Fue por el año 1973 cuando empecé o preocuparme por mi contacto superficial con la Biblia, aun cuando cada año la leía de tapa a tapa. Entonces decidí dedicar más tiempo a la lectura de la Palabra, cambiando algunos métodos y procedimientos. Decidí que, con la ayuda de Dios, leería la Biblia cada mañana después de una oración personal, como la primera cosa del día.
No piensen que fue fácil empezar; tuve que levantarme mucho más temprano. Pero esa comunión más íntima y a hora más temprana con mi Dios, ha sido provechosa para mi vida espiritual. En lo pasado acostumbraba dejar lo lectura de la Biblia para el fin del día, antes de acostarme, y debo confesar que muchas noches no podía leer ni siquiera un capítulo entero. Ahora me siento mucho más feliz porque doy a mi querido Señor la primera y la mejor hora del día (Revista de la Semana de Oración de 1975, pág. 18).