Las clases de sermones que se pueden usar para organizar las ideas al presentar la Palabra de Dios.

Leí una historia de un ministro de cierta denominación a quien no le gustaba preparar sus sermones.

Era inteligente y hábil para hablar; además, los miembros de su iglesia eran personas sencillas. Durante años, había logrado predicar a su congregación sin necesidad de organizar sus ideas. Buscando el “permiso divino” intentando calmar su conciencia, prometió a Dios que predicaría improvisadamente, con el fin de que el Espíritu Santo lo guiara. Todo iba bien hasta que, un día, minutos antes de salir a predicar, llegó un personaje inesperado: ¡era su obispo! Avergonzado, supo que aunque había logrado engañar a su iglesia, no podría lograrlo con el obispo. Saludó al obispo, y le confesó que había hecho un voto a Dios de no preparar sus sermones, sino dejar que el Señor lo hiciera todo. Parecía que el obispo había comprendido pero, a mitad del sermón, para consternación del pastor, el obispo se levantó y se fue. Cuando este pastor terminó de “palabrear”, encontró una nota en la mesa pastoral, que decía: “¡Lo absuelvo de su voto!”.[1]

La anécdota puede parecer graciosa, pero muestra que este hombre no había comprendido el privilegio y la responsabilidad que implica predicar la Palabra. Pensar que Dios ha decidido utilizar hombres falibles como sus “portavoces”[2] para salvar al mundo por “la locura de la predicación” (1 Cor. 1:18-21) es un pensamiento asombroso. Esto indica que en la dinámica de la predicación se conjugan dos aspectos, uno divino y otro humano. En el divino, Dios actúa con su Palabra, toca los corazones y transforma las vidas por medio del poder del Espíritu Santo. Pero, Dios también considera el aspecto humano como un elemento importante. 2 Timoteo 2:15 amonesta: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero […], que usa bien la palabra de verdad”. “Procura” proviene del imperativo griego spoudason, que significa “hacer lo mejor posible; no escatimar esfuerzos; trabajar duro”.[3]

Está acompañado del reflexivo seauton (“tú mismo”) con el fin de enfatizar la persona de la acción. Esta frase podría parafrasearse: “Haz todo lo que de ti dependa para presentarte como obrero aprobado […] que traza bien la palabra de verdad”. En otras palabras, Dios espera que quienes “trazan su palabra” no improvisen, como el predicador de nuestra historia, sino que asuman con responsabilidad su función; que hagan su parte y que dejen los resultados para él.

Aunque no desarrollaré un curso de homilética, al destacar la importancia del aspecto humano, permítanme compartir algunas ideas sobre las clases de sermones que se pueden utilizar a fin de organizar mejor las ideas, a la hora de presentar la Palabra de Dios.

Tipos de sermón

Estos pueden ser de diversas clases; y, aunque algunos insisten en que uno es el correcto, en detrimento de los demás, en la práctica, esto no parece ser válido. Dios ha usado distintas clases de sermones con el propósito de impactar a distintas clases de personas en circunstancias diversas. John Stott tenía razón cuando mencionó que “distintos textos y temas exigen distinto tratamiento. Debemos cultivar la diversidad y buscar ser liberados de un solo estereotipo”[4]

Los predicadores podemos familiarizarnos con distintas clases de sermones, a fin de estar en condiciones de exponer la Biblia desde nuevas ópticas, ajustando cada clase a una situación específica y pertinente. Pero siempre será imprescindible que nos aseguremos de que nuestro sermón esté basado en la Biblia; que apunte a la mente y al corazón;[5] que lo expondremos en “alocuciones cortas y directas”;[6] y que presentará “a Cristo como la única esperanza del pecador”.[7]

Los sermones se pueden construir tomando en cuenta dos grandes ejes: (1) Movimiento y (2) Contenido.[8]

Eje de movimiento

El movimiento, en un sermón, indica la manera en que el tema es introducido y desarrollado. Dentro de este eje, los sermones pueden ser inductivos o deductivos.[9]

Sermón deductivo: En estos sermones, la idea principal aparece al comienzo; es decir, al final de la introducción, para, desde ahí, ir desarrollando cada idea que aparece en esta presentación inicial. Por ejemplo, si el tema que va a tratarse tiene que ver con la fidelidad, al final de la introducción se dirá algo como: “Hoy veremos que los creyentes fieles avanzan por fe, aprenden a depender cada día del Señor y obedecen por amor”. Ahora, se deberá ir analizando cada una de estas ideas en una estructura lógica y sistemática. Es como si dijera a las personas que viajan con usted que, para llegar a cierta ciudad, primero pasarán por otras varias ciudades.

Ventajas y desventajas: Esta clase de sermón tiene la ventaja de poseer dirección y claridad. Pero, debido a que plantea todas las ideas desde el comienzo, si el predicador no lo ha preparado bien y/o no lo predica con convicción podría volverse monótono y aburrido, por cuanto las personas ya saben de qué se les va a hablar.

Sermón inductivo Aquí, la idea principal no aparece sino hasta el final del sermón; pero se empieza presentando interrogantes que exigen respuestas a lo largo del tema. Un ejemplo de introducción inductiva dirá: “¿Pueden realmente los creyentes ser fíeles? ¿Qué aspectos bíblicos implica la fidelidad? ¿Qué debe hacer el creyente para ser fiel?”. Evidentemente, el sermón se desarrollará respondiendo a cada interrogante.

Ventajas y desventajas: La gran ventaja de esta clase de sermones es el elemento de sorpresa que se mantiene a lo largo de la predicación, conviniendo al sermón en un viaje de exploración y de descubrimiento, que lleva a un clímax. Sin embargo, si el tema es muy conocido para la congregación, no sería muy recomendable usarlo, porque también podría volverse monótono y aburrido, a menos que se añadan elementos nuevos.

Eje de contenido

El contenido se refiere al criterio que se escoge para dar forma o estructura al sermón. Y puede ser: expositivo, temático, narrativo y biográfico. Ambos ejes pueden conjugarse y formar, por ejemplo, sermones expositivo-deductivos o temático-inductivos, y así por el estilo.

Sermón expositivo: Anteriormente, se hacía una diferencia entre sermón expositivo y sermón textual. Esa diferencia se establecía sobre la cantidad de versículos en que se basaba: si era uno o dos era textual; si eran más era expositivo. Pero, esa división no es muy satisfactoria. Todo sermón que toma una porción de la Biblia y la expone siendo fiel “a su forma y su contexto”[10] es un sermón expositivo; solo que la exposición puede adoptar varias dimensiones: un versículo, una sección, un capítulo o un libro.

Ventajas y desventajas: La gran fortaleza de esta clase de sermones es que permite conocer el texto bíblico en toda su riqueza. Exige que se estudie el pasaje minuciosamente, tomando en cuenta la estructura del texto, los contextos, ya sean literarios, culturales y geográficos. Permite comprender el texto como lo entendían sus lectores originales y, desde esa comprensión, extraer lecciones aplicables a la iglesia de hoy. En Semanas de Oración o en series, se puede ir estudiando capítulo por capítulo libros como Romanos, Gálatas o Apocalipsis. La riqueza del texto bíblico es tanta que aunque se extraigan algunas lecciones otras muchas podrían ser extraídas de esa misma sección.

Puesto que esta clase de sermones exige mucha dedicación para componerlo, existe el riesgo de que no se lo prepare bien y, en lugar de exponer la palabra, terminemos torciendo el texto bíblico y diciendo cualquier cosa a la congregación.

Sermón narrativo: Se caracteriza por exponer el mensaje por medio de la narración vivencial, como cuando se relata una historia. Esta clase de sermones debe ser compuesto tomando en cuenta los elementos que integran una historia: (1) Marco escénico: personajes y problema; (2) Trama: desarrollo de la acción; (3) Punto culminante: la acción llega a su punto máximo; y (4) Desenlace: el problema se resuelve, la tensión acaba.[11] Al exponerlo, debemos involucrar tantos de los sentidos como sea posible, y ser tan descriptivos al narrar la historia que podamos trasladarnos junto con la audiencia al lugar mismo de los hechos: ¿Escucha los gemidos de los enfermos que esperan por entrar a las aguas, en el estanque? ¿Siente el viento frío moviendo sus ropas junto a la cruz, en el Gólgota, esa tarde de la crucifixión? ¿Contempla, asombrado, cómo las aguas del Mar Rojo se abren frente a sus propios ojos?

Ventajas y desventajas: Esta clase de sermón puede ser muy impactante e inolvidable. Es perfecto para mantener la atención y hacer vibrar a las personas que lo escuchan.[12] Sin embargo, requiere que el predicador conozca bien la historia y su contexto a fin de evitar anacronismos, como cuando alguien mencionó que Moisés había visto el arca… pero la de Noé. También, debemos estar atentos a no perder de vista el objetivo del tema, porque es muy fácil terminar contando una historia bonita y entretenida, pero incapaz de llevar a los oyentes a entender los aspectos fundamentales del evangelio.

Sermón temático: Aquí, se toma un tema y se lo desarrolla desde una perspectiva bíblica teológica. Sin duda que esta clase de sermón permite abordar, en una secuencia organizada y sistemática, las diferentes ideas que la Biblia presenta sobre cualquier asunto. Se puede analizar cuestiones doctrinales como la justificación por la fe o la predestinación. O temas contemporáneos que requieren una respuesta ético-cristiana, tales como el aborto, la sexualidad o el divorcio.

Ventajas y desventajas: La mayor ventaja de este sermón es que nos permite presentar posiciones claras y consistentes. No obstante, su más grande peligro es que lleguemos a enganchar, alrededor de un tema, textos bíblicos que no tengan que ver uno con otro, cayendo en el inadecuado uso del “texto prueba”. Por esa razón, hay quienes tienen recelo respecto del sermón temático, y prefieren no usarlo. Pero, debemos recordar que fue Jesús quien empleó esta metodología cuando “comenzado desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Luc. 24:27; cf. vers. 44, 45). Cristo fue citando diversos textos a lo largo de las Escrituras, de modo de mostrar cómo habían obtenido su cumplido en él. Eso indica que, mientras los textos usados estén en armonía con el contexto y unos con otros, el uso del texto-prueba es legítimo.

Sermón biográfico. Toma como base la vida de algún personaje bíblico, y aprende de sus aspectos positivos y negativos con el fin de extraer lecciones válidas para la vida de la iglesia. Por su propia naturaleza, es evidente que comparte elementos propios de los sermones expositivos, temáticos o narrativos. Pero, su énfasis siempre estará puesto sobre alguna de las etapas de la vida de un personaje y las lecciones extraídas de ello, como el antes y el después de su conversión, sus fracasos o sus victorias. Para que esto pueda ser representado de manera vivida, debemos familiarizarnos con el contexto de esa vida, su entorno geográfico, cultural, etc.

Ventajas y desventajas: Dependiendo de la clase de matices narrativos que le agreguemos, se puede lograr una rápida identificación del hombre moderno con las experiencias de vida de los hombres bíblicos. Ellos, al igual que nosotros, enfrentaron luchas y victorias; y, al mostrar de qué forma el Señor los utilizó o los perdonó, a pesar de sus debilidades, entonces queda claro que Dios también puede hacer lo mismo con personas del S. XXI.

Se ha dicho que estos sermones “frecuentemente pierden su fuerza cuando el predicador sobrecarga su predicación narrativa con largas explicaciones y conclusiones forzadas”.[13] Insistir demasiado en los aspectos negativos y en los errores de los personajes es una forma errada de predicar un sermón biográfico. Es verdad que el sermón debe mostrar la realidad del Gran Conflicto pero, por sobre todo, debe resaltar que la misma gracia divina que obró en esa vida quiere obrar en la nuestra, a través de Jesucristo.

Conclusión

Como hemos visto, existen variadas formas de exponer la Palabra de Dios a fin de que el mensaje llegue con claridad y profundidad. Escoger una dependerá de lugares y de circunstancias.

Pero, por favor -recuerde esto cuando esté frente a su escritorio pensando en qué va a decir a la iglesia-, usted no solo tiene a su disposición las herramientas de la homilética y de la oratoria, sino también los recursos inagotables del Espíritu Santo. Pídale que lo dirija, confíe en él y obre su parte humana. Con seguridad Dios quiere hablar a su iglesia a través de la Escritura; y él quiere seguir usándolo como su instrumento (2 Tim. 4:1-5).

Sobre el autor: Director de la Escuela de Teología en Rep. de Ecuador


Referencias

[1] John R. W. Stott, La predicación: puente entre dos mundos (Grand Rapids. MI: Libros Desafíos, 2000), pp. 205,206.

[2] Elena de White, Testimonios para los ministros, p. 256.

[3] Barclay M. Newman, Jr., A Concise Greek- English Dictionary of the New Testament, ver BibleWorks for Windows, 7.0,2006.

[4] Stott, p. 225.

[5] Elena de White, Obreros evangélicos, pp. 158,159.

[6] Ibíd., p. 177.

[7] Ibíd., p. 162.

[8] Ronald). Alien, ed. Patterns of Preaching: A Sermon Sampler (St. Louis, Missouri: Chalice Press, 1998), x.

[9] Ibíd.

[10] Pablo A. Jiménez, Principios de predicación (Nashville: Abingdon Press, 2003), p. 87.

[11] Scott M. Gibson, ed., Preaching the Old Testament (Grand Rapids, MI: Bakerbooks, 2006), p. 76.

[12] Bryan Chapell, Cómo usar ilustraciones para predicar con poder (Grand Rapids, MI: Editorial Portavoz, 2007), p. 59.

[13] Bryan Chapell, Cómo usar ilustraciones para predicar con poder (Grand Rapids, MI: Editorial Portavoz, 2007), p 59.