El acto de planificar la vida nos obliga a adoptar estrategias que apunten al presente y, sobre todo, al futuro. En mi opinión, existen tres pilares fundamentales e inseparables en la planificación de la vida, en el siguiente orden de importancia: espiritual, familiar y financiero.

En el momento de enfocarse en planificar su vida, cada persona debe tener en cuenta varios aspectos. Entre ellos, se encuentra la búsqueda de conocimientos en sus diversos ámbitos: religioso, colectivo, académico, común o científico, el networking, el asesoramiento y la orientación; es decir, un conjunto de fuentes que proporcionan un marco seguro, encaminado a una mejor gestión de la vida en todos sus ámbitos.

Desgraciadamente, muchos descuidan o ignoran el pilar financiero. Además, la asociación injusta de las finanzas con la codicia contribuye a perpetuar el ciclo de ignorancia en lo que respecta a la educación y la planificación económicas. Esta mala herencia, que trasciende épocas, deja un legado de desapego del conocimiento, que es útil en todas las etapas de la vida, incluida la planificación de la sucesión y la herencia.

En este contexto, es recomendable abandonar las connotaciones negativas que tiene este tema y buscar información confiable sobre este asunto. Este ejercicio contribuirá a tomar decisiones conscientes y responsables, protegiendo al individuo y a sus familiares contra reveses financieros, e incluso contra inversiones irregulares e ilegales.

Además de la falta de conocimiento sobre educación financiera, factores como la mala administración, el desempleo y la escasez alientan a algunas personas a sumarse a promesas de alta rentabilidad y ganancia inmediata. Esto podría resultar en un mal terrible, que consiste en cometer graves errores financieros o caer en actividades ilegales.

Algunos lectores podrían preguntarse: “Entonces, las altas ganancias inmediatas ¿son incorrectas o ilícitas?” ¡Eso depende! Sin pretender agotar el tema, reflexionemos un poco sobre este asunto, incluso a la luz de la Palabra de Dios.

1. Inversiones apropiadas

Lo primero que todo el mundo debe tener en cuenta es que la rentabilidad de los recursos es proporcional al monto inicial invertido. Otro factor esencial que merece análisis es el criterio del “tiempo”. El plazo final para recoger la inversión será fundamental para que se puedan obtener los frutos de todo lo invertido. Cuando analizamos el monto inicial versus el plazo, surge el factor de riesgo. Cuanto más arriesgada o agresiva sea la inversión, puede generar mayores porcentajes en función del monto inicial invertido; sin embargo, sin contar con certezas de seguridad.

Igualar el trinomio monto inicial, plazo y riesgo requiere estudio. Lamentablemente, no todo el mundo puede acceder a este conocimiento. Así, la ruta supuestamente más fácil y rápida atrae con promesas de inversiones que “garantizan” ganancias elevadas, rápidas y libres de riesgos.

Uno de los ejemplos clásicos son los esquemas piramidales financieros. Este tipo de “inversión” aparece disfrazado de ganancias rentables y rápidas, pero por fuera de los criterios de legalidad. Recordando que esta y otras inversiones son consideradas ilícitas, la Iglesia Adventista del Séptimo Día las condena con vehemencia en todos los sentidos.

Y ¿cómo podemos asegurarnos de que un determinado tipo de inversión es apropiado? Podrán ser descartadas de la lista de inversiones legales todas las inversiones que no estén reguladas por las entidades gubernamentales o autárquicas que supervisan las actividades financieras. Por ejemplo, el Banco Central de cada país respectivo, Comisiones de Valores, Superintendencias de Seguros, etc.

2. Plan financiero

La educación financiera recomendada por la Iglesia Adventista, como estilo de vida que deben tener pastores, obreros, líderes y miembros, se basa en principios de la Biblia y el Espíritu de Profecía. Además, la iglesia recomienda varios libros, revistas, cursos bíblicos y otros materiales que sirvan de apoyo al público interesado en adquirir conocimientos sobre educación financiera.

Todos los pastores, los trabajadores y demás líderes deben tener un plan financiero basado, en primer lugar, en el principio de adoración, que es el diezmo. A continuación debe venir el porcentaje de la ofrenda y el pacto, en su caso. Además, el pastor debe separar los costos fijos de subsistencia familiar; es decir, sus gastos fijos mensuales. Finalmente, debe elegir una cantidad sistemática para invertir en inversiones diversificadas. Este modelo, sencillo y objetivo, será útil para el ministerio y la familia pastoral, y contribuirá a una vida de modestia y seguridad.

Un acercamiento homilético a Lucas 14:28 al 30 nos invita a reflexionar sobre ciertas prioridades que debemos elegir con miras a una mejor seguridad financiera, especialmente optando por las rutas de inversión, estudio, ahorro y dedicación que cada uno, según su realidad, podrá adoptar. En cada etapa, la planificación es esencial. Jesús dijo: “¿Quién de ustedes, queriendo edificar una torre, no se sienta primero a calcular el costo y ver si tiene lo que necesita para terminarla? No sea que después que haya puesto el fundamento no pueda acabarla, y los que lo vean se burlen de él diciendo: ‘Este hombre empezó a edificar y no pudo terminar’ ” (Luc. 14:28-30). Salomón también dejó varios consejos sobre la educación financiera y la provisión para la vida (Prov. 16:8; 22:7; Ecl. 4:5; 5:13; 10:10). En Proverbios 21:5, el sabio dice: “Los planes del diligente tienden a la abundancia; pero la prisa excesiva, a la pobreza”. Respecto de la ganancia fácil, Salomón añade: “La riqueza mal adquirida se disminuirá; la que se allega con mano laboriosa, aumentará” (Prov. 13:11). Que Dios nos dé fuerza y sabiduría para trabajar y adquirir recursos financieros, sin tomar atajos (2 Tes. 3:10; 1 Tim. 5:8).

Sobre el autor: abogado general de la Unión Brasileña del Este.