La adoración fue el motivo de la rebelión de Satanás, y está en la base de muchos asuntos relacionados con el tiempo del fin.
En las últimas décadas, la adoración se ha transformado en un tema controversial debido a los postulados de la Alta Crítica y el apogeo de la posmodernidad. Según Charles Jack, este tema ha generado debates acalorados porque cada persona quiere adorar como mejor le parece. Esto ocurre tanto en forma individual como colectiva.[1] De hecho, debido a su importancia y alcance, este no es un tema sencillo.
Tiempo atrás, alguien se refirió a la adoración como uno de los grandes temas de los años noventa.[2] Actualmente, es posible observar, en forma clara que en la iglesia cristiana se evidencia esta realidad. Evangélicos y católicos son testigos de las disidencias que llevan incluso a la apostasía, por causa de cuestiones teológicas implícitas en la práctica de la adoración.[3] Naturalmente, la adoración se encuentra en el corazón de cualquier actividad religiosa. Sin embargo, existe una razón particular por la que el tema se ha tornado tan controversial: es el dilema central del gran conflicto entre Cristo y Satanás.
La adoración no es un tema nuevo. En verdad, fue el motivo de la rebelión de Satanás,[4] y es parte del fundamento de muchas preguntas relacionadas con el tiempo del fin. Debido a esto, no sorprende que el primer mensaje angélico del Apocalipsis incluya una invitación para adorar al Creador (Apoc. 14:7).
A esta altura, la pregunta que podemos hacernos es: Como pastor, ¿estoy comprendiendo el tema de la adoración en el contexto del culto en la iglesia?
Envase y contenido
En uno de sus libros, Ron Gladden escribió un capítulo titulado “Qué pueden aprender los adventistas de Coca-Cola”. En este capítulo, él afirma que podemos cambiar el envase –“donde sea apropiado”- sin cambiar el producto ni comprometer la verdad.[5] La idea es clara y existe coherencia en aquello que propone. Pero ¿hasta qué punto debemos cambiar de envase? Desgraciadamente, la mayoría de las iglesias protestantes carismáticas ha cambiado tanto el envase que casi no se ve el producto. ¿Qué podemos decir de las iglesias adventistas y de sus cultos? Es imposible negar que la posmodernidad está ganando terreno, y no es sorprendente ver congregaciones adventistas con un “un sistema de culto muy semejante al de los hermanos evangélicos pentecostales”, donde se percibe gran interés en “ganar a los perdidos”, aunque para eso haya que rebajar el evangelio. Se utiliza música secular con letras cristianas, y predicadores extravagantes e irreverentes con mensajes superficiales. Esto implica -en cultos como este- que el foco de la adoración no es el adorado sino el adorador. La pregunta ya no es: ¿Qué culto agrada a Dios?, sino: Este culto ¿agrada a las personas? Sin embargo, la adoración debe ser definida a la luz de la Biblia, la cual es el punto de partida, como bien afirmó Home P. Silva en su definición de culto.[6] El problema no es menor, como se puede percibir, especialmente cuando entendemos que a Dios le importa cómo debemos adorarlo. Cuando valoramos lo que ocurrió como resultado de la actitud de Caín -diferente de su hermano Abel (Gén. 4:1-8)-, descubrimos lecciones importantes sobre este tema.
Los adoradores y su conocimiento
Caín y Abel eran adoradores diferentes. Ese hecho queda patente por el impacto causado ante Jehová, ya que uno aceptó y el otro rechazó las orientaciones para el culto. Es necesario recordar que ambos fueron educados por los mismos padres y enseñados de manera similar en lo que concierne a la adoración a Dios. A pesar de eso, la forma en la que ellos procedieron fue muy distinta.[7]
Otro tema sale a relucir: ¿Cuál es la voluntad de Dios en cuanto a este asunto? La Biblia no presenta muchos detalles, pero se puede inferir que la acción de Abel estaba más cercana a lo que Dios quería. “Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?” (Gén. 4:6,7).
Ante esto, parece más probable que Dios haya dado instrucciones sobre cómo debían proceder; pero, por razones no especificadas en las Escrituras, Caín optó por ignorarlas, y actuó a su manera.[8] No obstante, ambos hermanos se presentaron para adorar a Dios en igualdad de condiciones en cuanto al conocimiento de los requisitos divinos para el acto de adoración.
Más allá de la interpretación protestante habitual -que Dios rechazó la ofrenda de Caín por el egoísmo un su corazón- es claro que la cuestión fundamental, en este episodio, no se limita solo a eso. La ofrenda debía anunciar la muerte de Cristo por los pecados de la humanidad (Gén. 3:12; Juan 1:29).[9]
A la luz del contexto bíblico, es razonable inferir que, anteriormente, Caín ya había ofrendado a Dios, habiéndolo hecho con el conocimiento de las instrucciones que había recibido.[10] Pero, en este último caso, resolvió desobedecer, adorando a su manera, según su propia conveniencia. Por esto, a Dios no le agradó su ofrenda.
Adoración y adorador
Al final de la adoración prestada por los dos hermanos, Dios se pronunció inmediatamente, aceptando una y rechazando otra. Las Escrituras describen a Abel como “justo” (Mat. 23:35; Heb. 11:4), evidentemente por el modelo de su adoración. No se dice lo mismo de Caín.
Desde este pasaje, podemos concluir que, en primer lugar, la adoración es teocéntrica. Los hijos de Adán y Eva no presentaron ofrendas a ningún ser, astro o criatura que no fuera Jehová. Esta es la esencia de la adoración: se dirige exclusivamente a Dios.
En segundo lugar, la adoración es obediencia a la voluntad de Dios. Esto se evidencia en la actitud de los adoradores. No existen “formas” de adoración, sino apenas “formas”; es decir, sea adoración como respuesta a la voluntad divina. Finalmente, toda adoración es evaluada por Dios. A él le agrada o le desagrada lo que eventualmente le ofrecemos.
En las ofrendas a Dios de Caín y de Abel, existe un cuadro de conflicto entre la verdadera adoración y la falsa adoración. Al actuar perversamente contra su hermano Abel, Caín prefigura, de cierta forma, a los falsos adoradores que se levantan contra los adoradores fieles en el gran conflicto entre Cristo y Satanás.
Como pastores, necesitamos estar alertas para que, al dirigir los cultos de adoración, nos apartemos de lo humano y centremos nuestras acciones en Dios. Para él es muy importante la forma en que lo adoramos. Nuestros cultos deben ser hermosos, dinámicos, partícipativos e inspiradores, pero centrados en Dios y conforme a los principios expresados en su Palabra.
Sobre el autor: Pastor de la Misión del Oriente Peruano.
Referencias
[1] Chris Jack, Lo que todo adorador debe saber (Buenos Aires: Peniel, 2004), p. 41.
[2] Ed Zackrison, The Complete Library of Christian Worship. The Renewal of Study Worship (Nashville, TN: Star Song, 1993), t. 6, p. 7.
[3] Joachim Lange, Piense conforme a la Biblia. Cómo recuperar el punto de vista cristiano (Grand Rapids, MI: Portavoz, 2004), p. 198.
[4] Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 33-42.
[5] Ron Gladden, Plantar el futuro (Buenos Aires: ACES, 2002), pp. 17-21.
[6] Home P. Silva, Ministerio Adventista, N° 283 (mayo-junio de 2000), p. 21.
[7] H, D. M. Spence y Joseph S. Exell, The Pulpit Commentary (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Company, 1950), 1.1, p. 83.
[8] Henry M. Morris, The Genesis Record: A Scientific & Devotional Commentary on the Book of Beginnings (GrandRapids, MI: Baker Book House, 1976), pp. 136,137.
[9] John M. Fowler, El conflicto entre Cristo y Satanás (Buenos Aires: ACES, 2001), p. 63.
[10] Francis D. Nichol, Comentario bíblico adventista (Buenos Aires: ACES, 1992), t. 1, pp. 250, 251.