Investigación sudamericana indica las características de las iglesias exitosas en el proceso de hacer discípulos

 “¿Cómo hacen ustedes para formar discípulos en su iglesia?” Fue en busca de respuestas a esa pregunta que la sede administrativa de la Iglesia Adventista para América del Sur inició una serie de visitas a congregaciones locales en diferentes partes de su territorio. Entre las 16 Uniones que integran la División Sudamericana, fueron elegidas 9 iglesias para indicar la que tuvo la mejor propuesta de discipulado en su jurisdicción, a fin de escuchar los testimonios de pastores de distrito y líderes locales. El seleccionado conjunto de congregaciones varía en tamaño, segmentos sociales y culturas. Los criterios adoptados para la elección de las iglesias fueron:

1. Índice de miembros por bautismo superior al promedio de la Asociación/ Misión (Campo) al que pertenece la iglesia.

2. Crecimiento real superior al promedio del Campo (Entradas [bautismos y rebautismos] – Salidas [apostasía y desaparecidos]).

3. Funcionamiento de un sistema de cuidado de los miembros.

4. Experiencia mínima de cuatro años, para garantizar la consolidación y la continuidad del proyecto, incluso después de transferencias pastorales.

 Este artículo es un relato de experiencia y tiene como objetivo presentar las prácticas comunes observadas en las iglesias visitadas.

 Prioridad en el discipulado

 Las congregaciones analizadas consideran el discipulado como un proceso de transferencia de vida, cuyo objetivo es el desarrollo y el crecimiento espiritual de las personas. Sus programas son adaptados en función de esa visión, y los líderes son capacitados y desafiados para que practiquen esos principios. El foco es ajustado para lo que realmente importa. Uno de los pastores entrevistados mencionó: “El discipulado no se propone ser una nueva metodología o estructura de trabajo; se propone cambiar los paradigmas de la iglesia utilizando metodologías y estructuras. A veces, los mejores métodos de la iglesia (como organización) se traban en las limitaciones locales, que generalmente giran en torno a cuestiones como problemas de liderazgo, secularismo, un sentido de misión erróneo, entre otros. Eso no puede ser solucionado meramente con eventos o métodos. Es necesario trabajar el corazón y la mente de los miembros. Eso exige tiempo, compromiso con un grupo de personas, que a su vez generará la masa crítica para cambiar la iglesia”.

 Esa práctica recuerda la enseñanza de Cristo sobre la prioridad que sus discípulos deberían tener: “Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones” (Mat. 28:19). Para Jesús, el discipulado no era una gran opción, sino la Gran Comisión confiada a su iglesia. En relación con este punto, Bill Hull afirma: “Creo que la crisis de la iglesia es una cuestión de producción, el tipo de personas que están siendo producidas. Propongo que la solución sea la obediencia a la comisión de Cristo para ‘hacer discípulos’, y enseñar a los cristianos a obedecer todo lo que Jesucristo ordenó”.[1]

Iniciativa pastoral

 En todas las iglesias evaluadas, la influencia del pastor de distrito fue fundamental para despertar la visión y desencadenar el proceso intencional de hacer discípulos en la congregación, a partir de un grupo base. Se presentaron expresiones como “Tuvimos que pagar el precio” y otras semejantes, que demuestran que el ministro tuvo que actuar con determinación y osadía, ya que se topaba con un cambio de cultura. Se observó que en casi todos los casos, la participación de la Asociación/Misión estuvo restringida a dar el permiso para comenzar con la experiencia innovadora. En casos específicos, el Campo apoyó financieramente y flexibilizó el calendario de actividades.

 Sobre el valor de la iniciativa, Elena de White declaró: “Algunos de los que se dedican al servicio misionero son débiles, sin nervio, sin ánimo, fáciles de desalentar. Les falta energía. No tienen aquellos rasgos positivos de carácter que dan fuerza para obrar –el espíritu y la energía que encienden el entusiasmo. Los que quieren obtener éxito deben ser valientes y llenos de esperanza. Deben cultivar no solo las virtudes pasivas, sino también las activas”.[2]

Formación intencional de líderes

 Se desarrolló un proceso transformador en la visión y la preparación de los líderes con un fuerte énfasis espiritual. El pastor de distrito fue el responsable por seleccionar un pequeño grupo de dirigentes y vivenciar con ellos, en la práctica, los principios del discipulado por medio de una propuesta relacional. En palabras de uno de los participantes de la evaluación: “El método fue simple, pero el efecto en la vida de las personas fue grande, pues el plan y el propósito eran divinos”.

El período de convivencia en grupo tuvo un tiempo variable. En una de las experiencias, la duración fue de 4 meses; en las demás, se extendió por un período de 9 a 18 meses, dependiendo del grado de madurez de los líderes que estaban siendo discipulados. En todos los casos, la formación de un prototipo fue la estrategia adoptada. Los líderes entrevistados resaltaron que no debe haber prisa en el proceso, para que pueda ser realizado con consistencia.

 Se sintieron pastoreados y, como consecuencia, aptos para pastorear a las personas. Algunos dijeron que “la experiencia vivida fue transformadora y con efectos eternos”. Otros fueron más allá, y declararon: “Es necesario trabajar primero en la transformación para tener personas motivadas, y no al contrario”.

Robert Coleman declara que el método de Cristo tenía como base a las personas. “Es interesante destacar que Jesús comenzó a reunir a aquellos hombres antes de organizar campañas evangelizadoras, o antes incluso de predicar en público. Las personas eran la base de su método para ganar el mundo para Dios. […] Por lo que parece, la necesidad no era apenas la de reclutar unos pocos laicos, sino de mantener el grupo suficientemente pequeño para que pudiera ser bien trabajado”.[3]

 Pastoreo en red

 Estas iglesias presentan un sistema de cuidado, atención y desarrollo de sus miembros semejante a una red interconectada. En esencia, hay pastorado efectivo. Cada congregación tiene una red con sus particularidades; sin embargo, existe un patrón con algunas características esenciales:

 1.  Niveles de liderazgo. Se identificó una conexión entre los diferentes niveles de la red. El modelo utilizado por la mayoría de ellos incluye coordinadores, supervisores, líderes y líderes aprendices.

 2.  Grupos pequeños. Así como la base de liderazgo fue conducida en su discipulado en pequeño grupo, el proceso es reproducido de manera semejante para toda la iglesia. En este aspecto, los Grupos pequeños son considerados esenciales en todos los casos. En algunas circunstancias, aparecen integrados a las Unidades de Acción de la Escuela Sabática. Esos Grupos pequeños no son solo un programa semanal, sino una estructura continua de pastorado.

3. Supervisión. Los líderes de los Grupos pequeños tienen a alguien que los anima, que ora por ellos y que los ayuda a solucionar sus problemas de manera personal. Como consecuencia, hacen lo mismo con aquellos que están bajo su supervisión y pastoreo.

4. Encuentros regulares. Existen encuentros regulares entre los niveles de liderazgo y las personas que están dentro de la red de discipulado. Las reuniones ocurren con una frecuencia semanal o quincenal, para la interacción entre los miembros, el intercambio de experiencias, y para darse mutuamente ánimo.

 5. Capacitación y formación de nuevos líderes. Hay una preocupación real con la formación de nuevos líderes, para garantizar el cuidado y el desarrollo de las personas.

 En algunos casos, miembros del grupo que todavía no son bautizados están preparándose para el bautismo y también para asumir el pastorado de un nuevo grupo.

David Cox contribuye con la idea de red de pastoreo, al decir que “todas las iglesias necesitan una red abarcadora de Grupos pequeños, que ayuden a construir una comunidad verdaderamente cristiana”. [4]

 Estructuras facilitadoras

 La investigación mostró que dos estructuras, la Escuela Sabática y los Grupos pequeños, se destacan en la facilitación del proceso de discipulado. Ambas presentan principios semejantes y complementarios: la Escuela Sabática, con mayor actuación en la iglesia; y los Grupos pequeños, en las casas. Se observó, también, que la integración (fusión) de esas estructuras es variable. Sin embrago, las entrevistas demostraron que el aspecto primordial para el éxito no es el foco en las estructuras sino en la comprensión y la práctica de los principios del discipulado.

Nuevas generaciones

Las iglesias que se destacan en el discipulado demostraron preocupación especial por las nuevas generaciones, implicándolas en el proceso y ocupándose en las clases de la Escuela Sabática de las divisiones infantiles, en los clubes de Conquistadores y de Aventureros, y en los Grupos pequeños dirigidos a niños y adolescentes.

Estas congregaciones están diciendo que las próximas generaciones recogerán los frutos de las semillas sembradas en la actualidad. Al discutir sobre el cuidado de las nuevas generaciones, Don MacLafferty advierte: “Muchos niños están creciendo sin tener a alguien que los abrace, que los ame o que los guíe. Muchos de ellos se están educando a sí mismos […]. Ellos crecen sin tener a alguien para que escuche sus cuestionamientos, para amarlos lo suficiente para desafiarlos o que se preocupe bastante como para guiarlos a descubrir a Jesús por ellos mismos”.[5]

 Compromiso con la misión

  Las iglesias entrevistadas también demostraron preocupación por involucrar a la mayor parte de sus miembros en algún ministerio o actividad misionera. Se usan expresiones como trabajo voluntario, capacitación y compromiso total de los miembros. En algunas de esas iglesias, el compromiso de los miembros en ministerios para servir y salvar a las personas es superior al 60%.

 En relación con esta característica, Jair Miranda afirma: “Una vez que los miembros están unidos para la adoración y salen juntos para servir al prójimo con actos desinteresados de compasión, los amigos de la iglesia que todavía no asumieron un compromiso con el Señor Jesús se admirarán por el cuidado de la iglesia, y su corazón será tocado por los estímulos del amor”.[6]

Comentando sobre el compromiso de los miembros en la misión, Elena de White declaró: “En todas partes hay tendencia a reemplazar el esfuerzo individual por la obra de las organizaciones. La sabiduría humana tiende a la consolidación, a la centralización, a crear grandes iglesias e instituciones. Muchos dejan a las instituciones y las organizaciones la tarea de practicar la beneficencia; se eximen del contacto con el mundo, y sus corazones se enfrían. Se absorben en sí mismos y se incapacitan para recibir impresiones. El amor a Dios y a los hombres desaparece de su alma.

 “Cristo encomienda a sus discípulos una obra individual, que no se puede delegar. La atención a los enfermos y a los pobres, y la predicación del evangelio a los perdidos, no debe dejarse al cuidado de juntas u organizaciones de caridad. El evangelio exige responsabilidad y esfuerzo individuales, sacrificio personal”.[7]

Recomendaciones

Los investigadores escucharon las sugerencias de los entrevistados sobre lo que podría facilitar la implantación de un proceso de discipulado consistente. Las principales recomendaciones son las siguientes:

1. Pastores con visión en el proceso de formación de discípulos. Uno de los factores que desencadenan el proceso de formación de discípulos consistente de esas iglesias fue la iniciativa pastoral. Eso comprueba la gran influencia del liderazgo del pastor de distrito. Por lo tanto, se sugiere:

a. Los pastores en actividad profundicen su conocimiento y práctica sobre el proceso del discipulado, por medio de lecturas, participación en seminarios e intercambio de experiencias con otras personas que estén viviendo el proceso.

 b. Los pastores sean preparados desde el seminario teológico con una visión formadora de discípulos.

 2. Programas adaptados. Los participantes relataron que para hacer discípulos, es necesario tiempo para dedicar a las personas. Por esta razón, los programas locales deberían ser reducidos y adaptados de acuerdo con la realidad de cada congregación, a fin de dar soporte a la visión de discipulado.

Esta recomendación converge con las investigaciones sobre iglesias saludables que simplifican sus programas. Thom Rainer y Eric Geiger afirman: “Muchas de nuestras iglesias se hacen complejas. […] Tan complejas que muchas personas están ocupadas haciendo iglesia en lugar de ser iglesia. […] La acumulación de cosas puede hacer que parezca que todo está bien. El exceso de actividades es un óptimo disfraz para la falta de vida”.[8]

3. Procesos continuos. Las iglesias que emprenden el proceso de formación de discípulos necesitan pastores dispuestos a permanecer por más tiempo, pues el cambio de paradigma es lento. Los ministerios más largos favorecen esa propuesta. Además de esto, es necesario que el próximo pastor dé continuidad al proceso establecido.

 4. Materiales y modelos flexibles. Cada iglesia tiene su propio contexto, y es importante no restringir materiales ni modelos. En el proceso, lo que debe ser innegociable es la disposición a llevar a la iglesia a vivir los principios del discipulado.

 5. Papeles ampliados. La sugerencia es que los administradores y los directores de departamentos de las Asociaciones/Misiones actúen, también, como formadores de discípulos, priorizando a las personas y el apoyo al proceso de formación de discípulos de la iglesia local. Durante las entrevistas, uno de los participantes afirmó: “Es necesario vivir el discipulado en todos los niveles”.

Conclusión

Las prácticas comunes observadas en estas congregaciones contribuyen a la formación de discípulos de Cristo. Por haber vivenciado una experiencia transformadora, los miembros presentan un alto nivel de satisfacción. Muchos de ellos relataron cómo dejaron de ser meros espectadores, y se transformaron en personas activas y bien integradas. Como resultado, el porcentaje de miembros comprometidos en la misión, así como el número de bautismos en esas iglesias, está por arriba del promedio del Campo local, y las pérdidas son sensiblemente menores.

Por lo tanto, para que haya una multiplicación del número de iglesias y grupos que vivan esta experiencia, sugerimos:

 a. Desarrollar una cultura de discipulado que contemple las diferentes generaciones, por la que la planificación, las acciones y las evaluaciones se constituyan en un proceso, y no en programas aislados.

 b. Ampliar las actividades de los directores de departamentos y de los administradores de las Asociaciones/Misiones, para que haya un apoyo significativo al pastor de distrito en la implementación del proceso de formación de discípulos. Es necesario concentrar la atención en los principios y en las prácticas, y no en modelos o en estructuras.

c. Establecer una red de pastorado para que haya gente que cuida de gente.

 d. Utilizar el tiempo necesario, de acuerdo con la realidad de cada lugar, para que los procesos transformadores sucedan de manera natural.

¿Qué tal reflexionar sobre estas prácticas, y comenzar a implementarlas en tu ministerio? ¡Es hora de causar una gran revolución!

Sobre el autor: Helder Roger es vicepresidente de la Iglesia Adventista para América del Sur y Everon Donato es el líder de Ministerio Personal y Acción Solidaria Adventista para América del Sur.


Referencias

[1] Bill Hull, El pastor hacedor de discípulos (Bogotá: Ediciones Berea, 2012), p. 6.

[2] Elena de White, Servicio cristiano (Buenos Aires: ACES, 2007), p. 174.

[3] Robert Coleman, O Plano Mestre de Evangelismo (San Pablo: Mundo Cristão, 2006), pp. 17, 20.

[4] David Cox, Pense em Grande, Pense em Grupos Pequenos (Lisboa: Publicadora Atlântico, 2000), p. 32.

[5] Don Maclafferty, De Dentro para Fora (San Luis, MA: Visualgraf, 2010), p. 25.

[6] Jair Miranda, Igreja em Missão (San Pablo: Regente, 2015), p. 50.

[7] White, El ministerio de curación (Buenos Aires: ACES, 2007), p. 65.

[8] Thom Rainer y Eric Geiger, Igreja Simples (Brasilia, DF: Palavra, 2011), p. 32.