EL NUEVO TESTAMENTO reconoce que en el AT Dios usó diferentes instrumentos de mediación para realizar sus propósitos (Heb. 1:1). Sin embargo, ahora con la llegada de Cristo solamente se reconoce un único mediador entre Dios y el hombre, a “Jesucristo hombre” (1 Tim. 2: 5). Es únicamente El quien intercede por nosotros ante el Padre (Rom. 8:34; Heb. 7: 25).

  Cabe preguntar: ¿Qué sucedió con la mediación que se realizaba por medio de los mediadores divinos y humanos del AT? De acuerdo con el NT, la respuesta es muy sencilla: esa mediación encontró su cumplimiento pleno en la mediación de Cristo. Los mediadores del AT eran, por así decirlo, tipos del Mediador que habría de venir. Cristo, en su persona, asumió los papeles de todos esos mediadores.

  1. Cristo y el Ángel del Señor. Las Escrituras proveen suficiente información como para concluir que Cristo y el Ángel del Señor son una misma persona. Ese ángel es el Príncipe de las huestes angelicales (Dan. 8:11), identificado con el Príncipe de los príncipes (Dan.  8: 25). Ese Príncipe es nada menos que Miguel (Dan. 10:21), el gran Príncipe (Dan. 12:1), el arcángel (Jud. 9). De acuerdo con Daniel, ese Príncipe es nada menos que el Mesías (9: 25).[88] El arcángel Miguel peleó contra el dragón y sus ángeles y los derrotó (Apoc. 12:7, 8). Según Pablo, la voz del arcángel de nuestro Señor Jesucristo se oirá en el momento de su segunda venida trayendo vida y liberación a su pueblo (1 Tes. 4:16). Una vez más el Angel del Señor peleará por su pueblo y le dará la victoria final y absoluta.

  2. Cristo y el Espíritu del Señor. El NT establece una íntima relación entre Cristo y el Espíritu. El Espíritu habitó plenamente en El desde el primer instante de su encarnación (Mat. 1: 20; Luc. 1: 35).[89] Es ese mismo Espíritu el que se. manifiesta durante el bautismo de Cristo para identificar, en forma visible, al Mesías (Mat. 3:16).[90] El posee el Espíritu como ninguna otra persona lo poseyó jamás (Juan 3: 34). Es por eso que El pudo compartirlo con sus discípulos después de su resurrección (Juan 20:22; Hech. 1:8, 2). La relación entre Cristo y el Espíritu es tan íntima que Pablo llegó a decir: “el Señor es el Espíritu” (2 Cor. 3: 17).[91] De esta manera no solamente implica que Cristo es divino, sino también que por el Espíritu, Cristo sigue presente en la iglesia.[92]

  3. Cristo y la Palabra del Señor. Es Juan quien, en una forma muy particular enfatiza que en Cristo la palabra (el lógos) se encarnó (Juan 1: 14). La Palabra no es simplemente la expresión audible del pensamiento y de la voluntad de Dios. Ahora, en la persona de Cristo, la Palabra es nada menos que la expresión visible de su voluntad, hecha carne y sangre. En la predicación y en la vida de Cristo, Dios entró en la historia en una forma nunca antes vista para cumplir sus designios. Dios, en Cristo, nos ha expresado la Palabra por excelencia; expresión ésta que cumple el contenido de la palabra veterotestamentaria (Heb. 1:1, 2).[93]

  4. Cristo y la sabiduría del Señor. En Cristo se encuentran “todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2: 3). Escribiendo a los miembros de la iglesia en Corinto, Pablo va aún más lejos y establece en forma inequívoca que Cristo es la sabiduría de Dios (1 Cor. 1: 24, 30).[94] La sabiduría no es, pues algo que Cristo posee como en el caso de los antiguos mediadores humanos, sino algo que El es. Su manifestación es la manifestación de la sabiduría divina.

  Los mediadores divinos del AT se encuentran ahora contenidos en la persona y en la obra de Cristo. Si comparamos a Jesús con los mediadores humanos notaremos que una vez más en su persona y en su obra, El los reúne y los trasciende a todos.

  1. Cristo el rey. Jesucristo es el Mesías, el rey ungido por Dios para traer liberación a su pueblo (Luc. 1: 32, 33). El tiene dominio sobre todo, pues es el Creador y el Redentor. Por medio de El derrotó no a las naciones terrenales, sino a las mismas fuerzas del mal (Apoc. 17: 13, 14; 19: 11-21).[95]

  2. Cristo el profeta. El ministerio de Cristo fue un ministerio profético. Sus contemporáneos lo reconocieron como profeta de Dios (Luc. 7: 16; Mat. 21:11, 46). El es el profeta de los profetas anunciado por Moisés (Hech. 3: 21-26). Como profeta, El trajo la revelación más completa del Padre a los hombres (Juan 1:18; Heb. 1:1-3). Como profeta, El proclamó la palabra de juicio y de salvación, y al hacerlo sufrió (Heb. 2:3, 10).[96]

  3. Cristo el sacerdote. La epístola a los Hebreos desarrolla ampliamente el tema de Cristo como sumo sacerdote.[97] El sacerdocio y el ministerio del antiguo pacto eran una sombra o figura del de Cristo (Heb. 8:4, 5; 9: 23; 10:1). Su sacerdocio es, por lo tanto, superior al de Aarón. Su sacrificio es superior a todos los sacrificios antiguos, pues antes se ofrecía la sangre de animales, pero El ofreció su propia sangre (Heb. 7: 27; 9:26). El Santuario donde  oficia es superior al templo judío, pues el suyo es el celestial (8:1,2; 9: 24). Su sangre purifica al creyente (1:3; 2:17; 9:14), y también el Santuario celestial (9: 23). Su ministerio sacerdotal nos conduce a Dios en el Santuario celestial (Heb. 19: 20).98[98] Ya no se necesitan más sacerdotes mediadores entre Dios y el hombre.

  Nuestra discusión anterior deja en claro que entre Dios y el hombre hay verdaderamente un solo mediador. Las funciones que anteriormente realizaban los mediadores divinos y humanos las realiza ahora Jesucristo. El siguiente diagrama ilustra nuestro argumento.

 El verdadero mediador tiene que ser una persona que sea Dios y hombre a la misma vez. Ese requisito lo cumple plenamente Jesucristo. El es hombre y Dios. No debe extrañarnos que el apóstol dedique dos capítulos de Hebreos para demostrar, entre otras cosas, que el Hijo es divino (Heb. 1), y que a la vez es completamente humano (Heb. 2), pues “por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo” (2:14). Como Jesucristo es Dios y hombre, su mediación es ontológica;[99] es decir, en su persona Dios y el hombre se han unido o reunido en forma permanente (2 Cor. 5:19). Su propia persona es el instrumento de la mediación. El hecho de que El es Dios significa que como mediador conoce a Dios a la perfección. Siendo que también es hombre, El conoce y entiende a la perfección las necesidades y la problemática humana (Heb. 2:14, 18). Únicamente así puede ser un mediador misericordioso para con los hombres y fiel para con Dios (Heb. 2:17). Es único en su naturaleza, y es único como mediador.

La obra del Mediador

  El NT define claramente la naturaleza de la mediación de Cristo. Esto no significa que nuestro conocimiento sea completo o perfecto. Significa, sin embargo, que nuestro conocimiento descansa sobre un fundamento bíblico sólido.

  Aunque en la interpretación de la obra mediadora de Jesucristo se usan los modelos del rey y del profeta, el modelo que predomina es el sacerdotal. De hecho, “el concepto de sumo sacerdote es el que describe más plena y adecuadamente el entendimiento neotestamentario de Jesús”.[100] Ese modelo describe su obra en la tierra como la de un sacrificio, y su obra a la diestra del Padre como la de un ministro en el Santuario celestial.

  Como mediador hay una obra que Cristo ya realizó y otra que todavía está realizando. Exploraremos esos dos aspectos de su mediación.

  1. Mediación ya realizada. Hay por lo menos cinco facetas de la obra mediadora que Cristo ya realizó.

      a. Mediador de la creación. Los escritores del NT señalan continuamente que todo lo que existe fue creado por medio del Hijo de Dios (Heb. 1:2; Col. 1:16; Juan 1:3).[101] El es el mediador original de la creación.[102] Podríamos decir, desde este punto de vista, que Cristo es un mediador cósmico.[103] La intención creadora de la Deidad se realizó por medio del Hijo.

       b. Mediador de la revelación. Cristo es en forma única la revelación más completa y sublime de Dios. En su persona es el Dios oculto, Aquel a quien nadie ha visto jamás (Juan 1:18), el que salió de su inaccesibilidad y se dio a conocer al hombre. Todo conocimiento de Dios nos ha llegado por el Hijo. El es, pues, un mediador epistemológico.[104] Sin el Hijo viviríamos, con respecto a Dios, en las tinieblas de la ignorancia y sin esperanza de luz.

       c. Mediador de la redención. Jesucristo obtuvo para el hombre “eterna redención” (lútrosis) (Heb. 9:12).[105] Esa redención fue posible gracias a la cruz, y consistió en derrotar a las fuerzas del mal que, por medio del pecado, tenían pleno dominio sobre el hombre (Heb. 2:14, 15). Para el creyente, esa redención vino a significar el perdón de los pecados. De ahí que en varios pasajes del NT los conceptos de la redención y el perdón de los pecados sean prácticamente igualados (Col. 1:14; Efe. 1: 7).[106] Se debe señalar, sin embargo, qué aunque ya los creyentes han sido redimidos, ellos continúan a la vez esperando la consumación de esa redención (Efe. 1:14; 4:30; Rom. 8:23).[107] No obstante, es indiscutible que como mediador Cristo ha obtenido para el hombre la redención y el perdón de los pecados.

       d. Mediador de la expiación. La obra mediadora de Cristo consistió también en ofrecer el sacrificio que purifica de pecados (Heb. 1:3). El apareció como sumo sacerdote para expiar (iláskomai) el pecado de su pueblo (Heb. 2:17). Esa obra de expiación consistió en quitar o remover el pecado que separaba al hombre de Dios (Heb. 9: 26). Cristo se ofreció como el Siervo de Yahweh para cargar el pecado de muchos (Heb. 9:28).[108] Así vino a ser autor de salvación (Heb. 2:10). Lo que la profecía mesiánica de Isaías 52:13-52:12 anunciaba, llegó a ser una realidad en el ministerio y en la obra de Jesucristo. En su obra de mediación El se identificó con los pecadores y murió en lugar de ellos[109] para limpiarnos de los pecados y lograr la reconciliación (2 Cor. 5:19, 21)

       e. Mediador del nuevo pacto. Una vez que la redención y la expiación de pecados se realizó, Dios hizo un nuevo pacto con el hombre. Ese nuevo pacto había sido anunciado exclusivamente por Jeremías en el AT (31: 31-34) como algo verdaderamente extraordinario.[110] En este pacto el mediador, de acuerdo con el NT, es nada menos que el Hijo de Dios (Heb. 8:6; 9:15, 12:24). “El es el sacrificio sobre el cual está basado el pacto, cuya sangre lo ratifica, y El es también, como Moisés, el mediador del pacto’’.[111] La armonía entre Dios y el hombre ha sido restaurada en forma permanente. Ahora el ser humano tiene, por medio de Jesucristo, acceso seguro a Dios en el Santuario celestial (Heb. 6: 20; 4:16; 10:19).

  2. Mediación actual. El NT señala a menudo que la obra que Cristo realizó fue conclusoria e irrepetible. Su muerte sacrifical es única, singular, definitiva. El “murió una vez por todas’’ (Rom. 6: 10; Heb. 7: 27; 9:12; 10:10).[112] No es necesario volver a ofrecer su sacrificio. Esto está en marcado contraste con la práctica de los sacrificios del AT. Esos sacrificios se ofrecían diaria y anualmente (Heb. 10:1,11), pero el de Cristo se ofreció una sola vez (Heb. 10:12).[113]Pedro dice que El murió “una sola vez’’ (ápax) por los pecadores (1 Ped. 3:18).

  Ese carácter no repetitivo y singular del sacrificio de Cristo es lo que permite que los escritores del NT, al referirse a la exaltación de Cristo, usen la expresión “se sentó a la diestra del Padre’’ (Rom. 8: 34; Heb. 1: 3; 10:12; 8:1; 12: 2). El aspecto sacrificial de la obra de Cristo, es decir, que tenía que ofrecer un sacrificio para la salvación del hombre, ya concluyó. Ahora El puede ocupar la posición de honra y de gloria que la exaltación le confiere.[114]

  Sin embargo, la mediación de Cristo no se limita a la obra de redención que realizó a través de su sacrificio. Su mediación nunca se suspende.[115] A su acto sacrificial en la cruz le sigue la obra de mediación delante del Padre en el Santuario celestial[116] (Heb. 9:12). Su obra como Sumo Sacerdote consiste, precisamente, no en ofrecer un sacrificio pues eso ya lo hizo, sino en interceder por nosotros.[117] De acuerdo con Hebreos 7: 25, Cristo puede “salvar perpetuamente a los que por él se acerquen a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. La salvación está aquí íntimamente relacionada con la obra intercesora de Cristo. El vivir se define en el marco de su continua mediación en favor del creyente en el Santuario celestial (Heb. 8: 2; 5:1). Debe quedar claro que esa obra está fundamentada en la muerte y resurrección de Cristo.[118]

  La mediación e intercesión de Cristo en el Santuario celestial no tiene como propósito suplemental y mucho menos sustituir, su obra en la cruz. Ese aspecto, de su ministerio es parte intrínseca de su obra redentora. Podemos aun hasta decir que el ejercicio de la mediación del Cristo exaltado “involucra un progreso en la obra de Cristo, en la tarea que el Padre asignara”.[119] Ese es el progreso que exige una obra ya realizada, pero que ahora se dirige hacia su consumación. En su ministerio de mediación sacerdotal en el Santuario celestial contamos con el favor del poder de Cristo; con “el poder de su santo sacrificio por el cual nuestra salvación se establece con inviolabilidad celestial’’.[120] Gracias a la redención de Cristo en el cielo, el creyente recibe los beneficios de la obra redentora de Cristo en su vida.[121] En realidad, la vida cristiana en su totalidad se encuentra “en dependencia actual y total del sacerdocio de Cristo’’.[122]

  Exploraremos ahora los aspectos principales de la obra de mediación que actualmente Cristo realiza.[123]

        a. Preservar la creación. Cristo no es solamente el instrumento divino en la obra de creación, El también preserva la creación. El es “el que sustenta (féro) todas las cosas” que existen (Heb. 1: 3). Las sostiene no solamente preservándolas,[124] sino también conduciéndolas hacia su fin señalado.[125] De acuerdo con Colosenses 1:17, “todas las cosas en él subsisten”. La expresión “tener consistencia” (sunesteken) era usada por los griegos para referirse a la hermosa unidad de todo el mundo.[126] Es nada menos que Cristo el que mantiene al mundo unido evitando que se desintegre en pedazos.[127] El es el lazo unificador que lo incluye y lo preserva todo.

      b. Garantizar el pacto. Una vez que Cristo ascendió se convirtió en el fiador o el que garantiza la permanencia del pacto (Heb.  7: 22).[128] Nos asegura que la alianza entre Dios

y el hombre es permanente. Como garantizador (egguos, “fiador”), El es responsable de que se realice lo que El garantiza. El avala “el cumplimiento perpetuo del pacto en el que mediara, por parte del hombre y por parte de Dios. Como el Hijo de Dios, confirma el pacto eterno de Dios con su pueblo; como el representante de su pueblo, satisface sus condiciones con la aceptación perfecta a la vista de Dios’’.[129] No hará falta otro pacto. Esto es lo que garantiza como mediador. El pacto permanecerá para siempre, y en su venida será consumado plenamente (9: 28; 5: 9).

     c. Fortalecer a los creyentes. El creyente, al viajar como peregrino hacia la patria celestial, es asediado por tentaciones y pruebas. Jesucristo, como mediador, intercede compadeciéndose de él (Heb. 4:15), y auxiliándolo en los momentos de tentación (Heb. 2:  18).[130] Por virtud de la sangre del nuevo pacto Cristo fortalece y capacita al cristiano para toda buena obra y para hacer la voluntad de Dios (Heb. 13: 20, 21). Es así que el creyente puede servir a Dios (9:14).

      d. Proveer acceso a Dios. Al ascender a los cielos Cristo abrió un camino para que el creyente pudiera tener acceso a Dios (Heb.  10:19-22). El entró en el Santuario celestial como nuestro mediador y precursor (pródomos, “correr delante”) para representarnos delante de Dios (Heb. 6:20; 9:24). En El tenemos acceso al Padre. Esto nos da libertad para recibir los beneficios de la misericordia y de la gracia divina únicamente por medio del Hijo (Heb. 4:16). El creyente corre el peligro, si se descuida, de no alcanzar la gracia divina (Heb. 12:15), aunque ella está siempre disponible en Cristo. Siendo que en Cristo tenemos acceso a Dios, podemos también llevar a Dios nuestros dones, y El los acepta por medio del Salvador (Heb. 13:15).

      e. Purificar y santificar. Ya hemos señalado que la obra mediadora de Cristo es el cumplimiento tipológico del sacerdocio levítico.  Aunque Hebreos enfatiza que en Cristo ya hemos sido purificados y santificados (1:3; 10: 20),[131] también enfatiza la necesidad de la mediación de Cristo para permanecer en santificación. Por medio de El el creyente es continuamente santificado (2:11; 12:10).[132] Por la sangre del Hijo, que es la sangre del nuevo pacto, es purificada la conciencia del adorador para que pueda servir a Dios (9:14). Esa santificación y purificación continua es indispensable para poder ver a Dios (12:14). La obra de purificación culmina con la purificación de “las cosas celestiales”, es decir, con la purificación del Santuario celestial (9:23).[133] La mediación sacerdotal de Cristo consiste, como la de Aarón, en la purificación diaria de los pecados, y la anual, en el Día de la Expiación. Los períodos históricos durante los cuales cada uno de esos aspectos de su ministerio se realizarían se definen en Daniel 7-9.

      f. Defender en el juicio. El concepto de un juicio ante Dios es claramente bíblico. La obra sacerdotal de Aarón lo llevaba a involcarse en el juicio que ocurría durante el Día de la Expiación.[134] El libro de Daniel se refiere a ese mismo juicio en el marco teológico de la purificación del santuario (Dan. 7, 8). Hebreos también menciona el tema del juicio. Hebreos 12:23 establece que Dios es juez de todos.[135] El juzgará no sólo a los fornicarios y adúlteros (13:4), sino también a su pueblo (10:30).[136] A El tendremos que dar cuenta de nuestras acciones (4: 13). El juicio tiene como propósito dar el pago adecuado a cada individuo (10:30). Para los que sean reprobados Dios será un “fuego consumidor” (12:29). Por otro lado, el creyente no debe temer. El debe retener su confianza en Dios hasta el fin, pues esa con fianza “tiene gran galardón” (10:34, 35). No debemos temer, pues tenemos un sacerdote que sabe compadecerse de los pecadores (4:15).

   Otros libros de la Biblia nos indican que una de las funciones de Cristo ante el Padre es la de actuar como abogado (parákletos, “llamado al lado de”, “abogado”). Esa obra de abogado está íntimamente relacionada con la concepción cúltica de sumo sacerdote (1 Juan 2:1; Heb. 7: 23-25).[137] Cristo como sacerdote y abogado realiza la misma función de interceder por su pueblo. A ese juicio todo creyente deberá comparecer, pero lo hará en la persona de su mediador (Rom. 14:10; 2 Cor. 5:10). El juicio se basará en las obras (1 Ped. 1:17; Rom. 2: 6), y se “juzgará… los secretos de los hombres” (Rom. 2:16). El creyente, no obstante, permanece seguro, pues Cristo como su mediador defenderá su caso. El momento en que se realizará ese juicio escatológico, con sus diferentes aspectos (preadvenimiento, postadvenimiento, y ejecutivo), se describe en Daniel 7, 8 y en Apocalipsis 19, 20.

   La obra mediadora de Cristo que se relaciona con el plan de salvación concluirá con su segunda venida. En ese momento su ministerio en favor del hombre habrá concluido en el Santuario celestial. Será entonces que “aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Heb.9: 28).

Conclusión

  Las Escrituras enseñan que entre Dios y el hombre hay un solo mediador. Esa tarea se la asignó Dios a su propio Hijo en algún momento de la eternidad.

  El es el mediador por excelencia, pues es Dios y hombre a la misma vez. En su propia persona Dios y el hombre fueron reconciliados y unidos en forma permanente. Así pues, El puede revelar a Dios a los hombres, y puede presentar la necesidad humana ante Dios.

  Ese mediador se identificó tanto con la raza humana caída, que llevó el pecado de ella en forma vicaria llegando a ser en sí mismo el medio o el instrumento de la expiación. El mediador pagó la deuda del pecador sustituyéndolo.

  Después de su ascensión Cristo inició su obra mediadora en el Santuario celestial. Desde allí otorga los beneficios obtenidos, a través de su sacrificio, a todo el que cree. Su obra de mediación consiste, como la levítica, en una fase diaria y una anual. Su obra concluirá con la purificación del Santuario reestableciendo así la armonía universal.

  Finalmente debemos señalar que la obra de mediación e intercesión de Cristo no tiene como propósito despertar en el Padre amor hacia el pecador. Su obra presupone ese amor, pues el Padre lo envió siendo aún nosotros pecadores. Su intercesión es la de su sacrificio y la de sus méritos que posibilitan que en El, y únicamente en El, Dios acepte al pecador arrepentido.[138]

  Es en ese Mediador en el que reside nuestra seguridad. El defiende nuestro caso. Solo debemos retener nuestra confianza firme hasta el mismo fin.

Conclusión general

  Nuestro análisis ha indicado que la mediación es una necesidad permanente en la estructura del universo. Ninguna criatura puede existir indefinidamente sin el oficio de un mediador entre Dios y el hombre.

  Después de la caída, la situación del hombre se deterioró significativamente a causa del pecado. La distancia entre Dios y el hombre llegó a ser de carácter moral, espiritual y ético. Una nota disonante se introdujo en la armonía moral del universo. Ante tal condición la reacción divina es condenatoria. Dios como ente moral absoluto separó en forma permanente al hombre pecador de su presencia. La extinción eterna es la solución adecuada.

  Si el hombre ha de ser preservado es porque Dios decide autopropiciarse. En su infinito amor determinó restablecer la unión con el hombre rebelde. Esa sería la tarea del Mediador. Esa tarea de mediación debía salvaguardar la moral y la justicia divinas, y hacer posible, a la misma vez, la reconciliación y la expiación de pecador.

  Es el Hijo de Dios quien asumió esa función de Mediador. Antes de su encarnación Dios utilizó diferentes mediadores (humanos y divinos). Todos ellos son un reflejo (una sombra) de lo que sería la obra del Mediador encarnado (Dios-hombre). Con la encarnación del Hijo, Dios y el hombre se unen en lo que será, por medio del sacrificio del Hijo, una unión permanente y eterna.

  Ese Mediador satisface la justicia divina al convertirse El mismo en el sustituto de la especie humana. El Mediador de la palabra intercesora se convierte en el Mediador de la acción salvífica al morir expiatoriamente por el pecado del pueblo. El Mediador experimenta la separación eterna, del hombre de Dios. Así la reconciliación llega a ser una realidad.

  Después de su ascensión, el Hijo es entronizado a la diestra del Padre para comenzar su obra de mediación sumo sacerdotal en el Santuario celestial. Esa obra consiste en la administración de los beneficios de la cruz al creyente. Este es protegido, guiado, santificado y purificado diariamente mientras peregrina hacia la patria celestial. La obra de mediación concluirá con la purificación escatológica del Santuario celestial. Así la reconciliación y la expiación realizadas en la cruz llegarán a su consumación. Entonces, y no antes, el Mediador dejará el Santuario celestial y regresará por los suyos.

Sobre el autor: Es doctor en teología, y actualmente se desempeña como director general del Antillian Union College, Río Piedras, Puerto Rico.


Referencias:

[88] Para una discusión sobre el arcángel Miguel y su relación con Cristo vea, Seventh-day Adventist Answer Questions on Doctrine (Washington, D. C., Review and Herald Publishing Association, 1957), págs. 71-86.

[89] Jacques

Guillet, “Espíritu de Dios”, VTB pág. 300; Eduard Schweizer,”Pneuma: The New Testament”, TDNT 6:405, escribe: “Como el Nacido del Espíritu, Jesús es desde el mismo principio un poseedor del espíritu y no solamente el objeto del Espíritu, como los pneumáticos”

[90] Schweizer, “Pneuma”, pág. 400

[91] Ibid., págs. 418-420

[92] 2 Tappeiner, “Spirit”, pág. 737, dice. “Escribiendo desde una experiencia poderosa del Espíritu, y con un interés más pastoral que filosófico, él [Pablo] habla del Espíritu tanto como un modo de la presencia del Señor,  exaltado dentro del cristiano individual y como distinto y, sin embargo, íntimamente relacionado a Jesús…”

[93] Entre algunas escuelas de pensamiento griego el lógos (la palabra) jugó un papel muy importante. Entre los estoicos el lógos era la razón cósmica, es decir el principio racional del universo, lo que hace al universo inteligible. Ellos lo igualaban con Dios, siendo su concepto de Dios panteísta. Era por medio de ese elemento racional (lógos) que lo divino y lo material entraban en contacto. Algunos judíos helenistas, como Filón de Alejandría, aceptaron que el lógos era el principio racional del universo, aunque rechazaron el panteísmo estoico. El lógos llega a concebirse como un mediador de tipo cósmico (es quien crea) y espistomológico (se conoce a Dios por el lógos que está activo en la mente humana). Esa concepción del lógos es esencialmente opuesta al lógos del NT. El lógos de Filón no es una persona sino una abstracción metafísica, es decir, un principio cósmico En el NT el lógos es una persona; de hecho el lógos se hace carne, algo inconcebible para los griegos. Sobre la doctrina griega del lógos se debe consultar a H. Kleinknecht, “Legó: B. The Logos in the Greek and HeIlenistic World”, TDNT 4:77-91; C. H. Dodd, La interpretación

del cuarto evangelio (Madrid, Cristiandad, 1978), págs. 266,

287; Sanders, “Word”, pág. 870; Ronald H. Nash, ‘The Notion oí Mediator in Alexandrian Judaism and the Epistle to the

Hebrews”, Westminster Theological Journal 40 (1977): 93-97

[94] 4 Ulrich Wilckens, “Sofia: E. The New Testament”, TDNT 7:519, 520; Zienen, “Sabiduría”, cois. 944, 945

[95] Consulte a W. S. Reid, “Christ, Offices of”, ISBE 1:655-56; Spicq, “Mediation”, cois. 1074-1078.

[96] R. L. Reynold, “Offices of Christ”, EDT pág. 793; Spicq, “Mediation”, cois. 1066-1069;Oscar Cullmann, The Christology of the NT (Filadelfia, Westminster Press, 1963), págs. 30-50

[97] Para un análisis mas cuidadoso sobre este tema, con referencias bibliográficas véase Angel M. Rodríguez, Teología de Hebreos (julio de 1983), págs. 92-165

[98] Consúltese a Cullmann, Christology, págs. 89-107; Spicq, “Mediation”, cois. 1069-1074; Reíd, “Offices”, págs. 654, 655

[99]  El término es usado por Spicq, “Mediación”, DTB, col. 629

[100] Cullmann, Christology, pág. 104.

[101] G. W. Bromiley, “Creator”, ISBE 1:803; Paul Aurray,”Creación”, VTB pág. 198

[102] H. H. Esser, “Creation, ktisis”,NIDNTT 1:384

[103] Nash, “Notion of Mediator”, págs. 97, 98.

[104]  Ibíd

[105] Se discute si esa redención debe interpretarse en el sentido legal o como un simple sinónimo de salvación. Hay quienes aseguran que en el NT los términos usados para expresar el concepto de redención deben entenderse como indicando que se pagó un precio para que se efectuase la redención. Ese precio es la sangre de Cristo; véase León Manís, The Apostolic Preaching of the Cross (Grand Rapids, W. B. Eerdmans Publishing Co., 1955), págs. 26-49; Donald Guthrie, The Letter to the Hebrews (Grand Rapids, W. B. Eerdmans Publishing Co., 1983), pág. 187. Otros creen que ese vocabulario no expresa la idea de pagar un precio. Más bien, argumentan ellos, redención es un sinónimo de liberación o de salvación; véase F. Büchsel, “Apolútrosis”, TDNT 4:354, 355; David Hill, Greek Words and Hebrew Meanigns (Cambridge, University Press, 1967), págs. 66-81; Donald A. Hayner, Hebrews (San Francisco, Harper & Row, 1983), pág. 119. Es sumamente difícil negar en forma absoluta que el concepto de redención contenga la idea de pagar un precio. El NT aún habla de la sangre de Cristo como el costo de esa redención (1 Cor. 6: 19, 20; 7: 22, 23; 2 Ped. 2: 1)

[106] Büchsel, “Apolútrosis”, pág. 353; Hill, Greek Words, pág. 74.

[107] Büchsel, “Apolútrosis”, pág. 353. El argumenta que aún el perdón “no es una realidad palpablemente presente… La tenemos como una promesa dada, que tiene afectos presentes en nuestras vidas, pero que será en el sentido pleno una realidad palpable que renueva nuestro ser externamente solamente en el juicio final”

[108] En cuanto a una aplicación del titulo “Siervo de Yahweh” a Jesús en el NT véase Cullmann, Christology, págs. 60-82; R. T. France, “The Servantof the Lord in the teaching of jesus “ Tyndale bulletin 19 (1968) 25-52

[109] Aunque la interpretación de la muerte de Cristo en términos sustitutivos es muy debatida hoy en día, se debe reconocer que hay suficiente evidencia en el NT para apoyar esa posición Consúltese a R E. Davied, “Christ in our Place: The Contribution of the Prepositions”, Tyndale Bulletin 21 (1970): 71-91; J. I. Packer, “What did the cross achieve? The Logic of Penal Substrtution”, Tyndale Bulletin 24 (1974): 3-45.

[110] W. L. Holladay, “The New Covenant”, IDBS; págs. 623, 624

[111] A. McCaig, “Covenant, the New”, ISBE1:795, 796

[112] Gustav Stáhlin, “Jápax, Efapax”, TDNT 1:383

[113]3K. H. Bartels, “One, Once, Only: Jápax”, NIDNTT 2:717.  

[114] David M. Hay, Glory at the fíight Hand: Psalm 110 in Early Christianity (Nashville, Abingdon Press, 1973), 87, 88. Hay concluye que la frase “.. .sentarse a la diestra de Dios” significa básicamente honor y no una función, e.g. ser rey (pág. 90). Sin embargo, es muy difícil negar que la frase implique que también se está ejerciendo la función de rey (véase Cari Schneider “Káthemai, Kathítso”, TDNT 3:442; C. Blendinger, “Dexia”, NIDNTT 2:147). Hay reconoce que por lo menos “la sesión de Jesús a la mano derecha muestra que él está destinado a ser gobernante del mundo futuro” (pág. 87, nota 146)

[115] 5 J. Murray, “Mediator”, IBD 2:972

[116] D. H. Wheaton, “Session”, EDT, pág. 1007; J. D. McEwen, “Prayer”, TWBB, pág. 171

[117] H. Zimmermann, “Intercesión”, DTB pág. 519; Edward Schillebeeckx, Christ: The Experience of Jesús as Lord (Nueva York, Crossroad Publishing Co., 1981), pág. 273

[118] Christian Duquoc, Cristología (Salamanca, Ediciones Sígueme, 1986), pág. 179; Brown, “Entuncháno”, pág. 882

[119] Berkouwer, Work, pág. 76.

[120] Ibíd., pág. 226.

[121] Edward Heppenstall, Our High Priest (Washington, D.C., Review and Herald Publishing Association, 1972), pág. 55.

[122] Duquoc, Cristología, pág. 179

[123] Para una lista similar véase Walter F. Specht, “Christ’s Session, Enthronement, and Mediatorial and Intercessory Ministry”, en The Sanctuary and Atonement: Biblical, Historical and Theological Studies (Washington, D.C., Review and Herald Publishing Association, 1981), págs. 346-351; c.f. Heppenstall, Priest, págs. 63-76.

[124] Guthrie, Hebrews, pág. 67; K. Weiss, “Féro”, TDNT 9: 59.

[125] 5 B. F. Westcott, The Epistle to the Hebrews (Grand Rapids, W. B. Eerdmans Publishing Co., 1982), pág. 14; F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews (Grand Rapids, W. B. Eerdmans Publishing Co., 1964), pág. 6

[126] Eduard Lohse, Colossians and Philemon (Filadelfia, Fortress Press, 1971), pág. 52

[127] 7 Eduard Schweizer, The Letter to the Colossians (Minneapolis, Augsburg Publishing House, 1982), pág. 71.

[128] O. Becker, “Egguos”, NIDNTT 1:372

[129] Bruce, Hebrews, pág. 151, nota 70.

[130] Schillebeeckx, Christ, pág. 273.

[131] Bruce, Hebrews, pág. 236; Westcott, Hebrews, pág. 312

[132] Hagner, Hebrews. pág. 203.

[133] beeckx, Christ, pág. 273. 131 Bruce, Hebrews, pág. 236; Westcott, Hebrews, pág. 312. 132Hagner, Hebrews. pág. 203. 133 K. Grayston, “Hilaskesthai and Related Words in the LXX”, New Testament Studies 27 (1981): 652. El escribe, “la expiación del Santuario por el sumo sacerdote se transforma en Hebreos 9: 24 en una purificación de las cosas celestiales por mejores sacrificios”.

[134] Véase A. M. Rodríguez, “The Significance of the Cultic Language in Daniel 8: 9-14″, que será publicado por el Biblical Research Instituto de la Asociación General

[135] Guthrie, Hebrews, pág. 262, escribe “debe notarse que Dios no es considerado aquí (12:23) sólo como un juez que condena, sino más bien como uno que examina y discrimina”

[136] Bruce, Hebrews, págs. 262, 263, argumenta, “esto ciertamente significa que El ejecutará juicios a favor de ellos, vindicando su causa contra sus enemigos pero también que bajo el mismo principio de justicia imparcial, él los juzgará si abandonan su pacto”

[137] Johannes Behm, “Parákletos”, TDNT 5:812, nota 91; Cullmann, Christology, pág. 106,107.138 Specht, “Christ s Session”, págs. 345, 346.

[138] Johannes Behm, “Parákletos”, TDNT 5:812, nota 91; Cullmann, Christology, pág. 106,107.138 Specht, “Christ s Session”, págs. 345, 346.