Si el protestantismo muere alguna vez con una daga en la espalda, la daga será el sermón protestante”. Con esta breve frase sarcástica Donald Miller pone el dedo sobre el desafío, tanto para el protestantismo en general como para el adventismo en particular.
Aparentemente demasiados predicadores han leído y entendido Mateo 10:23 como si dijera: “Cuando os persigan en un texto, huid a otro”.
En el púlpito promedio hay demasiadas huidas de un texto a otro, e incluso de todos los textos juntos. Me acuerdo de un pastor que predicaba a la misma congregación casi cada semana, pero que sólo tenía tres sermones. No quiero decir que sólo tenía tres bosquejos de sermones, sino tres temas, cada uno de los cuales retocaba cada mes. Ciertamente hacía variaciones y cambios en su estrecho repertorio, pero siempre nos parecía lo mismo a los que nos encontrábamos en las bancas. De hecho, todo lo que iría a decir era bastante predecible, excepto las ocasiones en que, frustrado, tenía que añadir un poco de sabor a su ejercicio sermónico “vapuleando” a la congregación.
Sus tres sermones, según recuerdo, se enfocaban en el segundo advenimiento, el sábado y la mayordomía. Así que, ustedes pueden ver que él era, en efecto, un “buen adventista”, aun cuando su rebaño recibiera una dieta bastante pobre, dependiendo del régimen que se le ofrecía desde el púlpito.
Predicar la palabra versus predicarnos a nosotros mismos
Cuántas veces nosotros, los calentadores de bancas, desearíamos que nuestro obviamente sincero pastor siguiera la instrucción de Pablo: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo” (2 Tim. 4:2), en vez de saltar de un texto difícil a otro mientras usaba sus contados pasajes para apoyar sus ideas. ¿Qué, Dios no tenía una “palabra” para nosotros?
La predicación por temas tiene su lugar de vez en cuando, pero con demasiada frecuencia tiene muy poco que ver con la predicación de la Palabra. Expliquémonos; la mayoría de nosotros los predicadores nos predicamos a nosotros mismos; predicamos a los problemas que tememos o los asuntos que nos desafían. En suma, rascamos donde sentimos comezón. En el proceso, toda la congregación siente la comezón donde el pastor rasca, cuando su verdadera necesidad es ser alimentada con una bien balanceada dieta de predicación bíblica expositiva.
La solución para la enfermedad homilética de la predicación de uno mismo es sencillamente “predicar la Palabra”. Necesitamos movemos de lo que queremos que la gente oiga, hacia lo que Dios quiere que la gente escuche. Eso significa predicación bíblica en su sentido expositivo. La necesidad es permitir a Dios que hable como ha establecido su mensaje en los diferentes libros de la Biblia. La Biblia presenta un vasto campo de temas en una diversidad de formatos. Cuando predicamos ex positivamente la Escritura, nos mantiene alejados de los caballitos de batalla, y nos ayuda, más positivamente, a predicar todo el amplio espectro de temas que Dios quiere que abordemos. No se preocupe por temas tales como mayordomía, justificación, obras, o el sábado. Todos están engastados como joyas en pasajes que sólo esperan que usted los exponga.
Desafortunadamente, el adventismo no tiene muchos modelos de predicadores bíblicos que expongan la Palabra en forma sostenida. Incluso las lecciones de la escuela sabática siguen generalmente los patrones de huir de un texto a otro en una forma que da a muchos la idea de que su propósito es servir a sus lectores de agenda extrabíblica, y no proveer a los miembros de la clase un mejor conocimiento de la voluntad de Dios para su pueblo. Es casi como si algo de nuestra agenda adventista (agenda con la que yo estoy de acuerdo) pudiera perderse si no le ayudamos un poquito a la Biblia. Esta tendencia se nota incluso cuando leemos algún libro de la Biblia en su totalidad. Así, por ejemplo, hace algunos años encontramos el concepto de obras presentado en una lección sobre Romanos 4, donde el mismo se nos antojaba bastante extraño y no calzaba allí. Pablo, por supuesto, hace una exposición vigorosa de este tema comenzando con el capítulo 6 y cerrando con broche de oro con los capítulos 13 y 14. De hecho, todo el libro de Romanos contiene la afirmación de Pablo de que a él se le había dotado de poder para traer a los gentiles “a la obediencia de la fe” (Rom. 1:5; 16:26). El equilibrio es evidente en la totalidad del libro. Si dejamos que Dios hable cuándo debe hacerlo a través de su Palabra, él nos dirá lo que quiere que sepamos en su contexto apropiado.
Si no lo ha comprendido todavía, el presente artículo es un llamamiento a una creciente predicación bíblica y expositiva, y a huir menos de un texto a otro.
Predicación y prioridades
Pero, puede ser que usted esté pensando, ¿cómo podemos “predicar la Palabra a tiempo y fuera de tiempo” cuando tenemos tan poco tiempo para hacer un serio estudio de la Biblia? Gracias por la pregunta. Por un momento creí que nunca llegaríamos a este punto.
Aquí estamos tratando un asunto de prioridades. ¿Cuál, debemos preguntar, es la función primaria del pastor? Esa debería ser la pregunta más importante que debemos hacernos en cuanto a nuestro cometido. Desafortunadamente, muchos de nosotros tenemos una idea equivocada de este asunto, y la predicación bíblica termina siendo una de las víctimas.
Yo no sé dónde pesqué el concepto, pero de alguna manera tuve la idea al principio de mi ministerio de que la esencia del pastorado era bautizar un cierto número de personas (es decir, tantos como fuera posible) y alcanzar objetivos financieros (tantos como fuera posible). Con una carga tal, yo no encontraba suficiente tiempo para prepararme para la predicación bíblica, y descubrí, con sorpresa, que la obra pastoral era mucho menos que satisfactoria. De hecho, me desilusioné un poquito, aun cuando me sentía mejor que el promedio en la consecución de blancos.
Fue sólo más tarde cuando llegué a la conclusión de que el problema con muchas denominaciones, congregaciones y pastores comenzó cuando aprendieron a contar. Nosotros contamos bautismos, miembros, contribuciones, instituciones, y así por el estilo, como si todo se tratara de números y fuera un fin en sí mismo.
Por favor, no creo que Dios esté en contra de los blancos, números, e incluso contar, mientras tales ejercicios ocupen su lugar apropiado. Parte del problema es que cobran vida y terminan quedando en el mismo centro de lo que muchas personas, pastores y dirigentes de la iglesia ven como “acción eclesiástica”. En tales casos, los blancos se convierten en el centro del ministerio. El ministerio, entonces, se reduce a vigilar la maquinaria e incluso asegurarse de que incrementemos la maquinaria. Como lo expresó el pastor de una gran iglesia institucional, su función era: “Hacer funcionar la franquicia local de la iglesia adventista; algo así como ser responsable de formar un eslabón en la cadena de pagos de McDonald’s”.
Yo he llegado a la conclusión de que muchos de nosotros tenemos y hacemos todo al revés. Necesitamos “olvidar” los blancos y avanzar hacia lo que es el ministerio. Un pastor tiene dos funciones primarias: amar al pueblo de Dios y alimentar a las ovejas del Señor. Por mucho tiempo hemos visto a los que no son miembros de la iglesia como candidatos potenciales para el bautismo (como números), y a los miembros como “vacas evangélicas”, que deben ser ordeñadas regularmente. Así, cuando visitamos a la gente, lo hacemos con una agenda. Del mismo modo, el sermón llega a ser una herramienta para cumplir esa agenda.
Necesitamos revertir nuestras prioridades. Los pastores son llamados para amar a la gente y ser predicadores de la Palabra. Piense sencillamente; a los pastores se les paga para amar a la gente, para estudiar la Biblia, y presentar la Palabra de Dios a sus hijos. ¡Qué empleo! ¡Qué delicia! Si lo hace, de seguro mantendrá funcionando la franquicia local mientras cambia el nombre pastor.
Creo firmemente que cuando corrijamos nuestras prioridades, los blancos y los números se cuidarán solos. Muchos miembros de la iglesia están cansados de ser tratados como “vacas evangélicas” reunidas en una hacienda lechera eclesiástica, donde su único alimento es la frustración de recibir una predicación menos que bíblica. Y la gran mayoría de miembros que se sienten así ciertamente no tienen deseos ardientes de poner a sus amigos y vecinos en contacto con lo que ellos consideran menos que satisfactorio. La gente está hambrienta tanto de una predicación bíblica, como de una genuina relación interpersonal. Los miembros traerán a sus amigos a la iglesia si escuchan consistentemente la Palabra de Dios hábilmente proclamada, y si saben que ellos y sus amigos serán tratados como personas en vez de como blancos o números.
Eso significa que los pastores necesitan visitar a sus miembros y a sus vecinos sólo porque se interesan en ellos, no porque puedan cumplir una agenda oculta. Significa que los pastores no sólo deben amar a la gente, sino también a la Biblia, para que puedan ayudar a la gente a aprender a disfrutar del andar por medio de la Palabra de Dios. Las personas vendrán a una iglesia donde se preocupan genuinamente por ellas. Apoyarán el programa, y traerán a sus amigos para escuchar la Palabra de Dios y compartir su bondad.
Predicación expositiva significa estudio serio y regular de la Biblia. Pero me temo que, incluso en el estudio, la mayoría de nosotros huimos de un texto a otro, y establecemos algo menos que una profunda comprensión contextual del texto bíblico. Una vez más, esa huida y su superficialidad resultante se notan en el púlpito.
La verdad es que sin un estudio exegético profundo es imposible hacer consistentemente exposiciones bíblicas con una percepción profunda en nuestros sermones. Terminamos corriendo, y “cuando somos perseguidos en un texto, huimos al otro”. Es posible que al final nos ayude a pasar del sermón de las once, pero será menos que inspirador. En suma, no podemos predicar la Palabra, si no conocemos la Palabra. Si bien conocer la Palabra toma tiempo y esfuerzo, he allí el mismo corazón del ministerio.
Mi estudio de la Biblia
Nuestra gran necesidad es ¡huir hacia la Palabra!, para que podamos ser predicadores más efectivos de ella. Hace algunos años, tomé ese mandato de todo corazón en mi propia vida y trabajo. En 1980 comencé un estudio intensivo, versículo por versículo, de la Biblia que yo estimaba me llevaría unos 30 años terminarlo. Mi primer objetivo fue el evangelio según San Mateo. Me dediqué a esa tarea una hora cada día durante doce meses completos. Luego siguieron once meses dedicados al Génesis, cuatro a Eclesiastés, y así por el estilo.
Mi método era sumamente sencillo. No sólo me armé de varias versiones de la Biblia y ayudas para el estudio de los textos, sino que también seleccioné tres comentarios completos para cada libro bíblico. Leía cada uno de ellos diariamente al realizar mi estudio versículo por versículo, no porque contuvieran toda la verdad, sino porque la capacidad y el conocimiento de sus autores me ayudaban a desentrañar el texto en forma sistemática. Ellos me ayudaron a ver cosas que a menudo pasaba por alto cuando estudiaba normalmente la Biblia. Era algo así como si me sentara con tres sabios amigos que diferían en sus opiniones. Algunos días lograba trabajar en tres o cuatro versículos, pero en otros dedicaba a veces de tres a cuatro días, siempre estudiándolos en su contexto y en relación con el propósito de cada libro bíblico. Mientras huía, no del, sino hacia, el texto, pasaban los meses, y comencé a pensar acerca de la Biblia de un modo diferente. Mi diario caminar con Dios a través del texto comenzó a afectar mi predicación y mi forma de escribir.
Debo decir aquí que mi método es sólo uno de muchos, a través de los cuales podemos asimos de la Biblia. No es tanto el método lo que cuenta, sino el hecho de que fiel y consistentemente demos una porción de tiempo diariamente al estudio sistemático de la Biblia.
En mi método tuve mucho cuidado de seleccionar comentarios que fueran altamente recomendables por su percepción del texto. Hi ce unas pocas preguntas y algo de investigación mientras iba de un libro a otro. Quería materiales que fueran perceptivos, generalmente fieles al texto, inteligibles, y no demasiado grandes (muchos comentarios actuales están saliendo en dos o tres grandes tomos por cada libro bíblico). En vez de comprar juegos de libros, decidí adquirir los ejemplares más útiles que pudiera encontrar. De paso, debo decir que sentí que el Tyndale Old Testament Commentaries (InterVarsity Press) fue muy útil para mi propósito, junto con varios ejemplares del New International Commentaries (Eerdmans) sobre el Antiguo y Nuevo Testamentos. Además, me beneficié con la serie William Barclay’s Daily Bible. Aun cuando Barclay con frecuencia se desvía del texto, me ayudó a ver aplicaciones prácticas que otras obras más eruditas nunca exploran.
En un nivel más homilético, encontré las diversas obras expositivas de autores como Martin Lloyd-Jones muy útiles, porque trabajan sistemática y expositivamente a través del texto en un marco pastoral.
El deber de estudiar la Biblia
Independientemente de cuál sea nuestro método, el estudio consistente de la Biblia es un deber, un deber y una necesidad esencial de carácter personal y pastoral, más que un lujo. En mi caso, ha transformado literalmente mi predicación. Trátese de una serie de sermones sobre las parábolas de Cristo o una reciente serie de 14 semanas sobre Mateo, he encontrado gran gozo en la presentación de la Palabra de Dios. Y lo que es más, la gente está siendo alimentada como ellos anhelaban y necesitaban sin saberlo, y de un modo que no es posible lograr cuando uno huye de un texto a otro.
Al margen de la predicación, el estudio sistemático de la Biblia ha orientado muchos de mis escritos. ¡Por ejemplo, hace algunos años noté que el matinal que ha publicado la denominación tendía a la huida de un texto a otro! Entonces decidí escribir un libro devocional que se adhiriera al texto mientras simultáneamente hacía aplicaciones “sermónicas” a la vida diaria. El resultado fue Walking With Jesús On the Mount of Blessing [Caminando con Jesús en el monte de bendición], 365 lecturas devocionales que siguen el texto de los 111 versículos del Sermón del Monte para explorar durante un año Mateo 5-7. Si yo hubiera estado específicamente en el pastorado, el resultado habría sido de 10 a 25 sermones expositivos a partir de esa especial mina de oro bíblica.
En un futuro cercano espero realizar un estudio devocional similar titulado Walking With Paul Through the Book of Romans [Caminando con Pablo a través del libro de Romanos]. Mientras tanto, me gustaría sentarme en una iglesia donde sea evidente que el pastor ha dedicado unos pocos meses a caminar a través de ese libro crucial. Pero un pastor tal, por necesidad, tendría que caminar estrechamente con Pablo y su Señor en el texto antes de poder ser guía en la gira de un grupo de nosotros por el interior de ese libro. El esfuerzo, sin embargo, valdría la pena, tanto para el pastor como para la congregación.
Sobre el autor: es profesor de historia eclesiástica en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día en la Universidad Andreas, en Berrien Springs, Michigan.