IX. Desarrollo Posterior del Premilenialismo

            En la segunda mitad del siglo XIX el premilenialismo y el postmilenialismo propendieron a seguir un nuevo curso. El postmilenialismo, con su programa de justicia progresiva, tendió a aliarse con las ideas humanistas y evolucionistas del progreso humano, y a fundirse con el evangelio social y el modernismo. Al mismo tiempo, el premilenialismo propendió a igualarse con el fundamentalismo, y acabó abriéndose en dos corrientes que nacieron de los dos conceptos ejemplificados por los milleritas y los literalistas.

  1. Conceptos adventistas derivados de los milleritas. Después del colapso del movimiento millerita se produjo la formación de denominaciones adventistas. De todas ellas los Adventistas del Séptimo Día llegaron a ser el grupo principal que continuó y desarrolló con mayor amplitud el premilenialismo de tipo millerita que esperaba un milenio no temporal y no judío. (El concepto que los Adventistas del Séptimo Día tienen sobre el milenio aparece en la respuesta que se da a la pregunta Nº 39).
  2. El literalismo llega a ser futurista, dispensacionalista. La mayoría de los pre- milenialistas que no formaban parte de las iglesias adventistas cambiaron finalmente la posición historicista por la futurista. Surgidos de los literalistas y desarrollados a través de la fraternidad de Plymouth fueron constituyendo gradualmente un sistema acabado de enseñanzas futuristas-pretribulacionistas-dispensacionalistas propagadas por evangelistas profesionales, asociaciones proféticas interdenominacionales y escuelas bíblicas. Este sistema se ha reservado ampliamente el nombre de “premilenialismo”, aunque no todos los premilenialistas lo han adoptado, y aunque existen serias divergencias en varios detalles.

            Los pretribulacionistas de la actualidad que ahora constituyen un grupo influyente, sostienen que en la segunda venida hay dos etapas, y que cuando Cristo viene en busca de los suyos, los santos que lo aguardan son arrebatados secretamente en primer término, evitando así la tribulación. Entre tanto, los judíos, habiendo regresado a Jerusalén, restauran su sistema de sacrificios centrado en un templo reedificado. En ese momento el maligno anticristo establece su reino y comienza la tribulación de tres años y medio. Todo esto se produce dentro de un período funesto de siete años: la septuagésima semana de Daniel 9. Entonces se sigue el segundo aspecto del advenimiento: la revelación, o aparición de Cristo con sus santos, para establecer el reino milenial, en el cual reinan Cristo y los santos. Las naciones sobrevivientes son gobernadas en la carne por los judíos ahora convertidos, en una tierra parcialmente renovada, en la cual la ley está nuevamente en vigencia después de haber quedado en suspenso en tiempos de la iglesia. Las naciones que en lo íntimo son rebeldes, después de haber sido gobernadas con “vara de hierro” durante los mil años, se sublevan al final, y sobreviene el juicio. Entonces el reino milenial pasa al estado eterno.

            Junto con estas ideas se produjo el desarrollo de una esmerada división de la Biblia en secciones dispensacionales (con tendencias antinomianistas), en una doctrina de exclusión mutua entre la ley y la gracia. (Para conocer la gran diferencia existente entre el moderno premilenialismo futurista y el premilenialismo histórico de la iglesia primitiva, véase la preg. 26).

            Esta forma de premilenialismo ha sido combatida en años recientes por la posición llamada amilenialismo que, en algunos aspectos, es un renacimiento del concepto agustiniano.

X. El Amilenialismo Restaura el Concepto Agustiniano

  1. Un milenio figurado. Para los amilenialistas no existe ningún tipo de mil años efectivos y literales que puedan considerarse como período final de la historia humana, diferente de la era actual. El milenio es, sencillamente, el periodo presente en el cual estamos viviendo ahora, y que se extiende desde el primer advenimiento de Cristo hasta el segundo. Tal como en la teoría agustiniana de los católicos, la “primera resurrección” es espiritual; es dejar de estar muertos en el pecado para vivir la vida espiritual en Cristo. La resurrección general de todos los muertos se produce en el segundo advenimiento, el cual da comienzo al mundo eterno. Satanás fue “atado” por el primer advenimiento de nuestro Señor y expulsado del corazón de cada uno de los seguidores de Cristo. De esta manera es como los santos comienzan a “reinar” con el Señor.

            Este “reino” de los santos comprende tanto el reino espiritual de las almas que están en el cielo, como el de los santos con Cristo sobre la tierra antes del juicio final. Interpretan que la palabra “mil” indica un número simbólico de perfección: el período completo entre las dos venidas de Cristo. Dicen que es absurdo el concepto de que Satanás está atado ahora en cualquier sentido mundano, pues las condiciones del mundo dan testimonio de lo contrario. Y la “resurrección” se extenderá en todo lugar donde se predique el Evangelio, y continuará hasta la segunda venida de Cristo, al fin de los tiempos, cuando será destruido el anticristo, resucitados los muertos y establecido el reino eterno.

  • El amilenialismo y el premilenialismo comparados. Así como los premilenialistas, los amilenialistas creen que el bien y el mal existirán mezclados hasta el tiempo del segundo advenimiento, y no creen que el mundo irá mejorando cada vez más, o que toda la sociedad adoptará el cristianismo. Aceptan en cambio que, cuando las huestes de Satanás parezcan estar a punto de obtener una victoria completa, Cristo aparecerá en gloria y los resucitados junto con los santos vivientes transformados serán arrebatados para estar con su Salvador.

            Pero los amilenialistas rechazan la interpretación literal que requiere el restablecimiento de los judíos como pueblo de Dios y la restauración del templo ritual. Ni esperan tampoco un conflicto real de Gog y Magog al final del milenio. En otros términos, las profecías anuncian simplemente la paz que vendrá a la tierra como resultado del primer advenimiento de Cristo como Salvador y bosquejan, de manera figurada, las bendiciones y glorias del mundo venidero, la excelsa gloria de los redimidos, y la consumación de la ruina de Satanás, que acaba en el triunfo completo de Cristo. Este es el amilenialismo, que tiene gran aceptación en la actualidad. En diversas formas tiene partidarios entre los católicos romanos, los protestantes liberales y aun en las filas de la teología reformada conservadora. (Véase John F. Walvoord, “Amillennial Eschatology”, Bibliotheca Sacra, enero-marzo, 1951.)

            De este modo, en lo que atañe al reino milenial, el péndulo ha oscilado de una parte a otra, produciendo una imagen de confusión y contradicción. Pero lo que constituye un factor inseparable del complicado marco que existe en el fondo de las diferentes posiciones, es el concepto milenialista de un reino terreno literal que se establece con el tiempo, entre la época actual y el estado eterno. Este es un punto que merece ser comentado.

XI. El Rastro del Milenialismo Materialista a lo Largo de los Siglos

            Como se acaba de observar, un rasgo prominente del premilenialismo de la iglesia primitiva era el concepto de que el reino de los santos se iba a establecer sobre la tierra. Pero para llegar a esta conclusión la iglesia primitiva se apartó de Apocalipsis 20 —única referencia bíblica a los mil años— donde no se describe ni se sitúa al reino. La idea de un reino material y terrenal se extrajo parcialmente de las profecías del Antiguo Testamento referentes al reino mesiánico, profecías que la iglesia se aplicó a sí misma. Más adelante los judíos cristianos se saturaron de los escritos apocalípticos hebreos que incluían sus aspiraciones nacionalistas de un glorioso reino terrenal, y contenían relatos fantásticos de fertilidad, abundancia y prosperidad material referentes a ese período. Al mismo tiempo, los conversos gentiles provenientes del mundo romano del primer siglo arrastraban consigo un trasfondo de fantasías paganas entonces en boga, tocante a una áurea edad venidera. Aun la noción apocalíptica que tenían los judíos acerca de los períodos de mil años correspondientes a los días de la semana de la creación era semejante a la de las tradiciones paganas (etruscas y persas), según las cuales el curso de la existencia humana tendría seis mil años de duración.

            Puesto que la iglesia primitiva se consideraba a sí misma como el Israel verdadero de las promesas, aplicaba las profecías del reino a los santos y no a los judíos, aunque no notaba ningún indicio de un reinado verdadero de la iglesia en tiempos del Imperio Romano entonces presente. Teniendo en cuenta el hecho de que la iglesia estaba matizada por los conceptos filosóficos corrientes, tales como la malignidad inherente de la materia, no podía aceptar un reino material eterno en los cielos nuevos y en la tierra nueva. En consecuencia, situaba esa edad áurea judeo-pagano- cristiana durante el milenio, después del advenimiento, pero antes de la eternidad. Estas ideas se superponían a la doctrina escritura del milenio, y a las profecías referentes a la tierra nueva se les daba una base definidamente materialista y temporal. Los cristianos perseguidos llegaron a aspirar al reinado terrenal de una iglesia triunfante. Pero la enseñanza extrínseca de burdo materialismo —las pretensiones de fertilidad fantásticas y aun de carnalidad que se anunciaron respecto al reino de los santos sobre la tierra— llegó a ser tan repulsiva para muchos que el milenialismo fue reputado como herejía, y el Apocalipsis fue considerado en ciertos lugares y durante un breve período como no apostólico y por lo tanto hasta llegó a ser omitido en el Sagrado Canon.[1]

            Así fue como, debido a las opiniones que el quiliasmo presentaba sobre el milenio, la verdadera doctrina del milenialismo quedó desacreditada. De modo semejante, la situación favorable que la iglesia obtuvo en el siglo IV bajo el reinado de Constantino precipitó el abandono del premilenialismo. Cuando los cristianos notaron que su influencia iba en creciente aumento, comenzaron a aplicar las predicciones del futuro reino mesiánico a la iglesia cristiana de su época. Con el tiempo, el trueque del futziro dominio de los santos en la Ciudad Santa por el dominio presente de la iglesia sobre la tierra llegó a convertirse en el fundamento del gobierno totalitario del catolicismo medieval con sus persecuciones.

            La Reforma debió hacer frente a un quiliasmo diferente pero igualmente falso —un reino de los santos no sólo terrenal, sino político y revolucionario, establecido por el fuego y la espada antes del advenimiento y la resurrección—, y presenciar los excesos de Tomás Munzer y de algunos de los anabaptistas, los profetas de Zwickau y los profetas franceses de Cervennes y, posteriormente, de los hombres de la quinta monarquía en Inglaterra.

            La mundanalidad del reino milenial tomó un nuevo giro en el postmilenialismo de Whitby, con su edad de oro eclesiástica. El quiliasmo se había manifestado vigorosamente en las iglesias norteamericanas primitivas, herederas del ideal de la iglesia pura que los anabaptistas habían transmitido a los bautistas y congregacionalistas. Su quiliasmo promovió expectativas exuberantes de un programa postmilenialista de regeneración social que debía efectuarse en las iglesias. De allí provienen también los numerosos intentos realizados en el siglo XIX para traer el reino de Dios a la tierra, no sólo mediante la actividad reavivadora y pietista de la iglesia y de las diversas reformas de todo matiz, sino también mediante instrumentos sociopolíticos y utopías socialistas. Debido a la expectativa que se produjo en torno de la inauguración del milenio a comienzos del siglo XIX, tales programas se multiplicaron rápidamente. También en el siglo XIX un quiliasmo “judaísta” originado en el literalismo extremo del despertar adventista británico, recalcaba no sólo la conversión de los judíos, sino también la restauración de la nación judía, la reedificación del templo judío, y el restablecimiento del sistema de sacrificios, así como también el dominio político judío y el gobierno coercitivo que con “vara de hierro” habría de ejercer Cristo sobre las naciones rebeldes.

            La doctrina del quiliasmo tampoco es meramente una pregunta académica acerca de lo que va a suceder en el futuro, sin importancia práctica alguna para nosotros hoy. En realidad, las conexiones políticas de este concepto de un futuro reino judío son evidentes, y sus efectos se han podido observar en los siglos XIX y XX. En la actualidad es evidente una lamentable confusión entre el reconocimiento del cumplimiento histórico de la profecía, y el intento de usar la interpretación profética como instrumento para influir sobre los planes de acción políticos e internacionales. En este concepto futurista de que los judíos han de ser los elegidos de Dios en quienes todavía deben cumplirse literalmente todas las profecías del reino, se origina también un sistema de interpretación de tendencias peligrosas y que no tiene precedentes. Está abarcado en un énfasis dispensacionalista que reconstruye la pared de separación entre judíos y gentiles que Jesús anuló, pared que separa la ley de la gracia en un estilo totalmente antinomianista, y que quita de la iglesia cristiana las promesas, los pactos y extensas porciones de la Biblia, especialmente los evangelios, dándoles a los judíos —más bien que a los cristianos— no sólo el Decálogo, sino también las Bienaventuranzas y la oración del Señor. Aunque la mayoría de los premilenialistas de las diversas iglesias pertenecen a esta escuela general de pensamiento, afortunadamente no todos ellos están de acuerdo con todas estas ideas, o las llevan a sus conclusiones lógicas. Es lamentable que algunos escritores que han abandonado este premilenialismo futurista, con tanta frecuencia no han hecho más que cambiar su quiliasmo por el amilenialismo.

            Este examen llama la atención al hecho de que, a lo largo de los siglos, la esperanza del quiliasmo con un reino milenial terreno en la carne, con un gobierno coercitivo sobre los hombres irregenerados, ha sido la raíz de la tergiversación doctrinal, de los conceptos fanáticos, del exceso, del totalitarismo, de la persecución y aun de la revolución política. Nada de esto tiene que ver con el premilenialismo, tal como está fundamentado en las Escrituras, sin mezcla con las tradiciones judías y las ideas paganas, según se lo presentará en respuesta a la pregunta N° 39.


Referencias:

[1] Según el obispo B. F. Westcott (A General Survey of the History of Canon of the New Testament, 1875, cap. 20), cerca de fines del siglo II el Apocalipsis fue reconocido como apostólico y autorizado por toda la iglesia, excepto en la versión siríaca. Pero después de haber sido aceptado casi universalmente entre los Padres, cayó transitoriamente en descrédito debido a la oposición al milenialismo de Dionisio de Alejandría (muerto en 265), Cirilo de Jerusalén (muerto en 386) y Gregorio Nacianceno (muerto en 389) que excluyeron al Apocalipsis de sus catálogos de los libros del Nuevo Testamento, y de Crisóstomo (muerto en 407) que nunca lo citó. Fue omitido del Canon por el Concilio de Laodicea del siglo IV. Pero en 367 Atanasio lo incluyó en su enumeración, y los Concilios de Hipona (393) y Cartago (397) lo declararon canónico. Pronto desaparecieron todas las dudas. (Véase The Prophetic Faith ot Our Fathers, tomo 1, págs. 103-107.)