Asombro: ¿A dónde vas, Pastor?

Pastor: En busca de mi oveja.

Asombro: ¿Hasta dónde vas a ir?

Pastor: Tan lejos como mi oveja.

Asombro: ¿Cuán lejos puede ser?

Pastor: Hasta el fin del mundo.

Asombro: ¿Cuánto tiempo la buscarás?

Pastor: Hasta que la halle.

Asombro: Cuando la halles ¿vendrá a ti?

Pastor: No; huirá de mí.

Asombro: ¿A dónde irá entonces?

Pastor: A las rocas y la arena.

Asombro: ¿Cuándo se detendrá?

Pastor: Cuando ya no pueda correr más.

Asombro: ¿Qué harás tú entonces?

Pastor: La traeré al hogar.

“Tan pronto como se extravía la oveja, el pastor se llena de pesar y ansiedad. Cuenta y recuenta el rebaño, y no dormita cuando descubre que se ha perdido una oveja. Deja las noventa y nueve dentro del aprisco y va en busca de la perdida. Cuanto más oscura y tempestuosa es la noche, y más peligroso el camino, tanto mayor es la ansiedad del pastor y más ferviente su búsqueda. Hace todos los esfuerzos posibles por encontrar esa sola oveja perdida” (Servicio Cristiano, pág. 304).