Los sueños son parte de la vida. Soñamos con diferentes metas que queremos alcanzar. Nosotros, los pastores, además de los sueños personales, tenemos propósitos relacionados con nuestro ministerio. Queremos ver nuestras iglesias llenas de miembros fieles y espiritualmente saludables, administradas de manera equilibrada, y con una dinámica vibrante de discipulado que resulte en un crecimiento espiritual y numérico para el Reino de Dios.

 No importa si eres un pastor que está comenzando su trayectoria, estás en medio de ella o cerca de la jubilación; de hecho, todos queremos, como William Carey, hacer grandes cosas para Dios. Entonces, ¿cómo podemos sacar los sueños de nuestro corazón y ponerlos en práctica en nuestro ministerio?

 Creo que en este proceso hay una herramienta fundamental que nunca debemos olvidar: la planificación. A muchas personas les resulta difícil comprender su importancia o, incluso, elaborar un plan factible para su ministerio. Por lo que leí, por mis pasantías en iglesias de América del Norte y el Brasil y por mi experiencia ministerial, creo que la siguiente definición de planificación es apropiada: “La planificación no es más que convertir los sueños en metas alcanzables a través de estrategias saludables”.

 En realidad, la planificación funciona como un GPS. Primero, es necesario llegar a un consenso acerca del lugar al que se quiere ir (sueños), para entonces calcular una ruta hacia tu destino (estrategias saludables). Y esto aplica a los pastores de varias iglesias o de una sola, dirigentes de iglesias ricas o de escasos recursos, grandes o pequeñas. Lo importante es que la planificación se adecue a la situación. Cabe señalar que, sin planificación ministerial, solo somos un grupo de personas que intentan hacer algo importante y diferente para Dios, con la idea de que todo saldrá bien al final. Por lo tanto, me gustaría compartir algunas ideas sobre cómo podemos desarrollar una planificación funcional para nuestras iglesias, con el fin de organizar el trabajo, dar dirección a la congregación, generar compromiso personal y multiplicar discípulos para el Reino de los cielos.

Del sueño al plan

 Sigue la voz de Dios. Una buena planificación comienza con la sumisión de nuestra voluntad a los propósitos divinos. No todo lo que soñamos para nuestro ministerio es lo que el Señor quiere para su iglesia. Por lo tanto, al planificar, sé fiel a los escritos inspirados y permite que la voluntad de Dios prevalezca en todo tu trabajo.

 Escribe tus sueños. Sé muy claro, sencillo y objetivo al plasmar tus sueños en un papel, porque algo que parece complejo o confuso puede ser que no se entienda o no atraiga a la gente. Una de las experiencias más agradables al liderar la iglesia basado en un plan bien establecido es escuchar a los miembros de la iglesia decir: “¡Mi pastor sabe hacia dónde está llevando la iglesia!”

 Define la misión y la visión de tu iglesia. La declaración de misión, básicamente,expresa la razón de la existencia de laiglesia, o la responsabilidad que ha asumidoen el mundo. Esta declaración señalaa los miembros el segmento en el que seencuentra la iglesia y define su identidad.La misión generalmente no cambia con eltiempo, y ayuda en la planificación al proporcionaruna comprensión clara de la actividadde la congregación.

 A su vez, la visión comunica a los miembros lo que la iglesia quiere ser en el futuro. Es fundamental para el crecimiento de una congregación la formulación de su planificación estratégica, ya que determina, por ejemplo, qué se debe o no se debe hacer para cumplir la misión. La visión ayuda a sacar al equipo de dirigentes de la iglesia de la zona de confort al mantener el énfasis en el crecimiento.

 Desafortunadamente, muchas declaraciones de visión y de misión fallan porque son muy extensas. Una vez que la iglesia define su visión y su misión, debe trabajar para que estas declaraciones se expresen en frases tan breves y sencillas de recordar que faciliten su memorización y promoción.

 Haz un diagnóstico detallado. Ningún plan será adecuado a menos que tenga en cuenta la condición real de cada iglesia. Analizar la condición de tus congregaciones es un factor de éxito, ya que permite comprender fortalezas y debilidades, oportunidades y amenazas, así como maximizar las fortalezas y las oportunidades y minimizar las debilidades y las amenazas. Además, ayuda a evitar el uso de las mismas estrategias que posiblemente hayan salido mal en el pasado.

 Identifica tu público-objetivo. Toda planificación debe considerar las características de la comunidad alrededor de cada iglesia y también el perfil de los miembros locales. Esto te permitirá comprender las necesidades sociales que pueden satisfacer la iglesia, así como asignar los miembros adecuados para ministrar en este sentido.

 Determina los objetivos que te propones alcanzar. Teniendo en cuenta tu público-objetivo y los recursos humanos yestructurales disponibles para la iglesia,establece los objetivos que deseas lograr.Cuida que no sean más que cuatro metas,porque un número de propósitos mayorque este puede hacer inviable su cumplimiento.También recuerda que los objetivosdeben ser específicos, mensurables,alcanzables, relevantes y con plazos determinados.Las metas imposibles llevan a laspersonas a la frustración y a una sensaciónde derrota, por no cumplirlas.

 Evalúa cómo tu distrito puede contribuir a alcanzar las metas de tu campo local.Es muy importante conocer bien elplan de actividades del campo local a fin deque tu distrito contribuya eficazmente aél. Es fundamental establecer una planificaciónlocal que esté en consonancia con elprograma general del organismo superior.

 Establece las estrategias adecuadas para lograr tus objetivos. Las estrategias son las herramientas que utilizas para lograr tus objetivos. Cuanto más claro sea el diagnóstico de tu distrito, más fácil será definir estrategias. Nunca olvides que estas pueden cambiar a medida que surgen diferentes necesidades. Además, en el proceso de elaboración, intenta responder las siguientes preguntas: ¿quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuánto? Las estrategias precisas favorecen una planificación exitosa.

 Elabora el presupuesto. Es muy importante hacer una estimación del monto necesario para cumplir con los objetivos de planificación. En este punto, considera los recursos locales, los valores con que la iglesia cuenta en su caja y una perspectiva de cuánto pueden ofrendar los miembros; el presupuesto del Campo, los valores que puede enviar la administración regional para tus proyectos congregacionales; y otras donaciones de personas que no pertenecen a tu distrito.

 Involucra a los líderes en el proceso de planificación. Si quieres que tus sueños se hagan realidad, compártelos con los líderes. Cuando esto no se hace, tienden a considerar los planes como un “proyecto del pastor”, lo que resulta en una falta de motivación y compromiso. Recuerda que, si la planificación es solamente tuya, solo contarás contigo para llevarla a cabo.

 Mi sugerencia es que reúnas a los dirigentes en un lugar diferente, para una reunión programada específicamente para

discutir la planificación. Permite que se sientan libres de analizar todas las ideas propuestas. Escucha lo que tienen que decir, ya que la experiencia de los miembros locales es un recurso muy importante en este proceso. No temas aceptar sugerencias o considerar ítems acerca de los cuales tienes más experiencia. Al promover un ambiente agradable y colaborador, el plan resultante será el reflejo del equipo de líderes, no del pastor. Por lo tanto, sé paciente, cortés y entusiasta. Lleguen a una conclusión, a fin de que todo sea de todos y, así, todos alcancen todo. Incluso, si no llegas a ver todas las metas logradas, los dirigentes seguirán adelante con los sueños y le darán al próximo pastor un panorama adecuado de lo que está sucediendo.

 Presenta la planificación a la iglesia. Una vez que el plan se acuerda con los líderes,debe presentarse a la congregación.Lo ideal es que esto se haga en unprograma especial, con la participación delos líderes más influyentes y apasionadospor el plan aprobado. Recuerda que lospastores, por su cuenta, pueden conseguirpersonas que los sigan; pero los pastoresapoyados por líderes apasionadospor la planificación pueden ayudar a contagiara todos en la iglesia. Una frase populardice: “Si no sabes a dónde quieres ir,cualquier camino sirve”. Haría la siguienteparáfrasis: “Si no sabes dónde quieresir como pastor, ¿cómo llevarás a la gentehacia algún lugar?”

Del plan a la realidad

 Una planificación bien elaborada es importante, pero si los líderes y los miembros no se mueven para ponerla en práctica, nada ocurre. Para que esto suceda, además de sermones y programas que incentiven la acción, es necesario ocuparse en dos procesos fundamentales: capacitación y evaluación.

 Si no capacitas a los líderes locales, difícilmente lograrán llevar a cabo la planificación determinada. Por eso, antes de poner en práctica tus planes, capacita muy bien a tus colaboradores. Enséñales, por ejemplo, a liderar, aconsejar o resolver problemas. Cuanto más tiempo inviertas en la formación, más resultados positivos obtendrás, ya que las personas bien instruidas tienden a llevar a cabo la misión con efectividad. Y no tengo temor de decir: ¡pasa más tiempo entrenando que predicando! El sermón tiene muchas posibilidades de que se lo olvide en poco tiempo, pero el conocimiento queda grabado en la mente y nunca se borra. Las personas cualificadas servirán a Dios mientras seas su pastor, y también después de tu partida. Y esto es lo que importa en la obra de Dios: transformar a los miembros en discípulos para siempre.

 Otro punto fundamental en el proceso de ejecución de la planificación es la evaluación. Esta práctica es importante en todos los segmentos de la vida. Sin embargo, a muchos no les gusta que se los evalúe, ya que se sienten incómodos con la realidad que a menudo descubren. Sin embargo, quien no evalúa regularmente lo que está haciendo, ¿cómo puede estar seguro de que está haciendo lo correcto? ¿Y cómo saber si lograrás tus objetivos?

 La falta de evaluación es uno de los principales problemas en el proceso de implementación de planes. Sobre el papel, todo parece estar en orden, pero a menudo esto no sucede en la realidad debido a la falta de evaluación constante. ¡No existe la magia! Los objetivos se alcanzan cuando se persiguen con mucha dedicación, sudor y evaluación.

 Cuando evaluamos de manera transparente la ejecución de la planificación –y recomendamos que se haga cada dos meses–, podemos corregir las rutas equivocadas antes de que nos lleven al fracaso. La evaluación debe basarse en lo que se ha propuesto en el plan aprobado. No se puede evaluar lo que no se planificó. Un refrán dice que “es más fácil corregir el rumbo del barco cuando todavía no ha llegado lejos, que corregirlo al final del viaje, cuando ha llegado a su destino”.

 Al evaluar, es necesario ser cuidadoso con algunos detalles importantes. En primer lugar, evalúa procesos, no personas. Recuerda que, en la iglesia, generalmente todos son voluntarios que dedican tiempo, recursos y dones a la causa del evangelio. Otro punto importante es no permitir que la evaluación se convierta en motivo de enfrentamientos personales.

 Durante el proceso de evaluación, prefiere hacerlo de forma individual, ya que así la persona se siente más a gusto para hablar del proceso. Cuando la evaluación se lleva a cabo en grupo, algunos dirigentes pueden sentirse avergonzados o humillados por las comparaciones que eventualmente surjan durante la reunión. En una conversación personal, intenta hacer preguntas directas a los líderes sobre las estrategias y los objetivos propuestos, a fin de que encuentren respuestas seguras para los debidos cambios, si fueran necesarios. Aquí presentamos algunas preguntas sugerentes para este encuentro:

 ¿Qué objetivos bajo su responsabilidad se han logrado? Si aún no se han alcanzados, ¿qué pasó? Elogia al líder por el trabajo ya realizado y por los logros alcanzados. Si alguno de los objetivos no se ha logrado, analiza en detalle por qué no sucedió e identifica si hubo algún error estratégico.

 ¿Qué debemos hacer para lograr lo que no hemos logrado? ¿Qué estrategias podemos utilizar para alcanzar los objetivos establecidos? Estudia cuidadosamente nuevas estrategias para lograr estos objetivos.

 ¿Faltó algún tipo de capacitación o material de apoyo para ejecutar las estrategias estipuladas? Si hubo falta de capacitación o materiales, suminístralos rápidamente.

 Al final de la conversación, agradece el trabajo realizado para Dios hasta ese momento y motiva al dirigente evaluado a seguir avanzando en la búsqueda de las metas propuestas. No olvides que el seguimiento y la retroalimentación positiva son actitudes fundamentales para generar una dinámica de responsabilidad, compromiso y acción en torno a los objetivos existentes en tu planificación.

 Conclusión

 La planificación es una herramienta muy importante en la conducción de la iglesia para cumplir los sueños de Dios para ella. Si te equivocaste en alguna planificación, no te rindas. Mira hacia adelante y pon en práctica lo que no se ha hecho. Utiliza los errores como experiencia para tu vida ministerial, levanta la cabeza, confía en el Señor y avanza. ¡Él cuenta contigo!

Sobre el autor: pastor en Campo Limpo Paulista, SP