Hay solo dos maneras -una bíblica y otra extrabíblica- para obtener una idea para un sermón: Usted puede estar leyendo la Biblia, y de repente surge una idea que lo lleva a un sermón. O quizá usted ve el cartel que anuncia el sermón de otro predicador, o lee un libro, o escucha a alguien que hace una declaración, y súbitamente tiene una idea.

Las ideas deben estar basadas en la Biblia

  Si usted obtiene su idea directamente de la Biblia y aplica aquella verdad a la vida, entonces tiene un sermón bíblico. Pero supongamos que usted está dando un paseo y ve el cartel de una iglesia que le da una idea. Yo lo hice una vez; vi el anuncio en el cartel de una iglesia: “El alto costo de vivir barato”. (¡Usted sabe cómo copiamos títulos unos de otros!) Ese era un buen título. Pero no pude haber predicado un sermón bíblico acerca de ese título. Tuve que ir a la Biblia y encontrar una verdad bíblica que ilustrara lo que quería decir con “El alto costo de vivir barato”. De manera que si usted obtiene una idea fuera de la Biblia, no ha de predicar acerca de esa idea como un sermón bíblico, a menos que la pueda encontrar en la Palabra de Dios. Este es un concepto básico, fundamental. Cuando uno obtiene una idea, debe ir a las Escrituras y encontrar una porción predicable que este asociada.

  Una idea para sermón, entonces, no es de valor a menos que pueda ser orientada bíblicamente. Ante todo, un predicador bíblico tendrá presente que la única verdad que puede o debe predicar es la verdad bíblica. Cada idea que usted usa debe tener un sólido fundamento en la Palabra de Dios. No hay excepciones. Si usted no puede encontrar un versículo que acompañe la idea, usted puede, quizá, dar una buena charla, pero no podrá predicar un sermón bíblico, puesto que los sermones sólo se basan en la Palabra de Dios. Y una vez que la idea se sumerge en el texto, lo importante de allí en adelante no es la idea, sino el texto.

  Número dos, la idea debe ser una gran idea, algo que se pueda desarrollar como un sermón poderoso. El sermón se origina en el momento exacto cuando la idea aparece por primera vez. Si la idea es débil, el sermón será débil. Si la idea tiene poder, el sermón ha de ser igualmente poderoso.

  Número tres, la idea debe ser relevante para las necesidades de los oyentes. La predicación bíblica es más que hablar de la vida amorosa de los Jebuseos (¡por más “bíblico” que pueda ser este tema!). Quien escuche desde su asiento querrá saber: “¿Qué tiene que ver con mi vida amorosa?” La verdad de la Biblia siempre debe aplicarse y ser relevante para quienes escuchan. ¿Qué puede haber logrado usted, aun si predica la Biblia, si la gente sale diciendo: “¿Y ahora qué?” Aquí hay una fórmula algebraica para la predicación bíblica: exégesis (lo que significa la Palabra) más aplicación (lo que ese significado tiene que ver conmigo) igual a predicación bíblica.

  ¿De dónde vienen las ideas extrabíblicas? Un predicador tiene que desarrollar una mente homilética que esté de tal manera en constante operación que llegue a ser una segunda naturaleza para él. Siempre tiene que estar pensando: ¿cómo puede esto llegar a ser un sermón? ¿Qué puedo hacer con esto? A medida que usted cultiva esta mente homilética, estará más alerta a todas las ideas posibles. Al visitar a los feligreses en sus hogares, al relacionarse con ellos en la iglesia, usted escuchará cosas que le darán ideas. Usted debe tener hábitos de lectura sistemática, y conseguirá cantidad de ideas espléndidas de la historia, las biografías y la literatura. A veces un himno o una cartelera, o una observación cuando viaja será la chispa para la idea de un sermón. W. L. Watkins dice: “El cerebro de un verdadero predicador está siempre en estado de fermentación, y cientos de discursos en potencia esperan su hora”.

  Siempre estoy buscando ideas, y cuando tengo una, siempre la anoto. Tengo miles de ellas que nunca he usado y probablemente nunca lo haga. Pero cuando recojo ideas aquí y allí, las pongo en fichas. (En realidad, uso hojas de papel. Las fichas son muy caras. Vaya a un impresor y dígale: “Corte algunas hojas de su papel sobrante y cóbremelas por lo que pesan”. Usted conseguirá una buena cantidad, y esto será mejor que ir a un negocio o librería y comprar cien fichas. ¡De todas maneras, las fichas son muy gruesas!)

  O quizás usted quiera usar carpeta de hojas sueltas. Phillips Brooks usaba una libreta. El Dr. Torrey tenía un “libro de pensamientos” que incluso ponía cerca de su cama. No importa el método que use, el objetivo es atrapar la idea y escribirla. Esas pepitas de oro no permanecen en su mente; vuelven al subconsciente y se pierden para siempre. La única manera de conservarlas es escribiéndolas.

Unidades lógicas

  Ahora, al desarrollar las ideas bíblicas en sermones y al confrontar las ideas extrabíblicas con la Escritura, un principio básico es que siempre desarrollemos una unidad lógica. Puede ser un libro entero de la Biblia. Por ejemplo, usted puede predicar acerca del libro de Filipenses. El tema básico de ese libro es el gozo; se puede encontrar ese tema a lo largo del libro y predicar acerca del gozo en Filipenses.

  Un capítulo de un libro puede ser una unidad lógica. Este no es siempre el caso, por supuesto. 1 Corintios 13 no es una unidad lógica. Comienza lógicamente en 1 Corintios 12. El último versículo de 1 Corintios 12 dice: “Mas yo os muestro un camino aún más excelente”, y entonces el capítulo 13 nos cuenta cuál es ese camino. Los capítulos no han sido divididos apropiadamente. La división en capítulos no es inspirada, ni lo son los párrafos y la puntuación.

  Una unidad lógica puede ser una sección de un libro. El Sermón del Monte comienza con Mateo 5 y termina en Mateo 7. Es una unidad de tres capítulos.

  Un párrafo es una unidad lógica fundamental. Usted no puede predicar en base a la mitad de un párrafo, porque el párrafo es una unidad lógica. La Biblia ha sido escrita gramaticalmente, y usted debe tomar en consideración la estructura gramatical, puesto que es la base de la comprensión. La Escritura no es una mescolanza de palabras. Las palabras están todas unidas por relaciones sintácticas que entregan pensamientos e ideas.

  Sé que uno puede predicar en base a determinadas frases. Pero estoy hablando de predicaciones expositivas, que son las que están basadas en una unidad lógica de la Escritura: un libro, una sección de un libro, un capítulo, un ramillete de párrafos que combinen, o un versículo.

  De manera que una vez que usted tiene su idea, debe relacionar esa idea con una unidad de la Escritura. Entonces el sermón completo-sea cual fuere- ha de extraerse de esta unidad, de esta porción predicable. La predicación expositiva permite que su sermón se apoye completamente en el texto.

  Si usted está aprendiendo a predicar expositivamente, es mucho mejor que escoja unidades grandes al principio. La razón es que mientras más grande es la unidad, más fácil es extraer un bosquejo de ella. A medida que usted se familiariza más con la preparación de sermones expositivos, puede seleccionar porciones más pequeñas y obtener grandes cantidades de verdad de ellas.

¿Qué dice?

  Una vez que fije su unidad de predicación, debe determinar el contenido básico de cada párrafo de esa unidad. Si su unidad de la Biblia es solamente un párrafo, todo lo que usted tiene que descubrir es el tema de ese párrafo. Pero si es una selección de párrafos, usted tiene que decidir qué es lo que cada párrafo está diciendo, cuál es el tema general que los reúne. ¿Cómo lo encuentra?

  Primero, lea toda la porción de la Escritura en diferentes versiones para obtener diversos puntos de vista. (Cada predicador debiera hacer una colección de versiones bíblicas. Incluso puede comprarlas en librerías de segunda mano.) Si no ha olvidado su griego o su hebreo, léalos en el original. Observe la porción de la Escritura sin ideas preconcebidas acerca de su contenido. Pregúntese a sí mismo: ¿Qué es lo que realmente dice este párrafo? ¿Cuál es su contenido básico?

  Permítame ofrecerle una pequeña idea: Una parte muy importante de la preparación del sermón es una hoja de papel partida por la mitad. Use la parte de atrás de cartas circulares o papel mimeografiado que ya no sirva. Corte las hojas por la mitad y únalas con un clip. Cada vez que tenga una idea, no importa cuán extraña o peregrina resulte, sea corta o larga, escríbala, dedique una hoja para cada idea. (Yo acostumbro a hacer una lista de todas ellas en una sola hoja, y luego las copio nuevamente para separarlas.) A medida que lee la porción de la Escritura en diferentes versiones, escriba cualquier idea que se le ocurra. Pronto descubrirá que esas ideas comenzarán a apilarse, y tendrá un gran número de hojas. Ahora, cuando usted se ponga realmente a hacer el sermón, muchas de ellas no tendrán valor en absoluto, pero esto sólo lo sabrá después. Así que anótelas todas.

Determine el contexto

  Al analizar la porción de la Biblia, pregunte: ¿Cuál es su relación con el libro completo? Usted debe conocer el contexto del libro, pues ¿cómo puede conocer usted realmente el significado del texto sin conocer su contexto? Por esto, añada a su biblioteca unas cuantas buenas introducciones a ambos testamentos. El Manual Bíblico de Halley es muy común. El Manual Bíblico de Unger es otro. Estos le darán el quién, cuándo, dónde y porqué de los libros de la Biblia.

  Usted ha escuchado que un texto sin contexto es un pretexto. Usted debe predicar dentro del contexto. Su versículo es parte de un todo, y usted debe conocer la relación de la fracción con el total. Usted no tiene el derecho de sacar un versículo independientemente de su ubicación y decir que dice algo, como tampoco tiene derecho de sacar un párrafo de una carta y citarlo como el contenido pleno de la carta. El párrafo puede tener un significado diferente en el contexto de la carta que el que tiene cuando está aislado del mismo. De manera que es importante, en primer lugar, que usted conozca el esquema más amplio del libro.

  Haga preguntas como: ¿Quién escribió este libro? ¿Cuál es su tema principal? ¿Dónde fue escrito? ¿Cuándo? ¿A quién? ¿Qué motivó la escritura original? ¿Hay algunos términos que se repiten una y otra vez? ¿Qué enseña acerca de Dios? ¿Es argumentativo el tono general? ¿Exhortativo? ¿Instructivo? Prepare un esquema general y amplio del libro. Dé especial atención a los cambios en el tema tratado. ¿Por qué es importante saber esto? Usted descubrirá que cuando predica del texto, el escenario también se proyectará a sí mismo en su sermón, y gran cantidad de elementos que tienen que ver con las generalidades del libro son relevantes al texto específico que está usando.

  Tal repaso de cada libro de la Biblia puede ser algo delicioso sobre lo cual trabajar, y una vez que usted lo haya hecho, lo tendrá para siempre. Si quiere llegar a ser un predicador bíblico, quisiera sugerirle que prepare un archivo con una carpeta para cada libro de la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Cuando complete la investigación del contexto de un libro particular, póngala en esa carpeta. Añada cualquier material que consiga de tanto en tanto, y los tendrá allí a mano la próxima vez que predique de ese libro.

  Además, algunos libros de la Biblia son parte de un conjunto de libros, y usted los puede entender mejor cuando los ve a la luz del conjunto. Los Evangelios -Mateo, Marcos, Lucas y Juan- son un conjunto tal. El Pentateuco, los profetas mayores, los profetas menores y las epístolas paulinas, son otros ejemplos.

  Lo siguiente que usted desea saber es: ¿Cómo calza la porción predicable con el material que viene antes y después, el contexto inmediato? Quien habla en el contexto inmediato puede ser alguna persona distinta de quien habla en el mismo tema. Por ejemplo, Lucas escribió el libro de Hechos, pero ¿quién habla en Hechos 26? Pablo. Así que usted tiene que conocer qué clase de persona es él. ¿Cuál es su carácter? ¿Cuál es su edad? ¿Su contexto? ¿Su preparación? ¿A quién está hablando? ¿Cuándo ocurrió? ¿Dónde? ¿Por qué? A medida que se hace estas preguntas de su porción elegida para predicar, obtiene respuestas y las escribe. Sin embargo, todavía no sabe cuál es el tema. Usted está tratando de encontrar, con la asistencia del Espíritu Santo, lo que el pasaje realmente dice.

  No se entregue a la eiségesis -lo que usted piensa que dice. Haga exégesis -lo que realmente dice. Este es uno de los problemas más grandes cuando se comienza a predicar. Es sorprendente cuántas veces leemos en un texto algo que creemos que dice, y no lo dice en absoluto. Una vez que usted escoja una porción de la Escritura, abandone toda idea preconcebida, todo prejuicio personal, y trate de mirar el texto como si nunca lo hubiera vista antes. ¡Es difícil hacerlo* Sólo el Espíritu Santo puede ayudarlo. Pero si no se acerca a las Escrituras con una oración para que el Espíritu Santo ilumine su corazón a fin de conocer el verdadero significado del texto, puede extraer de la Escritura toda clase de cosas.

  Repasemos. Usted obtiene una idea, tanto de la Escritura como de fuera de ella. Su idea lo conduce a una porción de la Escritura. Esa porción de la Escritura debe ser una unidad: puede ser un párrafo, varios párrafos, un capítulo, o más. Pero debe ser una unidad lógica. Entonces, analiza la porción para predicar de acuerdo con estos pasos que ha dado, y finalmente aprende cuál es su tema, su enseñanza básica. Usted se ha trasladado de la idea al texto y, a su vez, a la verdad general más amplia, al tema.

La verdad general

  Ahora aprendamos algo acerca del tema. El tema es la principal estocada del sermón, la esencia que lo resume. Cubre el pasaje como una carpa. No olvide esto. Cuando usted está buscando en un párrafo y en un capítulo, invariablemente sus ojos encontrarán un versículo y usted dirá: “Este es el tema”. Pero no es el tema; es el versículo que a usted lo impresiona más. El tema es la verdad más amplia que está en el trasfondo del pasaje entero.

  Usemos Juan 17 como ejemplo de una porción para predicar. Al mirar estos versículos, queremos descubrir “¿de qué está hablando?” De paso, cuando usted estudie Juan 17 necesita estudiarlo a la luz de Juan 13-16, pues el capítulo 17 es el clímax de la semana de la pasión que comienza en el aposento alto con el lavamiento de los pies y el servicio de la comunión, seguido por la conversación de Jesús con sus discípulos, las lecciones que extrae, y su discurso de despedida. Luego, El camina con sus discípulos hacia el Getsemaní, se detiene ante una viña y habla con ellos acerca de la vid y los pámpanos. Les habla durante todo el capítulo 16, y entonces comienza a orar en el capítulo 17.

  Usted no puede presentar Juan 17 sin una comprensión de las circunstancias. Jesús sabe que ésta es su última oportunidad de orar con sus discípulos, pues desde allí descenderá hasta la cruz. De manera que esta oración es importante. Debe cubrir lo que El considera que es lo más importante.

  ¿Cuál es el tema que trata? ¿Cuáles son esas cosas importantes? Él está hablando a su Padre acerca de sus discípulos y su relación con el mundo. ¿Cómo, dice El, que es esa relación? ¿Puede usted verla? “No son del mundo”. “Están en el mundo”.

  Básicamente, está dando directivas a los discípulos y a la iglesia naciente acerca de cómo tienen que relacionarse con el mundo. Han salido del mundo. Están totalmente separados del mundo, y no obstante en medio de él, como Cristo mismo lo estuvo. Él estuvo exactamente en medio del mundo y sus actividades, pero no perteneció a él. No tuvo conexión con el pecado del mundo aun cuando se mezcló con pecadores. Y Él dijo: “Como tú me enviaste al mundo, así yo les he enviado al mundo”.

  Ahora, ¿cuál es el tema de estos versículos cuando los leemos una y otra vez? El siempre menciona al mundo, pero está orando por sus discípulos. Está orando por ellos en su relación con el mundo. Es una relación iglesia-mundo. Este es el punto, el tema del pasaje.

  Entonces, tenemos un tema. El tema está en la porción que hemos escogido para predicar. Esta porción es una unidad lógica. Pero no podemos predicar acerca del tema, y usted verá el porqué en el próximo artículo.