Las librerías cristianas están repletas de libros escritos por sus principales promotores. Investigaciones académicas citan ampliamente a sus teólogos, y algunas iniciativas locales se inspiran en sus prácticas. El movimiento emergente ya no es algo restricto a algunos proyectos vanguardistas de las iglesias protestantes en Estados Unidos. Hace algún tiempo, el fenómeno se diseminó por el mundo, y ha influido el modo de ser iglesia en diferentes lugares del planeta, incluso en América del Sur.
A pesar de esa notoria expansión, se observa que, de manera general, la teología del movimiento emergente ha sido poco analizada críticamente. Por ese motivo, existe mucha desinformación sobre sus implicaciones, tanto de parte de los críticos como de los considerados sus adeptos. Tal condición puede provocar equivocaciones al evaluar, en aquellos que censuran proyectos contemporáneos de evangelización, como también serios errores en aquellos que sin ningún tipo de reflexión se dedican a predicar el evangelio en el contexto posmoderno.
El asunto es amplio, e imposible de ser agotado en pocas líneas. Sin embargo, algunos puntos básicos deben ser considerados al discutir sobre lo que significa la iglesia emergente, especialmente desde la perspectiva de cristianos que valoran la primacía de la Palabra.
En primer lugar, necesitamos reconocer que el fenómeno es complejo. Tratar a la iglesia emergente como si fuera un bloque monolítico es actuar con imprudencia. Incluso sus mayores promotores reconocen que la variedad de ideas presentes en su amplio espectro dificulta una definición exacta del movimiento. Dentro de su espectro, se encuentran teólogos conservadores que se preocupan por la contextualización del mensaje para los posmodernos; teólogos que están dispuestos a mantener los principales elementos de la doctrina cristiana, pero que desean reconstruir el modo de ser iglesia; y teólogos que se proponen causar una revolución a partir de una lectura posmoderna de la Biblia, con claras implicaciones sobre las creencias y el modo de ser iglesia en el siglo XXI. Por lo tanto, una evaluación honesta del movimiento debe considerar ese abanico de distinciones.
Como consecuencia, debemos reconocer que la iglesia emergente hace una lectura provechosa del contexto en el que vivimos. Ya que la preocupación del movimiento está relacionada con la proclamación del evangelio al mundo posmoderno, su análisis de nuestro tiempo provee insights muy útiles. Por ejemplo, sus teóricos fueron sensibles al hecho de que la mentalidad posmoderna está preocupada con los problemas sociales y es susceptible a las enseñanzas de Jesús, pero critica la apatía espiritual que permea muchas iglesias protestantes tradicionales. El libro de Dan Kimball, Ellos gostam de Jesus, mas não a igreja [A ellos les gusta Jesús, pero no la iglesia], publicado originalmente en 2007 y muy divulgado en la República del Brasil, es un ejemplo de cómo la iglesia emergente ha conseguido captar las señales de identificación de la sociedad actual.
Por último, aunque la iglesia emergente esté consiguiendo dialogar con la mentalidad posmoderna, debemos reconocer que la fuente en la que buena parte de sus adeptos está buscando respuestas está equivocada. Uno de los principales problemas del movimiento es colocar la cultura contemporánea por encima de la Biblia, hiriendo así el principio de la contextualización crítica, postura adoptada por serios investigadores de la misiología, por la que el evangelio es quien juzga y confronta todas las culturas, y no a la inversa. Para aquellos que valoran la primacía de la Palabra de Dios en todos los aspectos de la vida de la iglesia, a pesar de no concordar con diversos conceptos y prácticas del movimiento emergente, es necesario reconocer que este nos lanza un buen desafío a cada uno de nosotros, pastores y líderes: realizar una exégesis del mundo desde el punto de vista de la revelación bíblica. De ese indispensable diálogo entre el texto sagrado y el contexto actual, y por medio de una misión que contemple acción y reflexión, pueden surgir comunidades transformadas y transformadoras.
Sobre el autor: editor de la revista Ministerio, edición de la CPB