Pregunta:

 El único mandamiento que debemos guardar es el de Cristo que prescribe el amor al prójimo; él declaró que debíamos guardar sus mandamientos de la misma manera como él guardó los mandamientos de su Padre. ¿No dice acaso la Biblia que el amor es el cumplimiento de la ley?

Respuesta:

Es muy cierto que Jesús dijo: “Un nuevo mandamiento os doy: Que os améis unos a otros: como os he amado, que también os améis los unos a los otros.” (Juan 13:34.) ¿Puede afirmarse en base a este texto que todos los demás mandamientos han quedado abolidos? Tal conclusión no se puede sacar de aquí. No dijo Cristo que debíamos guardar sus mandamientos en lugar de los de su Padre. Sería una rebelión de parte del Hijo libertarnos de las leyes de su Padre y poner otras nuevas en su lugar. El propósito de Cristo no fue destruir las grandes enseñanzas morales y las leyes que habían sido dadas en los siglos anteriores. En su Sermón del Monte declaró: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir. Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas.” (Mat. 5:17, 18.)

 Al continuar leyendo ese maravilloso sermón, descubrimos que Cristo les decía a sus oyentes que estaban considerando varios mandamientos del Decálogo en forma muy estrecha. En lugar de abolir o restringir los mandamientos del Padre, Cristo los magnificó.

 De esta manera, en el mandamiento que dio a sus discípulos referente al amor, estaba enseñándoles a considerar el amor en su sentido magno y superior. Enseñó que el amor que tenían que profesarse no debía parecerse al del mundo, que es egoísta y aun puramente sentimental. Les estaba presentando mediante su propia vida un ejemplo viviente de lo que es realmente el amor—el amor verdadero, desinteresado, como nunca se había manifestado todavía en la tierra. Así considerado, el mandamiento aparecía verdaderamente nuevo. Cristo no solamente dijo a sus discípulos: “Que os améis los unos a los otros,” sino: “Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado.” (Juan 15:12.)

 ¿Qué podemos decir con relación a lo afirmado de que el amor es el cumplimiento de la ley? Los que presentan la objeción dan una explicación a lo mismo diciendo que Cristo declaró que todo lo que nosotros debíamos hacer era amar a Dios de todo corazón y al prójimo como a nosotros mismos. Leamos ahora lo que dice la Biblia al respecto:

 “Y preguntó uno de ellos, intérprete de la ley, tentándole y diciendo: Maestro, ¿cuál es el mandamiento grande de la ley? Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente. Este es el primero y el grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mat. 22:35-40.)

 Cristo no estaba asentando una nueva doctrina. Al contrario, respondía a la pregunta específica: “¿Cuál es el mandamiento grande de la ley?” Sus palabras son una cita exacta del Antiguo Testamento. (Véase Deut. 6:5; Lev. 19:18.) En otras palabras, los dos grandes mandamientos: de amor a Dios, y amor al prójimo, provienen de los tiempos del Antiguo Testamento. Ahora bien, si estos dos mandamientos sustituyen a los Diez, ¿por qué fueron dados entonces los Diez Mandamientos? Los verdaderos israelitas que prestaron oídos a la exhortación de amar a Dios y a sus prójimos también estuvieron prestos a obedecer los Diez Mandamientos del Decálogo.

 De ninguna manera los dos mandamientos de amor reemplazan la ley. Por el contrario, Cristo declara que “de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” El problema que se presenta a los objetantes es que tendrían que hacer depender estos mandamientos de sí mismos, y quitar del medio todo lo demás. Pero esto se halla en contradicción con las enseñanzas de Cristo.

 De acuerdo con la Biblia, no podemos separar el amor de la ley. “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Porque éste es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son penosos.” (1 Juan 5:2, 3.) Así dice el gran Libro. Si amamos a nuestros semejantes, no les hurtaremos sus bienes, ni les mentiremos, ni les quitaremos la vida. Nada haremos de lo que prohíben los mandamientos de Dios. Si amamos verdaderamente a Dios, no nos inclinaremos delante de dioses falsos, ni tomaremos en vano su nombre, ni usaremos para nuestros propósitos su santo día de reposo. En otras palabras, si amamos a Dios y a nuestros semejantes, no querremos quebrantar ninguno de sus Diez Mandamientos. Y así, el amor será en verdad el cumplimiento de la ley. En lugar de ser un sustituto de ella, el amor es el único poder que lleva a la verdadera observancia de los mandamientos de Dios. La Biblia nos amonesta contra todos los que dicen conocer a Dios y amarlo, pero que rehúsan guardar sus mandamientos. (Véase 1 Juan 2:4.) Tal amor es falso.

Sobre el autor: redactor de la Review and Herald.