¿Cómo incluir a los niños en el culto de adoración? Algunas orientaciones y sugerencias para hacerlo con éxito.

La congregación de la iglesia de Pueblo Plácido volvió a mirar los boletines. ¡Allí estaba! “La hora del pastor con los niños”. ¿Podría ser que finalmente, después de meses de lápices, papeles, caramelos y chicles, los niños tuvieran su propia parte en el culto de adoración? Efectivamente, hubo un movimiento de vacilación en la plataforma. El pastor Jay Cale avanzó hasta el púlpito y aclaró su garganta (¿tenía un temblor en la voz?).

“La comisión de culto y adoración, reunida ayer, decidió que los niños debieran ser incluidos en nuestros servicios…  y… oh… este… por favor, ¿pueden pasar los niños adelante?”

Alfredo, que ya iba por el tercer caramelo, cuatro hojas de papel, y dos lápices rotos, oyó la invitación y respondió rápidamente. Saltando de su asiento en la fila 12, con toda la energía de sus siete años, repitió ante la congregación la competencia atlética que había visto en la televisión. La carrera se había iniciado y sólo unos pocos padres tuvieron tiempo para hacer un intento estéril de retener en su partida a los jóvenes atletas.

El pastor Cale pareció a punto de desaparecer, momentáneamente, bajo las “pezuñas” de la atronadora “manada”. Luego, un poco agitado por haberse salvado apenas, les sugirió que se sentaran en los escalones de la plataforma. El gran momento había llegado, pero aún había que esperar. Rodrigo, de tres años, que fue uno de los primeros en pasar al frente, descubrió que su madre no estaba con él, comenzó a chillar con todos sus pulmones y se volvió en dirección de la segura falda de su progenitora.

– ¡BIEN, NIÑOS! -comenzó el pastor Cale en un valiente intento de tomar la iniciativa- la Biblia dice que Jesús nos ama a todos… y la figura que tengo aquí…

¡Déjame, Juancito! (Juancito estaba tirándole las trenzas a una niña sentada un escalón debajo de él.)

-La figura que tengo aquí. . . muestra a un pescador. . . ¡Niños, por favor, quietos! Este pescador, ¿qué está tratando de hacer?

– Escaparse de su mamita para no pelear – respondió ruidosamente un pelirrojo de cinco años.

Temblando, el pastor Cale ignoró la respuesta. Juancito, quien momentáneamente había dejado de tirarle las trenzas a su compañerita, terció:

-Capturar a un pez.

(¡Liberación!)

-Sí, eso es correcto. . . no, Susy, no quena dañarlo, sino que. . . No Ricardito, no tengo un bote – la voz del pastor Cale apenas podía escucharse en medio del alboroto.

-Sí, yo sé que tu papito fue a pescar este fin de semana, Margarita. Lo que quiero decir es (con desesperación): Jesús dijo que debemos. . . eh… ser pescadores de hombres. Debemos compartir el amor de Dios… ¿Qué tienen que hacer ustedes? (El auditorio tiembla, expectante.) Oh, ir a pescar con Jesús (alivio). Sí, . . .eh . . .quiero decir… ¡OREMOS! Gracias Señor por tu paciencia y amor AMEN.

Mientras los “angelitos” corrían de regreso, orgullosos, a sus lugares (¿no habían contribuido acaso a la educación de su pastor?), el pastor Cale huyó a su púlpito, donde el tema de las 11 se caracteriza por un aire extraño y perturbado.

¡Realmente habían contribuido a su educación! Desafortunadamente el pastor no había podido avanzar más que unos pocos grados bajo la enseñanza de otros maestros antes de matricularse en la Escuela para Aspirantes a Comunicadores del Evangelio a Tiernos Angelitos. Como alguien que ya ha experimentado en ambas escuelas, me gustaría compartir algunas lecciones que habrían ayudado al pastor Cale.

Primero, la decisión de que el pastor tenga unos momentos con los niños no debiera ser tomada por la comisión de culto y adoración, ni aun por el mismo pastor, el viernes antes de la gran ocasión. Hay que hacer planes con cuidado. La comisión debería preguntarse: ¿Qué queremos lograr? ¿Qué ayuda podemos dar a la persona a quien encargamos esto? ¿Cómo podemos usar mejor el tiempo? (Otras preguntas vendrán a la mente.) Colocar la carga de estas decisiones enteramente sobre el líder ungido” es solamente agregarle aprehensión y ansiedad. Un espíritu de ánimo y estímulo mutuos debiera existir entre el líder y la comisión.

Hay razones válidas para incluir a los niños en el culto de adoración de la mañana. La Dra. Harriet Miller, profesora de Educación Cristiana en el Seminario Teológico de Dayton, Ohio, dice: Los niños aprenden al experimentar la cercanía de Dios y de sus semejantes. Hay pocos momentos de verdadero temor reverente en un culto de adoración. Los pastores necesitan una relación directa con los niños sobre una base informal de aprendizaje”.

La preparación es esencial, más esencial de lo que pensaba el pastor Cale. El Dr. George Boon, clérigo presbiteriano, dice: “En vez de ser simples, los niños realmente entienden cosas profundas. La preparación del servicio de adoración de los niños requiere más exégesis que para los adultos”.

Si se necesitan el franelógrafo o algún objeto, debieran estar en su lugar con suficiente antelación. Siempre asegúrese antes que comience el culto de que todas las cosas están allí y no han sido quitadas por “los enemigos del desorden”.

Practique. No lea de un escrito. Los niños advierten el nerviosismo. Cuando usted pierde el hilo del pensamiento, estarán contentos de cambiar de tema. Mantener la comunicación con la mayoría de los niños es más importante; ¡es esencial! Párese o siéntese donde tanto los niños como la congregación puedan escucharlo y verlo.

Hable con claridad, pero no en voz demasiado alta. Los niños se intimidan ante una voz excesivamente alta. Muévase -los niños lo hacen. A los niños les gusta el movimiento y estarán a gusto con su libertad de movimiento. La forma en que usted responda al movimiento de ellos determinará el resultado de la experiencia de mutuo aprendizaje.

Predique la Palabra. Asegúrese de que está compartiendo algo que vale la pena comunicar. Ayude a los niños con el resto del culto de adoración adelantándoles algún punto del sermón que les ayude a entender la estructura del mismo. También puede reforzar el interés de los adultos en lo que sigue.

No se moleste si la atención está dividida. Usted generalmente gozará de la atención indivisa de sus adultos y la atención dividida de sus niños. La mayoría de esas criaturas inquietas, de ojos muy abiertos, han venido a escuchar. No se preocupe por los pocos que no están atentos. Es difícil para cualquier orador mantener la atención de tal variedad de edades e intereses. El auditorio de los niños está formado generalmente por los de dos años y medio hasta los de sexto grado. Haga que su objetivo sea compartir algo de valor que pueda cautivar el interés y la atención de la mayoría.

Usted observará igualmente muchas formas de exuberancia infantil, algunas de las cuales le será muy difícil vencer. Su respuesta determinará cuán efectivamente puede comunicarse con el grupo mayor. A continuación, presentaremos algunos de los tipos más comunes de niños que distraen y algunos posibles medios para responder/controlar/involucrarlos:

1. El fanfarrón. La necesidad de atención de este niño es extremadamente grande. Hará cualquier cosa para lograr su atención y aceptación. Su respuesta puede significar la diferencia entre el orden y el caos. Una palabra suave puede hacer mucho para cambiar la situación. Si el niño sabe que es amado y aceptado cuando actúa en forma menos agresiva su conducta será mucho mejor.

2. El charlatán. Este niño competirá con usted por la atención del auditorio. Anímelo a participar en las actividades del grupo con respuestas tales como: “Gracias por tu participación. Ahora niños, dejemos que todos escuchen lo que la Biblia (o la lección objetiva, o el pastor, etc.) tiene para decirnos”.

3. El asustado. Este niño está intimidado por el ambiente. Tomar un momento para confortarlo no está fuera de lugar. Algunos niños pueden ser calmados animándolos a que vengan cerca de usted.

4. El inquieto. Si el niño no está destruyendo el jarrón de flores donado en memoria de la abuela Jennings, o algún elemento igualmente importante de la iglesia, no se moleste por su vagabundeo. Si fuera necesario “rescatar” al niño, hágalo sin comentarios y con el menor disturbio posible.

5. El aburrido. Ocasionalmente, usted será saludado por unos ojos fijos en el vacío, indiferentes a sus comentarios. No se alarme; incluya a este niño en el programa con un ademán o tocándolo. Hágale sentir que se interesa por su presencia. El afecto hará mucho para abrirle la personalidad.

6. Los niños grandes. ¿Recuerda al hermano Francisco? Por el momento aún mantiene su interés. Igual que muchos adultos presentes, está escuchando y no justamente por la aguda (o embarazosa) respuesta que su hijo pueda dar. Puede estar recordando cuando era niño y escuchó por primera vez el mensaje del Evangelio. Este momento especial no es sólo un momento para que los niños lleguen a ser adultos en miniatura; sino que es una ocasión también para que los adultos lleguen a ser como niños, escuchando con fe y confianza sencillas la verdad del mensaje del Evangelio.

Pero una palabra de advertencia: no use el tiempo especial de los niños para enviar mensajes “codificados” a sus adultos. Usted cuenta con la siguiente media hora para tal propósito.

¿Qué debiera compartir el líder con los niños? Un pastor usó varios meses explicando los objetos del santuario y la importancia de ellos en relación con la adoración. Otro imprimía un boletín especial para los niños cada semana en que se explicaban diferentes aspectos de la adoración. Contar el origen de los himnos o la experiencia de los que los escribieron es siempre apropiado. Los pioneros bien conocidos de la Iglesia ofrecen una rica fuente de historias.

Experimente con una amplia variedad de fuentes e ideas. Unas pocas reglas sencillas pueden ayudarlo a compartir el Evangelio:

1. Use la variedad. Un sólo estilo de comunicación no puede ser eficaz para todos los niños en todas las situaciones. La variedad es la clave para una comunicación significativa.

2. Sea usted mismo. No trate de actuar o ser alguien diferente de lo que usted es en otras circunstancias. Si no está en su propio papel los niños lo sentirán.

3. Comunique entusiasmo en lo que está haciendo, pero nunca hable con altivez a los niños. Esfuércese por tratar a cada uno como a un individuo a quien está enseñando e instruyendo.

4. Permita lo inesperado. No se desanime por las risas a propósito del comentario de un niño, o por la falta de risas. Sea paciente cuando ocurren distracciones. Después de todo, tiene el dominio del terreno y algunos están escuchando el mensaje que comparte.

5. Prepárese. La atención de su audiencia generalmente estará en proporción con su preparación.

6. Tenga un deseo sincero de compartir el amor de Dios por medio de su Palabra. Este es el único requisito de estas reglas.

¿Cuánto afecto puede compartir con los niños? Usted sólo puede especular acerca de cómo aplicarán las lecciones. Pero inevitablemente los angelitos llegarán a ser los adultos de su congregación. Y tendrá la cosecha de las semillas que haya plantado en el jardín de su fe.

¿Qué otra posibilidad hay sino marchar adelante en paz y amor, invitando a los niñitos a venir y participar en las experiencias de crecimiento que activarán su fe?

Sobre el autor: Alvin C. Rose es pastor de las Iglesias Metodistas Unidas de Jennings y Dresden en Kansas. Estados Unidos.