Usted recuerda bien los hechos fundamentales: Cristo, nuestro sumo sacerdote, se ofreció a sí mismo como víctima expiatoria en el Calvario, y con la eterna redención que ese hecho nos ganó —la virtud de su sangre— penetró en el santuario celestial tras su ascensión. Este, como el santuario terrenal que era su copia, consta de dos divisiones, y nuestro Intercesor pasó de la primera a la segunda, o lugar santísimo, en el año 1844, para ocuparse de la primera fase del juicio divino, es decir, la “purificación del santuario” señalada en Daniel 8 y 9.
Tal fue el descubrimiento de los pioneros del movimiento adventista quienes, guiados manifiestamente por Dios en el estudio concienzudo de la Biblia, llegaron a esa importante conclusión. Tal es la doctrina más peculiar de la iglesia consagrada a la difusión del “evangelio eterno”. Por eso debe haberle sorprendido a usted —y quizás hasta perturbado— el pasaje referido en el título de este artículo. Esto es, si usted maneja habitualmente la Biblia versión Reina Valera, revisión de 1960, que es la que difunden más ampliamente las Sociedades Bíblicas. Porque se lee:
“Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, [Cristo] entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”.
El apóstol Pablo, escribiendo en el siglo I DC, se refiere aquí indudablemente como a un hecho consumado, a la redención y a la entrada “una vez para siempre” en el “lugar santísimo” —o al menos así reza la versión. Por tanto, nada podría haber sucedido en 1844. Pero debe haberle resultado curioso también a usted si consultó alguna otra versión —en castellano u otro idioma— no encontrar esa idea de “lugar santísimo” en el mismo pasaje. La idea más frecuentemente expresada en otras versiones —incluyendo la antigua Reina Valera— es “santuario”, o “lugares santos” o “santo”.
¿Es otro error de traducción? Difícilmente. En el mismo capítulo, la Reina Valera revisada traduce correctamente las expresiones griegas hágion—santuario (9: 1), ta hágia—lugar santo (9: 2) y ta hágia toon hagioon = lugar santísimo (9: 3). A la letra, esas expresiones significan respectivamente “lo santo”, “los santos [lugares]” y “los [lugares] santos de entre los santos”. La comprensión del lenguaje original es, pues, muy sencilla. ¿A qué se debe, entonces, la diferencia de la Reina Va- lera revisada con otras versiones? Es probablemente un problema de elección de texto, asunto que pasamos a explicar en seguida.
Cuando decimos “los originales” nos referimos, no a algún manuscrito salido directamente de las manos de los apóstoles (eso sería lo que los escrituristas llaman “autógrafo”) porque naturalmente ya no existe, sino a copias en el idioma original.
Tampoco estos manuscritos son copias tomadas directamente del autógrafo. Son copias de copias de copias… Por lo menos transcurrieron tres siglos de copiado intensivo entre los apóstoles y las copias completas más antiguas que llegaron hasta nosotros. A pesar del cuidado con que generalmente se efectuaron estas copias, es natural que con el tiempo se deslizaran pequeños errores involuntarios, que sólo afectan a detalles, y que además se pueden corregir con razonable seguridad basándose en la comparación de muchos manuscritos.
En el caso que nos ocupa, hay numerosas copias que se pueden comparar. De los tres mil manuscritos del Nuevo Testamento en su idioma original de que disponemos, unos treinta son lo suficientemente antiguos (anteriores al siglo X DC) come para que su testimonio sea autoritativo. Sobrevive incluso un papiro (conocido como el “p46” de la colección Chester Beatty, conservado actualmente en Dublin) que fue realizado en el siglo III, a sólo un siglo o dos del autógrafo apostólico. Este papiro contiene las epístolas a los Romanos, P Tesalonicenses y Hebreos. Como casi todos los otros treinta, en Hebreos 9:12 aparece ta hágia—lugar santo. El “casi” va por un único manuscrito (el “Porfiriano”, P, conservado en Leningrado), muy tardío, pues se lo puede fechar con seguridad en el siglo X de nuestra era, es decir, en el límite de lo que se considera autoritativo. Este único manuscrito disidente trae ta hágia toon hagion=lugar santísimo. Un copista añadió, sin duda involuntariamente, las palabras toon hagíon por influencia del versículo 3, que había copiado recientemente. La autoridad de este único manuscrito es por eso en este caso ínfima, pero para disminuirla más está el hecho de que pertenece a una “familia” de manuscritos realizados en Constantinopla en la Edad Media, conocidos como afectados por numerosos errores de copia, sobre todo adiciones de palabras.
¿Por qué los revisores de la versión Reina Valera abandonaron el testimonio de los otros treinta manuscritos antiguos y de las versiones antiguas y modernas —inclusive la Reina Valera— en favor de un testimonio aislado tan dudoso? Es difícil saberlo, pues las Sociedades Bíblicas no han publicado hasta ahora, que sepamos, cuáles han sido los criterios que guiaron la elección de texto para esta revisión. Sería deseable que lo hicieran, pues hay otras curiosidades que vamos descubriendo a medida que estudiamos la versión Reina Valera revisada.
Mucho más difícil será saber por qué ponen lugar santísimo en el versículo 8, donde ningún manuscrito griego apoya esa traducción. Evidentemente los revisores tuvieron aquí que ignorar el texto original para que armonizara con la elección de texto que hicieron para el versículo 12. Así le hacen decir a Pablo que antes de la muerte de Cristo no estaba listo el camino del lugar santísimo del santuario celestial —lo que equivale a que sí lo estuvo inmediatamente después, preparando el terreno para decir en el versículo 12 que entró en el lugar santísimo. Nuevamente aquí la expresión original es una forma de ta hágia—los [lugares] santos. Lo que en realidad dice Pablo es que no teníamos acceso, antes de la muerte de Cristo, al “más amplio y más perfecto tabernáculo” (vers. 11) —por falta de intercesor en el santuario celestial. Con su ascensión llegó allí portando los méritos de su muerte expiatoria. También “la primera parte del tabernáculo” al final del versículo 8 debiera ser “el primer tabernáculo” como en la Reina Valera antes de la revisión, es decir, el santuario terrenal. Mientras el servicio en este “primer tabernáculo” era válido, o sea, antes de la muerte de Cristo (recuérdese el rasgado del velo que anunció la invalidez de los servicios del templo), no se habían asumido sus funciones en el cielo. En el santuario celestial, las funciones son reales, y no simbólicas, como en el terrenal; por eso la redención debía efectuarse antes de ser aplicada a los pecadores.
¿Qué hacer en caso de ser enfrentados con estos pasajes de la Reina Valera revisada? Lo más sensato sería, nos parece, apelar a otras versiones en castellano o en algún idioma que conozca el interesado, sin necesidad de entrar en explicaciones sobre los manuscritos, excepto que se desee un estudio a fondo, en cuyo caso esperamos que los datos compendiados aquí resulten útiles.