El papel de la esposa del pastor en la salvaguardia de la salud mental de la iglesia

En el culto de oración

Uno de los problemas más tenaces y difíciles de resolver, que debe afrontar el pastor, se refiere a la dificultad de lograr que los miembros de la iglesia asistan a la reunión de oración de los miércoles. Se han ensayado innumerables métodos interesantes y novedosos con el fin de atraer a los hermanos y asegurar una buena asistencia.

Con bastante frecuencia se presentan las amonestaciones del espíritu de profecía referentes al culto de oración; a pesar de todo, los hermanos permanecen indiferentes. ¿No será que no hemos alcanzado a percibir todas las posibilidades que ofrece esta reunión de mitad de semana?

“Cuando el Espíritu de Dios obre en el corazón y limpie el templo del alma de su contaminación de mundanalidad y amor a los placeres, entonces podrá verse a todos en la reunión de oración, fieles a su deber y fervientes y ansiosos de cosechar todos los beneficios que puedan obtener… Una vez por semana debiera celebrarse una reunión de oración. En esas ocasiones debiera hablarse de la bondad y las innumerables misericordias de Dios. Si manifestáramos libremente nuestro agradecimiento por las bendiciones recibidas, así como hablamos de las injusticias, las dudas y la incredulidad, podríamos proporcionar gozo a los corazones de los demás, en lugar de abrumarlos con desánimo y tristeza. —“Testimonies,” tomo 4, pág. 461.

Hay quienes creen que no es adecuado revelar los problemas íntimos en la reunión de oración. Otros se cansan con las oraciones prolongadas y los testimonios. Y así, gradualmente, muchas iglesias se han apartado de la costumbre de hacer del culto de oración un servicio de carácter social. Y hasta donde atañe al razonamiento humano, casi no se las puede culpar.

La ciencia ha desarrollado nuevos métodos de terapéutica mental, que hemos tenido al alcance ce la mano, y tal vez no hemos sabido aprovecharlos para ayudar a los hermanos en sus problemas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las enfermedades mentales excedían en mucho a las posibilidades de atenderlas en forma individual, se desarrolló un método para tratarlas en conjunto. Los psiquiatras consideran este método como uno de los recursos terapéuticos más importantes.

Cuando sabemos que otros pasan por dificultades similares a las nuestras, cuando nos percatamos de que pertenecemos a un grupo, cuando hallamos apoyo y ayuda al trabajar en nuestros problemas y no sentimos más la soledad—entonces hemos encontrado algo que ayuda a contrapesar debidamente los poderes de la mente. Y si el terapeuta es hábil, cada miembro de un grupo como éste podrá obtener una mayor comprensión de sus necesidades, un esclarecimiento de su carácter y personalidad, y un medio adecuado para adaptarse al apremio, a la responsabilidad y al desafío que le ofrece la vida. La rehabilitación de un enfermo mental, generalmente requiere de cinco a doce meses. Las sesiones duran una hora y media, y se efectúan de una a tres veces por semana.

Otro descubrimiento interesante ha sido comprobar que se obtienen mejores resultados cuando el grupo formado por los enfermos no es ni demasiado heterogéneo, ni demasiado homogéneo. Dicho en otras palabras, los participantes resuelven mejor sus problemas cuando no los separan grandes diferencias en la edad, la educación, o en otros factores, de modo que tengan poco en común. Sin embargo, también se ha descubierto que cuando las personas son demasiado semejantes por su condición y conocimientos, no obtienen beneficios satisfactorios de esta clase de terapéutica basada en la acción recíproca de los enfermos del grupo.

Es fascinante observar las actividades de estos grupos, porque se produce una réplica y contrarréplica de hostilidad, ardor, temor, defensa, rechazo y aceptación. Los participantes pasan por una experiencia muy satisfactoria y esperan con placer la llegada de la sesión siguiente.

¿No recuerdan estos descubrimientos una costumbre de los primeros días de nuestra iglesia, que ya está casi olvidada?

“¿Cuál es el objeto que se tiene al reunirse? ¿Es para informar a Dios, instruirle, diciéndole en oración todo lo que sabemos? Nos reunimos para edificarnos unos a otros mediante el intercambio de pensamientos y sentimientos, para obtener fuerza, luz y valor al conocer mejor nuestras esperanzas y aspiraciones mutuas; y al elevar con fe nuestras oraciones fervientes y sentidas, recibimos refrigerio y vigor de la Fuente de nuestra fuerza. Estas reuniones deben ser momentos muy preciosos, y deben ser hechas interesantes para todos los que tienen placer en las cosas religiosas.”—“Joyas de los Testimonio,” tomo 1, pág. 271.

Esta amonestación no procede de las investigaciones de los psiquiatras, sino directamente del espíritu de profecía. ¡Cuánto hemos perdido en esta época turbulenta, al no prestar oídos al sabio consejo, que ahora también está recomendando el mundo!

¿No discierne la esposa del pastor esta inapreciable oportunidad para estabilizar la mente, de sí misma y de los miembros de la iglesia, y para animar a todos a asistir con fidelidad al culto de oración?

También puede ser útil al recordarle a su esposo que el culto de oración debe ser “vivo e interesante” (“Testimonies,” tomo 1, pág. 146), y que tal condición no se cumple cuando él solo toma parte. La ciencia médica ha descubierto que en la terapéutica del grupo de enfermos, el método de disertación es generalmente ineficaz para tratar y resolver los problemas individuales. ¿No encuentra una lección el pastor en este hecho?

“Las reuniones de oración deben ser los cultos más interesantes que se tenga; pero con frecuencia son mal dirigidas. Muchos asisten a la predicación, pero descuidan la reunión de oración. También en este punto se requiere reflexión. Se debe pedir sabiduría a Dios, y se deben hacer planes para dirigir las reuniones de manera que sean interesantes y atrayentes…. Las oraciones y los discursos largos y prosaicos no cuadran en ningún lugar, pero mucho menos en la reunión de testimonios.”—Id., tomo 1, pág. 458.

En la psicoterapia, el terapeuta es una persona sumamente hábil; nadie que sea meramente un doctor o una enfermera puede dirigir con éxito estas sesiones en que participa un grupo de personas enfermas. Es necesario que el médico se someta a una enseñanza especial para aprender a trabajar con los grupos, a promover la unidad, a comprender el funcionamiento de la mente, a avaluar los procedimientos y los resultados. De la misma manera, el pastor que pretenda obtener buenos frutos del culto de oración, debe prepararse a fin de saber tratar con los individuos del grupo y dirigir las discusiones. Pero cuenta con la valiosísima ayuda del Espíritu Santo que obra en cada mente y dirige la suya propia, y produce unidad de pensamiento y propósito. Todo ello nos indica que no hay mejor método para salvaguardar la salud mental de la iglesia que éste, que está, y que siempre ha estado al alcance de todo dirigente.

Las siguientes palabras de las Sagradas Escrituras debieran tener un nuevo significado para nosotros:

“Lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar; que fiel es el que prometió; y considerémonos los unos a los otros para provocarnos al amor y a las buenas obras; no dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, mas exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Heb. 10: 22-25.)

Para la esposa del pastor alerta y comprensiva se abren numerosos medios en que puede contribuir a la preservación de la salud mental de los miembros. He presentado unas pocas maneras en las que yo misma habría podido obrar mejor en el pasado si hubiera sabido más acerca del funcionamiento y el diagnóstico del comportamiento anormal.

Y siempre, sobre todo lo demás, la esposa del pastor puede ayudar a salvaguardar la salud mental amando a las multitudes.