Al referirnos a la Palabra de Dios, es impropio atribuir un valor a la expresión escrita y otro a la oral que, saliendo de sus labios, hizo surgir de la nada a nuestro mundo, y levantó con vida a Lázaro de la sepultura. En la Palabra escrita Dios ha puesto todo su poder.

 “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos” (Heb. 4:12).

Si la Palabra de Dios tiene este poder, ¿cuánto más no debería su iglesia, en la persona de cada uno de sus miembros, asemejarse al carácter de Jesús?

Explosión literaria

La cantidad enorme de libros que se publican, incitan a la mente ávida de saber a una búsqueda incansable de conocimientos seculares, en perjuicio del alma. Se relega el estudio de la Biblia a un segundo plano, y los valores eternos van perdiendo vigor en el corazón. Cuando no se abandona totalmente el estudio de la Biblia, en el mejor de los casos se la estudia en forma superficial y esporádica. Esto también es muerte para el alma. “Una de las principales causas de la ineficacia mental y de la debilidad moral es la falta de concentración para fines dignos. Nos enorgullecemos de la vasta difusión de la literatura, pero la multiplicación de los libros, aun de aquellos que en sí mismos no son perjudiciales, puede ser un mal positivo. Con la inmensa corriente de material impreso que sale constantemente de la prensa, tanto los adultos como los jóvenes adquieren el hábito de leer apresurada y superficialmente, y la mente pierde la facultad de elaborar pensamientos vigorosos y coordinados” (La Educación, pág. 184).

La necesidad del momento que vivimos

1. Estos días solemnes exigen que meditemos en la Palabra de Dios. “Vivimos en el período más solemne de la historia de este mundo. La suerte de las innumerables multitudes que pueblan la tierra está por decidirse. Tanto nuestra dicha futura como la salvación de otras almas dependen de nuestra conducta actual… Necesitamos humillarnos ante el Señor, ayunar, orar y meditar mucho en su Palabra, especialmente acerca de las escenas del juicio. Debemos tratar de adquirir actualmente una experiencia profunda y viva en las cosas de Dios, sin perder un solo instante. En torno de nosotros se están cumpliendo acontecimientos de vital importancia; nos encontramos en el terreno encantado de Satanás” (El Conflicto de los Siglos, pág. 659).

2. Se predijo una reforma en el estudio de la Biblia. Un examen cuidadoso del siguiente pasaje revela que la reforma en el estudio de la Biblia sería básica para el reavivamiento y la reforma en la iglesia: “Por todo el mundo debiera haber una reforma en el estudio de la Biblia, pues hoy se necesita como nunca antes. A medida que esta reforma progrese, se realizará una obra poderosa; pues cuando Dios declaró que su Palabra no volvería a él vacía quiso decir realmente lo que dijo. El conocimiento de Dios y de Jesucristo, a quien envió, es la más elevada educación, y ella llegará a cubrir la tierra con su maravillosa luz, como las aguas cubren el mar” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 412).

Un ejemplo

Jesús es nuestro ejemplo inspirador. “En su niñez, juventud y virilidad, Jesús estudió las Escrituras. Cuando era niñito, su madre le enseñaba diariamente conocimientos sacados de los pergaminos de los profetas. En su juventud, a la hora de la aurora y el crepúsculo, a menudo pasaba solo en la montaña, o entre los árboles del bosque, unos momentos dedicados a la oración y al estudio de la Palabra de Dios” (La Educación, pág. 180).

La declaración que sigue justifica cabalmente la primera interrogación hecha en este artículo. El poder mental y moral de Cristo puede ser de cada cristiano si éste es diligente en el estudio de la Palabra de Dios, como él lo fue: “Durante su ministerio, el íntimo conocimiento que revelaba de las Escrituras, testificaba de la diligencia con que había realizado su estudio. Y puesto que él obtuvo su conocimiento de un modo en que podemos obtenerlo nosotros, su maravilloso poder mental y espiritual es una prueba del valor de la Biblia como medio educativo” (Ibid.).

Cómo evaluar nuestro amor por la Biblia

El hombre se engaña fácilmente a sí mismo, satisfaciéndose con un bajo nivel de santificación, al paso que trata de justificar la indolencia. Pero en el espíritu de profecía se encuentra una manera sencilla de evaluar la relación afectiva hacia la Biblia.

1. Más necesidad de la Palabra de Dios. “Si el pueblo de Dios apreciara su Palabra, tendríamos un cielo en la iglesia aquí en la tierra. Los cristianos tendrían avidez y hambre por escudriñar la Palabra. Anhelarían tener tiempo. Anhelarían más la luz de la Palabra que el diario de la mañana, las revistas o las novelas. Su mayor deseo sería comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Y como resultado, su vida se conformaría a los principios y las promesas de la Palabra” (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 238).

¿Sentimos necesidad de la Biblia cuando las luchas del día nos separan de la Palabra de Dios? Esta sensibilidad habla del grado de aproximación a la Palabra inspirada.

2. Los ministros necesitan más de la Palabra. El espíritu de profecía habla de un vergonzoso abandono del estudio de la Palabra por parte de nuestros ministros. “Habéis descuidado tristemente leer las Escrituras e investigarlas con corazón humilde por vosotros mismos. No os conforméis con la explicación de nadie acerca de las Escrituras, cualquiera sea su posición, sino id a la Biblia e investigad la verdad por vosotros mismos… Muchos se han vuelto perezosos y han caído en un criminal descuido del escudriñamiento de las Escrituras, y están tan destituidos del Espíritu de Dios como del conocimiento de su Palabra… Estáis bajo un engaño que resultará fatal para vuestras almas. Debéis convertiros. Debéis recibir luz antes de dar luz” (Testimonios para los Ministros, págs. 155,156).

El ministro de la Palabra, el subpastor, debe atender diligentemente el primer y más elevado deber de todo hombre. “El primero y más alto deber de toda criatura racional es el de escudriñar la verdad en las Sagradas Escrituras y luego andar en la luz y exhortar a otros a que sigan su ejemplo. Día tras día deberíamos estudiar diligentemente la Biblia, pesando cada pensamiento y comparando texto con texto. Con la ayuda de Dios debemos formarnos nuestras propias opiniones ya que tenemos que responder a Dios por nosotros mismos” (El Conflicto de los Siglos, pág. 656).

Nuestra primera responsabilidad para con el que se está interesado en la verdad, consiste en enseñarle a estudiar la Biblia. El cumplimiento de este deber fomenta en cada individuo la creatividad, la consagración de sus habilidades a la obra, y la colaboración con el Espíritu Santo.

1. Allí comienza el sacerdocio de todo creyente. “La Biblia no fue escrita solamente para el hombre erudito; al contrario, fue destinada a la gente común. Las grandes verdades necesarias para la salvación están presentadas con tanta claridad como la luz del mediodía; y nadie equivocará o perderá el camino, salvo los que sigan su juicio privado en vez de la voluntad divina tan claramente revelada” (El Camino a Cristo, pág. 89).

2. Allí comienza una nueva visión de Dios y una nueva vida. “La Biblia es su propio comentador. Debe compararse texto con texto. El estudiante debería aprender a mirar la Biblia como un todo y a ver la relación de sus partes. Debería adquirir el conocimiento de su gran tema central, del propósito original de Dios para con el mundo, del comienzo de la gran controversia, y de la obra de la redención” (La Educación, pág. 185).

3. Los jóvenes deben ser objeto de esta instrucción. “Enséñese, pues, a los jóvenes a estudiar detenidamente la Palabra de Dios” (Ibid.).

a) Los padres deben dar el ejemplo. “Los padres debieran escudriñar las Escrituras por sí mismos, pues tienen almas que salvar o perder. No pueden permitirse depender del ministro para la salvación. Deben estudiar la verdad por sí mismos” (Conducción del Niño, pág. 486).

b) Los padres también deben instruir. “La Biblia tiene una abundancia, una fuerza, y una profundidad de significado inagotables. Animad a los niños y jóvenes a escudriñar sus tesoros, tanto de significado como de expresión” (Id., pág. 485).

c) Se exhorta a los maestros. En el capítulo acerca de las escuelas de los profetas del libro Patriarcas y Profetas, se exhorta a los maestros a instruir a sus educandos al respecto.

d) Los ministros deben buscar sabiduría para cumplir con esta tarea. “Debería haber menos predicación y más enseñanza: enseñanza a la gente, y también a los jóvenes acerca de cómo trabajar con éxito. Los predicadores deben hacerse eficientes para enseñar a otros a estudiar la Biblia, y para preparar las mentes y los modales de los que quieren ser obreros en la causa de Dios. Y deben estar listos para aconsejar e instruir a los conversos nuevos que demuestren tener capacidad para trabajar por el Maestro” (Obreros Evangélicos, pág. 79).

Satanás procura obstruir esta importante tarea

Satanás sabe cuánto significa para su causa el estudio diligente y profundo de la Biblia por parte de la iglesia.

 “Satanás trata continuamente de atraer la atención hacia los hombres en lugar de atraerla hacia Dios. Induce al pueblo a considerar como sus guías a los obispos, pastores y profesores de teología, en vez de dedicarse a estudiar las Escrituras para saber por sí mismos cuáles son sus deberes. Al dirigir después las mentes de esos mismos guías, también puede conducir a las multitudes de acuerdo con su voluntad” (El Conflicto de los Siglos, pág. 653).

El temor de Satanás

Satanás quiere estorbar esta obra, porque teme los frutos del estudio cuidadoso de la Palabra.

1. Por el estudio, los hombres se prepararán para estar en pie ante el Juez. La luz de la iglesia va a aumentar cuando el estudio de la Biblia estimule el deseo de conocer cada vez más a Dios. “No os conforméis con la explicación de nadie acerca de las Escrituras, cualquiera sea su posición, sino id a la Biblia e investigad la verdad por vosotros mismos” (Testimonios para los Ministros, pág. 155).

 “No basta saber lo que otros han pensado o aprendido de la Biblia. En el juicio cada uno deberá dar cuenta de sí mismo a Dios, y cada uno debería aprender ahora por sí mismo cuál es la verdad” (La Educación, pág. 182).

 “Ha llegado una luz preciosa, apropiada para este tiempo. Es la verdad bíblica, que muestra los peligros que están por sobrecogernos. Esta luz debe inducirnos a un estudio diligente de las Escrituras, y a un examen muy crítico de las creencias que sostenemos. Dios quiere que se examinen cabal y perseverantemente, con oración y ayuno, las opiniones, y los fundamentos de la verdad” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 312, 313).

2. Satanás quiere evitar la nueva belleza y el nuevo poder de los sermones. “El predicador que hace de la Palabra de Dios su compañera permanente, obtendrá constantemente de ella verdades con nueva belleza. El Espíritu de Cristo descenderá sobre él, y Dios obrará por su medio para ayudar a otros. El Espíritu Santo llenará su mente y su corazón de esperanza, valor e imágenes bíblicas, y todo esto se comunicará a los que reciban sus instrucciones” (Obreros Evangélicos, pág. 266).

3. Satanás teme la pureza y el crecimiento en el conocimiento de Dios. No tema el predicador encontrar más de la luz que no destruye, sino que enriquece la verdad defendida. “Las agudas y claras percepciones de la verdad nunca serán la recompensa de la indolencia. La investigación de cada punto que ha sido recibido como verdad recompensará ricamente al que la efectúe; encontrará preciosas gemas. Y al investigar íntimamente cada jota y cada tilde de lo que nosotros pensamos es verdad establecida, al comparar un pasaje con otro, podemos descubrir errores en nuestra interpretación de las Escrituras. Cristo quisiera que el investigador de su Palabra cavase lo más profundamente posible en las minas de la verdad. Si la búsqueda se efectúa correctamente, se hallarán joyas de inestimable valor” (Elena G. de White, Review and Herald, 12-7-1898).

4. Satanás no quiere en la iglesia mentes fuertes y equilibradas, ni raciocinio profundo. “Si la mente se dedica a la tarea de estudiar la Biblia, la comprensión se fortalece y se perfeccionan las facultades del raciocinio. Con el estudio de las Escrituras, la mente se expande y se equilibra más que si se dedicara a obtener información de libros que no tienen relación con la Biblia” (Consejos para los Maestros, pág. 437).

5. ¡Ah, si el enemigo pudiera impedir que los hijos de Dios presentaran ante el mundo grandeza de espíritu, nobleza de carácter y firmeza de propósito! “No hay nada mejor para fortalecer la inteligencia que el estudio de las Santas Escrituras. Ningún libro es tan potente para elevar los pensamientos, para dar vigor a las facultades, como las grandes y ennoblecedoras verdades de la Biblia. Si se estudiara la Palabra de Dios como se debe, los hombres tendrían una grandeza de espíritu, una nobleza de carácter y una firmeza de propósito, que raramente pueden verse en estos tiempos” (El Camino a Cristo, págs. 89,90).

6. El mal triunfa cuando cunde la falta de interés por el estudio cuidadoso de la Palabra, y las habilidades de los hijos de Dios se atrofian. “No debemos conformarnos con el testimonio de nadie en cuanto a lo que enseñan las Santas Escrituras, sino que debemos estudiar las palabras de Dios por nosotros mismos. Si dejamos que otros piensen por nosotros, nuestra energía quedará mutilada y limitadas nuestras aptitudes. Las nobles facultades del alma pueden perder tanto por no ejercitarse en temas dignos de su concentración, que lleguen a ser incapaces de penetrar la profunda significación de la Palabra de Dios. La inteligencia se desarrollará si se emplea en investigar la relación de los asuntos de la Biblia, comparando texto con texto y lo espiritual con lo espiritual” (Id., pág. 89).

7. El estudio profundo de la Biblia es el seguro camino que nos conduce al conocimiento del carácter de Dios. “Dios nos habla. . . en su Palabra. En ella tenemos en líneas más claras la revelación de su carácter, de su trato con los hombres y de la gran obra de la redención” (Id., pág. 87).

8. La humildad es contraria al carácter de Satanás y éste procura evitar que el hombre la posea. “La Biblia da al verdadero investigador un adiestramiento mental avanzado; sale de la contemplación de las cosas divinas con sus facultades enriquecidas. Se humilla el yo mientras que Dios y su verdad son ensalzados. Debido a que los hombres no están familiarizados con las verdades de la Biblia, se ensalza tanto al hombre y se honra tan poco a Dios” (Consejos para los Maestros, pág. 433).

9. El estudio influye para que la oración sea más aceptable, y esté más llena de fe y amor. “Debemos meditar sobre la misión de Aquel que vino a salvar a su pueblo de sus pecados. Cuando contemplemos así los asuntos celestiales, nuestra fe y nuestro amor serán más fuertes y nuestras oraciones más aceptables a Dios, porque se elevarán siempre con más fe y amor. Serán inteligentes y fervorosas. Habrá una confianza permanente en Jesús y una experiencia viva y diaria en su poder de salvar completamente a todos los que van a Dios por medio de él” (El Camino a Cristo, pág. 88).

Cuándo estudiar

Siempre que, con sinceridad y respeto, el creyente abre las Escrituras, es oportuno su estudio; pero es innegable que hay momentos más apropiados para hacerlo.

1. Cristo lo hacía al amanecer. “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios” (Isa. 50:4).

2. Rui Barbosa testificó acerca del valor que las horas del amanecer tienen para el hombre estudioso. Dijo que debía su saber al cuidadoso uso que hacía de ellas.

3. Dios presenta al hombre, por medio del sabio Salomón, el plan que Cristo llevó a cabo. “Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan” (Prov. 8:17).

4. Los ministros deben buscar a Dios muy temprano. “Algunos no aprecian el valor del tiempo y han desperdiciado en la cama las horas que podrían haberse empleado en el estudio de la Biblia… Levantándose temprano y economizando sus momentos, los predicadores pueden hallar tiempo para investigar cuidadosamente las Escrituras” (Testimonies, tomo 2, pág. 500).

5. El estudio de esta preciosa Palabra debe ser constante. “Sed sistemáticos en el estudio de las Escrituras en vuestras familias. Dejad cualquier cosa de naturaleza temporal; omitid toda costura innecesaria y provisión de mesa de que no se haya menester, pero aseguraos de que el alma sea alimentada con el pan de vida. Es imposible calcular los buenos resultados de una hora, o aun de media hora, cada día, dedicadas de una manera gozosa y sociable a la Palabra de Dios” (Consejos sobre la Escuela Sabática, pág. 46).

Si usted no puede comenzar el día con Dios, tampoco puede continuarlo sin él. Si la madre está tan ocupada con los cuidados maternos que no puede conversar con Dios al amanecer, cometerá errores durante todo el día en el cuidado de su hijo. Si el pastor no puede detenerse junto a Dios, sólo tendrá tiempo para actuar con torpeza. O Dios está primero, o no se le da ningún lugar en la vida. Jesús dijo; “Separados de mí nada podéis hacer”. Si no hay tiempo para estudiar cuidadosamente la Biblia, no hay tiempo para ser adventista del séptimo día.

Condiciones para estudiar con provecho la Biblia

1. Ante todo, oración. “Nunca se debe estudiar la Biblia sin oración. Antes de abrir sus páginas debemos pedir la iluminación del Espíritu Santo, y ésta nos será dada… Los ángeles del mundo de luz estarán con los que busquen con humildad de corazón la dirección divina” (El Camino a Cristo, pág. 91).

2. Sumisión; deseo de saber la verdad divina. “Deberíamos ejercitar en el estudio de las Santas Escrituras todas las fuerzas del entendimiento y procurar comprender, hasta donde es posible a los mortales, las profundas enseñanzas de Dios; pero no debemos olvidar que la disposición del estudiante debe ser dócil y sumisa como la de un niño. Las dificultades bíblicas no pueden ser resueltas por los mismos métodos que se emplean cuando se trata de problemas filosóficos. No deberíamos ponernos a estudiar la Biblia con esa confianza en nosotros mismos con la cual tantos abordan los dominios de la ciencia, sino con el espíritu de oración y dependencia filial hacia Dios y con un deseo sincero de conocer su voluntad. Debemos acercarnos con espíritu humilde y dócil para obtener conocimiento del gran YO SOY. De lo contrario vendrán ángeles malos a oscurecer nuestras mentes y a endurecer nuestros corazones al punto que la verdad ya no nos impresione” (El Conflicto de los Siglos, pág. 657).

3. Sólo el Espíritu Santo puede enseñarnos. “Si no queremos que las Escrituras queden veladas para nuestro entendimiento, de manera que no podamos comprender las más claras verdades, debemos tener la sencillez y la fe de un niñito, estar listos para aprender y solicitar la ayuda del Espíritu Santo. Un sentido del poder y la sabiduría de Dios y de nuestra incapacidad para comprender su grandeza, debe inspirarnos humildad, y debemos abrir su Palabra con tanta reverencia como si entráramos en su presencia. Cuando acudimos a la Biblia, la razón debe reconocer una autoridad superior a ella, y el corazón y el intelecto deben inclinarse ante el gran YO SOY” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 308).

4. Quien desea practicarla, va a comprenderla. “Si muchos teólogos no comprenden mejor la Palabra de Dios, es por la sencilla razón de que cierran los ojos con respecto a unas verdades que no desean poner en práctica. La comprensión de las verdades bíblicas no depende tanto de la potencia intelectual aplicada a la investigación, como de la sinceridad de propósitos y del ardiente anhelo de justicia que animan al estudiante” (El Conflicto de los Siglos, pág. 657, 658).

5. La Biblia debe ser vida para nosotros. “La Palabra de Dios no debe ser mantenida lejos de nuestra vida. Debe ser recibida en la mente, debe dársele la bienvenida en el corazón y debe ser albergada, amada y obedecida. También necesitamos mucho más conocimiento. Necesitamos ser iluminados acerca del plan de salvación. No hay uno en cien que entienda por sí mismo la verdad bíblica sobre este tema que es tan necesario para nuestro bienestar presente y eterno” (Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 422).

6. Ardiente deseo de ser; semejantes a Cristo, conociéndolo mejor. “Toda verdadera doctrina hace de Cristo el centro; todo precepto recibe fuerza de sus palabras” (Testimonies, tomo 6, pág. 54).

Cristo es el centro de la Biblia

“Cristo es el centro de toda verdadera doctrina. Toda religión verdadera se halla en su Palabra y en la naturaleza. Él es Aquel en quien se concentran nuestras esperanzas de vida eterna; y el maestro que aprende de él halla ancla segura” (Consejos para los Maestros, pág. 438).

1. Estudiar la Biblia es tratar de ver, en Cristo, a Dios más de cerca. “La verdad y la gloria de Dios son inseparables, y nos es imposible honrar a Dios con opiniones erróneas cuando tenemos la Biblia a nuestro alcance. Muchos sostienen que no importa lo que uno cree, siempre que su conducta sea buena. Pero la vida es modelada por la fe. Si al tener la luz y la verdad a nuestro alcance, no procuramos conocerla, de hecho la rechazamos y preferimos las tinieblas a la luz” (El Conflicto de los Siglos, pág. 655).

Cómo debe ser el estudio

1. Concentrado en pequeñas unidades. “Un pasaje estudiado hasta que su significado nos parezca claro y evidentes sus relaciones con el plan de la salvación, es de mucho más valor que la lectura de muchos capítulos sin un propósito determinado” (El Camino a Cristo, pág. 90).

2. Comparativo. “Usted necesita cavar hondo en la mina de la verdad si quiere hallar sus ricos tesoros. Comparando un pasaje con otro puede hallar el verdadero significado del texto; pero si no hace de las sagradas enseñanzas de la Palabra de Dios la regla y la guía de su vida, la verdad no será nada para usted” (Elena G. de White, Youth’s Instructor, 28-7-1892).

3. Versículo por versículo. “En el estudio diario, el método que considera un versículo tras otro es a menudo utilísimo. Tome el estudiante un versículo, concentre la mente para descubrir el pensamiento que Dios encerró para él en ese versículo, y luego medite en el pensamiento hasta hacerlo suyo. Un solo pasaje, estudiado en esa forma hasta comprender su significado, es de más valor que la lectura de muchos capítulos hecha sin propósito definido y sin que se obtenga verdadera instrucción” (La Educación, pág. 184).

Dios tiene joyas guardadas en lo profundo

1. Cuando el intelecto llega a su límite. “Cuando un punto de doctrina que no entendáis llegue a vuestra consideración, id a Dios sobre vuestras rodillas, para que podáis comprender cuál es la verdad y no ser hallados como lo fueron los judíos luchando contra Dios” (Testimonios para los Ministros, pág. 110).

2. Los comentaristas no son infalibles. “La Biblia no debe ser interpretada para acomodarse a las ideas de los hombres, por largo que sea el tiempo en que las tuvieron por verdaderas. No hemos de aceptar la opinión de los comentadores como la voz de Dios; ellos eran mortales sujetos a equivocarse como nosotros. Dios nos ha dado facultades razonadoras a nosotros tanto como a ellos. Debemos permitir que la Biblia sea su propio expositor” (Id., pág. 106).

3. Dios quiere que el hombre ejercite al máximo su capacidad mental. El hombre se distingue por su capacidad de pensar, la que debe desarrollarse mediante el ejercicio. La Biblia es el mayor desafío que se le puede presentar a la mente humana. “El estudio de la Biblia requiere nuestro más diligente esfuerzo y constante pensamiento. Con el mismo afán y la misma persistencia con que el minero excava la tierra en busca del tesoro, deberíamos buscar nosotros el tesoro de la Palabra de Dios” (La Educación, pág. 184).

Conclusión

Cuando el hombre recibe la Biblia, realza su dignidad, y justifica su excelencia como corona de la creación. El hombre debe leer la Biblia con espíritu de oración, hasta el máximo de su capacidad mental. Una concordancia puede ayudarle a encontrar los textos relacionados con el tema que está estudiando. Es muy útil también anotar las preguntas que van surgiendo, para que no se pierdan en el olvido antes de ser contestadas.

Estudie con sinceridad cada texto, procurando identificar la relación que tiene con el tema original tratado por el escritor bíblico.

Si en su estudio de la Biblia usted no llega a conclusiones definidas, sus resultados serán limitados. La ubicación de todos los aspectos de un asunto determinado en los lugares que les corresponden, es la culminación de todo esfuerzo.

Sobre el autor: El pastor José Monteiro es profesor de teología del ENA (Educandario Nordestino Adventista), ubicado cerca de Catende, Pernambuco, Brasil.