Una entrevista con António Monteiro dos Anjos.
El 15 de marzo de 2012, António Monteiro dos Anjos, pastor adventista en Cabo Verde, fue falsamente acusado, arrestado, imputado y subsecuentemente llevado a la prisión civil en Lomé, Togo. Después de 22 meses en prisión, fue declarado inocente de todos los cargos contra él por la Corte de Apelación de Togo, y liberado el 13 de enero de 2014. El Pr. Monteiro y su familia pasaron su primer sábado de libertad en Dakar, Senegal. El Pr. Delbert Baker se reunió con el Pr. Monteiro y su familia en Dakar, y realizó la primera entrevista después de haber sido liberado. El Pr. Monteiro regresó después a su hogar en Cabo Verde, donde recibió una cálida y exultante bienvenida por parte de más de mil amigos y miembros de iglesia en el aeropuerto de la ciudad capital de Praia. La traducción del portugués al inglés de esta entrevista fue realizada por Andreia, la hija del Pr. Monteiro.
Delbert Baker: En pocas palabras, ¿cómo resumiría su experiencia de ser falsamente acusado, arrestado y puesto en prisión por casi dos años por un delito que no cometió?
António Monteiro: Auxilié a un hombre que vino a mi oficina en busca de ayuda; un hombre al que nunca había visto antes. Poco tiempo después, este mismo hombre, como se había metido en problemas con la policía, me acusó a mí y a otras personas por un delito del que yo no tenía ni idea. Como resultado de estas falsas acusaciones, fui arrestado y puesto injustamente en prisión.
Cuando caí en la cuenta de lo que esto significaba, fue como si los cielos se me cayeran encima. El último sermón que había predicado antes de ser arrestado había sido sobre el reavivamiento personal y el caminar con Dios. En ese momento, poco sabía cuánto necesitaría creer y seguir los mismos principios de los que estaba hablando. Mi fe fue probada, pero Dios me sostuvo.
Delbert Baker: La corte de Togo lo declaró recientemente inocente de todos los cargos. ¿Qué sintió cuando escuchó el veredicto?
António Monteiro: Estaba agradecido, aliviado y feliz. Recuerdo que, cuando el juez estaba leyendo las declaraciones con todos los términos legales y las leyes, los dos guardas que permanecían a mi lado se volvieron a mí y dijeron: “Pastor, ¡es un hombre libre!” Fue un momento muy intenso y gozoso. Mi primer pensamiento después de escuchar el veredicto fue: ¡Voy a ser muy feliz junto con mi esposa y mi familia!
Delbert Baker: ¿Cuáles fueron los factores que condujeron finalmente a su absolución y liberación?
António Monteiro: Primero, fue la intervención directa de Dios. Él tocó a muchas personas. Podría haber sido fácilmente ignorado y olvidado en prisión, pero mi esposa y mi familia, los líderes locales de la iglesia y los colegas en todos los niveles de la iglesia no me olvidaron. Entonces, Dios obró por medio del gobierno de Cabo Verde y los abogados defensores. El poder de Dios fue glorioso.
Delbert Baker: Al mirar hacia atrás, ¿tiene alguna idea de por qué Dios pudo haber permitido que esto sucediera?
António Monteiro: En verdad, no puedo explicar por qué sucedió esto. Pareciera que Dios estaba buscando alcanzar un propósito mayor. Me di cuenta de que no tengo que tener las respuestas para todas las cosas que nos suceden en la vida. Algunas cosas solo hay que vivirlas. Mi mayor preocupación era por mi familia. Si algo le llegaba a suceder a mi familia por lo que me estaba pasando, habría sido lo peor para mí.
Delbert Baker: ¿En algún momento las acusaciones y el tiempo pasado en prisión lo hicieron enojar o amargarse?
António Monteiro: No, no estaba enojado ni amargado. Sabía que no había nada que me relacionara con ese delito, y que estaba siendo tratado injustamente. En primera instancia, siempre preguntaba: “¿Por qué me está sucediendo esto?” Pero luego, comencé a preguntar: “¿Qué es lo que Dios desea que aprenda en esta situación?”
Decidí no perder el tiempo concentrándome en lo negativo, sino usarlo como una experiencia de aprendizaje. Vi a muchos otros prisioneros que estaban amargados, fuera de sí todo el tiempo. Vi lo que la ira y la amargura pueden hacer para quebrarlos y envenenar sus relaciones. No quería eso para mí.
Delbert Baker: ¿Qué sucedió con aquellos que fueron acusados junto con usted y que no fueron liberados?
António Monteiro: Alguien me lo dijo, y lo creo: yo estaba en una misión en prisión. Yo no debía dejar la prisión hasta no finalizar con mi misión. Esto también se aplica a los demás. Tenemos una misión que cumplir, y Dios estará con nosotros ya sea en prisión o en libertad.
Cuando salí de prisión, le dije al hermano Amah, a quien respeto y creo inocente, y a los creyentes, que ellos deben continuar la obra que comenzamos. Sigo orando para que el mismo Dios que obró con nosotros en el pasado continúe estando con ellos. Sigo preocupado por ellos y apoyándolos.
Delbert Baker: Si el veredicto hubiera sido diferente, ¿qué habría sucedido?
António Monteiro: Esa es una buena pregunta, y estoy feliz de no tener que responderla [risas]. Cuando estaba en prisión, realmente estaba convencido de que Dios me liberaría. Él me dio esa certeza. Sin embargo, sabía que no podía decir demasiado acerca de esa convicción. Pero, aun cuando creía que Dios me liberaría, estaba preparado para permanecer en prisión o para hacer los sacrificios a los que fuera llamado.
Delbert Baker: Usted respondió como un cristiano al ayudar a alguien que estaba en necesidad. Después, el mismo a quien ayudó lo acusó falsamente. Esta experiencia, ¿hizo que repensara la idea de ayudar a los demás?
António Monteiro: No. Lo que sucedió no influyó en mis deseos de ayudar a las personas. El hecho de que cosas no deseadas puedan suceder cuando hacemos el bien no debería impedir que respondamos al llamado divino de ayudar a los demás. Jesús hizo el bien, y mire cómo fue tratado en la cruz. En prisión, fui capaz de ayudar a más personas que nunca antes. Sin embargo, al ayudar a otros, siempre deberíamos ser sabios y tomar las precauciones necesarias.
Delbert Baker: ¿Siente que su experiencia espiritual previa lo preparó para esta prueba?
António Monteiro: Dios no permitiría que nos sobrevenga una prueba que no podamos soportar. Creo que Dios nos prepara para lo que enfrentaremos. Sí, mi experiencia previa con Dios me ayudó a prepararme para pasar por toda esta situación. No es que solo un evento te preparará.
Como Jesús, dije: “Señor, si es posible, que pase de mí esta copa”. Pero también agregué: “Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Esta era una cuestión en la que pensaba a menudo. Cada vez hay que enfrentar y desechar las dudas, para poder seguir avanzando.
Delbert Baker: Describa un típico día en prisión.
António Monteiro: Vivía en una prisión que estaba preparada para albergar a unos 500 reclusos, pero habían apiñados unos 2.000. Éramos unas 25 personas en la habitación donde yo estaba, sin ventanas y sin aire acondicionado. Nos levantábamos temprano. Yo dedicaba tiempo a estudiar la Biblia y a orar, y luego iba al patio. Muchos prisioneros consideraban que lo que nos servían no merecía llamarse comida. Por supuesto, se nos negaban las más básicas libertades.
A las 17:30, los guardias nos encerraban en nuestra celda, y nadie podía entrar ni salir hasta la 6 de la mañana del día siguiente. No teníamos camas, solo unas mantas sobre el piso duro. Había un gran balde en el medio de la celda, que todos usábamos como inodoro. No había privacidad. No hace falta que aclare que no es deseable vivir bajo esas condiciones. Debido al ambiente, abundaban las enfermedades y las peleas. Sin embargo, fui bendecido por la manera en que los demás prisioneros me respetaban y me trataban, y por el hecho de que no enfermé ni una sola vez.
Delbert Baker: Muchas personas de todo el mundo lo visitaron mientras estaba en prisión. ¿Qué es lo que estas visitas significaron para usted?
António Monteiro: Sí, las visitas fueron muy reconfortantes. Ahora entiendo lo que la Biblia quiso decir cuando nos anima a visitar a los que están en prisión. Cada visita era una demostración de amor y apoyo.
El momento más esperado del día era la visita de mi esposa. Se le permitía traerme comida, y ella lo hacía cada día. Con frecuencia, mis hijos también venían. Además, recibí la visita de los pastores y los líderes de la Misión y la Unión, miembros de iglesia, y representantes de la División y la Asociación General.
Una de las visitas especiales fue la del Pr. Ted Wilson, presidente de la iglesia mundial. Todos, prisioneros, guardias, oficiales, miembros y las personas de la comunidad quedaron impresionados porque el presidente viniera a visitarme.
Delbert Baker: ¿Qué lecciones aprendió de esta experiencia?
António Monteiro: Hay muchas lecciones que aprendí en prisión. Aprendí que existe poder en:
Perdonar sin resentimientos. Luché fuertemente contra la tentación de amargarme y desquiciarme por cómo fui tratado. Pero, recordé que Jesús también fue maltratado y falsamente acusado, incluso por sus mismos seguidores. Así que, mi plan fue perdonar y no guardar resentimientos. Esa es la razón por la que pude relacionarme bondadosamente con el hombre que me acusó falsamente, quien más tarde fue confinado en la misma prisión en la que yo estaba. Esto me dio fortaleza interior para soportar mi situación.
Aceptación sin resignación. No sabía qué era lo que el futuro me deparaba, pero acepté mi situación en la cárcel. Tenía la certeza de que en algún momento sería liberado, pero no sabía cómo ni cuándo sucedería. Por lo tanto, no dije a las personas cómo reaccionaría si no era liberado. ¿Por qué? Porque no quería que ellos me malentendieran y pensaran que no estaba seguro o que tenía dudas. No me resignaría a creer en la justicia contra las falsas acusaciones.
Compasión y generosidad. En prisión, siempre se presenta la oportunidad de ayudar a las personas. El amor y la generosidad fueron muy importantes en esa prisión. Éramos muchos prisioneros en un espacio reducidísimo. Constantemente me veía en la necesidad de mostrar el amor de Cristo.
Cuando las personas estaban hambrientas, necesitaban dinero, tenían problemas o se desanimaban, me ofrecía a ayudar con lo que estaba a mi alcance. Además, cuando los prisioneros se desquiciaban y peleaban, buscaba la paz y la reconciliación. Por sobre todo, cuando se me presentaba la oportunidad, compartía el evangelio. Existe una palabra en portugués, morabeza, que resume lo que buscaba demostrar. Es una palabra poderosa que significa hospitalidad, bondad y amor.
Confianza persistente en Dios. Tenía la certeza constante de que Dios estaba en la prisión junto a mí. No desistiría. Meditaba en la vida de algunos personajes bíblicos que fueron confinados a prisión: José, Jeremías, Pablo y otros, y eso me daba ánimo. Como Pablo, no era prisionero de Togo, sino de Jesucristo.
Emplear el tiempo sabiamente. Tenía tiempo en mis manos. Podía desperdiciarlo, o podía usarlo para fortalecerme espiritual y mentalmente. Leía la Biblia y otros libros. Oraba, llevaba un diario y escribía devocionales. Podía predicar, enseñar y aconsejar a otros. Trataba de usar mi tiempo de manera constructiva.
Delbert Baker: Usted habló acerca de perdonar a quienes lo acusaron falsamente. ¿De qué maneras fue capaz de ejercer el ministerio del perdón?
António Monteiro: Solo perdoné. A la luz de mi decisión de no amargarme ni vivir enojado, resolví perdonar, tal y como Dios me perdona. La venganza no vale la pena; por el contrario, nos hace pagar el precio.
Las personas veían que trataba amable y decentemente a mi acusador, y querían saber cómo podía hacer tal cosa. Esta demostración viviente de perdón me abría muchas oportunidades para la testificación, y esto comenzó a marcar una diferencia. La prisión se convirtió en un lugar más pacífico. Las personas decían: “Ya no podemos pelear como solíamos hacerlo, dado que el Pr. Monteiro está aquí” [risas]. El ejemplo de perdón es poderoso y contagioso.
Delbert Baker: Pudo testificar y evangelizar a muchas personas. He visto fotos en las que aparece conduciendo una Santa Cena y bautismos. Cuéntenos acerca de esas actividades de evangelización.
António Monteiro: La prisión llegó a ser mi territorio de evangelización, y mis compañeros eran personas a las que podía ayudar y, de ser posible, evangelizar. Las experiencias en prisión de Pablo, Daniel y José, y sus hábitos de testificación, fueron buenos ejemplos. Pablo testificó y ganó almas para Cristo mientras estaba encadenado. Daniel fue lanzado a una prisión por un tiempo, y testificó ante el rey. José fue enviado injustamente a prisión, y trató con bondad a los demás prisioneros.
Cuando llegué a prisión, me presentaron como pastor de la Iglesia Adventista. Los prisioneros quisieron que les predicara y les diera estudios bíblicos. Además, compartía libros y revistas que los miembros de iglesia me enviaban con este fin. Usé y regalé muchos ejemplares de la serie de “El gran conflicto“, cientos de estudios bíblicos, la serie Conectados con Jesús, y libros como El hogar adventista, El camino a Cristo y más de dos mil ejemplares de El conflicto de los siglos.
También organizamos grupos de oración y de estudio de la Biblia. También organizamos el Día de Oración por Togo. Por primera vez, musulmanes, católicos, protestantes y otras religiones vinieron juntos a orar por el país y los líderes de Togo. Estas actividades generaron unidad en la prisión.
Delbert Baker: En el modelo clásico de ministerio en las prisiones, las personas ministran desde afuera hacia dentro. En su caso, fue desde el interior hacia el interior. ¿Encontró dificultades para ministrar siendo un prisionero?
António Monteiro: A veces, era difícil ministrar en prisión, pero también había gozo, especialmente cuando veía oraciones respondidas y vidas transformadas. No fui a prisión con un plan específico de evangelización [risas]. El plan se desarrollaba a medida que se presentaban las situaciones.
Predicaba los martes y los jueves, y daba estudios bíblicos durante toda la semana. También, dedicaba tiempo a traducir la Biblia y el espíritu de profecía al portugués. Además, estaban las ceremonias bautismales y de Santa Cena, que generaban un impacto muy grande. En un servicio bautismal, fueron bautizados nuevos prisioneros y se unieron a la Iglesia Adventista.
Delbert Baker: ¿Cuál piensa que es el legado espiritual de su estadía en prisión?
António Monteiro: No estoy seguro de que podría llamarlo legado, pero me gustaría pensar que cumplí con la misión que Jesús me dio. Fui acusado de algo que no había cometido. Pero, al estar allí me di cuenta de la gran necesidad que había. Tenía algo especial para ofrecer, una tarea especial que hacer, y lo hice.
Delbert Baker: Es indudable que su ministerio continuará. ¿Cuáles son algunas de las posibilidades que vislumbra?
António Monteiro: Mi deseo es ministrar y ayudar a las personas. Veré qué es lo que Dios me tiene preparado. Tengo trabajo como pastor en la Asociación de Cabo Verde. Además, tengo gran interés por ministrar en prisión. Creo que puedo usar mi experiencia en prisión para ayudar a los que todavía están allí.
Delbert Baker: ¿Qué mensaje le gustaría compartir con todos aquellos adventistas y otras personas alrededor del mundo que oraron por su liberación?
António Monteiro: Tengo un mensaje de gratitud. Quiero decir a toda la iglesia mundial: Gracias, gracias, gracias. Estoy muy agradecido por el amor, el apoyo y las oraciones durante todo el tiempo que pasé en prisión. El amor de mi esposa y de mi familia, al igual que el de toda la iglesia, siempre permanecerá en mí.
Estoy agradecido por el apoyo de la Iglesia Adventista: fue un tremendo testimonio para el gobierno y el pueblo de Togo. También fue una poderosa demostración para mi propio país de que los adventistas permanecen unidos y se apoyan entre sí.
Estoy agradecido al Pr. Ted Wilson por su visita a la prisión y su constante apoyo. Estoy agradecido al Pr. Gilbert Wari y al equipo de la División Centro Occidental, al Pr. Guy Roger (y su equipo), al Pr. Salomon Assienin de la entonces Unión de Sahel. Un agradecimiento especial, también, para John Graz, y Ganoune Diop de la Asociación General y del departamento de Libertad Religiosa que ayudaron a mi familia y a mí, y lideraron el movimiento global para liberarme. También quiero manifestar mi profundo aprecio por los abogados defensores y a Todd McFaland del departamento legal de la Asociación General, por sus buenos consejos legales y su trabajo en mi defensa.
También estoy profundamente agradecido a todos los que me ayudaron y me apoyaron de una u otra manera. Las palabras no pueden expresar con plenitud mi gratitud. Tengo mucho por lo que estar agradecido.
Delbert Baker: Muchas gracias, Pr. Monteiro, por compartir su inspiradora experiencia, y por su mensaje de alabanza y gratitud hacia Dios. Tengo la certeza de que él continuará bendiciendo su ministerio por él.
Sobre el autor: Vicepresidente de la Asociación General.