El término burnout fue introducido por el psicólogo estadounidense Herbert Freudenberger en 1973 para describir los efectos del abuso de drogas. También aplicó la expresión al estado psicológico de los voluntarios que participaban en la rehabilitación de toxicómanos, señalando que sufrían más que los propios pacientes. Así, el síndrome de burnout se asoció inicialmente a los profesionales que tratan directamente con otras personas, especialmente en actividades asistenciales. Para debatir este tema, invitamos al psicólogo Belisário Marques, doctor en Psicología Clínica. Nacido en Carmo do Cajuru, en el Estado de Minas Gerais, Rep. del Brasil, es graduado en Educación Física, Filosofía y Psicología, tiene un posgrado en Psicología Educacional y es doctor en Psicología por la Universidad de Maryland. Enseñó en la Universidad Metodista, en la Universidad Estatal de Campinas (UNICAMP) y en la Universidad Adventista de São Paulo (UNASP), donde también contribuyó a la creación de las facultades de Educación y Psicología. Fue colaborador de la sección “Autoestima” de la revista Vida e Saúde [Vida y salud] durante más de 20 años. En 2019, lanzó el libro A Vida é uma Arte [La vida es un arte]. Está casado con la abogada Geny Daré Marques.
¿Cómo puede afrontarse la presión emocional en la rutina laboral?
No hay vida sin estrés. El problema es la intensidad que alcanza. El trabajo, sea cual sea, crea estrés porque hay desgaste, esfuerzo y gasto de energía. Hay tareas que hacer y obligaciones que cumplir; esa es una realidad que no podemos evitar. Cuando aceptamos un trabajo, le “vendemos” nuestro tiempo a la organización que nos ha contratado. Es un compromiso con obligaciones mutuas. Cuanto mejor cumplas tu parte de las obligaciones, menos tensiones se crearán y más agradable será el ambiente de trabajo. Para hacer frente a la presión emocional, debemos conocer nuestras emociones y respetarlas, especialmente las negativas, como la ira, el miedo, la tristeza, la culpa, la envidia, los celos y el orgullo. Además, no procrastinar y cumplir con las tareas asignadas, siempre con gran honestidad, autenticidad y respetando los límites, son pasos fundamentales para lidiar con la presión en nuestra rutina de trabajo.
¿Cómo pueden los pastores aconsejar a miembros que atraviesen dificultades sin verse afectados personalmente por esos problemas?
Yo aconsejo lo siguiente: 1) aprende a
escuchar más de lo que hablas, para entenderlos mejor; 2) no proyectes tus propios problemas en los demás; 3) no prediques a toda una congregación con la intención de dirigirte a solo una persona o familia; 4) habla solo de lo que sabes; 5) no tomes decisiones vitales solo para complacer a alguien; 6) respeta las opiniones contrarias a la tuya, reconociendo que, incluso como pastor, no eres el dueño de la verdad; 7) practica el respeto moral; 8) ten en claro cuáles son tus propios problemas y debilidades para poder controlarlos; 9) ocúpate de tu propia vida y permite que los demás hagan lo mismo; 10) practica aquello en lo que crees, basándote en la Biblia.
Muchas personas se enferman debido al uso excesivo del teléfono celular. ¿Hay alguna solución para esto?
No te enfermas por usar el teléfono celular; ya estás enfermo y, por eso, te vuelves adicto a él. En general, la gente usa el móvil porque no tiene nada importante que hacer con su tiempo. Hay un vacío en su vida, falta algo que los inspire a ser productivos, y el teléfono celular es una forma fácil para escapar de la realidad. La solución es darse cuenta de que existe ese vacío y buscar formas alternativas de emplear el tiempo. Ejercer el autocontrol, practicar la autodisciplina y, sobre todo, querer cambiar son actitudes excelentes. También debes interesarte por algo más productivo y satisfactorio. No es fácil, pero la respuesta es sencilla: Solo cambias si te lo propones. A veces, por supuesto, necesitarás ayuda profesional.
Algunas personas ven a los pastores como “superhéroes” espirituales. ¿Cómo afecta esta visión al ministerio?
A veces, las personas crean en la mente de los demás una imagen de superioridad, sabiduría y santidad, normalmente motivadas por sentimientos opuestos. Como el pastor es un creador de opinión, la imagen que transmite de sí mismo suele ser aceptada. Esta imagen de superioridad, motivada por la inseguridad, crea un conflicto moral y emocional que lo hace sufrir. Sería más sano si fuera sincero, realista y honesto consigo mismo. Este conflicto le impide desarrollar la humildad necesaria para ayudar a otros. En lugar de empatizar con los necesitados, los desprecia. En lugar de reflejar la imagen de Dios ante los miembros, se refleja a sí mismo. Como se puede ver, preocuparse por los seres humanos requiere altruismo. ¿Qué pueden hacer los ministros en su rutina diaria para cuidar su propio bienestar emocional?
Existen prácticas que pueden parecer obvias, pero son muy útiles en la vida diaria. No conviertas tu llamado en una mera profesión ni pienses que la organización es un negocio secular. Si el llamado al ministerio es una misión y la has aceptado, permanece fiel al compromiso que has hecho. Esta fidelidad garantiza la aprobación de tu conciencia, y una conciencia en paz significa un estado emocional tranquilo. Por lo tanto, cada día ocúpate primero de lo espiritual. Intenta crecer diariamente en el conocimiento de ti mismo y en la comprensión de los demás para establecer relaciones sanas. Respeta los principios morales y emocionales en toda interacción humana, ya sea individual o colectiva. Disciplínate para mantener el equilibrio en la vida; ponte límites constructivos y funcionales. Invierte en la salud de tu cuerpo y de tu mente. Persigue objetivos definidos en tu vida. Nunca apartes la vista de la esperanza, porque es tu meta.
¿De qué recursos disponen los pastores que sufren depresión, síndrome de burnout o ansiedad y necesitan ayuda profesional?
Busca tener un nuevo corazón, acepta tus errores, gestiona tus sentimientos, aprende a convivir con tus pensamientos, ten un amigo de confianza y elige claramente tus palabras y acciones. Si no puedes hacer frente a los problemas y sentimientos negativos, busca un profesional competente, con experiencia y recomendado. Puede ser un psicólogo, que se ocupa más del comportamiento, el pensamiento y las emociones; o un psiquiatra, que como médico tiene autoridad legal para administrar medicación. Y lo principal: si Dios es tu esperanza, confía en él y cree lo que dice el Salmo 71:20: “Aunque me has hecho ver muchas angustias y males, restaurarás mi vida, me levantarás de nuevo de los abismos de la tierra”. Relee las preguntas, medita en las respuestas y tómate en serio tu situación. ¡Éxito!