“Pastor, ¿no cree Ud. que mi esposo y yo deberíamos separarnos por el bien de nuestros hijos? Peleamos todo el tiempo por cualquier cosa. No importa qué cosa haga yo o qué deje de hacer, a él no le agrada; y él también me fastidia. Ambos pretendemos ser cristianos, pero nuestros hijos oyen más peleas en el hogar que cualquier otra cosa. Y las cosas empeoran cada vez más. ¿No cree Ud. que todos estaremos mejor si nos divorciamos?”
¿Qué dirá el pastor? No puede contestar que sí, porque no todos estarán mejor. Estudios realizados han demostrado que las peleas por malas que puedan ser, no hacen tanto daño a los niños como el divorcio. Es algo como una tormenta en el mar, que puede ser desagradable para todos los pasajeros que van a bordo, pero la peor tormenta no es tan trágica para el barco como el naufragio. La luz del hogar puede ser empañada por las disputas de los padres, pero el divorcio la extingue por completo, en lo que atañe a los hijos.
Otra cosa, raras veces el divorcio resuelve el problema para los adultos. Más a menudo de lo que se cree contribuye a aumentar la confusión, la aflicción y la angustia de los padres. Según el testimonio personal de miles de hombres y mujeres, el divorcio no les reportó ninguna ganancia. Aun la parte inocente a menudo siente que de una manera u otra ha fallado.
Aunque en ciertos casos el divorcio pueda ser necesario, es demasiado frecuente para el bien de la sociedad y la fortaleza de la nación. El aterrador fracaso del hogar es otra señal de que el mundo está maduro para la destrucción. Satanás, el archienemigo de Dios, está haciendo todo lo posible para desintegrar todo matrimonio que puede, y arruinar la iglesia, pero los centinelas de las murallas de Sión deben dar la alarma y pelear contra el enemigo.
El pastor debe proteger el hogar e impedir el divorcio si es posible. Pero, ¿habrá el pastor cumplido con todo su deber si le dice a la hermana de nuestro caso que no debiera divorciarse sino permitir que siga esa situación familiar desfavorable?
Esta mujer no necesita el divorcio, sino que necesita saber cómo resolver su problema. Ahora bien, si el pastor es un consejero matrimonial, y es de esperar que todos los pastores lo sean, no se preocupará por encontrar quién es el culpable sino más bien a qué debe culparse. Tratar de averiguar si acaso el esposo, la esposa o la suegra es el culpable, no sólo es una pérdida de tiempo, sino que es perjudicial para el hogar. A menudo tal investigación tiende a fijar la atención en los errores y a aumentar las faltas de la otra parte. Esto aleja los afectos y sugiere la separación. De este modo la situación empeora.
Por otra parte, si se descubre qué ocasiona la dificultad se apunta a un blanco común y se sugiere una manera de estrechar la unidad en el hogar.
El consejero matrimonial cristiano que ha estudiado el plan de Dios y su propósito para el hogar comprende que el hogar debe satisfacer muchas de nuestras necesidades —físicas, sociales, emocionales y espirituales. Cuando el hogar, por cualquier motivo, deja de satisfacer estas necesidades básicas, una de las partes comienza a perder interés en él. y aun puede llegar a luchar contra él sin comprender cuál es la causa de su animosidad.
Si la esposa nunca tiene tiempo para conversar con su esposo, sino que constantemente lo está bombardeando con su descontento y las necesidades de la familia, a menudo lo induce a buscar compañía en otra parte. Si el esposo está demasiado ocupado para darle a su esposa el afecto que merece, y el tiempo que le pertenece, con frecuencia se siente tentada a aceptarlos de los extraños. Satanás está listo para entrar en el hogar, cualquiera vez que se descuide la puerta.
Cada miembro del hogar debe contribuir al bienestar de los demás tanto como se preocupa de recibir sus beneficios. Cuando se está más preocupado de lo que se recibe que de lo que se da, no se puede obtener satisfacción. Se está condenando a la frustración. Pero cuando se estudia la forma de contribuir al éxito del hogar y a la felicidad de la familia, se descubre una corriente constante de gozo y placer.
¿Cuáles son algunas de las cosas que el pastor puede decirle a esta esposa que cree que su hogar es un fracaso, y que la única manera de resolver esta situación es recurrir al divorcio? Sin perder tiempo en lamentar el hecho de que el esposo no quiera ceder ni quiera recibir consejos de nadie, el pastor puede sugerir algunas cosas sencillas que ella podría llevar a cabo, y que podrían cambiar a su esposo y hacer feliz el hogar. Aquello que se puede hacer para tener éxito en la vida hogareña es a menudo tan sencillo, que se desestima su importancia. En nuestro esfuerzo por solucionar nuestros problemas del hogar con frecuencia pasamos por alto justamente el remedio que curará los males, y comenzamos a tantear cosas desconocidas, complicadas, y nos perdemos en la niebla de la incertidumbre.
¿Cuáles son algunas de las cosas que esta hermana puede hacer para tornar menos infeliz la situación de su hogar? Una cosa es que ella esté allí. Esto es algo tan sencillo que a menudo no se lo toma en cuenta. Pero a ningún hombre le gusta llegar a una casa vacía. A un esposo le resulta difícil amar a alguien que está ausente. La esposa que quiera ser amada y apreciada estará allí cuando su e-poso llega al hogar. Los cuadros que penden de las paredes pueden ser valiosos, las alfombras pueden ser blandas, los muebles pueden ser elegantes, pero la casa parece desierta y desnuda sin la esposa y madre.
Otra cosa —ella puede ser atractiva en su apariencia personal. Una mujer de rostro triste y cansado, con ojos lánguidos, tiene pocas probabilidades de ser la reina del hogar. Una esposa vestida con un traje adecuado, con una flor en el cabello y una sonrisa en el rostro, que recibe a su esposo en la puerta cuando regresa del trabajo, ya tiene ganada la partida.
Y luego, hay un secretito que todas conocen, pero muchas no se dan cuenta de él. Una casa limpia y ordenada le dice a la persona a través de las emociones: “Bienvenido. Siéntese y goce”. Una casa sucia y en desorden le dice: “No lo quiero. ‘Váyase. No se quede aquí”. No importa quien haya desordenado las cosas —los niños, los vecinos, el esposo o la esposa— el efecto es el mismo. El esposo no quiere quedarse, ni tampoco la esposa aunque ninguno comprenda porque desea irse.
Por supuesto que no ha de caerse en el otro extremo y convertirse en un museo, que sólo ha de verse y nunca usarse. Todos los miembros de la familia deben sentirse a gusto. Las esposas pueden quedar sorprendidas del resultado que tendrá sobre la disposición del esposo (y de la suya propia) el dedicar unos pocos minutos a ordenar las cosas de la sala antes de que él regrese.
Una mala cocinera no edifica el hogar. La esposa cristiana tomará en serio la atención de la cocina y procurará mejorar su arte culinario. Después de todo, se nos ha dicho que hay religión en un pan. El bienestar físico, emocional, intelectual y espiritual de la familia queda afectado por el alimento que ésta come. Servir alimento agradable y nutritivo en una atmósfera de cordialidad es una manera de fortalecer el vínculo familiar.
Ahora daremos un secreto que es prácticamente desconocido por la mayor parte de la gente, rica o pobre, ignorante o instruida: La esposa tiene la llave del éxito en el hogar, pero más de una mujer no reconoce esa llave que tiene en su mano hasta que un consejero matrimonial se la hace reconocer. Esta llave se llama inspiración. Raras veces un hombre —sea éste poeta, músico, artista o político— realiza alguna cosa de valor sin la inspiración de una mujer. En la creación. Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”. De modo que le dio a una mujer para inspirarlo.
Ahora bien, la inspiración no tiene nada que ver con criticar, rezongar, sermonear, regañar y tratar de reformar al esposo, siempre punzándolo y empujándolo. La esposa que inspira le dice a su marido que él es un hombre maravilloso para ella. Sin adulación o hipocresía le da a entender que ella aprecia su valor moral, confiabilidad, o cualquier rasgo que suscite su admiración. Un hombre que sepa que su esposa admira su valor, será todavía más valeroso. Si cree que admira su juicio, tendrá más cuidado en sus decisiones. Una mujer que siente orgullo por el trabajo de su esposo le está dando la mayor ayuda posible.
Generalmente la calidad del trabajo de un hombre es un reflejo de la inspiración de su esposa. Si ella se enorgullece de su habilidad, él será más hábil. Si ella piensa que es un trabajador mediocre, es más probable que cometa errores. Si ella se avergüenza de su trabajo, él tiene una buena probabilidad de ser despedido. La esposa posee la llave del éxito de su esposo y de su propia felicidad.
Pero el hogar no tiene una sola cara. También el esposo puede hacer mucho para que él hogar sea un lugar pacífico y agradable. Él también debe estar en el hogar si quiere beneficiar a su familia. Una cabeza separada del cuerpo es inútil. Si el esposo es la cabeza del hogar, debe relacionarse en forma positiva con el hogar. Hay tareas que realizar en la casa y sus alrededores, que crean un interés más profundo y personal en el hogar.
Así como no desea ver malezas en el jardín, el esposo tampoco quiere que en el interior de su hogar haya plantas indeseables y espinosas, aunque de otra clase. No le agradan los ceños fruncidos ni las palabras desagradables. En lugar de ello, preferirá cultivar expresiones corteses, como éstas: “Gracias”, Por favor “¡Admirable!”, y “Te pido perdón”.
A pesar de que éstas son plantitas tiernas, llenan de fragancia el hogar y proporcionan felicidad.
Del esposo depende que se haya casado con una reina o con una ama de casa. El hombre que da por supuestas todas las cosas, nunca le dice a su esposa cuán delicioso estuvo el almuerzo, cuán bien le sienta el vestido, o cuán limpia y ordenada está la casa, se ha casado con una ama de casa o una mucama. Pero el hombre que le dice a su esposa que ha preparado un pastel delicioso, que sus ojos son hermosos, y que se ve atractiva con su nuevo vestido azul, se ha casado con una reina. Una mujer puede dar lo mejor de sí, hacerse más atractiva y ‘ser más dulce cuando es amada y apreciada. Un esposo inteligente mantiene a su esposa en las mejores condiciones manifestándole mediante palabras y hechos que él la ama y aprecia. Cada día, de alguna manera, le dice que la ama.
Recuerda su cumpleaños y el aniversario de boda. Se abstiene de compararla desfavorablemente con otras mujeres, parientas o vecinas. Le hace saber que ella es la reina de su corazón y de su hogar.
El poderío de la iglesia está determinado por la fortaleza del hogar. El pastor, como guarda del rebaño, conducirá a su pueblo de tal modo que le asegure hogares felices y exitosos.
Sobre el autor: Director Asociado de Educación de la Asoc. General