Segunda parte

En este artículo consideraremos a Cristo nuestro Señor como “el Primogénito”. La expresión ‘‘primogénito”, o como la encontramos en el griego protótokos, se aplica a Jesús de Nazaret siete veces en el Nuevo Testamento.

Dos veces con referencia a su nacimiento mediante la virgen: “Y dio a luz a su hijo primogénito” (Mat. 1:25; Luc. 2:7).

Otras tres veces aparece la palabra “primogénito”, pero en relación con otros conceptos: “Para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom. 8:29). “El primogénito de toda creación” (Col. 1: 5). “El primogénito de entre los muertos” (Col. 1:18).

Nuevamente se emplea la expresión “primogénito” en relación con Jesús: “Cuando introduce al Primogénito en el mundo” (Heb. 1:6). “El primogénito de los muertos” (Apoc. 1:5).

En la Septuaginta se utiliza esta expresión muy a menudo en relación con el hijo primogénito, pero también se la emplea simbólicamente: “Israel es mi hijo, y primogénito” (Exo. 4:22). “Efraín es mi primogénito” (Jer. 31:9). “Yo también le pondré por primogénito” (Sal. 89:27).

Esto destaca el hecho de que la expresión protótokos es una de esas palabras que a veces tienen un significado más amplio que el de la generación física. Recordando esto, consideremos lo siguiente:

  1. Los privilegios del primogénito

El relato sagrado revela que las prerrogativas del primogénito se transmitieron de Abrahán a Isaac y por providencia especial a Jacob. Pero la dignidad del primogénito fue perdida por Rubén, el hijo mayor de Jacob, como un castigo por su conducta incestuosa. (Gén. 35:22; 1 Crón. 5:1.)

Las prerrogativas y los privilegios del hijo primogénito quedaron entonces divididos, como puede verse por lo siguiente:

  1. El hijo primogénito disfrutaba del derecho de soberanía y de mando, lo cual significaba autoridad sobre los más jóvenes, similar a la que poseía el padre.[1] Esta fase del derecho del nacimiento se ve particularmente en los reyes que reinaron sobre Israel y Judá. Después del pecado de Rubén, este efecto de la primogenitura se transfirió a Judá.[2] Así se distinguió Judá de las demás tribus, y la autoridad adscripta al primogénito hizo de su poseedor, excepto en unos pocos casos, el sucesor del trono real.
  2. El primogénito disfrutaba del privilegio del sacerdocio. El honor de ejercer ese oficio se transfirió del hijo primogénito de cada familia a Leví. (Núm. 3:12-16; 8:18.) Debido a que antes de esto el hijo primogénito servía como sacerdote en la familia, y Juego como este oficio fue desempeñado por Leví y sus hijos, se dispuso que todos los primogénitos de las familias israelitas fueran redimidos. (Cap. 18:15, 16).
  3. El primogénito recibía también una doble porción de la herencia. (Deut 21:17.) Jacob le dio a José la porción adicional que le correspondía a Rubén adoptando sus dos hijos. (Gén. 48:5, 15-19.)

Pero la división de los privilegios del hijo primogénito no duraría para siempre; todos estos privilegios debían reunirse en la persona del Mesías:

  1. La soberanía, la herencia y el dominio los recibió el Mesías. Esto parece claro en varios pasajes: “Hasta ti vendrá el señorío primero” (Miq. 4:8). “Hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos” (Gén. 49:10). “Hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré [al reino]” (Eze. 21:27).
  2. El sacerdocio lo recibió el Mesías. “Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Sal. 110:4; Heb. 5:6; 7:21).

“Teniendo un gran sumo sacerdote… Jesús el Hijo de Dios” (Heb. 4:14).

Así como Jesús el Mesías es el “Primogénito”, era conveniente que todos los privilegios y prerrogativas del hijo primogénito que se habían separado volvieran a reunirse en él. El sacerdocio de Leví y de Aarón, tanto como el concepto de reinado de Judá y de David, eran solamente símbolos del bendito ministerio de Jesús el Hijo de Dios.

  1. El significado de la expresión “Primogénito”

Hasta aquí hemos considerado brevemente el sentido de la expresión “primogénito”. Ahora examinaremos más profundamente esta cuestión y procuraremos establecer claramente el significado de esta palabra y particularmente su uso, a fin de comprender mejor lo que significan los textos del Nuevo Testamento que se refieren a nuestro Señor como el “primogénito”

  1. En primer lugar, deberíamos notar que la expresión primogénito no siempre significa el primer hijo que nace en la familia. A veces se la emplea para denotar una posición o dignidad que se confiere a una persona. Hay varios casos en ese sentido:
  2. David era un “primogénito” (Sal. 89:20-27), y sin embargo era el más joven de la familia de Isaí. (Rut 4:22; 1 Sam. 16:10-12).
  3. Jacob fue el “primogénito” aunque Esaú era el verdadero hijo mayor. (Gén. 27:19, 29, 33-37).
  4. José, aunque era el primer hijo nacido a Raquel, era el undécimo hijo de Jacob, porque ya había otros diez hijos de Lea y de las doncellas de Lea y de Raquel.
  5. Salomón fue elegido como el sucesor de David antes de Adonías. Adonías era el cuarto hijo de David (2 Sam. 3:4), pero después de la muerte de sus otros tres hermanos mayores, él era el hijo mayor que sobrevivía, y normalmente debía ser el heredero del trono. Pero David eligió a Salomón. (1 Rey. 1).
  6. Efraín, el segundo hijo de José, fue elegido antes que Manasés, el hijo mayor. (Jer. 31:9; Gén. 41:50-52.)
  7. Leví, Judá y los hijos de José fueron elegidos en lugar de Rubén, el primogénito de Jacob.
  8. Los tres hijos de Leví eran Gersón el primogénito, Coat y, Merari (Gén. 46:11) pero en la lista de estos hijos y de sus descendientes dada en Números 4, aparecen como sigue: Coat, el segundo (cap. 4:1-21); Gersón el primero (vers. 22-28); Merari, el tercero (vers. 29-33).
  9. Luego tenemos el caso de Simri el jefe (“Aunque no era el primogénito, mas su padre lo puso por jefe”) (1 Crón. 26:10).
  10. Aun los judíos en sus antiguos escritos reconocían. que esta expresión no siempre se tomaba en un sentido numérico exacto, porque se refería a Adán como el primogénito del mundo, aunque había sido creado y no nacido.[3]
  11. En segundo lugar, debería observarse que la expresión primogénito se emplea a veces en sentido simbólico, y sin ninguna referencia al nacimiento físico. Ya se han mencionado algunos casos, pero añadiremos otros:
  12. Dios declaró acerca de Israel (como un pueblo): “Israel es mi hijo, mi primogénito” (Éxo. 4:22).
  13. Dios declaró acerca de Efraín (también Israel): “Efraín es mi primogénito” (Jer. 31:9). En el versículo 20 leemos: “¿No es Efraín hijo precioso para mí?”
  14. Este término se aplica a los miembros de la iglesia de Cristo. Leemos acerca de “la congregación de muchos primogénitos” (Heb. 12:23).
  15. Se aplica a Cristo nuestro Señor. (Col. 1:18; Heb. 1:6; Apoc. 1:5).
  16. Hay casos análogos en la literatura bíblica: en el Expositors Bible hay una declaración según la cual el Libro de la Sabiduría de Salomón [ver Biblia con licencia eclesiástica] celebra sus elevadas prerrogativas como el “primogénito” del Creador. En el libro Ireneo Contra las Herejías, tomo 3, capítulo 3, sección 4, leemos que Policarpo llamó a Marción el “primogénito de Satanás”.
  17. En tercer lugar veamos qué significa el término primogénito cuando se lo aplica al pueblo de Israel y cómo habla Dios de ellos en su Palabra:

Eran: un pueblo escogido, un pueblo santo, un pueblo especial (Deut. 7:6, 7); un pueblo apartado (Exo. 33:16); un pueblo de su heredad (Deut. 4:20).

Aun la literatura apócrifa concuerda con este concepto de Israel como un pueblo primogénito. Veamos las siguientes declaraciones: “Nosotros tu pueblo, a quien has llamado tu primogénito, tu unigénito, tu amado”.[4]

“Tu castigo nos ha sobrevenido [a Israel] como (sobre) un primogénito, un hijo unigénito”.[5]

Lo que se aplica a Israel como un pueblo se aplica en un sentido más pleno al Mesías, a Cristo nuestro Señor., Entonces, en la expresión “primogénito” el énfasis no se coloca necesariamente sobre la generación física sino en el estatus de dignidad, de honor, de preeminencia. Todas las prerrogativas de los “primogénitos” se atribuyeron a Jesús, pero en un sentido mucho más pleno y completo.

Los comentaristas bíblicos lo reconocen plenamente. Citamos una declaración de Adán Clarke:

“Yo también le pondré por primogénito. Trataré con él como un padre con su hijo primogénito, a quien le pertenece una doble porción de la herencia y los honores. La expresión primogénito no siempre debe entenderse literalmente en las Escrituras. A menudo significa simplemente un hijo muy amado, o más amado; uno preferido a todos los demás y distinguido por alguna eminente prerrogativa. Así Dios llama a Israel su hijo, su primogénito, Exodo 4:22. Véase también Eclesiastés 37:12. Y aun Efraín es llamado el primogénito de Dios, Jeremías 31:9. En el mismo sentido a veces se aplica aun a Jesucristo mismo, para dar a entender su preeminente dignidad.[6]

Que las características de Israel, anotadas más arriba se aplican al Mesías nuestro Señor puede verse de lo que sigue:

Fue elegido (1 Ped. 2:4); fue santo (Heb. 7:26); era superior a todos (Efe. 4:6); era separado (Heb. 7:26); era favorecido (Luc. 2:52); era adquirido (Luc. 4:19-22).

  1. Los símbolos y las sombras del verdadero primogénito: Cristo

Varios a quienes se aplicó la expresión primogénito en el Antiguo Testamento eran individuos o grupos que, de alguna manera, aunque inadecuadamente, constituían un símbolo del Mesías, el verdadero primogénito. Podemos considerar unos pocos ejemplos. José. Como ya hemos visto José fue elevado a la categoría de primogénito. (l Crón. 5:1, 2). En conexión con esto podemos considerar las palabras de Elena G. de White: “La vida de José ilustra la vida de Cristo”.[7]

David. Con toda seguridad podemos considerar a David como símbolo de Jesús nuestro bendito Señor. Leemos:

“Grandes y gloriosas fueron las promesas hechas a David y a su casa. Eran promesas que señalaban hacia el futuro, hacia las edades eternas, y encontraron la plenitud de su cumplimiento en Cristo”. [8]

Luego Elena G. de White cita Salmo 89:27 que en primer término se aplicó a David:

“Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra”. [9]

Un antiguo intérprete bíblico muy respetado escribió:

“Yo también le pondré por primogénito —el me clamará: Mi padre eres tú, así que lo haré mi hijo, sí, mi primogénito; el primogénito tiene diversos privilegios sobre los otros hijos. Esto y el pasaje siguiente, en cierto sentido, concuerdan con David, pero se cumple más plenamente en Cristo, y parece que se le atribuye a David en este pasaje mayormente como un símbolo de Cristo, y para que la mente del lector pueda ser conducida a través de él hacia Cristo” (Joseph Benson Commentary, tomo 2, Nueva York, 1857).[10]

Salomón. Salomón fue llamado por Dios “mi hijo” (2 Sam. 7:14); “A este he escogido por hijo” (l Crón. 28:6). “Mi hijo” fue una expresión utilizada por Dios en su designación de Salomón: “Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo”. Esto se aplica también al Mesías, según leemos en Hebreos 1:5: “Yo seré a él padre, y él me será a mí hijo”.

Israel. El pueblo de Israel fue llamado por Yavé “mi hijo” y “mi primogénito” (Exo. 4:22), pero la realización más plena de estos conceptos se vería en el que vendría, el Mesías, como aún lo reconocen los eruditos judíos.

Citamos de la Midrash: R. Nathan dijo: “El Santo, sea él bendito, le dijo a Moisés: ‘Así como he hecho a Jacob mi primogénito, porque dice: Israel es mi hijo, mi primogénito, (ib. iv, 22), así haré al rey Mesías mi primogénito, como dice: Yo también le pondré por primogénito9 (Sal. 89: 28)”.[11]

Otro erudito judío escribe:

“Así como Israel es el hijo de Dios, también el Mesías, el rey de Israel, es también hijo de Dios”.[12]

Israel era llamado por Dios “mi amado” (Isa. 5:1); así también lo era Cristo. (Mar. 12:6). Israel era “mi hijo” (Ose. 11:1); así también Jesús. (Mat. 3:17.) Israel fue llamado de Egipto. (Deut. 1:27). Lo mismo es verdad de Emanuel. (Mat. 2:15). Israel era “el hijo del hombre” (Isa. 51:12); lo mismo era verdad de Cristo Jesús. Las verdades del Salmo 110 y de Daniel 7:13 se realizan plenamente en la vida y el ministerio de Jesús nuestro Salvador (Mat. 26:64; Hech. 2:24-36; Efe. 1:20, 22). A la luz de estas consideraciones podemos regocijarnos porque Cristo nuestro Señor, el Mesías, es el “primogénito” de Dios, el “Don inefable” (2 Cor. 9:15), el que es incomparable, el que es preeminente sobre todos. Fue este “incomparable”, este “primogénito” del cielo el que fue dado para que fuera nuestro Salvador. Esto ha sido bien expresado como sigue:

“Dios había prometido el Primogénito del cielo para salvar al pecador”.[13]

Sobre el autor: Exdirector de revista Israelite.


Referencias

[1] Gén. 25:23; 27:29.

[2] 1 Crón. 5:1, 2; Gén. 49:8-10.

[3] Midrash Rabbah, Núm. 4:8, ed. Soncino.

[4] Esdras 6:58 en The Apocrypha and Pseudepigrapha, tomo II, R. H. Charles, Clarendon Press, Oxford, 1913.

[5] Psalms of Salomón 18: 4, Id.

[6] Adam Clarke, Commentary on the Bible, Sal. 89:27.

[7] Elena G. de White, Patriarcas y Profetas, pág. 244.

[8] Id., pág. 818.

[9] Ibíd.

[10] Joseph Benson Commentary, tomo 2, Sal. 89: 27.

[11] Midrash Rabbah, Éxo. 19:7, 8, ed. Soncino.

[12] C. S. Moutefoire, The Synoptic Gospels, tomo 1, pág. 48.

[13] Elena G. de White, El Deseado de Todas las Gentes, pág. 34.