¿Cuándo comenzó Cristo su ministerio sacerdotal? ¿Lo inició antes de su ascensión al cielo?

Se ha escrito acerca de Cristo que “no tomó a los ángeles, sino a la simiente de Abrahán tomó. Por lo cual, debía ser en todo semejante a los hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Pontífice en lo que es para con Dios, para expiar los pecados del pueblo. Porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Heb. 2:16-18). A la luz de esta declaración parece que era indispensable que Cristo se encarnara como el Hijo del hombre para convertirse en nuestro sacerdote en el estricto sentido de la palabra.

“Jesús es un compasivo intercesor, un misericordioso y fiel sumo sacerdote. Es la Majestad del cielo —el Rey de gloria— puede contemplar al hombre finito, sujeto a las tentaciones de Satanás, sabiendo que él mismo experimentó el poder de los engaños satánicos. ‘Por lo cual, debía ser en todo semejante a los hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Pontífice en lo que es para con Dios, para expiar los pecados del pueblo. Porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados’ (Heb. 2: 17, 18)” (Fundamentals of Christian Education, pág. 275).

Leemos acerca de su dedicación en el templo, hecha por José y María varias semanas después de su nacimiento: “Era el verdadero ‘gran sacerdote sobre la casa de Dios’, la cabeza de ‘un sacerdocio inmutable’, el intercesor ‘a la diestra de la Majestad en las alturas’ (Heb. 10:21; 7:24; 1:3)” (El Deseado, pág. 421.

Cristo era la realidad simbolizada por los sacerdotes comunes y los sumos sacerdotes del sacerdocio aarónico (Heb. 8:1-5). En el servicio del antiguo santuario de Israel, “mediante figuras y sombras se enseñaban diariamente al pueblo las grandes verdades relativas a la venida de Cristo como Redentor. Sacerdote y Rey” (Profetas y Reyes, págs. 504, 505).

Las funciones del sacerdote incluían muchos deberes además de los que llevaban a cabo dentro del santuario. Esto significa que también ministraba fuera del edificio. Por haber olvidado este hecho, algunos ministros han concebido en forma demasiado limitada el ministerio sacerdotal de Cristo.

Por ejemplo, el sacerdote actuaba como maestro del pueblo, instruyéndolo en las cosas de Dios. “Porque los labios de los sacerdotes han de guardar la sabiduría, y de su boca buscarán la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos” (Mal. 2:7). Por esto, él espíritu de profecía habla acerca de los “sacerdotes instructores” de los tiempos del Antiguo Testamento (Id., págs. 143, 249, 289. 450).

Cristo era un destacado maestro e instructor del pueblo, y durante su ministerio les enseñó lecciones espirituales. “El que trata de transformar a la humanidad, debe comprender a la humanidad. Sólo por la simpatía, la fe y el amor, pueden ser alcanzados y elevado los hombres. En esto Cristo se revela como el Maestro de los maestros: de lodos los que alguna vez vivieron en la tierra, él solo posee una perfecta comprensión del alma humana. ‘Porque no tenemos un Sumo Sacerdote’ —maestro de los maestros, porque los sacerdotes eran maestro— ‘que sea incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, sino que ha sido tentado en todo punto, así como nosotros’ (Heb. 4: 15) (La Educación, pág. 74).

Acerca de la oración que Cristo ofreció poco después de entrar en el huerto de Getsemaní. la noche antes de su muerte, según se registra en Juan 17, se nos dice: “Así. con el lenguaje de quien tenía autoridad divina. Cristo entregó a su electa iglesia en los brazos del Padre. Como consagrado sumo sacerdote intercedió por los suyos” (El Deseado, pág. 617).

Según esta declaración, Cristo era un “consagrado sumo sacerdote” que intercedía por su pueblo en ese momento.

Leemos lo siguiente acerca de la experiencia de Cristo en la sala de juicio de Pilato: “Las cruentas golas de sangre que de sus heridas sienes corrieron por su rostro y su barba. fueron la garantía de su ungimiento con el ‘óleo de alegría’ (Heb. 1:9) como sumo sacerdote nuestro” (Id.. pág. 667).

En otro lugar, hablando de sus sufrimientos en la cruz, leemos: “En su humillación, se había dirigido como profeta a las hijas de Jerusalén; como sacerdote y abogado, había intercedido con el Padre para que perdonase a sus homicidas; como Salvador amante, había perdonado los pecado-; del ladrón arrepentido” (Id., pág. 685).

El sacerdote debía realizar ciertas tareas en el atrio del santuario, particularmente en el altar de las ofrendas encendidas (o altar de bronce), donde presentaba diariamente los sacrificios matutinos y vespertinos en favor del pueblo, las ofrendas por los pecados de la nación. etc. El sacerdote llevaba a cabo esta obra afuera del edificio del santuario propiamente dicho.

Del mismo modo Cristo realizó una parte de su ministerio sacerdotal afuera del santuario celestial. “Porque todo pontífice es puesto para ofrecer presentes y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tuviese algo que ofrecer” (Heb. 8:3). Sin embargo, “no tiene necesidad cada día. como los otros sacerdotes. de ofrecer primero sacrificios por sus pecados, y luego por los del pueblo: porque éste lo hizo una sola vez. ofreciéndose a sí mismo” (Heb. 7:27). En su rango de sacerdote. Cristo se ofreció como la víctima propiciatoria por los pecados de los hombres. “Se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (Heb. 9:14). y así logró el “deshacimiento del pecado… por el sacrificio de sí mismo” (Heb. 9:26). “éste, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, está sentado a la diestra de Dios… Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Heb. 10:12, 14).

¿Dónde se ofreció Cristo, como sacerdote, como el gran sacrificio por los pecados de los hombres? ¿Cuándo realizó este ministerio sacerdotal por los hombres? Lo hizo en la tierra, durante la misión que cumplió aquí, antes de su ascensión al cielo para comenzar su ministerio sacerdotal dentro del santuario celestial.

“Así como el sumo sacerdote ponía a un lado sus magníficas ropas pontificias, y oficiaba en la ropa blanca de lino del sacerdote común, así también Cristo tomó forma de siervo, y ofreció sacrificio, siendo él mismo a la vez, sacerdote y la víctima” (Id., pág. 20).

“Así como en el servicio típico el sumo sacerdote ponía a un lado sus ropas pontificias, y oficiaba con el blanco vestido de lino del sacerdote común; así Cristo puso a un lado sus ropas reales, fué vestido de humanidad, ofreció sacrificio, siendo él mismo sacerdote y víctima” (Los Hechos de los Apóstoles, págs. 25. 26).

Por lo tanto, se ve claramente que el ministerio sacerdotal de Cristo consistía en dos fases —una antes y la otra después de su ascensión al cielo. “Cumplió una fase de su sacerdocio muriendo en la cruz por la humanidad caída. Ahora está cumpliendo otra jase intercediendo ante el Padre en favor del pecador arrepentido y creyente, presentando ante Dios las ofrendas de su pueblo” (E. G. de White, manuscrito 42. 1901. Véase Questions on Doctrine, pág. 686).

“La infinita suficiencia de Cristo queda demostrada por el hecho de que llevó los pecados de todo el mundo. Ocupa la doble, posición de oferente y ofrenda, de sacerdote y víctima” (E. G, de White, carta 192, 1906. Véase Questions on Doctrine, pág. 667).

Puesto que la primera fase del ministerio sacerdotal de Cristo se llevó a cabo durante su misión a la tierra, como se indica por la evidencia dada más arriba, se ve que inicio su ministerio sacerdotal cuando comenzó su ministerio público inmediatamente después de su bautismo efectuado por Juan el Bautista en el otoño del año 27. porque fué ungido con el Espíritu Santo y con poder para la realización de su ministerio público entre los hombres. (Véase Hech. 10:38). Mientras sabemos con seguridad que fué el intercesor del hombre, mediador y sacerdote (Sal. 110:4; Zac. 6:13: Heb. 5:6; 6:20; 7:15-17, 21), durante los siglos que corrieron antes de su nacimiento en Bethlehem, no encontramos ninguna evidencia específica que muestre definidamente que haya sido sacerdote de su pueblo, en el estricto sentido de la palabra. durante esos tiempos.

Sobre el autor: Redactor del Índice de los Escritos de Elena G. de White.