“No entra en los planes de la Asociación General bautizar precipitadamente a la gente”. Estas palabras, dichas claramente por el pastor Roberto H. Pierson, han llegado a todas partes del campo mundial. Presentan una realidad que merece considerarse con seriedad. Evangelistas, pastores y miembros de iglesia nos han hecho llegar su inquietud. Quieren saber si aceptamos y fomentamos los bautismos apresurados, y nos preguntan: “¿Cuándo debiera bautizarse a un nuevo creyente?”

Creemos firmemente que se debe bautizar a la gente tan pronto como esté verdaderamente preparada para el bautismo, y no antes o después. Creemos que tal concepto armoniza plenamente con las Escrituras y las declaraciones del espíritu de profecía. El bautismo representa la muerte al pecado y una vida nueva en Cristo. Es la puerta de entrada en la iglesia. No bautizamos a la gente hasta que ofrezca evidencias de que se halla preparada para mantener plena comunión con Cristo y su iglesia.

Considere los siguientes puntos que se encuentran en los consejos inspirados y que se refieren a este importante principio de fe:

1. Debe bautizarse sólo a quienes están verdaderamente convertidos a Cristo y a su verdad. (Véase Evangelismo, pág. 229.)

2. El bautismo es una señal de entrada en el reino espiritual de Cristo, reino al que representa su iglesia. (Ibid.)

3. No se debe realizar ningún bautismo que no logre conectar al candidato con Cristo y su iglesia. (Id., pág. 237.)

4. Se debe instruir cabalmente a los que se van a bautizar. (Id., págs. 230, 231.)

5. En los que se bautizan debe producirse no sólo la renovación del corazón, sino la reforma en su vida. (Id., pág. 238.)

6. La aceptación de miembros que no se han convertido realmente y que no han sido bien instruidos representa una fuente de debilidad para la iglesia. (Id., pág. 234.)

7. Satanás se alegra cuando tales personas ingresan en la iglesia. (Ibid.)

8. Se bautiza a muchos que no están calificados para participar de este sagrado rito. (Evangelism, pág. 319.)

9. Todos los que entran en la nueva vida deben comprender, antes de su bautismo, que el Señor exige afectos indivisos, y la práctica de la verdad. (Evangelismo, pág. 230.)

10. La línea de demarcación será llana y clara entre los que aman a Dios y guardan sus mandamientos, y los que no lo aman y descuidan sus preceptos. Antes del bautismo hace falta una conversión plena a la verdad. (Id., pág. 230.)

11. Debe preceder al bautismo el examen cabal de la experiencia de los candidatos. (Id., pág. 232.)

12. Los candidatos deben abandonar sus creencias erróneas y sus prácticas incorrectas cuando se preparan para el bautismo. (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 379.)

13. Muchos son sepultados cuando aún vive el viejo hombre. Por este motivo hay tanta confusión en la iglesia. (Comentario de E. G. de White, SDA Bible Commentary, Rom. 6:1-4, pág. 1075.)

14. Sería mejor bautizar seis personas verdaderamente convertidas y traerlas a la iglesia, que tener sesenta que hacen sólo una profesión nominal pero no están cabalmente convertidas. (Evangelismo, pág. 239.)

Si queremos que la feligresía de la iglesia tenga sentido en la actualidad, es evidente que debemos seguir estos consejos. Se nos advierte que el demonio obra para atraer hacia la iglesia a ciertas personas por medio de las cuales podrá contrarrestar la obra del Espíritu y destruir la influencia de la iglesia. Por lo tanto, debe tenerse mucho cuidado cuando se tratan estos asuntos.

Después de presentar este aspecto de la cuestión, queremos expresar nuestra opinión en contra de la tendencia que tienen algunos de demorar el bautismo de los candidatos alegando diversos pretextos. Algunas personas a las que se les ha negado el bautismo estaban bien preparadas y verdaderamente dispuestas a recibirlo. En otros casos se ha demorado tanto el bautismo de otras, que llegaron a pensar que la iglesia no deseaba integrarlas a su feligresía. Esta situación es trágica y es causa de desaliento.

Lo que recomendamos es una actitud equilibrada. No bauticemos a las personas hasta que den muestras de su conversión a Cristo y a su bendita verdad con sus elevadas normas de conducta y experiencia cristianas. Asegurémonos de que están debidamente preparadas para el bautismo y para su unión a la feligresía. Pero, por otra parte, no las dejemos esperar tanto tiempo que les hagamos perder la fe y lleguen a pensar que no las queremos.

Con frecuencia se han hecho preguntas respecto del bautismo de los niños. La más importante es: “¿A qué edad deben llegar los niños para poder ser bautizados?” La sierva del Señor ha dicho que los niños pueden tener un conocimiento experimental de Cristo que esté de acuerdo con su edad. Tienen edad suficiente para ser bautizados cuando llegan a comprender el significado del bautismo, cuando están verdaderamente sometidos a Cristo y comprenden los principios de la fe y la importancia de formar parte de la iglesia. No deseamos fijar arbitrariamente una edad determinada. Algunos niños son más maduros en su experiencia cristiana que otros, cualquiera sea la edad que se establezca. Los hijos de miembros de iglesia se bautizan generalmente entre los 11 y los 14 años. Este parece ser un período seguro, y puede servir de pauta. Indudablemente, habrá casos excepcionales en los que se podrá bautizar a algunos de edad algo más corta.

Sin embargo, el consejo inspirado que se da a esta iglesia, indica que cuando se bautizan niños, especialmente los de poca edad, sus padres, junto con el pastor y los maestros, deben aceptar la responsabilidad de su crecimiento espiritual. Esto es razonable y justo, y todos debieran comprender su gran privilegio al contribuir a la salvación de los corderos del rebaño. (Véase Evangelismo, págs. 231, 232.)

Otro peligro que corremos cuando demoramos el bautismo de nuestros hijos es el de hacerles creer que la iglesia no los necesita o no tiene lugar para ellos. Este también es un grave error. Necesitamos a nuestros niños y a nuestros jóvenes. No podemos seguir sin ellos. Son nuestro precioso tesoro, y Dios los está usando de una manera maravillosa para terminar su obra. Preparémoslos debidamente para el bautismo, sí, pero bauticémoslos también. Démosles la bendición y la seguridad de ser miembros de la iglesia, y entonces empleemos sus talentos y energías en el servicio de Cristo.

En la siguiente declaración de la mensajera del Señor se presenta una clara advertencia contra el peligro de una feligresía carente de sentido:

“La iglesia puede cumplir el propósito de Dios sólo cuando está integrada por miembros puros y abnegados. Se hace demasiado trabajo apresurado para añadir nombres a la lista de miembros de iglesia. Se observan serios defectos en los caracteres de algunos que se unen a ella. Los que los aceptan dicen: Primero los traeremos a la iglesia, y luego los reformaremos. Pero esto es un error. La obra que debe hacerse en primer lugar es la obra de reforma. Orad con ellos, conversad con ellos, pero no permitáis que se unan con el pueblo de Dios en la relación de la iglesia hasta que den muestras definidas de que el Espíritu de Dios está obrando en sus corazones” (Review and Herald, 21-5-1901).

Sobre el autor: Director editorial de The Ministry