“Es al trabajar para suplir las necesidades de otros como ponemos nuestras almas en contacto con la Fuente de todo poder”.
Desprendimiento es la palabra que define el espíritu misionero en la historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. A propósito de esto, a principios del siglo XX, cuando la obra aún estaba comenzando en Sudamérica, Elena de White escribió: “Entre los habitantes de la Tierra hay, dispersos en todo país, quienes no han doblado la rodilla ante Baal. Como las estrellas del cielo, que solo se ven de noche, estos fieles brillarán cuando las tinieblas cubran la Tierra, y densa oscuridad a los pueblos. En la pagana África, en las tierras católicas de Europa y de Sudamérica, en la China, en la India, en las islas del mar y en todos los rincones oscuros de la Tierra, Dios tiene en reserva un firmamento de escogidos que brillarán en medio de las tinieblas para demostrar claramente a un mundo apóstata el poder transformador que tiene la obediencia a su Ley” (El evangelismo, p. 512).
El continente sudamericano recibió misioneros adventistas que, dejando sus respectivas patrias, formaron un “firmamento de escogidos” y dieron origen a la División Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, una de las mayores del mundo. Por eso, en 2015, la División Sudamericana estará enviando a 25 familias, dentro del proyecto Misioneros para el mundo, con una duración de 5 años y una inversión de 13 millones de dólares, provenientes de la iglesia y sus instituciones.
Este es nuestro deber: “El manifestar un espíritu generoso y abnegado para con el éxito de las misiones en el extranjero es una manera segura de hacer progresar la obra misionera en el país propio; porque la prosperidad de la obra que se haga en él depende en gran parte, después de Dios, de la influencia refleja que tiene la obra evangélica hecha en los países lejanos. Es al trabajar para suplir las necesidades de otros como ponemos nuestras almas en contacto con la Fuente de todo poder” (Obreros evangélicos, p. 481).
Los desafíos son inmensos. En la llamada “Ventana 10/40”, por ejemplo, tenemos el siguiente cuadro: 3.600 millones de habitantes; entre un 30 y un 40% de ellos son niños de hasta 15 años. Eso representa dos tercios de la población mundial, con un 84% de pobres. Hay 1.100 millones de musulmanes, 1.000 millones de hinduistas, 600 millones de budistas, 1% de cristianos y 0,001% de adventistas del séptimo día.
La División Sudamericana ha hecho su parte en el cumplimiento de la misión mundial. Los esfuerzos incluyen oraciones, ofrendas misioneras, envío de estudiantes en el proyecto Valdenses, que, en interacción con las universidades, realizan el trabajo de predicación; lo que también es realizado en los Centros de Influencia prestadores de servicios a las comunidades, en sociedad con la Agencia Adventista de Recursos Asistenciales, ADRA. También, está el ministerio con publicaciones y la utilización de medios de comunicación.
En el próximo año, el plan prevé la participación de 30 familias pastorales que vivirán lejos de su patria, cumpliendo la misión escrita en la Palabra de Dios: “Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14). Cada uno de nosotros tiene una parte que desempeñar, en el ámbito personal. Como líderes, también debemos inspirar, motivar y capacitar a los miembros de la iglesia, discipulándolos para que se conviertan en misioneros; cerca o lejos del hogar.
“El Señor ha tomado nota de toda fase del celo misionero manifestado por su pueblo en favor de los campos extranjeros. Él quiere que en todo hogar, en toda iglesia, en todos los centros de la obra, se manifieste un espíritu de generosidad mandando ayuda a los campos extranjeros, donde los obreros están luchando contra grandes dificultades para dar la luz a los que moran en tinieblas” (ibíd., p. 481).
Sobre el autor: Secretario ministerial asociado de la División Sudamericana de la Iglesia Adventista.