Ésta es la primera parte de una disertación presentada primeramente en el Curso de Extensión de Teología de la Asociación General celebrado en Grecia y Turquía desde el 20 de abril hasta el 7 de mayo del año 2002, y después en la Primera Conferencia Internacional acerca de la obra de Elena G. de White y la Historia de la Iglesia Adventista, que se llevó a cabo en Battle Creek, Michigan, Estados Unidos, desde el 15 hasta el 19 de mayo del año 2002.

El cristianismo se transformó en un mosaico religioso complejo y heterogéneo, dividido en su comprensión de la Biblia. El claro sentido de la Palabra de Dios se ha visto oscurecido por presuposiciones no bíblicas derivadas de las tradiciones humanas, la razón humana, la experiencia personal y la cultura moderna. A fin de rescatar la interpretación de las Escrituras de esos supuestos, Dios proveyó, de acuerdo con el criterio adventista del séptimo día, una manifestación no canónica, moderna, del don profético en la vida y la obra de Elena de White (1827-1915).

Desde los comienzos de su movimiento, los adventistas han expresado, implícita o explícitamente, su confianza en ese don, manifestado no sólo en libros y artículos, sino también en sus diversas declaraciones oficiales de creencia y en las formas más representativas de dichas creencias. Como en muchas ocasiones anteriores, los delegados de los congresos generales de Utrecht (1995) y Toronto (2000) también aprobaron documentos especiales, expresando su confianza en este don. Sin embargo, todos esos esfuerzos no han conseguido impedir que algunos individuos y ciertos grupos de adventistas pongan en tela de juicio la validez de este don, o distorsionen algunas de las enseñanzas de Elena de White.

Este estudio aborda brevemente el desarrollo de las críticas que se hacen actualmente a Elena de White; trata de responder algunas preguntas fundamentales acerca de este asunto, que merecen ser consideradas con más seriedad, y presenta algunas estrategias prácticas para fortalecer la confianza de la hermandad en el don profético.

Críticas actuales

Para poder comprender las críticas básicas que enfrenta en la actualidad la Iglesia Adventista con respecto a Elena de White y su función dentro de la denominación, es importante que examinemos, primero, las críticas formuladas en el pasado por no adventistas y ex adventistas con respecto al ministerio de la Sra. White, que han sido aceptadas en algunos círculos académicos de la organización; cómo algunos ministerios independientes han usado erróneamente sus escritos para acusar de apostasía a la denominación; y cómo estos dos grupos están difundiendo en este momento, en el ámbito mundial, sus respectivos puntos de vista por Internet y otros medios masivos de comunicación.

Antiguas críticas con nuevo ropaje académico (1970-1985). Las críticas adventistas eruditas y modernas a Elena de White fueron divulgadas ampliamente por la revista Spectrum (un periódico extraoficial de la iglesia), en el otoño de 1970, animando a los eruditos adventistas a estudiar sus escritos desde una perspectiva histórico-crítica. Pero ya se pueden encontrar las raíces hermenéuticas de esas críticas en los escritos antiadventistas de Dudley M. Canright (1840-1919), el más importante e influyente crítico de la Sra. White y de su obra. Canright abandonó la denominación en febrero de 1887, después de un período de altibajos espirituales y emocionales, y dedicó los restantes 32 años de su vida a la tarea de criticar al adventismo y sus enseñanzas, incluso el ministerio profético de Elena de White.

Su actitud agresiva hacia ella fue consecuencia, en gran medida, de su decisión personal de no aceptar sus consejos. Él la admiraba y la defendía antes de que ella lo reprendiera por sus “actitudes incorrectas” A partir de ese momento, “se volvió contra ella”.[1]

La frustración personal de Canright tuvo consecuencias hermenéuticas sobre la manera en que consideraba el ministerio profético de Elena de White. Al no admitir más que Dios fuera la fuente sobrenatural de sus mensajes, Canright tuvo que buscar maneras naturales y psicológicas de explicar tanto el contenido de los mensajes como los fenómenos que ella experimentaba cuando estaba en visión. No tuvo escrúpulos en sugerir que las visiones eran trances psicológicos derivados de una “enfermedad nerviosa: una combinación de histeria, catalepsia y éxtasis”, y que sus revelaciones ocurrieron sólo cuando era sexualmente fértil, desde la pubertad hasta la menopausia. La acusó, entre otras cosas, de ser “la puerta cerrada”.[2]

Se puede considerar que Canright es el padre de las críticas lanzadas contra Elena de White, porque no sólo sistematizó las anteriores y concibió algunas nuevas, sino también se adelantó a casi todas las cuestiones que surgirían después. Los autores adventistas contrarrestaban con respuestas adecuadas sus acusaciones, pero no lograron evitar su difusión; los críticos no adventistas que surgieron después de Canright se limitaron a repetir sus argumentos. Los críticos adventistas y ex adventistas más recientes han profundizado y ampliado las ideas de Canright, pero es raro que alguien presente algo que no esté mencionado ya en los escritos de Canright.

A principios de la década de 1970, las críticas de Canright comenzaron a hallar un eco más perceptible en algunos círculos académicos adventistas. No se trataba de que esos eruditos estuvieran enfrentando las mismas crisis espirituales y emocionales de Canright, o que sus ideas derivaran directamente de su postura La diferencia

se encuentra en el empleo del criticismo histórico (conocido también como “método histórico-crítico”), que los llevó prácticamente a las mismas conclusiones. Benjamín McArthur, profesor de Historia Norteamericana en el Colegio Misionero del Sur, declaró en 1979 que la nueva generación de revisionistas adventistas estaba trabajando sobre la presuposición común de que “el contexto cultural en el cual vivió y trabajó Elena de White modeló en gran medida sus escritos acerca de la historia, la profecía, la salud y, por extensión, todos los demás asuntos que abordó”. Por consiguiente, “la naturaleza de su inspiración” y “su autoridad en la iglesia” estaban en tela de juicio. McArthur explicó que, en vista de que “la fe ortodoxa y el juicio histórico orifico son incompatibles”, “el problema no es que los historiadores adventistas no crean en la dirección providencial de Dios, sino que no ven cómo incluirla en sus exposiciones históricas”.[3]

Si el problema de Canright con respecto a Elena de White fue principalmente de naturaleza existencial, con implicaciones hermenéuticas, para la nueva generación de revisionistas adventistas se trata, básicamente, de la aplicación de un nuevo método hermenéutico secular con implicaciones existenciales. Aunque los puntos de partida ideológicos son diferentes, en ambos casos se rechaza por completo el elemento de procedencia divina sobrenatural de sus visiones; por consiguiente, los temas suscitados por los revisionistas modernos son prácticamente los mismos de Canright. Otra vez se está acusando incisivamente a Elena de White, entre otras cosas, de haber sostenido que había recibido visiones proféticas, cuando esas experiencias habrían sido sólo trances psicológicos. Nuevamente se la acusa de plagio y de haber creído en la falsa teoría de la puerta cerrada.[4]

Elena de White ya había afirmado, en 1887, que “tenemos más que temer de lo que viene de dentro [de la iglesia] que de lo que viene de afuera”,[5] y esas palabras se han cumplido plenamente con respecto a las críticas a su ministerio. Mientras que Canright abandonó la iglesia por iniciativa propia antes de comenzar a publicar sus críticas contra Elena de White, muchos portavoces de la nueva generación de revisionistas se han mantenido como miembros de la iglesia, a fin de poder criticar a Elena de White desde dentro de ella, como pretendidos seguidores de la misma fe. El excluido Canright consiguió muchos adeptos en el mundo evangélico y, posiblemente, unos pocos dentro del adventismo, pero no consiguió imbuir al adventismo con sus ideas durante su existencia. Cinco décadas más tarde, las críticas de Canright comenzaron a tener una acogida más evidente en algunos círculos académicos adventistas.

Nutridas y propagadas por unos cuantos adventistas de alta erudición y de personalidad carismática, esas críticas erosionaron la confianza en la inspiración de Elena de White en una proporción mucho mayor de adventistas de lo que Canright logró conseguir en sus días. Mucho de esa influencia se debió al hecho de que prácticamente cada nuevo crítico que surgió en el escenario pretendía ser el descubridor de sus conclusiones, sin reconocer relación alguna entre ellas y las conclusiones previas de Canright acerca de esos mismos asuntos. Por eso, mucha gente no familiarizada con las raíces históricas de los temas discutidos llegó a creer que una verdad muy importante, encubierta por mucho tiempo, se había revelado por fin.

La década de 1970 y los comienzos de la de 1980 fue el período más prolífico de estudios histórico-críticos acerca de Elena de White. Pero la década de 1990 vio la publicación, en 1999, de la obra de Dale Ratzlaff titulada The Cultic Doctrine of Seventh-day Adventists [La doctrina sectaria de los adventistas del séptimo día], en la que critica muchas de las enseñanzas de Elena de White; y la de Dirk Anderson titulada White Out [Dejemos a White afuera], también de 1999, en la que se menosprecia todo su ministerio profético. En su condición de ex adventistas, Ratzlaff y Anderson estaban en sintonía con Canright en sus críticas hacia Elena de White. Las dos obras están sembrando muchas semillas en algunos círculos adventistas que no están plenamente al tanto de las raíces históricas de dichas críticas.

Una nueva lectura de Elena de White desde la perspectiva de los comienzos de la tradición histórica adventista (1985-1998). La desintegración que han producido en el interior de la denominación los modernos estudios histórico-críticos acerca de Elena de White constituyeron un desafío para algunos pastores jubilados y ciertos miembros conservadores de la iglesia. Por consiguiente, desde mediados de la década de 1980 se han establecido ministerios independientes “de reforma” dentro de la iglesia, que tratan de enaltecer la autoridad profética de la Sra. White por medio de esfuerzos cuyo fin es traer de vuelta a la hermandad a las tradiciones doctrinarias de los comienzos del adventismo. Un importante punto de partida en ese proceso ha sido el lanzamiento, en 1985, de la revista Our Firm Foundation [Nuestro firme fundamento], el periódico adventista independiente más difundido, comprometido con la causa de esos ministerios. Pero sus raíces se pueden encontrar ya en Robert J. Wieland y Donald K. Short, que comenzaron a acusar a los dirigentes, hacia fines de la década de 1950, de rechazar el así llamado “mensaje de 1888” acerca de la justificación por la fe. M. L. Andreasen, por su parte, hacia fines de la década de 1950, acusó a los dirigentes de desviar a la iglesia de las enseñanzas adventistas tradicionales acerca del sacerdocio expiatorio de Cristo en el Santuario celestial y de su naturaleza caída durante su encarnación.

Difundidas dentro de la iglesia desde la década de 1950, esas críticas asumieron un tono más agresivo a partir de mediados de la década de 1980. Se usaron muchas citas de Elena de White para probar que la organización rechazó realmente no sólo el mensaje de 1888, sino también los conceptos adventistas originales tanto respecto de la expiación como de la verdadera naturaleza humana de Cristo durante su encarnación. Cuando muchos líderes y teólogos de la iglesia llegaron a la conclusión de que dichas enseñanzas no estaban en plena armonía con la Biblia ni con los escritos de Elena de White, algunos ministerios independientes decidieron presentarlos como verdaderas pruebas de discipulado para la Iglesia Adventista. En respuesta a esto, la División Norteamericana publicó, en el año 1992, un documento oficial de desaprobación de la obra deletérea realizada por ellos,[6] y la Asociación General publicó, en el año 2000, un documento actualizado del mismo tenor.[7] Pero esos documentos no consiguieron evitar que dichos ministerios se constituyeran en una especie de “iglesia dentro de la iglesia”, supuestamente más fiel a Elena de White.

Al considerar que la iglesia y sus dirigentes estarían en completa apostasía con respecto al así llamado “adventismo histórico”, estos ministerios independientes han generado dentro de la iglesia no sólo una actitud contraria a la organización, sino también el deseo de una restauración más seria de las antiguas enseñanzas adventistas. Por consiguiente, muchos miembros de iglesia están leyendo de nuevo ahora no sólo los escritos de Elena de White, sino también los de otros adventistas contemporáneos de ella.

Por más útil que pueda resultar esa “restauración” para preservar la identidad adventista y consolidar la fe denominacional, puede fácilmente derivar en una lectura superficial de los escritos de Elena de White. Entusiasmados con el enfoque fortalecedor de la fe que caracterizaba al adventismo del siglo XIX, algunos se han sentido tentados, en primer lugar, a leer los escritos de otros pioneros adventistas y asumir que todas las enseñanzas no explícitamente condenadas por Elena de White en sus escritos han sido plenamente avaladas por ella. El siguiente paso ha consistido en buscar respaldo para esas enseñanzas por medio de una lectura selectiva y tendenciosa de sus escritos. Por extraño que parezca, ése ha sido exactamente el criterio hermenéutico que algunas personas están aplicando hoy para probar, por ejemplo, que Elena de White era tan antitrinitaria como otros adventistas de su época.[8]

Un énfasis demasiado fuerte sobre la autoridad de las tradiciones doctrinales de los primitivos adventistas puede llevar a la gente a creer, incluso inconscientemente, que la historia de los comienzos de la Iglesia Adventista es casi tan “inspirada” como los mismos escritos de Elena de White. Los estudios histórico-críticos, en cambio, llegan a la conclusión de que esos escritos fueron generados por el ambiente religioso y cultural norteamericano del siglo XIX. Los estudios tradicionalistas sugieren que se los debe interpretar a la luz de otros autores adventistas de ese mismo siglo. En ambos casos, se sobreenfatiza el papel de la tradición para entender los escritos de Elena de White. Debemos estudiarlos a la luz del contexto histórico en que se produjeron, sin caer en los extremos de la crítica histórica ni del tradicionalismo.

El desafío de la globalización mundial de las críticas (1998). En el mundo que existía antes de Internet, los asuntos relacionados con Elena de White y su ministerio profético tenían una circulación limitada dentro del círculo adventista. La mayor parte de esos asuntos se difundía en inglés por medio de libros, algunas revistas y otras publicaciones. Las críticas internas a Elena de White proliferaban en lugares específicos dentro de la organización, siempre dentro de un ámbito geográfico bien limitado. Pero con la difusión de Internet y la aparición de algunas páginas web contrarias a Elena de White, como la de Dirk Anderson: http://www.ellenwhite.org, esas críticas se comenzaron a difundir en el ámbito mundial entre adventistas y no adventistas con acceso directo o indirecto a Internet.

Se están reclutando traductores, para que esas opiniones estén disponibles en otros idiomas. Pero, aunque todavía no dispongamos de traducciones formales en determinados idiomas, muchos lectores capaces de leer inglés pueden tener acceso a programas de traducción para computadoras que los ayudarán a entender, por los menos, las ideas básicas de dichas críticas.

Elena de White declaró que en los últimos días estarían soplando “vientos de doctrina” (Efe. 4:14), y que los miembros de iglesia serían “probados individualmente”.[9] Estoy personalmente convencido de que Internet está desempeñando un papel muy importante en el cumplimiento de esas predicciones; existe hoy una seria globalización de las críticas lanzadas contra Elena de White y de las interpretaciones distorsionadas de sus escritos. En el pasado, esos asuntos se presentaban, en forma sucesiva, mayormente por medio de publicaciones determinadas, con la idea de que los viejos asuntos estaban siendo reemplazados por otros nuevos. Pero hoy, todos los asuntos del pasado y del presente están disponibles simultánea e indiscriminadamente en los hogares y en las oficinas de los miembros de iglesia que tienen acceso a Internet, sin que los pastores sepan exactamente cuántos de ellos están siendo adoctrinados de esta manera acerca de estos asuntos.

Una avalancha de críticas a Elena de White y de interpretaciones torcidas de sus escritos está llegando a la iglesia en un momento cuando muchos nuevos (e indefensos) conversos están ingresando en ella sin suficiente conocimiento teológico como para responder a esos desafíos. Los estudios bíblicos que se dan hoy en algunas partes del mundo, antes y después del bautismo, no siempre son tan sólidos como lo eran antes, y no consiguen inmunizar a los nuevos creyentes contra esos asuntos. Eso ha dejado vulnerables a los nuevos conversos frente a las situaciones que acabamos de mencionar.

La Iglesia Adventista construyó a lo largo de las décadas un fuerte arsenal de respuestas en inglés para hacer frente a estas cuestiones. Pero, por otro lado, están en proceso de traducción a otros idiomas muchas críticas y distorsiones doctrinales y, al parecer, la iglesia no está todavía bien preparada para enfrentar un espectro tan amplio de desafíos. (Continuará).

Sobre el autor: Doctor em Teología. Profesor de Teología Histórica en el Centro Universitario Adventista de Sao Paulo y director del Centro de Investigaciones Elena de White, de Ingeniero Coelho, Sao Paulo, Rep. del Brasil.


Referencias:

[1] Arthur L. White, Ellen White (Washington, DC: Review and Herald, 1982), t. 6, p. 436

[2] D. M. Canright, Seventh-day Adventism Renounced [Cómo dejé de ser adventista del séptimo díaJ (Kalamazoo, Michigan: Compañía editora de Kalamazoo, 1888), pp. 49, 50; del mismo autor, Life of Mrs. E. G. White [La vida de la Sra. E. G. WhiteJ (Cincinnati, Ohio: Compañía Editora Standard, 1919), pp. 103-144, 189-206.

[3] B. McArthur, “Where are historians taking the church?” (¿Adónde están llevando los historiadores a la iglesia?] Spectrum (noviembre de 1979), t. 10, pp. 9, 11.

[4] Alberto R. Timm, “A history of seventh-day views on Biblical and Prophetic Inspiration (1844-2000) (Una historia de las opiniones adventistas acerca de la Biblia y la inspiración), Journal of the Adventist Theological Society [Periódico de la Sociedad Adventista de Teología) (1999), t. 10, pp. 513-522.

[5] Elena G. de White, “The church’s great need” [La gran necesidad de la iglesia], Advent Review and Sabbath Herald (22 de marzo de 1887), p. 177.

[6] Issues: The Seventh-Day Adventist Church and Certain Private Ministries (Asuntos, la Iglesia Adventista del Séptimo Día y ciertos ministerios independientes] (Silver Spring, Maryland: División Norteamericana, 1992); “The Seventh-Day Adventist Church and Certain Private Organizations”[La iglesia adventista y ciertas organizaciones privadas], suplemento de la Revista Adventista en inglés (5 de noviembre de 1992).

[7] “Report on Hope International and associated groups” (Informe acerca de Esperanza Internacional y algunos grupos relacionados), en la Revista Adventista en inglés (agosto de 2000), pp. 34-37; Ministry (agosto de 2000), pp 14, 15, 28- 31.

[8] Algunas declaraciones de Elena de White acerca de la trinidad aparecen en El evangelismo.

[9] Elena G. de White, Testimonies, t. 5, pp. 89, 463.