Muchas veces recurrimos a las redacciones de los diarios con el propósito de que se publiquen reportajes a fin de que se haga propaganda de los ciclos de conferencias que vamos a iniciar o para algún acto a celebrarse en nuestra iglesia. Hay ocasiones cuando lo hacemos meramente para que el nombre “adventista” se conozca un poco más.

No hay duda de que procedemos bien al recurrir a la prensa para que se sepa algo de nuestras actividades de evangelización y para otros fines propios de nuestro ministerio. Sin embargo, es necesario tener mucho cuidado con lo que publiquen los diarios y revistas. No siempre los periodistas son responsables ni dignos de confianza.

En una oportunidad, en la ciudad de Concepción, Chile, cambiaron la fecha de una conferencia que iba a ser presentada. La confusión creada quizá fue peor que el silencio o vacío que hubieran hecho al acto que se iba a desarrollar.

En otra ocasión, en Montevideo, deformaron varios datos en forma casi caricaturesca. Hablaron de la obra adventista en el altiplano argentino, de que hay escuelas adventistas en el Perú ubicadas a 9.000 metros de altura, de que existe en el Canadá la Universidad Adventista de Loma Linda y otros errores menos llamativos. Cualquier persona de cultura elemental sabe que no existe un altiplano argentino y que ni los Himalayas llegan a 9.000 metros de altura con sus cumbres eternamente nevadas. Asimismo, muchos se habrán preguntado cómo es posible que en el Canadá exista una universidad de nombre tan castellano como Loma Linda. En California sí, por su origen hispano.

Hay otros casos y ejemplos, ya medio borrados en nuestra memoria, cuando hubo cambios, alteraciones y errores de diversos calibres que menoscabaron la eficacia de la propaganda que se deseaba efectuar.

La experiencia enseña que se deben llevar escritos todos los datos que deban aparecer en el reportaje o crónica que esperamos que se publique. Y cuando nos hagan preguntas inesperadas, seamos cuidadosos para que no haya la posibilidad de que se distorsione lo que decimos o haya alguna confusión. De alguna manera, procuremos que el periodista que nos atiende anote con exactitud lo que decimos.

Hace algún tiempo, llegó a Buenos Aires el Dr. J. DeWitt Fox, médico director de nuestra revista Lije & Health. Este facultativo había operado tres veces al infortunado pugilista argentino Lavorante. Venía en un viaje expreso trayendo al boxeador que sigue en un triste estado de inconsciencia. Es de imaginarse la expectativa que se notaba en el aeropuerto con motivo de la llegada de ambos. Hubiera sido «extraordinaria la publicidad que se pudiera haber efectuado entonces para el nombre de los adventistas. Por desgracia, los reporteros deformaron a su sabor, casi diríamos a su capricho, las declaraciones del médico adventista. ¡Hasta le hicieron decir que le gustaba mucho el cafecito porteño! Mezclaron los errores en cuanto a conceptos médicos con otras inexactitudes. No fue pequeño el disgusto del Dr. De Witt Fox cuando supo lo que había sucedido.

No serán nunca exageradas las precauciones que tomemos y todos los recursos que empleemos para evitar que deformen datos y concepto» algunos periodistas mal intencionados o equivocados. Hagamos celosamente nuestra parte para que no se convierta una crónica seria en una caricatura.