Desde hace algunos años se ha generado en los Estados Unidos y dentro de la iglesia adventista, cierto movimiento minoritario que favorece la ordenación de las damas al ministerio. En este artículo el autor plantea diferentes perspectivas de este tema.

Recientemente, la Comisión para el Estudio del Papel de la Mujer en la Iglesia congregó a unos 80 hombres y mujeres de todo el mundo, principalmente para discutir la ordenación de la mujer al ministerio evangélico. Se enviaron veintidós trabajos, que fueron estudiados por cada miembro de la comisión. El primer día se lo dedicó a formar pequeños grupos de discusión e intercambios de ideas. Los días segundo y cuarto se reservaron para reuniones plenarias. Unos pocos delegados presentaron largas disertaciones; algunos eran hombres, y otros eran damas. La mayoría de la damas habló en favor de la ordenación de la mujer, y unas pocas en contra de esta postura.

El día tercero fue de una gran ayuda para mí. Se había pedido a siete damas que hablaran acerca de sus experiencias personales en el ministerio. Empatizamos con sus sentimientos de frustración y de chasco por las limitaciones impuestas a su ministerio. Compartieron su consternación porque no se les permitía bautizar a los que habían ganado, o casar a los que pastoreaban. Otras del mismo grupo se sentían complacidas con su ministerio, aunque no habían sido ordenadas. Sentían que la ordenación de la mujer no era necesaria para tener éxito en el ministerio. Sin embargo, algunas de ellas habían estado enroladas en alguna forma de ministerio diferente al ministerio pastoral.

Se abordó el “argumento del silencio”. Si la Biblia no habla definidamente sobre si se puede ordenar o no a una mujer, ¿significa esto que la iglesia está en libertad para adoptar una determinación propia? ¿Significa que hemos abandonado el principio de Sola Scriptura?

Una opción era permitir que cada división determine si ordena o no a la mujer. La mayoría de las divisiones fuera de Estados Unidos no favorece la ordenación de la mujer. ¿Por qué, entonces, no ordenarlas solamente en la División Norteamericana? Una de las respuestas a este interrogante es que formamos parte de una iglesia mundial. Cuando se ordena a un pastor adventista, la iglesia lo autoriza a representarla en todas partes del mundo. Estar divididos en un aspecto tan significativo como éste podría fragmentar seriamente a la iglesia. Una segunda respuesta es que hay marcadas diferencias sobre el tema en los Estados Unidos —incluso dentro de la feligresía femenina. Y la División Norteamericana debiera ser cuidadosa en no culpar a la iglesia mundial por impedir la ordenación de la mujer

La comisión recibió un informe preliminar de un estudio, todavía incompleto, realizado en tres grupos de damas adventistas. Estas hermanas dieron prioridades a 21 temas significativos para la mujer adventista en los Estados Unidos.

Los tres grupos concordaron en que era necesario que “el salario, el reconocimiento y las oportunidades fueron iguales para todos”.

Uno de los tres grupos estaba formado por damas que se habían organizado para resaltar el papel de la mujer en la iglesia. Este grupo otorgó el segundo lugar, en su lista de prioridades, al tema “La ordenación de la mujer en la iglesia”. Sin embargo, los otros dos grupos lo ubicaron en los lugares 18 y 19, respectivamente. Muchas mujeres adventistas de Estados Unidos no creen que el tema de la ordenación de la mujer sea sumamente significativo.

Aún se necesita estudiar más el tema

El espíritu que reinó en la reunión fue excelente. Las opiniones diferían marcadamente, y sin embargo prevaleció un cálido espíritu cristiano. Era evidente que el grupo estaba cooperando bajo el Espíritu de Dios para encontrar la voluntad del Señor. Desafortunadamente, los cuatro días llegaron y pasaron y el pensamiento del grupo no logró establecer coincidencias. Aunque el material de investigación del que dispuso la comisión formaba una pila de papeles de varios centímetros de alto, creimos que aún se necesitaba mayor información. Necesitamos estudiar más y comprender mejor la teología adventista de la ordenación de la mujer. Y por esta razón concluimos con el acuerdo de que debíamos realizar mayores estudios y, al año siguiente, nos volveríamos a encontrar.

Ustedes habrán notado que los miembros de sus juntas de iglesia bien pueden encuadrarse en una de estas tres categorías: los que apoyan y tienden a favorecer todos los planes que se plantean; los opositores, que ciertamente se encuentran en la postura opuesta; y los conciliadores, que típicamente buscan un terreno intermedio en el cual las otras dos posturas puedan concordar. Permítaseme adoptar la función conciliatoria por un momento y sugerir que, aunque aún no existe armonía sobre el tema de la ordenación de la mujer al ministerio, es posible que estemos arribando a un consenso en tres áreas.

Aspectos de coincidencia

  1. Los hombres y la mujeres son iguales. La Comisión de Estudio del Papel de la Mujer en la Iglesia buscó en forma permanente los aspectos que podrían ser enmarcados en las líneas de los principios morales antes que en las preferencias culturales. Y la igualdad de los hombres y las mujeres es uno de esos principios.

Los tres miembros de la Divinidad están en igualdad de condiciones. Sus papeles o funciones son diferentes, pero ninguno es inferior al otro. Y eso mismo ocurre entre los hombres y las mujeres. Sus funciones son diferentes. Dios le dio al hombre la responsabilidad de desarrollar una dirección amorosa en el hogar. Pero ninguno de los integrantes es inferior al otro. El hombre y la mujer son iguales.

2.    Las mujeres han sido llamadas y son necesarias en el ministerio. Todo el contexto de los dones espirituales demuestra que la mujer recibió dones y obedeció el llamamiento del Espíritu Santo como lo fue con el hombre.

Pero un modo en que la iglesia podría perder el beneficio especial que muchas mujeres le transmiten al ministerio sería impedirles el acceso al ministerio.

Otra forma serla esperar que realicen un ministerio fundamentado sólo en un modelo masculino. No es necesario que una mujer desarrolle su ministerio como lo hace un hombre a fin de que se la considere un ministro.

A menudo, las mujeres son superiores a los hombres al ministrar en favor de las mujeres, de los niños, de los que sufren, y en toda otra faz del ministerio que demande una bondad excepcional, sensibilidad, amor y un acento especial en la relación. ¿Podríamos concordar en que muchas mujeres llevan acabo un ministerio más efectivo en estas áreas que la mayoría de los hombres?

Personalmente no me opongo a que una mujer pastoree sola una congregación. Sin embargo, en el clima actual, aún en los Estados Unidos una mujer debe ser una persona excepcional para ser aceptada y tener éxito como pastor en una iglesia. Por otro lado, una mujer a veces tiene más ventajas que un hombre en ciertos tipos de ministerio ¿Podríamos concordar en que se debiera estimular y apoyar estos ministerios?

Las mujeres han sido singularmente dotadas para realizar ministerios especializados. Las necesitamos como capellanes en instituciones de salud y como dirigentes en la estructura de los departamentos de la iglesia. Necesitamos mujeres pastores entre el personal de las iglesias dirigidas por equipos pastorales.

Cuando Dios hizo a la humanidad a su imagen, la hizo hombre y mujer. Ninguno tiene todas las características para reflejar en forma completa la imagen de Dios. Se necesitan los dos. Donde sea necesario que una congregación tenga más de un pastor, sería provechoso incluir alguna dama con los hombres. Juntos poseen una proporción mayor de las características de Dios, y pueden representar más completamente al Señor ante la congregación. De un modo evidente, los pastores que dirigen equipos pastorales, en las iglesias que están a cargo de varios pastores, fueron los que hablaron en favor de la ordenación de la mujer. Ellos trabajaron con damas que integraban los equipos pastorales, y están convencidos de su efectividad en estas tareas.

Necesitamos más esposos y esposas que desarrollen juntos el ministerio, al cual ambos fueron llamados y recibieron preparación para realizarlo, y se dediquen en forma completa a esa tarea. Esta es una de las soluciones más simples al problema más complejo que afronta la esposa que es pastor, y que es cuando la iglesia la transfiere a un nuevo destino y su esposo no puede abandonar su tarea regular. Necesitamos más equipos pastorales constituidos por matrimonios.

Deberíamos tener una forma de autenticar y de manifestar aprecio por la mujer en el ministerio. Muchas de las damas enroladas en el ministerio no están tan interesadas en luchar en favor de la ordenación como en saber si se aprecia el ministerio que realizan. Aunque todavía no estamos de acuerdo en que esto debe manifestarse a través de la ordenación,

La iglesia le otorga a las damas que están en el ministerio una Licencia Religiosa cuando comienza su ministerio. Según los acuerdos de la División Norteamericana, esta licencia se destina a quienes están en ministerios especializados tales como asociadas en la atención pastoral, la tesorería, la dirección de los departamentos, la capellanía, las administraciones de las instituciones más importantes y la dirección de los colegios secundarios. Esta licencia se otorgó por primera vez en Estados Unidos. Sin embargo, ahora otras divisiones fueron estimuladas a utilizarla del modo que lo necesiten.

La licencia se reemplaza por una credencial luego de cinco años. Cuando esto ocurre, el voto dice: “Se recomienda que se realice un acto apropiado cuando a un empleado se le otorga la Credencial Ministerial por Comisionado”. Aunque rara vez se practica este acto formal, se está preparando un servicio sugerente para quienes han demostrado su llamamiento a un ministerio determinado.

Damas, la iglesia no ha logrado armonizar su pensamiento sobre la ordenación de la mujer, pero tiene un modo de autenticar y demostrar su aprecio por la labor ministerial que realizan.

La preocupación pastoral

Este es el espacio destinado al pastor que asesora a los pastores. Por favor, permítanme hablarles pastoralmente a ustedes, damas que sienten que Dios las ha llamado al ministerio. Puedo entender un poco más lo que están experimentando. La mayoría de los pastores adventistas trabajó por varios años al comienzo de su ministerio sin poder bautizar y casar. Recuerdo esto como una clara desventaja, a veces una verdadera dificultad, y miraba hacia adelante con expectativa por la ordenación. Sin embargo, con toda honestidad, debo confesar que era tan libre para conquistar almas y tan efectivo en esa labor como lo soy ahora. La falta de ordenación hace que uno se sienta a veces incómodo, pero no nos impide que lleguemos a ser un instrumento para ganar almas.

Y de parte del ministerio adventista pido disculpas por cualquier dolor que les hayamos ocasionado, por parecer que las empujamos a un lado, cuando lo que necesitan es ser integradas. Las amamos. Las queremos. Las necesitamos. Bienvenidas al ministerio.

Sobre el autor: Floyd Bresee es secretario ministerial de la Asociación General.