De la experiencia de tres grandes evangelistas del siglo XIX podemos extraer importantes lecciones para hoy.

Una de las extensiones más importantes de los esfuerzos de evangelización es la obra de educación orientada hacia la evangelización. Si no entendemos cuál es el objetivo principal de la educación teológica para el ministerio podemos desembocar en una tragedia en lo que se refiere al entrenamiento ministerial.[1] De la experiencia de tres grandes evangelistas del siglo XIX, y de la extensión de su ministerio por medio del entrenamiento de ministros en los colegios fundados por ellos, podemos extraer importantes lecciones para hoy.

Charles Finney (1791-1875)

Entre los años 1857 y 1858 más de cien mil personas aceptaron a Cristo como resultado de la obra directa e indirecta de Finney.[2] En Boston, cincuenta mil hicieron su compromiso de fe en sólo una semana.[3]

Muchos de sus conversos deseaban ardientemente ingresar en el ministerio, y él se dio cuenta de la necesidad de entrenarlos. Pero al no querer someterse a la influencia de la educación teológica tradicional de su tiempo, abandonó con profunda convicción su puesto de pastor en Nueva York, y aceptó la invitación para enseñar Teología en Oberlin.[4] Su objetivo principal era entrenar un ejército de evangelistas, y para eso insistía en que el entrenamiento ministerial abarca la enseñanza de la teología. Se enviaba a los estudiantes a servir en las iglesias vecinas y a dirigir reuniones de evangelización donde se les solicitaba que lo hicieran.

Otro aspecto de la metodología de Finney en el Colegio de Oberlin era la relación de los estudiantes con los profesores. Su propia relación con el cuerpo docente era cálida y personal. La vida espiritual y devocional de los estudiantes era motivo de preocupación para sus profesores, que los visitaban en sus habitaciones para conversar y orar.[5]

Charles H. Spurgeon (1834-1892)

Mientras Finney obtenía grandes resultados de su trabajo en los Estados Unidos, otro gigante de la evangelización, Charles Spurgeon, causaba sensación en Inglaterra. Cuando falleció, su congregación del Tabernáculo Metropolitano de Londres era la congregación independiente más grande del mundo.[6]

Autodidacto, llegó a ser uno de los hombres más instruidos de su tiempo.[7] Su filosofía acerca del entrenamiento pastoral difería de la de los otros seminarios, y resolvió establecer un nuevo sistema de educación orientado hada la evangelización. Para él, los seminarios que dejaban a sus estudiantes en dudas en cuanto a la inspiración de las Escrituras no servían para nada. Observó que en muchos colegios no se preparaba a los estudiantes para el ministerio práctico. Aprendían de todo menos lo que deberían aprender, a saber, el arte de conquistar corazones para Cristo.[8]

El proceso comenzó en 1856, cuando un joven converso que se llamaba Medhurst comenzó a visitar cada semana por varias horas la casa de Spurgeon, con el fin de recibir preparación teológica. En 1857 apareció otro estudiante. Poco después ya eran veinte, y finalmente llegaron a cien, que hacían un curso de dos años en lo que se llegó a conocer como Pastor’s College [El colegio de los pastores].[9] Más tarde, Spurgeon declaró: “Ésta es la obra de mi vida, a la cual yo creo que me llamó Dios, y que necesito llevar a cabo. Predicar el evangelio y entrenar a otros para que lo hagan es la meta y el objetivo de mi existencia”.[10]

Desde el mismo comienzo, la razón de ser del Colegio de los Pastores era “entrenar evangelistas, no formar eruditos”.[11] Por otra parte, “para ser predicadores eficaces deben ser verdaderos teólogos”,[12] les repetía Spurgeon a sus estudiantes. Al tener en vista ese objetivo, además de las clases teóricas, los estudiantes tomaban parte en cruzadas de evangelización, en visitas de casa en casa, en la predicación y en el colportaje.[13]

Dwight L. Moody (1837-1899)

La principal figura de la evangelización urbana fue Dwight L. Moody El Dr. A. T. Pierson calcula que Moody había predicado aproximadamente ante cien millones de personas durante todo su ministerio.[14] Al invitar a la gente al arrepentimiento y la aceptación de Cristo como Salvador, su mensaje tocaba el corazón de las multitudes urbanas.[15] Su teología era sencilla y limitada. Pero su elemento destacado era la pasión por la salvación de las personas. Mientras más avanzaba su obra evangélica, más percibía la necesidad de entrenar a otros para la obra. Como Spurgeon, Moody tuvo poca educación formal; sin embargo, muchos lo consideran uno de los hombres más educados de su país.[16] Elena de White lo calificó como hombre de gran talento.[17]

Dedicado a la carrera evangélica, Moody se convenció de que la única esperanza para un despertar religioso nacional se encontraba en la multiplicación de los obreros cristianos que pudieran llevar el fuego del reavivamiento a sus comunidades. “Es mejor poner diez hombres a la obra que trabajar en lugar de diez hombres”, decía.[18]

En la primavera de 1879 puso la piedra fundamental del edificio de aulas del Northfield Seminary, para jovencitas, en Chicago. Moody adaptó algunas de las habitaciones de su propia casa, y su clase inaugural la dio en el comedor, el 3 de noviembre de 1879, para 25 alumnas. Después fundó el Colegio Monte Hermón para varones, y dio el paso más importante al establecer un colegio orientado hacia la evangelización de las ciudades, el Instituto de Chicago, conocido hoy como Instituto Bíblico Moody.[19]

La Biblia era el fundamento del plan de estudios del colegio. Además de las clases teóricas, él insistía en el entrenamiento práctico para el ministerio. Se asignaba con regularidad determinados lugares a los estudiantes, para que pudieran desarrollar sus habilidades. De esta manera se los animaba a tomar parte en la evangelización personal, la distribución de publicaciones, testimonios en los hospitales, en las prisiones y en la calle.[20]

La teología y la evangelización

De acuerdo con estos ejemplos, y con su naturaleza y propósitos, la evangelización y la teología se deben apoyar mutuamente. Empezar un esfuerzo de evangelización sin conocimientos de teología puede ser desastroso para el cristianismo.[21]

De acuerdo con lo que ya dijo Finney, “hay un gran defecto en la educación de los ministros. La educación debe ser de tal naturaleza que prepare a los jóvenes para la obra específica a la cual están destinados […] ellos orientan sus mentes hacia asuntos sin importancia […] y por eso se enfría la religión de los estudiantes.[22]

Por esa causa, Spurgeon disentía con la enseñanza convencional predominante y combaría lo que dio en llamar “la idolatría del intelecto”. En su época se le daba una importancia exagerada al prestigio académico y a la respetabilidad cultural. Muchos demostraban demasiado interés por lograr diplomas universitarios en perjuicio de la verdadera finalidad del ministerio.

En la Iglesia Adventista

La primera escuela financiada por los adventistas abrió sus puertas en Battle Creek en 1872. Doce alumnos asistieron a las clases que daba Goodloe Bell. En 1874 esa escuela se convirtió en el Colegio de Battle Creek, y tuvo como su director a Sidney Browsberger. De acuerdo con el modelo de entonces, los estudiantes dedicaban de cuatro a seis años al estudio del griego y el tarín, para lograr el grado de bachiller.[23]

En 1893 Elena de White viajó a Australia, donde pudo ejercer influencia sobre el desarrollo del Colegio de Avondale para obreros cristianos, con énfasis sobre lo espiritual en el programa de trabajos y estudios, y en la orientación para servicios comunitarios. De Australia, en 1904, la Una. White advertía contra ciertos “colegios mundanos” y sus programas educacionales.[24] Recomendaba que la obra misionera debería ser la disciplina más importante. “Si el Colegio de Avondale llega a ser lo que el Señor está tratando de hacerlo, el esfuerzo de maestros y alumnos será fructífero. Del colegio y fuera de él, se hará venir a súbditos voluntarios a la obediencia a Dios”,[25] dijo ella.

Poco después, siguiendo el modelo de Avondale, E. A. Sutherland y Percy Magan fundaron en los Estados Unidos instituciones como el Colegio Misionero de Washington y el Colegio Misionero Emanuel, la actual Universidad Andrews. En 1939, el seminario de Andrews incluyó la materia de Evangelización Pública en su plan de estudios, y designó al evangelista J. L. Schuler como profesor y coordinador de las cruzadas de evangelización con participación de los estudiantes.[26]

Entonces, como lo dice George Knight, existe un paralelismo entre la explosión de las misiones adventistas en todas partes del mundo y el reavivamiento de la educación. La fundación del primer colegio en Battle Creek y el envío de los primeros misioneros ocurrió en 1874.[27] Y no fue coincidencia. El propósito del Colegio de Battle Creek era entrenar para el servicio misionero en los Estados Unidos y en el extranjero. La gran motivación de la educación residía en la misión. Las preocupaciones acerca de cómo escapar del darwinismo y el escepticismo eran insignificantes. El colegio no debía ser sólo un refugio para la juventud, sino un centro dinámico de evangelización, para enviar miles de voces al mundo.

El modelo bíblico de educación teológica se encuentra en las escuelas de los profetas, organizadas por Samuel. Uno de sus propósitos era servir de barrera contra la corrupción del mundo y servir de protección a la juventud. Ése era, sin embargo un propósito secundario. Su primera tarea consistía en producir un ministerio profético. De allí salieron grandes escritores como Oseas, Jeremías, Isaías, y grandes profetas como Daniel. Los que se graduaban en esas escuelas recibían el nombre de “Hijos de los profetas”, pero la mayor parte de ellos no alcanzó la fama.

Las clases de Biblia

La visión evangelizadora depende en gran medida del compromiso personal y la dedicación de los profesores. Como lo dijo Roy A. Anderson, a menos que el fuego de la evangelización arda en el altar del corazón de cada profesor, no encenderá la misma llama en el corazón de los estudiantes.[28]

“Dios está interesado en cada materia que enseñamos. Él es el Autor de la ciencia. Dios recorre el universo con precisión matemática. Habita en medio de la armonía de la música y las artes. Y está interesado en nuestra historia y en nuestras clases de idiomas, porque toda la historia es su historia, y en cuanto a las lenguas, son sólo un eco articulado de la Voz que llamó el Universo a la existencia”.[29] El Señor está tan interesado en las ciencias como en las clases de Biblia.

Ésta es la filosofía de Elena de White con respecto a la educación: “Si se estimula el espíritu misionero, aun cuando quite algunas horas al programa de los estudios regulares, se recibirá mucha bendición del Cielo […] El verdadero objeto de la educación es formar hombres y mujeres idóneos para servir […] Nuestras escuelas fueron establecidas por el Señor; y si son dirigidas en armonía con su propósito, los jóvenes enviados a ellas serán rápidamente preparados para dedicarse a diversos ramos de la obra misionera”.[30]

Cada profesor debe ser un evangelista

El modelo bíblico para el profesor se puede encontrar en la vida del profeta Eliseo. Y la razón de ello es que “con fidelidad e incansablemente, durante todas sus largas y eficaces labores, Eliseo se esforzó por hacer progresar la importante obra educativa que realizaban las escuelas de los profetas”.[31] En diversos momentos lo encontramos rodeado de grupos de jóvenes fervientes, impartiendo instrucción y operando milagros. El incidente del antídoto contra “la muerte en la olla” (2 Rey. 4:38-44) ocurrió en ocasión de una de sus visitas a esas escuelas. Eliseo era un profesor que se mezclaba con sus alumnos no sólo en el aula. En 2 Reyes 6:1, 2 lo encontramos participando en actividades fuera del campus, junto con los alumnos, “alentándolos con su presencia y dándoles instrucciones. Hasta realizó un milagro para ayudarles en su trabajo”.[32] En esa oportunidad hizo que flotara el hacha que el alumno dejó caer en el río.

De cierta forma Elena de White confirma el modelo educacional del Colegio de Oberlin, del Colegio de los Pastores y del Instituto Bíblico de Moody, al sugerir que los estudiantes necesitan algo más que la mecánica del mensaje. “Maestros, id con vuestros alumnos […] Dediquen los maestros de nuestras escuelas el domingo al esfuerzo misionero. Lleven consigo a los estudiantes para que celebren reuniones en favor de los que no conocen la verdad”.[33]

Teoría y práctica

Cada uno de los evangelistas mencionados hizo su contribución con respecto a la metodología del entrenamiento de evangelistas. Charles Finney contribuyó a establecer la metodología del reavivamiento moderno y demostró que el intelectualismo y la evangelización pueden andar juntos. Charles Spurgeon fue el que ejerció más influencia sobre la evangelización pastoral. Centenas de talentosos pastores se dedicaron durante el siglo XIX a la obra pastoral de conquistar seres humanos para Cristo. Se considera que Dwight Moody es el iniciador del empleo de equipos de evangelización. Por medio de esa metodología demostró que la organización, la consolidación de las multitudes y la comunicación, combinadas con un sencillo mensaje bíblico, se pueden usar eficazmente en la obra de evangelización.

Todos ellos ejercieron influencia sobre las generaciones de evangelistas, pastores y misioneros que vinieron después de ellos, por medio del entrenamiento para la evangelización en colegios con la mira puesta en la misión. No es casualidad que los comienzos de la educación adventista esté relacionado con la explosión de la cantidad de misiones en todas partes del mundo. Los colegios no sólo proporcionaban obreros evangélicos e institucionales para las empresas misioneras, sino que las nuevas misiones pronto establecieron también sus propios colegios. La década de 1890 es la del reavivamiento de la educación cristiana y de las misiones.

Hoy el mundo carece de líderes espirituales. Esos líderes saldrán de las modernas escuelas de los profetas. Ore a Dios con el fin de que nos capacite para la responsabilidad de formar a esos mensajeros, inspirando a los futuros evangelistas y entrenando las voces de los que llevarán el mensaje del advenimiento a todo el mundo, con el espíritu y el poder de Elias.

Sobre el autor: Profesor de Evangelización Pública en el SALT del IAENE, Cachoeira, BA, Rep. del Brasil


Referencias

[1] C. H. Spurgeon, Um Ministerio Ideal (São Paulo: Publicaciones Evangélicas Seleccionadas, 1990), p. 8.

[2] Orlando Boyer, Heróis da Fé (Rio de Janeiro: CPAD, 1986), p. 126.

[3] Ibíd., p. 125.

[4] V. Raymond Edman, Desperiamento, A Ciencia de un Milagre (Belo Horizonte, MG: Betania, 1980), p. 45.

[5] Charles Finney, Lectures on Revival of Religion [Conferencias acerca del reavivamiento de la religión] (Oberlin: E. J. Goodrich, 1897), p. 21.

[6] P. S. Kruppe, C. H. Spurgeon, a Preachers Progress [C. H. Spurgeon, el progreso de un predicador] (Tesis doctoral, Universidad de Columbia), p. 3.

[7] Orlando Boyer, Ibíd., p. 8.

[8] C. H. Spurgeon, O Conquistador de Almas (São Paulo: Associação Religiosa Imprensa da Fé, 1978), pp. 97, 98.

[9] Ibíd., p. 8.

[10] Vasili F. Taipos, The Importance of Evangelists in Ministerial Training [La importancia de la evangelización en el entrenamiento ministerial] (Tesis doctoral, Universidad de Columbia), p. 3.

[11] Ibíd., p. 135.

[12] C. H. Spurgeon, O Conquistador de Almas, p. 9.

[13] Ibíd., p. 140.

[14] Vasili Taipos, Ibíd., p. 186.

[15] Justo Gonzáles, A Era dos Novos Horizontes (São Paulo: Vida Nova, 1983), t. 9, p. 45.

[16] Ibíd., p. 187.

[17] Elena G. de White, El evangelismo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), p. 102.

[18] Vasili Taipos, Ibíd., p. 182.

[19] Boanerges Robeiro, Seara em Fogo (Sao Paulo: Casa Publicadora Brasileira, 1979), pp. 134, 135.

[20] Vasili Taipos, Ibíd., pp. 206, 207.

[21] Autrey, A Teología do Evangelismo (Rio de Janeiro: Juerp, 1985), p. 14.

[22] Finney, en Vasili Taipos, Ibíd., p. 73.

[23] George E. Knight, Anticipating the Advent: A Brief History of SDA [A la espera del advenimiento: una breve historia de los adventistas del séptimo día] (Boise, Idaho: Pacific Press Publishing Association, 1993), p. 63.

[24] Borge Schantz, Developement of SDA Missionary Thought [Desarrollo del pensamiento misionero entre los adventistas] (Tesis doctoral, Seminario Teológico Füller), pp. 552, 553.

[25] Elena G. de White, La educación cristiana (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1963), p. 311.

[26] Howard B. Weeks, Adventist Evangelism in the 20th Century [La evangelización adventista en el siglo XX] (Hagerstown, Maryland: Review and Herald, 1970), p 188.

[27] George E. Knight, The Fat Lady and the Kingdom [La dama obesa y el reino] (Boise, Idaho: Pacific Press, Pub. Assn., 1995), pp. 103, 104.

[28] Roy A. Anderson, Report of Evangelical Council and Ministerial Association Meetings (Informe acerca de las reuniones del Concilio de Evangelización y de la Asociación Ministerial], p. 169.

[29] Ibíd.

[30] Elena G. de White, Consejos para los maestros, padres y alumnos (Buenos Aires Asociación Casa Editora Sudamericana, 1991), pp. 532, 479.

[31] Elena G. de White, Profetas y reyes (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1987), p 181.

[32] Ibíd., p. 195.

[33] Elena G. de White, Consejos para los maestros, padres y alumnos, p. 536.