¿Por qué en Norteamérica sólo la mitad de los adventistas asisten al culto de adoración los sábados de mañana? ¿Cómo podemos volver a ganarlos?
En promedio, menos de la mitad de los adventistas de Norteamérica asisten a la iglesia los sábados. La mayoría de las congregaciones adventistas en los Estados Unidos y Canadá tienen un serio problema de apostasía. Muchos miembros no asisten, y otros tantos han sido separados de la feligresía.
Durante el segundo trimestre de 1986 se le pidió a cada iglesia local de la División Norteamericana que hiciera un recuento semanal de asistencia durante el culto divino. El informe que presentaron prácticamente todas las asociaciones indicaba que asistía sólo el cincuenta por ciento del total de miembros registrados en los libros de la iglesia, y dichos recuentos incluían a todos, visitas, niños, etc.
He examinado personalmente decenas de estos estudios de asistencia enviados por asociaciones e iglesias locales durante la década de los ochenta y el promedio generalmente ha sido el mismo. Varios de estos estudios incluían un análisis de las listas completas de la feligresía, nombre por nombre. Casi en todos los casos, entre un tercio y la mitad de los miembros no habían asistido durante los últimos doce meses, y sin considerar que al conducir estos estudios no habíamos tomado en cuenta a los miembros “aislados”.
La mayoría de los miembros que no asiste son separados, eventualmente, de la feligresía. Se estima que hay entre uno y dos millones de adventistas inactivos en Norteamérica. Son personas que, habiendo aceptado una vez la verdad del mensaje adventista, por alguna razón se han deslizado por “la puerta trasera”.
Un anuncio que leí en el boletín de una iglesia, de noviembre de 1985, que es típico de todos los que tienen que ver con el tema, informa acerca de una congregación “compuesta de cien familias que viven en la localidad. Sesenta de ellas están activas. De éstas, cuarenta devuelven sus diezmos y treintaitrés apoyan los gastos locales y el programa de desarrollo de la iglesia”. Una llamada telefónica al pastor proveyó la información adicional de que veinte familias más mantenían su nombre en los registros de la iglesia pero ya no vivían en esa zona.
Este porcentaje de apostasías suscita preguntas en torno a nuestras responsabilidades, nuestro amor fraternal y la efectividad de nuestras actividades orientadas a alimentar espiritualmente a nuestros miembros. Desde lo profundo emerge una seria preocupación acerca de la vida y la estructura de la Iglesia Adventista actual. Pero creemos que algo puede y debe hacerse para resolver este angustioso problema.
¿Quiénes son éstos que nos han abandonado? ¿Por qué se convirtieron en miembros pasivos? ¿Qué se puede hacer al respecto? Seis investigadores adventistas del séptimo día han realizado estudios completos desde mediados de 1970, un resumen de éstos los encontramos en el libro Finding lost sheep. Ya sabemos bastante acerca del problema, de modo que estamos en condiciones de responder a estas preguntas.
Nuestra responsabilidad es clara. Como dice Elena G. de White, “si no se lleva la oveja perdida de vuelta al aprisco, vaga hasta que perece, y muchas almas descienden a la ruina por falta de una mano que se extienda para salvarlas”?
¿Quiénes son estos extraviados?
La imagen tradicional de un “apóstata” que la mayoría de nosotros tiene en la mente es la de un hombre que trabaja en una fábrica, bautizado en una reciente campaña evangelística, pero que cedió a la presión y comenzó a trabajar en sábado, o la de una mujer de escasa preparación que después de unos pocos estudios bíblicos se bautizó emocionalmente pero que nunca pudo vencer el hábito de fumar, y por eso decidió unirse a otra iglesia protestante “porque ellos enseñan la gracia, no el legalismo”.
Sin embargo, los estudios revelan que el apóstata típico es alguien que creció en la fe adventista, un adulto joven que se ha divorciado o nunca se casó, tiene pocos o ningún amigo en la iglesia local, tiene una buena posición en su profesión o desempeña un empleo de alto nivel que le exige demasiado en todos los aspectos, y que siente que el programa de la iglesia no satisface sus necesidades.
Uno de los mitos más extendidos respecto a los apóstatas es que son el resultado de bautismos prematuros y de la fuerte presión propios del evangelismo público. Pero la verdad es que la mitad de ellos crecieron en el seno de la iglesia y que sólo uno de cada siete entró en ella por medio del evangelismo público. Cuatro de cada cinco fueron doctrinados durante dos o más meses antes de su bautismo y la mayoría había asistido regularmente a la iglesia durante seis o más años.
“La iglesia está perdiendo a sus miembros jóvenes” dice Jerry Lee, científico social de la Universidad de Loma Linda, que ha investigado este problema. Aproximadamente la mitad de los apóstatas está entre los 20 y los 35 años, y otro cuarto tiene entre 36 y 50 años de edad.
El mismo investigador dijo: “Los individuos del grupo apóstata o de paradero desconocido son, con toda probabilidad, personas que se han divorciado”. En promedio, los apóstatas se divorcian y se vuelven a casar tres veces más que los miembros activos y se divorcian y quedan solteros cuatro veces más que ellos.
La mitad de los que habían sido miembros y que Lee entrevistó eran solteros en el tiempo en que cayeron. Ardyce Sween, en un informe publicado en la Revista Adventista del 28 de abril de 1983, dice que cerca del cuarenta por ciento de los miembros solteros nunca asiste a la iglesia. De hecho, “muchos adventistas asisten a reuniones de solteros en Iglesias no adventistas. La soltería, especialmente en la iglesia adventista, no es fácil”.
Se han hecho estudios en varios retiros organizados por el Ministerio Adventista para Solteros. “Casi sin excepción, éstos revelan que los solteros dejan la iglesia porque sus necesidades no se han satisfecho, y no por problemas teológicos”, informa Garland Day, ex presidente de esa organización.
Los estudios realizados acerca de miembros inactivos indican que, casi invariablemente, han pasado por circunstancias difíciles en su vida y que se han mudado de casa. De hecho, la investigación supervisada por el Dr. Gottfried Oosterwal, director del Instituto de las Misiones Mundiales de la Universidad Andrews, sugiere que la técnica que se aplica para la transferencia de miembros de una iglesia a otra es parcialmente responsable del extravío de muchos.
Hay evidencias de que los apóstatas son un tipo de personas que nunca se unieron al núcleo de su congregación, ni se llegaron a identificar íntimamente con la iglesia. Dos de cada tres participaron mientras fueron miembros activos, únicamente asistiendo a los cultos, nunca tuvieron un cargo ni realizaron trabajo voluntario en la congregación. También se informa que recibieron muy pocas visitas de los pastores o de los hermanos mientras eran miembros.
Aun así, todavía sentían que fuertes lazos los unían a la Iglesia Adventista. Sólo uno de cada seis se unió a otra iglesia de distinta denominación cuando abandonó la Iglesia Adventista, y el 75 por ciento todavía creía en el sábado; 69 por ciento todavía creía en la segunda venida; 53 por ciento todavía creía en la inspiración de Elena G. de White; 84 por ciento todavía tenía amigos adventistas.
¿Por qué abandonaron la iglesia?
En los estudios y entrevistas realizados con los miembros cuyo paradero era desconocido y los ex adventistas, tres de cada cuatro indicaron que habían dejado la iglesia por problemas de relaciones sociales con personas o grupos de personas. Casi ninguno había abandonado la iglesia por dudar de alguna de sus enseñanzas.
Generalmente, las relaciones interpersonales pobres dentro de la iglesia es la razón más frecuentemente citada para dejar de asistir, asevera el Dr. Roger Dudley, director del Instituto de Ministerios de la Iglesia de la Universidad Andrews, después de llevar a cabo diversos estudios relacionados con este problema.
“Definitivamente no existe ninguna prueba de que alguien haya abandonado la iglesia por haber dejado de creer en las doctrinas”, dice Harold K. West en un estudio de 1.500 ex adventistas que dirigió mientras era director ministerial de la Asociación de la Florida. “Dejaron la iglesia por la forma en que ella los había tratado… la gente abandona la iglesia porque ésta ya no suple sus necesidades o los ha decepcionado”.
El abandono de la iglesia es un proceso largo y lento, no un cambio abrupto. Juan Savage, investigador interdenominacional protestante que sirvió como consultor para un estudio realizado por la Unión de Columbia entre 1981 y 1985, descubrió una “ruta de la apostasía” que se recorre en un período de seis a dieciocho meses. Los pasos claves en la senda de la apostasía aparecieron una y otra vez en centenares de entrevistas sostenidas por pastores adventistas con miembros inactivos.
La ruta de la apostasía comienza con una serie de circunstancias difíciles, tales como problemas matrimoniales, pérdida del empleo, o la muerte de un ser querido, unido todo al intento fallido de obtener ayuda de parte de la iglesia. Cuando el pastor y otros miembros no responden, los miembros heridos se molestan y dejan de asistir, esperando que de esa manera se vean obligados a buscarlos. Sin embargo, por lo regular, nadie viene a preguntarles qué pasó o por qué dejaron de asistir, de modo que tratan de olvidar sus tristes recuerdos e invertir su tiempo en algún otro lugar.
Un estudio realizado en el Instituto de Ministerios de la Iglesia de la Asociación del Alto Columbia también comprobó la existencia de la ruta de la apostasía. Muchos ex adventistas mencionaron una diversidad de situaciones difíciles y problemas que tuvieron que afrontar y que eventualmente los llevaron a dejar de asistir. Los problemas más citados fueron incidentes desagradables suscitados con otros miembros de iglesia o con el pastor, desacuerdos con el programa de la iglesia, dificultades para respetar sus normas y problemas matrimoniales o familiares.
Pero el científico social Jerry Lee advierte que es erróneo pensar que todas las apostasías fueron propiciadas por la iglesia. Aproximadamente la mitad de los ex adventistas que él estudió culparon a los problemas que habían afrontado y a sus propias actitudes y no a otros miembros ni a la iglesia.
¿Qué se podría hacer?
Se ha probado que el instrumento más eficaz en la búsqueda de los miembros desaparecidos y los ex adventistas lo constituye la visitación y el contacto personal. Las llamadas telefónicas y las publicaciones pueden apoyar pero no suplir la entrevista personal. En este sentido, las cartas, tarjetas y folletos nunca serán efectivos si es lo único que se utiliza.
Los ex adventistas sienten que nadie se preocupó por evitar que se descarriaran”, dice Dudley. “Muchos mencionaron la ausencia total de un programa de visitación”, informa Oosterwal.
En 1981 la Unión de Columbia inició un proyecto para apoyar a las iglesias locales en la búsqueda de miembros inactivos. Veinticuatro pastores tomaron el curso de capacitación de Juan Savage -Laboratorio I de Visitación Parroquial- cuya duración es de cuarenta horas, y comenzaron a visitar a los miembros desaparecidos. Un año más tarde cerca de 20 de ellos tomaron el Laboratorio II y recibieron entrenamiento como instructores para reclutar y capacitar a otros miembros de iglesia como visitadores de miembros inactivos.
El evangelista Jack Colon, de la Asociación del Potomac, dirigió el Laboratorio I e inició el ministerio laico de visitación en unas doce iglesias como parte de la preparación para una campaña evangelística. El porcentaje de apostasías de nuevos conversos en esta campaña se redujo significativamente.
En la Asociación de Pensilvania, tres iglesias pusieron en operación el mismo programa. Dos de estas tres han conservado el mejor porcentaje de crecimiento y asistencia en toda la asociación durante varios años. En ambas iglesias los grupos de laicos capacitados para ser visitadores continuaron su trabajo de visitación aun cuando hubo cambio de pastores.
En la Asociación de Ohio se hizo una cuidadosa evaluación de 35 iglesias que participaron en el plan piloto. Después de tres a cinco años de iniciado el programa la mitad de las iglesias aún mantenían un
programa regular de visitación. El porcentaje de miembros inactivos y ex adventistas que fueron visitados y regresaron a la iglesia fluctúa entre un 10 y un 53 por ciento.
La Asociación de Ohio ha conservado registros de asistencia de todas sus iglesias desde el año 1970. En los quince años transcurridos de 1970 a 1985, el promedio total de asistencia a la iglesia los sábados en toda la asociación descendió un doce por ciento. Pero en el último trienio (1984-1986), después que la asociación inició un esfuerzo especial para capacitar a los miembros y apoyar el ministerio de visitación en las iglesias, el promedio de asistencia aumentó un dos por ciento.
El Dr. Ben Maxson, secretario ministerial y director asociado del Departamento de Ministerios de la Iglesia de la Asociación de Carolina ha ayudado a varias iglesias de su campo a buscar y traer de regreso a sus miembros inactivos. Basado en aquellos experimentos él cree que si, por lo menos la mitad, o inclusive una cuarta parte de las iglesias de Norteamérica se pusiera en contacto sistemáticamente con los ex adventistas de su comunidad, se vería un cambio drástico en la tasa de crecimiento de la iglesia.
Estrategia adoptada por la junta de la División Norteamericana
La junta de la División Norteamericana, en su reunión de fin de año de 1988 celebrada en Mineápolis, votó poner en ejecución un plan llamado “Estrategia de Retorno al Hogar” durante 1989 y 1990. Este plan invita a los adventistas activos a rescatar y traer de vuelta a la iglesia a centenares de miles de adventistas inactivos y ex adventistas. Incluye también el objetivo de que cada iglesia local en la división visite a todos los miembros desaparecidos y ex adventistas en su territorio.
La “Estrategia de Retorno al Hogar” propone visitas realizadas por miembros de iglesia que hayan sido capacitados para oír en vez de hacer simples visitas sociales o “predicar” a los apóstatas. Recomienda que las iglesias separen un tiempo específico en sus calendarios para la capacitación y la visitación.
El documento señala la necesidad de que los miembros propicien una atmósfera de amor, aceptación y perdón para recibir a los extraviados que retornen. A fin de centrar la atención de toda la congregación y lograr que tenga un espíritu de aceptación hacia los miembros que regresan, puede ser de mucha ayuda programar varios “Sábados de Retorno al Hogar”, y que se anuncie un programa especial con suficiente anticipación que sea un incentivo para la asistencia. Se les pidió a las iglesias locales que celebraran un “Sábado de Retorno al Hogar” al menos una vez por trimestre durante 1989 y 1990.
El documento señala la necesidad de que los miembros propicien una atmósfera de amor, aceptación y perdón para recibir a los extraviados que retornen. A fin de centrar la atención de toda la congregación y lograr que tenga un espíritu de aceptación hacia los miembros que regresan, puede ser de mucha ayuda programar varios “Sábados de Retorno al Hogar”, y que se anuncie un programa especial con suficiente anticipación que sea un incentivo para la asistencia. Se les pidió a las iglesias locales que celebraran un “Sábado de Retorno al Hogar” al menos una vez por trimestre durante 1989 y 1990.
Con el propósito de dar a conocer este plan a las iglesias locales y solicitar su participación, se envió un paquete con amplia información a cada pastor y primer anciano de iglesia. Incluye una guía de planeación e información completa concerniente a los materiales de apoyo disponibles para la estrategia.
“Los dirigentes de la división tienen el solemne compromiso de llamar la atención de los miembros de iglesia y de los pastores y ayudarlos a dirigir esta campaña vital”, dice J. Lynn Martell, director de Ministerios de la Iglesia de la División Norteamericana. De hecho, muchas asociaciones ya han comenzado a poner en práctica el programa, colocándolo en el segundo lugar de los problemas que desean ayudar a resolver, según una encuesta realizada hace dos años por el personal del Departamento de Ministerios de la Iglesia de la División.
“Los pastores desempeñan un papel decisivo en esta campaña ganadora de almas”, comenta William C. Scales, Jr., secretario de la Asociación Ministerial de la División Norteamericana. “Ha llegado el momento de animar y equipar a nuestros miembros a fin de que salgan y se pongan en contacto con estos queridos hermanos que ya habían aceptado nuestro mensaje, pero que por alguna razón, se extraviaron en el camino.
Sobre el autor: Monte Sahlin es director asociado del Departamento de Ministerios de la Iglesia, de la División Norteamericana.