¿Cuántas decisiones difíciles has tenido que tomar en el transcurso de tu vida? Ciertamente, algunas estaban limitadas al ámbito privado. Otras fueron públicas. Lo cierto es que cada uno de nosotros enfrenta decisiones que deseamos no tener que tomar, por la dificultad que implican y por el conflicto que producen en nuestro interior. Por ejemplo, la decisión de aceptar o no un llamado, o un cambio de función.
Como pastores, no solo somos confrontados con decisiones difíciles en el ámbito personal, sino también somos buscados por otras personas que necesitan ayuda para tomar sus decisiones. Los miembros de iglesia enfrentan situaciones como el casamiento, las finanzas, la educación, la salud, el trabajo, y frecuentemente estos hermanos y otras personas de la comunidad solicitan nuestra intervención. Sin importar quién necesite nuestra ayuda, esto revela que el pastor es confiable. Pero ¿qué les diremos? ¿Qué camino señalar? Aun cuando no siempre les demos las respuestas que les gustaría escuchar, hay tres principios que podemos utilizar con el fin de impartir valiosos consejos.
Confianza en Dios
Nuestra sabiduría no viene de nosotros mismos. Pero nuestra dependencia personal de Dios nos capacita para proveer orientación significativa y sabia a los que nos buscan. Vivimos en un mundo en el que la tecnología, que debiera estar a nuestro servicio, a veces distancia a las personas unas de otras, y de Dios. Servimos a un Dios personal, que tiene un interés supremo en cada uno de nosotros.
Isaías 42:17 es una advertencia oportuna en los momentos en que estamos tentados a confiar en los grandes especialistas en las diversas áreas del conocimiento, descartando a Dios, considerándolos como verdaderos ídolos. En verdad, jamás deberíamos olvidarnos de las palabras del salmista: “En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?” (Sal. 56:11).
Cuando confiamos en Dios y aconsejamos a las personas que hagan lo mismo, eso no significa que los problemas desaparecerán, ni que las consecuencias serán siempre las que deseamos. Pero el temor y la desesperación desaparecerán.
Confianza en la palabra de Dios
Al igual que muchos pastores, a mí también me gusta visitar bibliotecas y librerías, y leer en ellas. Aun cuando mis actividades no me brinden muchas oportunidades para esto, cuando voy a una librería, noto que hay libros que abordan todos los campos imaginables: matrimonio, finanzas, dieta, auto ayuda, educación de los hijos; la lista es interminable. Algunos son muy buenos. Pero, necesitamos ir más allá de los buenos libros seculares, en beneficio de nosotros mismos y de los que necesitan nuestra ayuda. Sí, necesitamos confiar en la Palabra de Dios.
Las Sagradas Escrituras relatan lo que Dios hizo y dijo, mucho tiempo atrás, pero también posee un mensaje divino para nuestros días.” Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb. 4:12). Siempre que intentemos llevar a las personas a comprender que la Palabra de Dios es viva y eficaz, debemos asegurar que la presencia de esa Palabra en su vida les señalará la manera correcta de enfrentar los desafíos y tomar las decisiones certeras.
Confianza en las personas
Las relaciones saludables se construyen sobre la confianza entre las personas, y entre ellas y Dios. De la misma manera en que Dios confía en nosotros, debemos confiar en aquellos a los que servimos. Y, al igual que la Palabra de Dios transforma nuestra vida y nos ayuda a tomar las decisiones correctas, debemos creer que ella también dirigirá a otras personas en sus decisiones. Estas pueden no ser las mismas que nosotros tomaríamos; incluso hasta pueden ser diferentes de lo que recomendaríamos, pero no podemos presumir que Dios nos dirige solo a nosotros.
Jesús mostró confianza en sus seguidores. Juan 17 ejemplifica que el Maestro confiaba en los que también se convertirían en sus discípulos. A cierta altura del capítulo, ora: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo” (Juan 17:24). Luego, vino la traición, la crucifixión y la dispersión de los discípulos.
Aquellas palabras de confianza nos alcanzan. Cristo desea que estemos con él. Si el Maestro cree en nosotros, también podemos creer en las personas con las que trabajamos. Él nos dirigirá en nuestras decisiones.
Sobre el autor: Editor de Ministry.