Con el entusiasmo de quien redescubrió el camino para conducir a su rebaño hacia la experiencia de la iglesia apostólica, el Pr. Herbert Clebert, de Pesqueira, PE, afirma: “Cuando se abren las puertas de nuestros 61 Grupos diseminados por la ciudad, las vidas son transformadas. Los resultados evangelizadores son sorprendentes. Solo en los primeros cuatro meses de este año, más de ochenta personas fueron alcanzadas a través del trabajo de los Grupos pequeños, y dos nuevas iglesias fueron establecidas”.
En el barrio Prado, de la misma ciudad, el hermano Luiz Gonzaga invitó a vecinos y a amigos a una reunión de estudio de la Biblia, los viernes de noche. Los encuentros se sucedieron y el aspecto relacional fue desarrollado. Hoy, los participantes de este Grupo pequeño interactúan, crecen y se fortalecen espiritualmente a través de la oración intercesora mutua, continúan estudiando las Escrituras y prestan servicios a la comunidad. Atraídas por el testimonio de este Grupo pequeño, veinte personas cambiaron el mundo por Cristo, descendiendo a las aguas bautismales.
De norte a sur y de este a oeste, el testimonio de los pastores y de los hermanos es el mismo: las iglesias que implantan los Grupos pequeños cambian para mejor, y mucho. En las palabras del Pr. Herbert, “las iglesias son fortalecidas, crecen y se multiplican.
En esencia, esto no debería sorprendemos. A fin de cuentas, una característica sobresaliente de la iglesia apostólica, ¿no fue justamente la experiencia de una iglesia en comunidad? El verbo “redescubrir” que aparece en la primera frase de este editorial no es casual. La dinámica de los Grupos pequeños no es nueva. Dice Rusell Burrill: “Durante todo su ministerio, Jesús había construido para sus discípulos una iglesia que fuese relacional. Desde esta comunidad familiar, estaba por acontecer la evangelización. Con la explosión del poder del Espíritu Santo en Pentecostés, la iglesia creció en número al igual que en espiritualidad. ¿Cómo era esta nueva comunidad de creyentes? ¿Era solo un gran grupo de personas que se reunían una vez por semana para adorar a Dios? Note el testimonio bíblico de vida en la comunidad cristiana primitiva, la iglesia de Jerusalén inmediatamente después de Pentecostés: ‘Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas. Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración’ ” (La iglesia revolucionada del siglo XXI, p. 60).
Es muy significativo que el remanente de Dios retome el camino de su revolucionario origen apostólico. Como agrega Burrill, “en la era del Nuevo Testamento, los grupos pequeños no eran una opción; tampoco pueden ser una opción para la iglesia del siglo XXL Es hora de rediseñar la iglesia local sobre la base de los Grupos pequeños y de regresar al modelo de ministerio de la iglesia primitiva” (Ibíd., p. 69).
Sobre el autor: Director de Ministerio, edición de la CPB.