Los que están al cuidado de la iglesia deben procurar actuar con un espíritu de bondad, tolerancia y alto compromiso hacia los miembros. Los líderes espirituales deben buscar la semejanza con Cristo en carácter, de modo que las actitudes y su trato con las personas revelen al Maestro. El amor y el respeto por los creyentes debe caracterizar el ministerio de los pastores adventistas. Los que reciben la responsabilidad de cuidar, guiar y hacer crecer a la iglesia en estos tiempos desafiantes, deben practicar el trato cortés y la bondad.
La Escritura nos enseña que los que pastorean la iglesia deben cultivar un carácter cristiano genuino. La integridad y el amor permitirán a los ministros ejercer una influencia positiva sobre la congregación y los dejará en su correcta posición como modelos espirituales (Tito 1:5-9). Además, el espíritu de sacrificio, la humildad, la compasión y la fiabilidad son parte de las cualidades que distinguen el alto estándar moral exigido por el Buen Pastor a los que aceptan esta vocación (Juan 10:11-16).
Los pastores, como líderes de la iglesia, deben ser personas de una profunda espiritualidad y principios sólidos. Su relación con Dios constituye el sustento de su ministerio de servicio. Su verdadera eficacia no radica en las capacidades personales que ellos ostenten, sino en su dependencia de Aquel que todo lo puede. En este sentido, la sierva de Dios declara: “Las mayores victorias ganadas para la causa de Dios no son resultado de complicadas discusiones, amplias facilidades, extensa influencia o abundancia de recursos; se obtienen en la cámara de audiencia con Dios, cuando con fe ferviente y agonizante los hombres se asen de su brazo poderoso” (Obreros evangélicos, 270). Elena de White es enfática al referirse a la importancia de la preparación espiritual de quienes ocupan posiciones de liderazgo. Ella afirma que el éxito de la iglesia descansa completamente en la calidad de la unión con Cristo que posean los dirigentes (Los hechos de los apóstoles, p. 76).
A pesar del paso del tiempo y los grandes cambios que han experimentado las sociedades, los principios del liderazgo espiritual registrados en la Biblia continúan vigentes. En este sentido, Elena de White afirma que en la organización de la iglesia cristiana se siguieron “los mismos principios de piedad y justicia que debían guiar a los gobernantes del pueblo de Dios en los tiempos de Moisés y David” (ibíd., p. 79). La aplicación actual de estos principios resulta necesaria, lógica y natural en el contexto de la iglesia como órgano espiritual fundado y dirigido por Cristo.
Buscar conocer personalmente a Dios y vivir en el principio del amor debe ser nuestra prioridad como pastores adventistas. La sierva de Dios afirma que esta experiencia es vital para que la iglesia pueda contar con ministros convertidos y eficaces en el cumplimiento de la misión (El ministerio pastoral, p. 24).
Sobre el autor: secretario ministerial asociado de la Iglesia Adventista en Sudamérica.