Hace varios años leí los detallados documentos de Estrategia Global que incluían descripciones de proyectos por iniciarse. La página de finanzas tenía una referencia general a la “fe” y a “los millares de animales en los collados”. Todo ello le daba poca tranquilidad a un escéptico tesorero de asociación.
El tipo de gobierno que atribuye sus raíces a la sabiduría de Jetro nos ha servido bastante bien por muchos años. Ha capacitado a los adventistas para llevar el evangelio a todo el mundo y a crear instituciones que suplen las necesidades locales. Sin embargo, esta fortaleza está desbalanceada en la actualidad por crecientes gastos generales que impiden una penetración más agresiva y eficaz. Los críticos de la iglesia sienten que lo remoto de nuestro sistema adolece de una falta de responsabilidad y retroalimentación que tuvo una vez cuando éramos un cuerpo pequeño. Estas tensiones crean competencia por los recursos dentro de la iglesia, lo cual, a su vez, supone una amenaza para el crecimiento ordenado. Debemos reconocer debilidades y fortalezas en el sistema mientras actuamos según las oportunidades bien definidas que tenemos. Esta admisión y acción deben comprender y enfatizar principios fundamentales, como el gozo de la salvación, aplicados a la cultura de la gracia y la responsabilidad.
Enfatizar lo positivo
La generación de adventistas nacida después de la Segunda Guerra Mundial y sus descendientes, no apoyan a la iglesia con el mismo entusiasmo y dedicación que sus antepasados. Ello puede deberse a la disminución de la visión, pero el cambio va a la par con el desplazamiento de un claro legalismo a un énfasis experiencial en el cual la obediencia es la respuesta al gozo de la salvación. Hay muchos que debaten la ley y la libertad. Pero también hay muy pocos que están dispuestos a explorar el riesgo de leer de nuevo el imperativo lenguaje de Malaquías 3:10. Sin embargo, en la mayoría de las iglesias adventistas del séptimo día los sobres de diezmos recuerdan permanentemente a los miembros que tienen necesidad de una mayor consagración y responsabilidad, mientras enfatizan el costo de la misión y anotan porcentajes calculados como guía de la benevolencia en la iglesia local.
Debemos hacemos algunas preguntas bastante duras. ¿Cómo transmitimos el principio del diezmo a nuestros hijos? ¿Somos los adultos demasiado diferentes de los niños? ¿Qué motiva a la gente a dar regalos, y qué hacemos en realidad cuando nos regalamos unos a otros? ¿Disfrutamos de veras al dar, o lo hacemos mecánicamente, sin sentido? ¿Proyectamos un dogma técnico de la mayordomía sin ese gozo genuino?
Cuando hacemos preguntas de este tipo, plenas de significado, algunas desafiantes e interesantes oportunidades pueden aclararse repentinamente. Por ejemplo, cuando comprendemos que al dar “es el pensamiento el que cuenta”, y expresamos nuestra consideración por el recipiente de nuestras dádivas en la forma en que envolvemos un regalo, hay un cambio fundamental en nosotros y en el espíritu con el cual damos. ¿Debería ser diferente la forma en que traemos nuestras ofrendas a Dios?
En la Asociación del Sur de Inglaterra hemos producido una variedad de coloridos sobres de diezmos con mensajes que enfatizan el gozo y las bendiciones que Dios ha prometido en conexión con el acto de dar. Este es sólo un experimento para determinar si podemos fortalecer la experiencia de la alegría a través del acto de dar.
Aunque los resultados finales todavía están por verse, un pequeño ejemplo parece caracterizar el cambio que estamos comenzando a ver. Tenemos un miembro que envía su diezmo directamente a la asociación. Por lo general, su diezmo iba acompañado por una carta donde describía y explicaba sus achaques. Nosotros le hemos respondido con agradecimiento, simpatía y palabras de aliento. Recientemente la mujer nos envió una ofrenda bastante considerable, puesta en un sobre diseñado para niños. En esta ocasión su carta estaba llena de alegría. Nosotros pensamos que nuestro enfoque positivo le ayudó muchísimo. Es posible que los miembros no puedan dar más, pero pueden hacerlo con un espíritu más gozoso.
Identificar las bendiciones prometidas
Nuestro material de mayordomía siempre ha sido específico con respecto al significado y cálculo del diezmo; hemos detallado cuán bienvenido sería el segundo diezmo; ¡pero somos menos específicos cuando se trata de describir las bendiciones prometidas! La bendición verdaderamente sustentable está en la comunidad total que edificamos como el cuerpo de Cristo. Una comunidad rica en oportunidades y experiencia personal, que le muestra a cada miembro confianza, aceptación y apoyo, a través de lo cual lleguen a ser experiencialmente e incluso materialmente más prósperos, es la bendición que Dios se propone damos.
Una responsabilidad más completa
“Yo doy mi diezmo al Señor. La forma como él lo usa no es mi problema” caracteriza la confianza puesta en los dirigentes de la iglesia por muchos de los fieles de mayor edad. Esta mística ya no es compartida por la generación más joven que exige una responsabilidad más seria. Muchos tienden a responder hoy a través de enfoques directos del acto de dar, de fundamentos y proyectos de financiamiento que operan con la habilidad de la mercadotecnia de una gran corporación comercial. Nosotros podemos responder con reglamentos autoritarios, pero nos sirven de muy poco. La iglesia, en todos los niveles, debe reconocer el valor, la oportunidad y el ejemplo disponible en la responsabilidad voluntaria. Esta es inherentemente una parte de la mayordomía. Edifica la confianza. La confianza edifica las relaciones y las relaciones son los bloques con los cuales construimos la comunidad.
Durante los últimos tres años nuestra asociación ha adoptado la práctica de un gobierno más abierto. Nuestros presupuestos, nuestros estados financieros, nuestras proyecciones y nuestros informes están disponibles para todos en una forma comprensible, las decisiones financieras han sido inclusivas hasta donde ha sido posible. Muchos miembros han expresado su orgullo por su asociación en contraste con las dudas que una vez tuvieron. Ha cambiado la orientación de nuestra administración como a hurtadillas a un gobierno a través del debate abierto. Uno no puede pretender sin ser cuestionado que el diezmo se ha incrementado como consecuencia directa de este método, pero, de todos modos, se ha incrementado.
Cultive la teología de la gratitud
Hace varios años garabateé unas pocas palabras de aliento y gratitud a un miembro que había devuelto el diezmo. Ella me contestó agradeciéndome por mis palabras y me hizo notar que era la primera vez en 40 años que su iglesia había expresado su gratitud personal por su contribución.
El concepto de sacrificio del Antiguo Testamento está asociado con el pecado, la penitencia, o el sostén del sistema levítico. La idea de que los sacerdotes debían responder con gratitud no parece obvia, pero ciertamente es consistente con un liderazgo sabio, misericordioso y piadoso.
No importa cuál sea nuestra teología, vivimos en una sociedad que enfatiza la atención al cliente. Junto con esto, los consumidores esperan ser servidos con excelencia. Sea cual fuere su experiencia espiritual personal, nuestros miembros compararán la atención que reciben de las empresas comerciales con el cuidado y la respuesta ofrecida por la iglesia y su cuerpo organizado.
En nuestra asociación estamos en proceso de determinar la forma en que podríamos expresar gratitud genuina y personal a nuestros miembros. Las declaraciones corporativas a través del órgano oficial de la asociación carecen del toque personal. Breves notas impresas enviadas por correo carecen de credibilidad. Una idea que estamos contemplando es que de vez en cuando enviemos tarjetas de gratitud adjuntas a los recibos de ofrendas.
Aclarar el enfoque de la mayordomía
Para muchos de nuestros miembros la mayordomía ha llegado a ser sinónimo de fidelidad a los diezmos únicamente. Los directores de mayordomía han tratado de ampliar la perspectiva para incluir el uso del tiempo y los talentos. Otros han tratado de establecer una autenticidad cristocéntrica. Todas esas perspectivas han sido válidas, pero pocas han capturado la imaginación de los ministros y los miembros.
Desde el principio la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha dependido mayormente de los miembros de la División Norteamericana. Mucha de su generosidad surge de una ética puritana culturalmente arraigada, y su concepto de mayordomía probablemente lo dan por sentado. La mayoría de la iglesia, aunque experimenta un rápido crecimiento, existe, por contraste, en culturas donde la deuda, la pobreza y el desempleo son endémicos. Francis Fukuyama, en su libro Trust: Social Virtues and the Creation of Prosperity, comenta la forma en que “el radio de la confianza” varía de una cultura a otra. Es interesante que su tesis demuestra la correlación que existe entre la habilidad de la gente para confiar y su prosperidad social.
Mucho de la mayordomía tiene que ver con el servicio que ofrecemos a la comunidad y nuestras relaciones con ella. Fluye de nuestras relaciones con Cristo y se extiende hacia afuera para cumplir nuestros propósitos en la sociedad. Nuestra orientación espiritual determina la forma en que nos ganamos la vida. Después de ello debemos reconocer al Señor que nos da la fortaleza y a la empresa de la cual fluyen esas bendiciones. Este reconocimiento debe, a su vez, conducimos a adoptar un concepto altruista de mayordomía que incluya el servicio, el desarrollo de la confianza y la confiabilidad, y la responsabilidad personal que contribuyen al bienestar de la gente. La mayordomía tiene el potencial de ponerse al mismo nivel que la educación y la salud como un servicio enriquecedor de la vida que mejora tanto el tejido social como la fe de nuestros miembros.
Adoptar una cultura de afabilidad y bondad
Es posible que los críticos consideren este enfoque como un intento de convertir a nuestros miembros en meros clientes sólo con dulces palabras. Yo sería el primero en rechazar esa falsa afabilidad. Nuestros miembros contribuyen altruistamente y no esperan nada a cambio. Pero la iglesia no puede volverse presuntuosa en cuanto a la lealtad de los miembros. Aquellos de nosotros que estamos en el extremo, donde somos testigos de la fidelidad de los miembros, debemos volvemos mayordomos de una cultura de afabilidad.
Muchas de nuestras iniciativas estratégicas han sido inspiradas por el reconocimiento de la necesidad en una forma dinámica. Tenemos grandes oradores que tienen la capacidad de animar a los fieles para que apoyen los métodos empresariales asociados con llamados para que den más ofrendas. Una dedicación adicional es buena, pero no como sustituto de la mayordomía esencial y de una lealtad inspirada en la confianza.
Sobre el autor: tesorero de la Asociación del Sur de Inglaterra en el Reino Unido.