguro indicio de que no está integrado socialmente en la iglesia. Si tiene hijos, preséntelo a otros padres con hijos. Pídale a uno de los adolescentes comprometidos con la iglesia que invite a los adolescentes de esta familia de nuevos conversos para el grupo de jóvenes de la iglesia. Cree una comisión de hospitalidad para que estén pendientes de los nuevos conversos y visitas para asegurarse de que sean recibidos cordialmente e invitados a comer en algún hogar.
Alguien dijo: “Sabemos que pertenecemos cuando nos sentimos necesarios”. Tan pronto como sea posible, encuentre algo para que el nuevo converso haga. Podría ser algo que necesite hacerse en alguna parte de la iglesia, ayudar a arreglar las mesas para la cena de camaradería, trabajar con los audiovisuales, pasar a buscar a un discapacitado para llevarlo a la iglesia. La tarea puede ser sencilla, pero los ayuda a sentirse necesarios. Cuanto más necesario se sienta el converso, menos querrá faltar el sábado.
La relación con la comunidad. Los nuevos conversos crecen en Cristo cuando tienen algo para compartir con personas que no conocen a Cristo. El crecimiento y el testimonio cristianos están conectados indisolublemente. La mujer samaritana inmediatamente compartió lo que había aprendido de Jesús. Nuestro Señor le dijo al endemoniado sanado: “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti” (Mar. 5:19). La iglesia del Nuevo Testamento era una iglesia creciente porque era una iglesia que daba testimonio.
Los corazones convertidos tienen una historia que contar de la gracia y el poder de Dios. Anime a los nuevos conversos a participar en la clase de testificación de su iglesia. Necesitarán orientación, pero crecerán a medida que cuenten la historia de la gracia de Dios. Ayude a cada nuevo converso a participar activamente en alguna forma de testificación. Tal vez pueda trabajar en el ministerio del colportaje, visitar a los enfermos y discapacitados que no pueden salir de su casa, participar de un grupo pequeño de estudio de la Biblia, el ministerio de curación, el ministerio de jóvenes o de evangelización. Provéales literatura, CD, y DVD para entregarles a sus amigos. Anímelos a participar de alguna forma de extensión.
Decididamente hay al menos dos beneficios al hacer participar a los nuevos creyentes en la ganancia de almas. Primero, la ganancia de almas impulsa a las personas a orar, y se vuelven dependientes de la Escritura. La ganancia de almas fortalecerá dramáticamente la fe de un individuo. Las preguntas que hacen los demás los conducirán a estudiar por su cuenta la Palabra de Dios con mayor profundidad. Segundo, los nuevos conversos tienen una red de amigos que puede ser alcanzada. Tienen miembros de su familia que estarán ansiosos de saber lo que ellos creen. Los creyentes que testifican generalmente no abandonan la iglesia, porque participar en la ganancia de almas fortalece la fe de los que comparten su fe.
Conclusión
Instruir y discipular no ocurren por accidente, sino que deben planificarse cuidadosamente. Sin la existencia de una estrategia de discipulado, las apostasías serán elevadas. Si la iglesia no brinda oportunidades de capacitación para los nuevos creyentes, estos serán débiles en la fe durante años y crearán problemas en la iglesia, o dejarán la iglesia definitivamente. Cuando el discipulado es un estilo de vida para los pastores y las congregaciones locales, los nuevos conversos se fortalecen, se transforman en cristianos llenos de fe, crecen en el conocimiento de la Palabra y dan testimonio para la gloria del Señor. El tiempo, el esfuerzo y la energía puestos en los nuevos conversos vale la pena ya que ellos se convierten en líderes de iglesia en el futuro e instruyan a otros para convertirse en discípulos del Maestro.
Sobre el autor: Vicepresidente de la Asociación General de la IASD.
Referencias
[1] Una reunión de clérigos y laicos adventistas de todo el mundo.
[2] Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, “Evangelism and Church Growth-From Baptism to Discipleship”. General Conference of Seventh-day Adventist [en línea]. Disponible en: www.adventist.org/world_church/official_meetings/2oo3annualcouncil/i566.html
[3] Ver Mark A. Finley, Studying Together: A Ready-reference Bible Handbook (Falbrook, CA: Hart Research Center, 1995); para mayor información sobre Unsealing Doniel’s Mys feries, visite www.itiswritten.com/store/products/daniel_s_mysterieslessons