Segunda parte de la conferencia presentada ante las Asambleas de Teología de la Asociación General, celebradas, respectivamente, en Crecía y Turquía los días 20 de abril y 7 de mayo del año 2002, y en la Primera Conferencia Internacional sobre Elena de White e Historia Adventista, llevada a cabo en Battle Creek, Michigan, Estados Unidos, del 15 al 19 de mayo de 2002.

Para continuar con lo que estábamos argumentando en el número anterior, pasaremos a analizar algunas preguntas fundamentales, que merecen ser consideradas con más seriedad, sobre la manera en que la iglesia trata o debe tratar el ministerio profético de Elena de White.

Una evaluación del desarrollo histórico mencionado anteriormente nos ayudará a comprender los desafíos básicos con los que la Iglesia Adventista del Séptimo Día se enfrenta hoy, con respecto a la comprensión del ministerio profético de Elena de White. La unidad doctrinal y eclesiástica de la iglesia enfrenta un desafío, como ya lo dijimos, a causa de los estudios histórico-críticos sobre Elena de White, una nueva lectura de sus escritos sobre la base de la tradición adventista inicial y una globalización mundial de estos dos aspectos. Para enfrentar esos desafíos, los adventistas necesitan definir con más exactitud su posición acerca de Elena de White y su función dentro del surgimiento y la conducción de la denominación. Hay, por lo menos, tres preguntas básicas que deberíamos considerar antes de pasar al ámbito de las estrategias prácticas.

1. La creencia en el don profético de Elena de White, ¿es algo opcional o es un requisito fundamental para los adventistas contemporáneos? La aceptación del don profético de Elena de White se convirtió, desde comienzos de la década de los setenta, en uno de los asuntos más controvertidos del adventismo. Oficialmente, la iglesia acepta la decimoséptima declaración de las 27 creencias fundamentales, que afirma lo siguiente: “Uno de los dones del Espíritu Santo es el de profecía. Este don es uno de los que identifica a la iglesia remanente, y se manifestó en el ministerio de Elena de White. Como mensajera del Señor, sus escritos son una continua y autorizada fuente de verdad que proporciona consuelo, orientación, instrucción y corrección a la iglesia. Estos escritos, también, ponen de relieve que la Biblia es la norma por la cual se debe probar toda enseñanza y experiencia (Joel 2:28, 29; Hech. 2:14-21; Heb. 1:1-3; Apoc. 12:17; 19:19)”.[1]

Pero, en la práctica, no todos los miembros y los pastores aceptan plenamente el contenido de esta afirmación. Algunos adventistas llegan, incluso, a argumentar que podemos usar los escritos de Elena de White para obtener ánimo espiritual, pero no para establecer verdades doctrinarias. Con eso, se cuestiona la afirmación de que “sus escritos son una continua y autorizada fuente de verdad”, lo que significa que “no fueron dados para ocupar el lugar de la Biblia”, sino sólo para proporcionar “una comprensión más clara de ella”.[2]

Por un lado, si reconocemos que el cristianismo se encuentra dividido respecto de la interpretación de las Escrituras, y que el don profético de Elena de White es uno de los que más propenden a la unidad del mensaje adventista (Efe. 4:11-14), entonces tenemos que admitir, también, que la negación de este don expone a la iglesia al mismo pluralismo que ha destruido la identidad doctrinaria de otras denominaciones. Por otra parte, si consideramos que el don profético de Elena de White es una prueba de discipulado para la iglesia y comenzamos a eliminar de la lista de miembros a lodos los que, sencillamente, no aceptan plenamente este don, estaremos haciendo algo que va más allá de lo que sanciona la misma Elena de White.

Al hablar acerca de algunos grupos de nuevos creyentes, ella afirmó, en 1862: “Algunos, se me mostró, pueden recibir las visiones publicadas y juzgan el árbol por sus frutos. Otros son como el dubitativo Tomás: no pueden creer en los Testimonios publicados ni recibir la evidencia que otros les dan; necesitan ver y recibir la evidencia por sí mismos. A los tales no se los debe poner a un costado, sino que se debe ejercer con ellos mucha paciencia y amor fraternal, hasta que encuentren su lugar y se decidan en pro o en contra. Si combaten las visiones acerca de las cuales no tienen conocimiento; si llevan su oposición hasta el punto de oponerse a algo acerca de lo cual no tienen experiencia y se ofenden cuando los que creen que las visiones son de Dios se refieren a ellas en las reuniones, pero, no obstante, se consuelan con las instrucciones que proporcionan las visiones, la iglesia debe saber que no están en lo recto. El pueblo de Dios no se debe rebajar, ni someter ni poner su libertad a disposición de esos descontentos. Dios ha puesto los dones en la iglesia para que ella se beneficie con ellos; y cuando profesos creyentes en la verdad se oponen a estos dones, las almas están en peligro debido a la influencia de ellos, y ya es tiempo de trabajar con ellos, para que los débiles no se desvíen por su influencia”.[3]

Podemos concluir, a partir de esta declaración, que un miembro de iglesia que todavía no ha aceptado plenamente el don profético de Elena de White no debe ser eliminado, a menos que su influencia negativa esté induciendo a otros a oponerse al don o a criticarlo.[4]

2. ¿Debería la iglesia permitir el bautismo de gente que no acepta el don profético de Elena de White, o recibirlos como miembros? Es un asunto muy importante, porque la forma en que está ingresando la gente en la iglesia de hoy determinará, en gran medida, el nivel de compromiso de las futuras generaciones de adventistas. Una vez más, nos encontramos aquí con una seria tensión entre la posición oficial de la iglesia y algunas prácticas no oficiales.

Oficialmente, además de la declaración mencionada, tenemos también la octava pregunta del voto bautismal: “¿Acepta usted la enseñanza bíblica de los dones espirituales, y cree que el don de profecía es una de las características de la iglesia remanente?”[5] El Manual de la iglesia advierte que todos los candidatos al bautismo deben ser instruidos cabalmente, antes del bautismo, en todos los temas comprendidos por el voto bautismal;[6] pero es digno de notar que esa pregunta no menciona explícitamente el nombre de Elena G. de White.

Por otra parte, en la práctica existe, en algunos lugares, una fuerte tendencia a bautizar a gente que sólo profesa una relación subjetiva con Cristo, sin preocuparse por cerciorarse de si realmente acepta el voto bautismal que incluye el don de profecía. Por consiguiente, hoy está entrando en la iglesia mucha gente sin ningún compromiso con la creencia adventista en este don y, a veces, sin siquiera tener noticias al respecto. La actual generación de adventistas puede, incluso, no sentir el pleno impacto de esa tendencia al no compromiso, porque todavía hay gente empeñada en proporcionar equilibrio al respecto. Pero si la iglesia acepta conscientemente como miembros a gente que no confía en el don de profecía, enfrentará, tarde o temprano, una gran crisis interna en cuanto a esta cuestión tan importante.

Algunas declaraciones esclarecedoras acerca de la familiaridad prebautismal con el don profético de Elena de White se pueden encontrar en los escritos de Francis M. Wilcox, Francis D. Nichol y Arthur L. White. Uno de los primeros encargados del Patrimonio White, F. M. Wilcox, escribió lo siguiente: “Puesto que las labores de la Sra. Elena de White incursionaron en forma tan amplia en la promoción del movimiento de la segunda venida de Cristo, se debe instruir a los candidatos a convertirse en miembros de la iglesia en cuanto al ministerio divino al que se la llamó, y acerca de la influencia de sus labores y sus escritos a través de los años. Se les debe dar la oportunidad de leer sus obras ya publicadas. Si a los candidatos se les proporcionan esas instrucciones, sólo surgirán pocas dudas en cuanto a que la fe en la doctrina de los dones espirituales es una prueba para los miembros de la iglesia.

“Si, como resultado de esta investigación, alguien que piensa ser miembro de la iglesia llegara a tener firmes convicciones en contra de esta doctrina, no deseará naturalmente unir sus intereses con una iglesia que la tiene como parte de su fe religiosa. De todos modos, se lo debe animar a esperar hasta que haya tenido tiempo y deseos de estudiar este tema en forma más madura”.[7]

F. D. Nichol, editor del Comentario bíblico adventista, expresa lo siguiente: “Ahora bien; si hay que postergar el bautismo de alguien hasta que comprenda y acepte a la Sra. White, ¿significaría eso que deberíamos eliminarla, si más tarde su fe se vuelve confusa y no cree más en ella? Creemos que no. Cuando aceptamos a alguien en el seno de la iglesia, lo consideramos, a partir de entonces, como parte de la comunión de los creyentes y asumimos una gran responsabilidad por su alma. Si algún miembro de iglesia vacila en algún punto de fe, deberíamos tratar de ayudarlo a llegar de nuevo a la plenitud de la fe y deberíamos seguir esforzándonos por ayudarlo mientras haya esperanza. Pero si se desarrolla la discordia y la división, como ocurre a veces, eso puede generar una nueva situación que podría exigir, finalmente, la exclusión de esa persona para proteger la paz y la estabilidad de la iglesia”.[8]

Y Arthur L. White, secretario del Patrimonio White por más de cuarenta años, añade que “la creencia en el espíritu de profecía se considera, normalmente, una prueba para aceptar a los nuevos miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, pero no una prueba de discipulado, en el sentido de que no eliminamos de los registros a los que, por alguna razón, han perdido su confianza en el espíritu de profecía, a menos que esa persona, por su actitud, se vuelva agresiva y perturbe a la iglesia de la cual es miembro”.[9]

Se podrían evitar muchas crisis internas si la iglesia tomara más en serio el consejo que encontramos en estas declaraciones.

3. ¿Qué podría hacer la iglesia para reducir, entre sus miembros, el efecto negativo de la lectura distorsionada de los escritos de Elena de White? Además del problema de la incredulidad con respecto al don profético de Elena de White, la iglesia enfrenta, hoy, fuertes vientos de lecturas equivocadas de sus escritos e interpretaciones erróneas respecto de sus enseñanzas. A los ministerios independientes no les cuesta mucho intentar imponerle

a la iglesia sus interpretaciones particulares de esos escritos, como si fueran pruebas de discipulado. A los que están de acuerdo con sus interpretaciones los consideran participantes del así llamado “adventismo histórico”, pero, a los que no están de acuerdo, los consideran apóstatas de la fe adventista. Además, mucha gente imbuida de suficiencia propia ha sacado a relucir un vasto espectro de otras interpretaciones inaceptables de esos escritos. Esas interpretaciones se han difundido oralmente, en publicaciones particulares y en material fotocopiado, y hasta por Internet.

Aparte de la lengua inglesa, la denominación todavía no se ha preocupado mucho en establecer, en otros idiomas, una red seria de respuestas convincentes a esos desafíos. En muchos casos, las distorsiones de los escritos de Elena de White llegan mucho antes que las interpretaciones correctas y equilibradas. Eso ocurre, especialmente, en los lugares del mundo en los que la confianza en Elena de White no es fuerte, o donde hay falta de recursos financieros para patrocinar buenas traducciones de esas respuestas. Cuando las interpretaciones erróneas llegan antes que las correctas, la iglesia está en peligro. Algunos estudios han demostrado que los que llegan primero con sus conceptos tienen más oportunidad de conservar ideológicamente a la persona junto a ellos, que los que llegan después.[10]

La iglesia, en todo el mundo, espera respuestas convincentes a los grandes desafíos de nuestros días. Las respuestas homiléticas a las preguntas eruditas no siempre dan los resultados que se esperan. Más que nunca, necesitamos el discernimiento del Espíritu Santo (1 Cor. 12:10) para adelantarnos a los cuestionamientos que surgirán y para defender a la gente de ellos, sin que, de ese modo, nos anticipemos a las crisis ni popularicemos el error. Los miembros de nuestras iglesias desean conocer exactamente lo que creemos y cuál es nuestra posición. (Continuará).

Sobre el autor: Doctor en Teología. Profesor de Teología Histórica en el Centro Universitario Adventista de Sao Paulo y director del Centro de Investigaciones White en Ingeniero Coelho, Sao Paulo, Rep. del Brasil.


Referencias:

[1] Manual de la iglesia, edición revisada en el congreso de la Asociación General del año 2000, 14a edición, p. 15.

[2] Elena G. de White, Testimonies, t. 5, p. 663.

[3] Elena G. de White, Ibíd., t. 1, pp. 328, 329.

[4] Para tener un estudio adicional acerca de si el don profético de Elena de White se debería considerar o no una prueba de discipulado en la iglesia, véase Francis M. Wilcox, El testimonio de Jesús, pp. 145-153; Roger W Coon, “Belief in Ellen G. White Prophetic Gift; Should it Be Made a Test Fellowship?” [La creencia en el don profético de Elena de White: ¿Se debería considerar una prueba de discipulado?], material preparado para clases acerca de los escritos de Elena de White, Seminario Teológico Adventista, Universidad Andrews, 1994.

[5] Manual de la iglesia (ed. 2000), p. 33.

[6] Ibíd., pp. 29-35. La importancia de una adecuada instrucción prebautismal de los candidatos al bautismo se encara, en forma sistemática, en Elena G. de White, El evangelismo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), pp. 246-281; Roy A. Anderson, El pastor evangelista, pp. 223-240.

[7] Francis M. Wilcox, El testimonio de Jesús, pp. 146, 147.

[8] Francis D. Nichol, Why I Relieve in Mrs. Ellen G. White [Por qué creo en la Sra Elena de White] (Washington, DC: Review and Herald, 1964), p. 106.

[9] Arthur L. White, carta a George E. Carter, del8 de mayo de 1958, Q&A 25-K-5, EGWE.

[10] Véase David G Myers, “Razóes para a Insensatez”, en Martin Bolt y David G. Myers, Interação Humana (Sáo Paulo, SP: Vida Nova, 1989), pp. 3-46.