¿Por qué un Dios de amor habría ordenado el exterminio de naciones enteras?

    El 7 de enero, un ataque terrorista en París causó conmoción en todo el mundo. Los hermanos Cherif y Said Kouachi (y otros dos cómplices) atacaron la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo, dejando doce muertos. La tragedia conmovió, al despertar sentimientos de inseguridad. En definitiva, en el horizonte cultural todavía está clara la imagen del atentado ocurrido el 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, considerado el mayor de la historia.

    Tales acontecimientos disparan otra vez una cuestión bastante discutida: los atentados ¿son fruto legítimo de la religión musulmana, que promovería la Yihad, o “Guerra Santa”, contra los infieles?[1]

    Para los cristianos, volver a discutir sobre Guerra Santa en pleno siglo XXI adquiere un significado más amplio. De hecho, ciertos autores realizan un relevamiento de cómo los cristianos todavía aplican a contextos bélicos textos de libros como Josué. Por ejemplo, en noviembre de 2004, después de un ataque a la ciudad de Falluya, usando textos del libro de Josué, el capitán militar Kenny Lee animó a los sobrevivientes a atacar a los enemigos. “Repetidamente los cristianos han utilizado acontecimientos como la invasión de Jericó para asegurarse a sí mismos de que están causando terror en el mundo en el nombre de Dios y con su bendición”.[2]

    Además, la propia Biblia igualmente avala y narra eventos que tratan de lo que podría ser encuadrado como “Guerra Santa”. De esta manera, crece la opinión popular de que el fundamentalismo religioso puede conducir a una expresión tan radical de religiosidad que toda libertad perdería sentido, dando margen para la posibilidad de que las minorías sean exterminadas.[3]

    Estas cuestiones mencionadas merecen ser claramente respondidas. William Dembinski escribió: “La cuestión, por lo tanto, no es lo que las personas hicieron en nombre del cristianismo, sino lo que el cristianismo es en esencia”.[4] La cuestión central es: ¿cómo un Dios de amor puede ordenar a un pueblo que mate a otro? ¿Tiene Dios algún placer en la guerra y en el sufrimiento de los inocentes?

GUERRAS EN LA BIBLIA

    YHWH convocó a Moisés para libertar a su pueblo, esclavizado por la nación egipcia. El Éxodo, además de la liberación, fue también la autorrevelación divina y un juicio contra Egipto (Éxo. 12:12). De tan notorias, las plagas que posibilitaron la libertad a Israel difundieron el nombre de Dios hasta en la tierra de Canaán (Jos.2:10). Es más, la orden divina a Israel requería la destrucción de los pueblos del otro lado del Jordán (Núm. 33:51-56; Jos.11:20).[5] Es necesario recordar que Dios es el verdadero dueño de la tierra y la da a quien él quiere. La tierra es tanto un don de Dios como algo que exigía la conquista de los israelitas.[6]

    Aparentemente, hubo una acción genocida, que implicó la matanza indiscriminada de centenas de millares de inocentes. Sin embargo, al prestar atención a la situación que Israel tendría que enfrentar, verificamos que no estaban luchando contra pueblos pacíficos. El propio Jehová previno a Moisés respecto de los hijos de Anac (Deut. 9:1, 2).

    Vale la pena resaltar que las leyes bíblicas incluían normas para la guerra (Deut.20), cosa que integraba la cultura establecida.[7]

Sin embargo, Israel no reproducía simplemente la práctica cultural. Israel no practicó la sangrienta crueldad presente en las inscripciones asirias; y recibió la prohibición específica contra la violación de mujeres; hasta los árboles frutales estaban protegidos.[8]

    No hay un patrón uniforme cuando estudiamos las guerras plasmadas en la Biblia;[9] ni siempre el exterminio de los enemigos era ordenado en la guerra. Eso difiere de la actitud de los enemigos de Israel, conocidos por sus actos crueles (Lam. 5:2-15).

    ¿Por qué Dios ordenó específicamente el extermino de los pueblos de Canaán? Muchos comentaristas bíblicos se sienten muy poco cómodos con la narrativa del exterminio,[10] al punto de que la cuestión es señalada como la más difícil para la ética del Antiguo Testamento.[11] Se han propuesto algunas formas de interpretación del texto, muchas de las cuales acaban descalificando al Antiguo Testamento como Palabra de Dios, o ubicándolo en una categoría de revelación menor, en relación con el Nuevo Testamento.[12]

    De acuerdo con los registros históricos, los pueblos distribuidos por la región eran proverbiales por su maldad extrema, y el propio Jehová anunció que la conquista de la tierra se daría por causa de las prácticas inicuas de aquellos pueblos (Deut. 9:5).

    Durante siglos, Dios había permitido que los cananeos mantuvieran su rechazo a lo que conocían en relación con él. Ellos tuvieron, y despreciaron, las oportunidades de serle obedientes.[13] Si comparamos Deuteronomio 2:20 con Génesis 15:5 y 6, veremos que las mismas naciones interrelacionadas aparecen en los dos textos: hijos de Anac, zomzomeos.

    Estas y otras naciones cananeas habían tenido contacto con Abraham y pudieron conocer algo del Dios a quien él servía. A los habitantes de Canaán se les daría, todavía, un tiempo de gracia. Sin embargo, Dios sabía que los cananeos continuarían impenitentes, por lo que prometió la ocupación de la tierra de ellos por parte de la descendencia de Abraham (Gén. 15:16).[14]

    Existen acontecimientos que nos ayudan a recordar el grado de depravación al que descendieron las naciones de gigantes y sus coterráneos.[15]

    Examinaremos con más detalles las costumbres de los pueblos de Canaán, para entender las razones por las que Dios ordenó la eliminación de aquellos pueblos.

EL CÁNCER CONTAMINÓ CANAÁN

    Hay un principio bíblico que dice que aquello que adoramos tiene el poder de transformarnos, moldeando nuestra cultura, nuestras preferencias, reacciones y percepciones (Jer. 2:5; 2 Cor. 3:18). Cuando examinamos el panteón de las divinidades cananeas, entendemos los motivos para una subversión de su cultura.

    Los principales dioses, El y Asera, eran una pareja que generó setenta hijos. Uno de ellos, Baal, se casó con una de sus hermanas, Anat. Asera sedujo a Baal y él le contó lo ocurrido a su padre. El, el dios principal, animó a su hijo para que aceptara relacionarse con su madre. Además de esto, Baal tenía como consorte a su primera hija, Pidary.[16] Paralelamente, la sociedad de Canaán orientó su visión sobre el incesto en conformidad con sus dioses. “Las primeras leyes cananeas prescribían muerte o exilio para el incesto”, observa Clay Jones. “Después del siglo XIV a.C., las penalidades fueron reducidas a no más que el pago de una multa”, concluye.[17] Vale recordar que el siglo XV a.C. fue justamente la fecha del Éxodo, la salida de Israel de Egipto. Los cananeos estaban maduros para el juicio.

    La inmoralidad de los cananeos también formaba parte de su culto: los sacerdotes, probablemente, realizaban los rituales desnudos. El sexo explícito era parte del culto cananeo, porque la religión de ellos consistía en un culto a la fertilidad.[18] La sexualidad cananea estaba totalmente depravada en ocasión del Éxodo. El 199º estatuto de las leyes hititas decía: “Si alguien tiene relaciones sexuales con un cerdo o un perro, él morirá. Si un hombre tiene relaciones con un caballo o con una mula, no habrá puniciones”.[19]

    Frente a esto, ¿qué iba a hacer un Dios de amor? Si Dios no interviniera periódicamente, refrenando el pecado y castigando a los culpables, ¿qué sería del mundo? En palabras de un estudioso, “nos gustaría creer que tales cosas nunca acontecieron, o que si ocurrieron nunca fueron recomendadas por Dios”.[20] Pensando en eso, si una mujer descubriera un cáncer de mama en estado inicial, ¿no operaría antes de que se instalara irreversiblemente en todo su organismo? Por más traumática que fuese la cirugía, perder la mama y continuar viva ¿no le sería mejor que enfermar hasta la muerte? Los cananeos eran la parte afectada por el cáncer. Dios los amaba, pero dejarlos vivos sería lo mismo que contaminar a toda la humanidad con su influencia maléfica.[21]

    Tal afirmación es verificable. Note que los israelitas no cumplieron completamente la orden divina, pues dejaron algunos resquicios de los cananeos en las tierras que pasaron a habitar (Juec. 2:1-4). Aquí está el resultado: “La lección de Jueces es que Israel se corrompió porque ellos no erradicaron a los cananeos. Que Gedeón levantó un ídolo, que Jefté sacrificó a su hija o que Sansón tuvo sexo con una mujer cananea es mostrado como evidencia de la corrupción, difícilmente tolerable, de ellos”.[22]

    No caben dudas de la malignidad de los cananeos. Ellos sacrificaban niños al dios Moloc, practicaban la paidofilia, la homosexualidad, el bestialismo, y eran extremadamente sanguinarios.

    A pesar de que la realidad era esta, ¿acaso Dios tenía el derecho de ordenar el exterminio de naciones enteras?

JUSTO JUEZ

    El erudito adventista Roy Gane cuestiona si hay diferencia entre lo que Israel hizo y otros casos de genocidios. Él asume que Israel actuó sobre la base de la “directa revelación de Dios y llevando la justicia retributiva en su nombre”. Aunque, según Gane, los musulmanes extremistas pudieran argumentar diciendo que actúan por orientación de Alá, en casos de atentados, hay un punto que debe ser considerado: “¿Qué divinidad es verdadera y, antes que todo, tiene autoridad final sobre la vida humana?”[23]

    Al contrario que en otras guerras religiosas, aquellas registradas en la Biblia explicitan la participación de Jehová, principalmente por medio de fenómenos extraordinarios dirigidos contra los enemigos (Éxo. 14:24; 2 Crón. 20:22-26; 32:21, 22).[24] Es claro que la participación divina creaba un contexto especial, que jamás podría ser reproducido en otra circunstancia.

    Algunas medidas militares solo tenían sentido en el contexto de Israel con la presencia del Señor asegurada entre ellos. Copan definió bien este aspecto del problema, cuando escribió: “Algunos espectáculos televisivos alertan a los niños: ‘Niños, no intenten hacer esto en casa’. En forma semejante, nosotros podríamos decir sobre la situación de la ‘Guerra Santa’ de Israel: ‘No intenten hacer eso sin una revelación especial’ ”.[25]

    Otra razón para no aplicar literalmente las orientaciones dadas a Israel es que Dios instruyó a su pueblo de manera creciente, en la medida en que se relacionaba consigo (2 Ped. 1:19). En el caso en estudio, era primordial preservar al pueblo de una convivencia venenosa, que impediría a la nación de Israel un desarrollo suficiente, a fin de que por su intermedio viniera el Mesías.

    Dios tenía que ser justo, castigando no solamente a los paganos que amenazaban la espiritualidad y la seguridad de Israel, sino además a su propio pueblo elegido, en la medida en que este también se separaba de sus ideales.[26] Dios nunca permitió que su pueblo fuese totalmente aniquilado:[27] siempre habría un remanente del pueblo llamado a cumplir la obra de aquellos que se apartaban del ideal. Cuando finalmente Israel falló como nación, Dios convocó a su iglesia, formada a partir de un pequeño grupo de judíos.

    Pronto llegará el momento en el que Dios juzgue al mundo (Ecl. 12:17). Unos entrarán por los portales eternos; otros –por haber despreciado la gracia– serán exterminados, como los cananeos, por la gloria divina, que retribuirá a cada uno según sus obras. Él cáncer será, entonces, finalmente extirpado ¡de una vez por todas! La destrucción de los cananeos fue el ensayo; el concierto será en poco tiempo.

    Desdichadamente, incluso los cristianos vienen perdiendo el sentido de que todos compareceremos frente al Juez universal. Muchas veces, algunos cuestionan si Dios no estaría actuando en contra del libre albedrío que concedió a los seres humanos. Sin embargo, es cierto que el pecado trae consecuencias; las peores posibles.

¿Cuál es la razón de un rigor tan importante en la punición del pecado? El pecado separa a las criaturas de su Creador, privándolas de una vida útil y plena de amor. Aquellos que se identifican con el pecado y rechazan la gracia de Dios se apartan de la Fuente de la vida, y solo podrán sufrir y hacer sufrir a otros. Por eso, es necesario que el juicio de Dios elimine a aquellos que se hayan apegado indisolublemente al mal.

    Considerando el grado de degradación de nuestros días, son válidas las siguientes consideraciones: “Pero este es mi punto: nosotros no comprendemos la profundidad de nuestra depravación, ni el horror del pecado ni la justicia de Dios. Como consecuencia, no es sorpresa –cuando nosotros vemos el Juicio divino sobre aquellos que cometieron los pecados que cometemos– que quejas y protestas se levanten en nuestro corazón: ‘¡Esto es una barbarie divina!’, o ‘¡Esto es un genocidio divino!’

    Pero, el estudiar estas cosas a lo largo de los años me ha llevado a preguntar si los cananeos no podrían levantarse en el Juicio y condenar a esta generación”.[28]

    El Dios que odia el pecado castigará al mundo de una forma todavía más terrible, a fin de salvar a aquellos que no se contaminaron con el pecado, sino que eligieron lavar sus vestiduras (Apoc. 22:14) –lo que significa confiar en la purificadora justicia de Cristo–, permitiendo que él remueva toda mancha de pecado. Todavía es tiempo de ser puros, en medio de la corrupción que impera en un mundo que, a semejanza de Canaán, camina hacia el Juicio.

Sobre el autor: Pastor en el Instituto Adventista Paranaense, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] Ver John Paulien, Armagedon at the Door: An Insider’s Guide to the Book of Revelation (Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing, 2008) p. 9-ss.

[2] Nick Solly Megoran, The War on Terror: How Should Christian Respond? (Nottingham, UK: Intervarsity Press, 2007), p. 72.

[3] Hélio Schwartsman, Folha de Sao Paulo 18/09/2012, p. A2.

[4] William Dembinski, The End of Christianity: Finding a Good God in an Evil World (Nashville, TENN: Broadman & Holman, 2009), p. 15.

[5] Ver otros ejemplos: Deut. 7:2; 20:16; Jos. 6:21; 10:1, 28, 30, 32, 35, 37, 39, 40; 11:9, 11, 12, 20-22.

[6] Barna Magyarosi, Holy War and Cosmic Conflict in the Old Testament: From the Exodus to Exile (Berrien Spring, MI: Adventist Theological Society, 2010), pp. 27, 30, 32, 33.

[7] Daniel L. Gard en Stanley Gundri (ed.), Deus Mandou Matar? Quatro Pontos de Vista Sobre o Genocídio Cananeu (San Pablo, SP: Editora Vida, 2006), p. 128.

[8] Walther Eichrodt, Teologia do Antigo Testamento (San Pablo, SP: Hagnos, 2005), p. 118.

[9] Hans K. Larrondelle, Armagedom: O Verdadeiro Cenário da Guerra Final (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2004), p. 25.

[10] Ver Roy E. Gane, “Israelite Genocide and Islamic Jihad“, Spectrum, 34, t. 3 (2006), p. 61.

[11] Paul Copan, Is God a Moral Monster? Making Sense of the Old Testament God (Grand Rapids, MI: Baker Publishing Group, 2011), p. 158.

[12] Ver A. James Reimer, Christian and War: A Brief History of the Church’s Teachings and Practices (Mineápolis, MN: Fortres Press, 2010), pp. 26-34.

[13] Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 434, 435.

[14] Tremper Longman III, “O ponto de vista da continuidade espiritual”, en Gundri, ibíd., p. 181.

[15] Gleason L. Archer Jr., Merece Confiança o Antigo Testamento? (San Pablo, SP: Sociedade Religiosa ediciones Vida Nova, 2000), p. 196.

[16] Clay Jones, “We don’t Understand what Happened to the Canaanites: An Addendum to Divine ‘Genocide Arguments’ “, Philosophia Christi, t. 11, No 1 (2009), p.57.

[17] Ibíd., pp. 57, 58.

[18] Ibíd., p. 62; Francis D. Nichol, ed, SDABC, t. 1, p. 315.

[19] Harry A. Hoffner Jr., Incest and Beastiality in the Ancient Near East Orient and Occident (Germany: Neukirchen, 1973), citado en Clay Jones, ibíd., p. 64.

[20] Gordon J. Wenhan, Números: Introdução e Comentários (San Pablo, SP: Mundo Cristão, 1985), p. 219.

[21] Ver Gleason Archer Jr., Enciclopédia de Dificuldades Bíblicas (San Pablo, SP: Editora Vida, 1997), p. 153.

[22] Clay Jones, ibíd., p. 62.

[23] Hans K. Larondelle, ibíd., p. 27.

[24] Copan, ibíd., p. 161.

[25] Wenhan, ibíd., p. 219.

[26] Gard, ibíd., pp. 131, 132.

[27] Ibíd., p. 192.

[28] Jones, ibíd., pp. 71, 72.