A menudo una personalidad amable se considera como señal de debilidad en alguien que vive a la altura de ciertos principios. ¿Pero es realmente así? Tomemos los incidentes ocurridos antes de la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo. El poderoso orador, Pedro, traicionó a su Maestro, negó el cristianismo, se convirtió prácticamente en un apóstata cuando fue interrogado por una criada. Pero Juan, el amante discípulo, lleno de simpatía, fue firme en sus principios, firme en la verdad, firme en su fe en Cristo. Siguió a Jesús hasta el patio mismo del palacio del sumo pontífice, y cuando su Maestro fue crucificado, Juan permaneció fielmente junto a la cruz.
Jesús, que conocía el corazón de Pedro y su profundo y sincero amor por su Señor, lo restauró al ministerio. A pesar de que lo había negado, le encomendó: “Apacienta mis corderos,” “apacienta mis ovejas,” “apacienta mis ovejas.”
Si Pedro hubiese vivido en algún tiempo futuro de la historia del mundo, y hubiese cometido la misma equivocación, quizás una junta le hubiese dicho: “Puedes volver a ser miembro de la iglesia, pero no puedes reincorporarte al ministerio.” En realidad, me pregunto si hoy día apenas le permitiríamos repartir los himnarios en una reunión evangélica, ¡cuánto menos predicar un sermón el día de Pentecostés!
A veces resulta difícil olvidar y perdonar alguna mala acción de un colaborador en el ministerio, y aún después de años se hace referencia a un error o un rasgo indeseable de carácter o hábito como si todavía existiese, pese a que el hombre puede haberse transformado en un santo de Dios. Es bueno que recordemos la experiencia de Pedro. Gracias a la confianza que Jesús depositó en él, no obstante sus pasados rasgos indeseables, llegó a ser un poderoso predicador que contribuyó a la salvación de miles de almas, y un fiel mártir. Es un motivo de inspiración para un obrero ser fiel y leal cuando sabe que tiene la confianza de sus colaboradores en la causa que amamos.
Pero el Señor no espera que todos seamos del mismo molde. Él quiere que estemos unidos en la fe, pero emplea diversidad de caracteres y personalidades.