El pensamiento cristiano ha asignado una función significativa a la obra mediadora de Cristo, particularmente la soteriología y la cristología. Desde el tiempo de Calvino los protestantes analizaron la mediación de Cristo usando las categorías de profeta, sacerdote y rey. Esas tres categorías se llegaron a conocer como los tres oficios de Cristo (en latín, triplex munus).[1] Los teólogos católicos también usan esas categorías en sus discusiones sobre la mediación de Cristo.[2] Sin embargo, es precisamente en la interpretación de la obra mediadora de Cristo donde los protestantes y los católicos toman senderos teológicos distintos. Esto se debe en gran medida a que el catolicismo establece en su teología un lugar para la mediación de los sacerdotes, de los ángeles, de los santos, y de la virgen María.[3] Esos mediadores logran, en cierta forma, usurpar la mediación de Cristo.

En la teología adventista la mediación de Cristo también juega un papel muy importante. La razón de esto se encuentra en el interés que ha tenido la iglesia en la tipología del santuario y sus servicios. La mediación y la intercesión de Cristo se han interpretado principalmente en el marco del cumplimiento tipológico de la mediación sacerdotal del AT.

En este trabajo nos proponemos explorar la obra de mediación e intercesión de Cristo en forma amplia a fin de poder identificar las características principales de su naturaleza y función. Esto lo haremos analizando las secciones principales del AT y del NT donde los conceptos de mediación y de intercesión afloran en forma bastante clara.

Los términos: “mediación” e “intercesión”

El vocabulario bíblico que se usa para expresar la idea de intercesión pertenece al vocabulario de la oración.[4] De hecho, la intercesión es un tipo de oración. Es la oración que se eleva a favor de otra persona.

En el AT el verbo que en una forma especial viene a expresar la idea de intercesión es palal. Ese verbo, en una de sus formas verbales (hithpael), significa “orar”, “orar a favor de”, “interceder”, e.g. 1 Sam. 2:1; Gén. 20:7, 17; Deut. 9: 20. La intercesión es mayormente una función del profeta.[5] El orar a Dios a favor del pueblo (Elias, 1 Rey. 17:20; Elíseo, 2 Rey. 4: 32, 33; Amos 7: 2, 5; Miq. 7: 18, 19; Jer. 21: 2; 42: 1-4; 27: 18; Eze. 9:8; 11:13). El rey también intercede por el pueblo (2 Sam. 24:17; 1 Rey. 8: 30-32; 2 Crón. 30:18), al igual que el sacerdote (Joel 2:17). Claro está, hay otros intercesores en el AT, tales como Abrahán (Gén. 20: 17) y Moisés (Exo. 32: 11-14). Sin embargo, la intercesión está limitada mayormente a los grupos ya mencionados. A esos personajes Dios los ha seleccionado para tareas especiales y por esa proximidad especial a Dios ellos pueden solicitarle el perdón de pecados del pueblo y su bendición sobre ellos.

De paso debemos mencionar que el AT conoce también un tipo de intercesor angelical. El Ángel de Yahweh intercede delante del Señor por Jerusalén y por las ciudades de Judá (Zac. 1: 12).[6]

Otro verbo que se usa en el AT para expresar la idea de interceder es paga’. El verbo significa “encontrar (a alguien)” (Gén. 32:2). Ese encuentro puede resultar en que una de las partes haga una petición, o interceda por otra parte (Gén. 23:8; Jer. 27: 18)[7] Probablemente uno de los usos más significativos de ese verbo se encuentra en Isaías 53:12. El Siervo del Señor intercedió por los transgresores cargando sobre sí mismo el pecado de ellos. Intercesión y sacrificio se unen aquí como medio de reconciliación.

En el NT el vocabulario usado para referirse a la intercesión es también variado y pertenece al campo semántico de la oración. Uno de los verbos usados es déomai: “pedir, solicitar, rogar”. Que el verbo puede expresar la idea de interceder queda claramente indicado por su uso en Hechos 8: 24 y Lucas 22: 32. De ese verbo se deriva el sustantivo déesis – “petición”, “intercesión” (Rom. 10: 1; 2 Cor. 1:11; 9: 14).[8] El verbo proseujomai = “orar, rogar” se usa también en el NT en el sentido de interceder (1 Tes. 5: 25; 2 Tes. 3: 1; Sant. 5: 14). Para referirse a la intercesión de Cristo en el NT se usa el verbo entunjáno que significa “interceder por” alguien. Originalmente el verbo significaba “encontrarse con una persona”. De ahí se derivó el significado de “conversar con alguien”, “tener íntima comunión con alguien”, y finalmente vino a expresar la idea de tener tanta confianza con alguien como para hacerle una petición en favor de otro.[9] En la literatura griega a menudo la petición se hacía al rey.[10] Hebreos 7: 25 señala que Cristo vive para interceder por nosotros. Lo mismo leemos en Romanos 8: 34, donde se usa el mismo verbo con la preposición juper añadida a este (juperentunjáno) y significa “interceder por alguien como su representante”.[11] Un derivado del verbo entunjáno es el sustantivo énteuxis que significa, en el NT, “petición, intercesión” (1 Tim. 2: 1).[12]

Se usa muy poco en la Biblia el vocabulario que expresa la idea de mediación. En el AT no parece haber un término que exprese claramente y en forma constante la idea de medición.[13] Algunos han encontrado en varios de los usos del verbo pala’ -que como ya indicamos se puede traducir en algunos casos como “interceder”, -referencias a un “árbitro”.[14] Por ejemplo, 1 Samuel 2: 25: “Mas su alguno peca contra Jehová, ¿quién rogará por él?”, se interpreta en el sentido de, ¿quién ejercerá la función de árbitro entre él y Dios? Aunque esa interpretación es posible, es mejor retener el significado más común del verbo en el sentido de “interceder”. Lo que esto indica es que, como veremos, las ideas de árbitro o mediador, e intercesor están íntimamente unidas.

Con el verbo yakah (“determinar lo que es justo”)[15] tenemos más posibilidades de encontrar la idea de árbitro. Es únicamente en Job 9: 33 donde esa idea se expresa con bastante claridad: “No hay entre nosotros árbitro [mokiah], que ponga su mano sobre nosotros dos”. Ante Dios, Job descubre que necesita una tercera parte que defienda su caso o que actúe como árbitro. La explicación que provee Samuel Terrien del término mokiah (“árbitro”, un participio hifil), parece ser muy acertada: “La palabra mokiah se aplica a una persona que decide, juzga y convence, a veces corrige y reprende. El significado asombroso de su uso en este verso yace en el hecho de que este se refiere aquí a algún ser hipotético quien sería diferente a Dios y al hombre y quien “ponga su mano sobre nosotros dos”.[16]

Como podemos ver, el AT carece del vocabulario que se usaría comúnmente para expresar la idea de mediación. En la literatura rabínica es donde se usa un término que significa “negociar, mediar’’, es decir, sarsar; y para “mediador’’, sarsor.[17] Sin embargo, esto no significa que la idea de mediación era desconocida en el AT. Como veremos, el concepto de mediación era de central importancia en la religión israelita.

En griego el vocablo que se traduce al español como “mediador” es mesítes. El vocablo “mediador” es un derivado del latín “medius”. Con esa palabra se designaba a la persona que se encontraba entre dos personas o grupos, en el medio de ambos. El término latín se derivó del griego mésos, usado para referirse al lugar del medio.[18] De hecho, mésos es un término legal con el cual se hacía referencia a un lugar neutro que usaban dos partes en conflicto. En ese lugar se encontraba un árbitro cuya tarea era la de juzgar la situación y resolver el problema.[19] Ese árbitro se llamaba mesítes, “mediador, árbitro”.

El mesítes, de acuerdo con la literatura griega, era fundamentalmente una persona neutral en quien dos partes podían confiar.[20] En ese caso podría referirse a un árbitro en transacciones legales. En su función de mediador/árbitro, él trataba de resolver el problema que confrontaban las dos partes a fin de evitar que tuviesen que ir a corte.[21] A veces se le entregaba un objeto o dinero que estaba en disputa hasta que el conflicto se resolviese. El mesítes podía ser, además, el testigo en una transacción legal, o el que garantizaba la ejecución de un acuerdo. Podría aun ser el fiador que usando sus propios fondos pagaba la fianza de otra persona.[22]

El verbo mesitéuo, “mediar”, indica, en sus usos en la literatura griega, otro aspecto del mediador. El mediador es un negociador. Su tarea es la de crear una relación entre dos personas o grupos, que de otra manera no hubiera existido.[23] Esto podía deberse a que ambas partes se desconocían, o a que estaban en guerra y era necesario establecer un tratado, un pacto de paz.

En el NT mesítes es usado seis veces (Gál. 3: 19, 20; 1 Tim. 2: 5; Heb. 8: 6; 9: 15; 12: 24), y el verbo mesitéuo una sola vez (Heb. 6:17). Todos los pasajes en los que se usa el sustantivo mesítes se refieren a la mediación de Cristo, con la excepción de Gálatas 3: 19, 20, que se refiere a Moisés. El verbo nunca se aplica a Cristo. Una vez más notamos la escasez del uso del vocabulario de mediación en la Biblia. No obstante, al igual que en el AT, el concepto de mediación es sumamente importante en el NT.

Lo dicho hasta ahora indica que la mediación, en su sentido amplio, consiste en comunicar o trasmitir algo de una persona o grupo a otra persona o grupo. Puede consistir también en poner a dos personas en contacto la una con la otra, e.g. el casamentero que hace los arreglos necesarios para que se realicen las competencias deportivas. La mediación, finalmente, pretende poner a dos personas de acuerdo. Las personas o grupos entre los cuales el mediador realizaba su tarea se encontraban distanciados por el desacuerdo, la ignorancia, o aun por la hostilidad.[24]

La intercesión, por otro lado, consiste en presentar peticiones ante un superior a favor de otras personas. A menudo la persona que intercedía se identificaba con la necesidad de aquel por quien intercedía.

Necesidad de la mediación y la intercesión

La importancia de la mediación y la intercesión está determinada por la necesidad que de ellas tiene el hombre. Plantear, pues, la pregunta de la necesidad es apropiado. La mediación de la que estamos hablando es obviamente la mediación religiosa. Esa es la mediación que permite que se cree, se mantenga y se restaure una relación significativa entre Dios y lo creado. Hay por lo menos tres razones fundamentales para justificar la necesidad de la mediación:

1. El ser de Dios es distinto al de las criaturas. Dios es el creador de todo lo que existe (Gén. 1, 2). Pero El trasciende, en su forma de ser, a sus criaturas.[25] El modo de ser de Dios es. absoluta e inconmensurablemente distinto al de la criatura. La existencia humana es derivada. La vida nos es trasmitida por nuestros padres, y la mantenemos por medio de la alimentación y la respiración. La fuente de esa vida no es otra sino Dios. Nada de lo creado posee vida en sí mismo.

Cuando hablamos de Dios hablamos de un modo de existir distinto y único. Mientras que la criatura tiene vida, Dios es vida en sí mismo. Su existencia no depende de factores externos a Él. No hay nada que contribuya al existir divino. La causa y el origen del existir de Dios residen únicamente en El mismo. ¿Cómo puede establecerse una relación significativa entre la forma de existir humana y la divina cuando una es infinita y la otra finita? Es necesario asumir la presencia de un mediador.[26]

2. Dios no forma parte de la creación. Él está separado de ella. Lo creado no fue hecho de lo divino, sino por lo divino. Dios está fuera de lo creado.[27] Lo creado no puede contener o circunscribir a Dios (2 Rey. 8: 27). Él está por sobre lo creado, pues es distinto a la creación; Él es único. En su persona, Él es “el Diferente”. Es a esa diferencia a lo que la Biblia se refiere cuando llama a Dios “el Santo” (Isa. 40: 25). La palabra hebrea traducida “santo” es qadosh. Su significado básico parece ser “separado”.[28] El vocablo designa a Dios como único. Dios es santo porque lo que Él es, únicamente Él lo es. Como El no hay otro Dios, y no existe nada semejante a Él (Isa. 46: 9). Él no es hombre (Job 9: 32). Él está separado de la creación en el sentido de que no es parte de ella, y lo que Él es y posee es exclusivamente suyo. Esa separación no significa que la creación es mala o impura. Lo que significa es que el Creador es distinto a la creación, y está más allá de ella. ¿Cómo puede ese Creador que trasciende la creación entrar en contacto y establecer algún tipo de relación con ella? Se necesita un mediador.

3. La presencia del pecado. En su estado edénico el hombre, habiendo sido creado a la imagen de Dios, podía disfrutar de la presencia divina. Ese encuentro era posible porque Dios condescendía a bajar al nivel de la criatura. Tal condescendencia era, en sí misma, un acto de mediación. Con la entrada del pecado, la necesidad de la mediación se hace aún mayor. El pecado viene a crear entre Dios y el hombre un abismo insondable. La separación no está determinada ahora únicamente por la infinita diferencia que existe entre el Creador y lo creado. Ahora hay una separación de tipo moral entre Dios y el hombre. El hombre se ha separado de Dios en una forma desconocida anteriormente (Gén. 3: 8; Isa. 59: 2). El hombre se ha corrompido al punto de no querer nada con Dios,[29] y se encuentra en un estado de abierta hostilidad y rebelión contra su Hacedor.[30] Esa hostilidad se revela, parcialmente, en la ausencia que hay en el hombre de todo deseo genuino, o de todo interés natural, por tener una profunda y sincera comunión con Dios.

Dios toma en serio la actitud rebelde del hombre y responde con una manifestación de su ira. Esa es la reacción de un Dios santo ante quien el pecado es detestable.[31] En su ira Él condena y destruye al pecado y al pecador. Si la ira divina se expresara en plenitud, la separación entre el hombre y Dios sería absoluta y el ser humano se extinguiría para siempre. La mente eterna separaría al hombre en forma definitiva de Dios.

Esta separación no se realiza porque Dios es un Dios perdonador. Si la comunión entre Dios y el hombre es restaurada, es porque Dios toma la iniciativa e interpone entre Él y el hombre un mediador. Faltándole al ser humano aun el mismo deseo de tener comunión con Dios, es necesario que Dios se autopropicie y que sea El quien salga en busca del hombre. Es Dios quien salva el abismo. En ese contexto, la función del mediador no es la de preservar una relación sino la de restablecerla. En esa tarea hay un precio que debe ser pagado. Se entrecruzan aquí los conceptos de mediación, intercesión, expiación y redención.

La necesidad de la mediación no puede ser negada. El modo de ser divino, al igual que su separación del mundo creado, exigen que la presencia de Dios sea mediada a la criatura. Además, las consecuencias catastróficas del pecado sobre el hombre y su relación con Dios hacen de vital importancia la presencia de un mediador entre el Creador y la criatura (Job 16: 19).

Mediación en el AT

El concepto de la mediación y su práctica era un fenómeno religioso conocido entre las religiones contemporáneas con Israel. Un par de ejemplos así lo evidenciará.

En la religión babilónica se hablaba de dioses inferiores cuya función era, entre otras, la de orar por los hombres. Se lo conoce generalmente bajo el nombre karibu (“el que ora”). Esos dioses podían ser masculinos (shedu) o femeninos (lamasati). Sus estatuas se colocaban en las entradas de los templos, para impedir que fuesen profanados. Ellos también daban acceso al adorador al templo.[32]

Sin embargo, los dioses mediadores más comunes eran llamados los dioses personales.

En Babilonia el adorador no tenía en verdad acceso a los dioses mayores, como por ejemplo, Marduck. Él dependía para suplir sus necesidades de los dioses personales. Cada persona establecía una relación especial con una pareja de dioses. Él era su hijo y su siervo. Proveía sacrificios a esos dioses personales, y ellos lo protegían e intercedían por él ante los dioses principales.[33] Ese mismo concepto era conocido entre los hititas en Asia Menor.[34]

En Babilonia, el rey y los sacerdotes ejercían también las funciones de mediadores. El rey, que también era sacerdote, era un mediador entre los dioses y el pueblo. El, en representación del pueblo, proporcionaba a los dioses los servicios en los templos, y también construía los santuarios. Las bendiciones de los dioses y el bienestar de la tierra llegaban a los ciudadanos a través del rey.[35] Los sacerdotes también tenían una relación especial con los dioses. Estaban capacitados para la adivinación y la magia. Por medio de los encantamientos y las ceremonias de purificación protegían a los hombres de los efectos dañinos de los demonios y de la magia negra.[36]

En Egipto la mediación era una prerrogativa casi exclusiva del faraón. Él era divino y era el sacerdote del pueblo. Como tal mediaba el homenaje del pueblo a los dioses y los dones de los dioses a los hombres.[37] Como hijo de los dioses él era el único que podía construir templos y entrar a ellos. Por su obra de mediación había abundancia de peces en el Nilo, y el ganado se multiplicaba. Aun después de morir continuaba su obra de mediador intercediendo por los muertos ante el tribunal del dios Ra (el dios sol).[38]

Mediadores humanos y divinos

En en AT se reconoce que Yahweh también utiliza diferentes mediadores para llegar al hombre. Esos instrumentos pueden ser agrupados en dos categorías: los humanos y los divinos.

1. Mediadores humanos. Para llegar al ser humano Dios utiliza algunos hombres y mujeres escogidos por El. Debe reconocerse que, hasta cierto punto, la mediación para que sea verdaderamente efectiva debe asumir la forma de aquél que recibirá el beneficio de ésta. Estos son seres humanos a los cuales Dios se manifiesta en una forma especial, utilizándolos como instrumentos. Generalmente el pueblo reconoce también la naturaleza mediadora del ministerio de esos individuos.

a. Los lideres del pueblo como mediadores. Con la frase “líderes del pueblo” nos referimos a los reyes y a los líderes carismáticos, es decir las personas a quienes Dios habilitaba por medio del Espíritu para dirigir a su pueblo en las guerras. En forma especial es el rey quien se distingue como un instrumento de mediación. El verdadero rey de Israel es Yahweh, pero Yahweh ha puesto el trono y el reino en las manos de David como su representante (2 Crón. 13: 8). Al ascender al trono el rey es declarado hijo de Dios (Sal. 2: 7) legitimizándose así su carácter de rey[39] Como representante de Dios, el rey es el monarca del mundo entero (Sal. 72:8-11), y su función es la de preservar el orden de ese mundo.[40] Esto lo hace mediando por la justicia, la paz, y aun la sabiduría de Dios sobre la tierra, (Sal. 72: 1-4, 7; Isa. 11: 2).[41] En una forma especial el rey es el mediador de la actividad salvífica de Dios.[42] Él, al igual que los líderes carismáticos, traía salvación al pueblo al liberarlo de la opresión de sus enemigos (Sal. 89:19; Jue. 2: 16; 1 Sam. 10:27; 11: 13).

b. Los profetas como mediadores. Los profetas son hombres y mujeres escogidos por Dios para comunicar mensajes especiales a su pueblo. A ellos viene en forma única la palabra de Dios. Se convierten así en mediadores de mensajes de salvación y juicio. Ellos no son líderes políticos, ni necesariamente administradores en el reino.[43] El profeta es enviado por Dios para comunicar a otros el pensamiento divino (Jer. 23: 28).[44] Como ya señaláramos, son ellos los que en una forma especial interceden por el pueblo ante Dios.

c. Los sacerdotes como mediadores. Para el sacerdocio Dios escogió de la tribu de Leví a la familia de Aarón. Así el sacerdocio se institucionalizó. Fundamentalmente el sacerdocio es, por así decirlo, una institución de mediación.[45] La función del sacerdote como mediador es mucho más significativa de lo que el AT parecería sugerir a primera vista.[46] Como mediador él representa a Dios ante el pueblo y al pueblo ante Dios. Como representante de Dios ante el pueblo, realizaba las siguientes funciones: 1) revelaba la voluntad de Dios por el urim y el tumin (Exo. 28: 15-29; 39: 8-21; Deut. 38: 8); 2) tomaba decisiones judiciales actuando en ocasiones como juez (Deut. 17: 8-10; Eze. 44: 24); 3) instruía al pueblo enseñándole la Torah, la Ley (Deut. 31: 9-11; Lev. 1-5; Eze. 44: 23; Ose. 4: 6); 4) bendecía al pueblo (Núm. 6:22-27; Lev. 9:22; Sal. 118:26). Como representante del pueblo ante Dios, el sacerdote realizaba las siguientes funciones: 1) ministraba en el santuario en los servicios diarios y anuales presentando ante Dios las alabanzas y peticiones del pueblo; 2) ofrecía sacrificios a favor del pueblo. Estos sacrificios tenían el propósito principal de expiar el pecado del adorador (e.g. Lev. 4: 27-31). La expiación se realizaba por la inmolación de la víctima, la manipulación de la sangre, que en ocasiones era asperjada en el santuario, y el rito de comer la carne sacrificial cuyo propósito era transferir el pecado al sacerdote, y por medio de él al santuario (Lev. 10:17, 18). Esa mediación expiatoria llegaba a su culminación en el Día de la Expiación (Lev. 16).[47] Tal mediación era de carácter reconciliatorio.

Los tres tipos de mediación que hemos discutido se caracterizan por el hecho de que los mediadores eran individuos escogidos por Dios para esa tarea. Es cierto que el sacerdocio, por ser una institución, pasaba casi en forma automáticamente de padre a hijo. Sin embargo, en su origen Dios escogió la familia que asumiría esa función. Los mediadores no se autodesignaban. Era Dios el que tomaba la iniciativa. Era Dios quien definía y establecía los medios por los cuales había acceso a Él.

2. Mediadores divinos. El AT menciona varios mediadores de carácter divino. Es posible que el término “divino” no sea el mejor para designar a estos mediadores. Podría darse la impresión equivocada de que en el AT existían dioses inferiores cuya función era la de actuar como mediadores entre Yahweh y los hombres, poniendo así en peligro el monoteísmo bíblico. Los designamos “mediadores divinos” porque algunos de ellos son mensajeros de Dios identificados en el texto bíblico mismo con Yahweh, y otros son atributos divinos personificados. En todos ellos, es Dios mismo el que actúa.

a. El Ángel del Señor. El Ángel del Señor es un mensajero cuya función es llevar mensajes especiales a los hombres (Gén. 16: 7; Núm. 22: 35); protege y libera de peligros al pueblo de Dios (Exo. 14: 19, 20); e instruye y guía a los siervos de Dios (Gén. 24: 7, 40; 1 Rey. 19: 7). En la obra de liberación ese ángel puede usar a los líderes del pueblo (Jue. 2: 1; 6:12-16). Lo que hace a este ángel singular es que se lo iguala a Dios (Gén. 16: 7-13; Jue. 6: 12-14). Ese Ángel puede perdonar transgresiones (Exo. 23:21, 23). El Ángel del Señor no se halla, por lo tanto, en el mismo plano que los demás ángeles.[48] Él es nada menos que Yahweh manifestado en la historia del hombre en forma visible.[49] Es una automanifestación de Dios que protege su trascendencia. Dios aparece así, en forma oculta, para realizar acciones salvíficas entre los hombres.[50] El Ángel del Señor no es otro que Dios mismo condescendiendo al nivel de la criatura para así mediar su presencia.[51]

b. El Espíritu del Señor. En una forma especial es por medio del Espíritu que Dios está presente en la tierra. El concepto del Espíritu viene a expresar, por lo tanto, la vitalidad y la omnipresencia divina (Sal. 139:7).[52] Es por medio de Él que Dios da vida (Job 33: 4; 27: 3), y preserva todo lo creado (Sal. 104: 30).[53] Se lo iguala con Dios (Isa. 31: 3)[54] y es, por tanto, una persona (Sal. 139: 7; Isa. 34:16; 48:16).[55] Como sujeto personal asume una función mediadora entre Dios y el hombre. Es por medio del Espíritu Santo (Isa. 63: 10; Sal. 51: 13) que Dios capacita a los jueces para realizar la obra de Dios (Jue. 3: 10; 6:34; 11:29; 13:25; 14: 6, 19; 15: 14), al igual que a los reyes (1 Sam. 10:6, 10; 11:6; 16: 14; 19: 23).[56] En una forma especial el Espíritu comunica al profeta el mensaje de Dios (Miq. 3: 8; Ose. 9: 7).[57] El Espíritu es, pues, el medio que Dios utiliza para comunicarle poder y revelaciones a sus escogidos.

c. La Palabra de Dios. La Palabra de Dios es la expresión del pensamiento divino que permite al hombre conocer a Dios.[58] Se podría decir incluso que esa Palabra no es otra cosa que la expresión del carácter de Dios[59] Dios se revela en una forma particular a los profetas por su Palabra.[60] Dios habla y el profeta escucha la Palabra. Esa Palabra llega al profeta y lo arrastra, casi, a la acción (Jer. 20: 7-9; Amos 7: 15). En la Palabra Dios revela su acción presente y futura en la historia y por la proclamación del profeta llega al mundo entero.[61] La Palabra de Dios es un instrumento divino para comunicar al hombre el conocimiento de la voluntad de Dios[62] Así puede asumir la forma de ley (Exo. 34: 28). La Palabra también puede ser el vehículo de la acción divina que proporciona al hombre la salud física (Sal. 107: 19, 20) y el perdón de pecados (Sal. 130: 3-S).[63] Esa Palabra es tan poderosa que al emitirse realiza aquello que anuncia (Isa. 55:10, 11). En la Palabra hay, pues, un elemento de dinamismo, de acción. En ella Dios interviene en la historia[64] y realiza sus designios. De ahí que en algunos casos la Palabra de Dios parecer ser personificada (Sal. 147:15; 107: 20).[65] La mediación de la Palabra consiste en que Dios sea accesible a los hombres. No es ésta la mediación que acerca al hombre a Dios, sino la que acerca a Dios al hombre.[66] Es decir, Dios toma en ella la iniciativa, envía sus mensajes y actúa.

d. La sabiduría del Señor. La sabiduría es un atributo de Dios (Job 12:13). En Él los hombres pueden encontrar sabiduría y Él está dispuesto a proveérsela (Prov. 2:6; Job 11: 6).[67] Por medio de ella Dios fundó la tierra (Prov. 3: 19) e hizo todo lo que existe (Jer. 10:12). La sabiduría se expresa en el orden del cosmos y en los principios que rigen ese orden.[68] Esa sabiduría es para el hombre fuente de vida (Prov. 13: 14; 16: 22). Si él se somete a ella, lo llevará por senderos de rectitud (Prov. 4:11), y le librará del mal (Prov. 14:16; 13:14). La sabiduría es también personificada[69] Se la describe como a un predicador que proclama su mensaje en las calles y en las plazas (Prov. 1: 20). Es la esposa sabia que debe ser amada (4: 6-9); es un miembro de la familia (7: 4). Dios la da en forma especial a sus instrumentos humanos (Gén. 41:33; Exo. 31:3; 1 Rey. 3:12). Es la sabiduría la que habilita a los reyes y príncipes para realizar sus tareas (Prov. 8:14-16). La sabiduría de Dios es un medio por el cual El revela al hombre su voluntad, y los misterios de su accionar. El hombre llega a conocer algo de Dios porque Él le transmite su sabiduría.

En los mediadores divinos que acabamos de analizar es Dios mismo el que actúa, dejando sentir su presencia en su creación. Es bueno señalar que entre los mediadores divinos y los humanos existe una íntima relación. El Ángel del Señor en su función de guiar y traer liberación al pueblo de Dios utiliza a los líderes carismáticos y a los reyes. El Espíritu del Señor desciende sobre líderes políticos y profetas dándoles el poder necesario para realizar sus obras como mediadores. La Palabra del Señor llega a los reyes, profetas y sacerdotes para que conozcan, proclamen y custodien la voluntad revelada de Dios. Es muy probable que la palabra que traía sanidad y perdón de pecado fuese mediada en el templo por el sacerdote.[70]

Lo anterior sugiere que los mediadores divinos obran particularmente por medio de los mediadores humanos. Esto significa que los mediadores humanos no tienen acceso inmediato, no mediado, a Dios como tal. Dios llega a ellos y se comunica con ellos por medio de sus propios mediadores, que no son otra cosa que la expresión de su condescendencia. El siguiente diagrama ilustra la posición de los mediadores:

En la obra de mediación es Dios el que toma la iniciativa y la conserva hasta el fin del proceso. El usa sus instrumentos humanos y divinos a fin de comunicarse y mantener una relación positiva con el hombre.

Mediadores de la Palabra y de la acción de Dios

A fin de poder tener una visión más completa de la tarea del mediador es necesario observar más de cerca a algunos de ellos mientras realizaban su obra de mediación. Nos proponemos analizar la mediación de dos de los personajes más significativos del AT. Nos referimos a Moisés y al Siervo de Yahweh, cuya experiencia se narra en Isaías 52:13-53:12. Estas dos figuras descuellan por sobre los demás mediadores humanos del AT porque en ellos se conjugan las funciones mediadoras de todas las demás. A estos dos personajes les toca mediar el mensaje de Dios no solamente por medio de la palabra que proclaman, sino también en sus propias acciones. A ellos les toca mediar la Palabra y la acción divina en sus propias vidas.[71]

1. Moisés. No sería incorrecto establecer que Moisés es en el AT el mediador por excelencia.[72] Como mediador él realiza las siguientes tareas:

a) El mediador de liberación. En la soledad del desierto Dios llamó a Moisés para ser mediador de liberación. Él debía ir a liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto (Exo. 3: 9, 10). Se convirtió así en líder del pueblo. Le tocó mediar con su liderazgo la redención del pueblo. En esa tarea de salvación él proclama los juicios divinos contra la nación egipcia y anuncia salvación para el pueblo de Dios (Exo. 6: 2-8; 7:14-18; etc.). De esa forma realiza también la mediación profética.[73]

b) El mediador del pacto. Al redimir a Israel Dios deseaba establecer con el pueblo una relación de amistad permanente e inquebrantable. El pretendía alcanzar ese objetivo por medio de la alianza. La alianza o pacto no era otra cosa que el reconocimiento de parte del pueblo de que Yahweh era su único Dios y que ellos, voluntariamente, obedecerían las leyes que Él les diese en gratitud por la redención que El obrara en su favor.[74] Por otro lado, Dios se comprometía a ser su Dios y a santificarlos y bendecirlos con su presencia (Exo. 19:3-8).

En la creación de esa alianza Moisés sería el mediador. Sin embargo, su función no consistiría en negociar las condiciones del pacto en representación del pueblo. Las condiciones de la alianza las definía únicamente Dios. La tarea de Moisés consistía en recibir de parte de Dios las condiciones de la alianza, comunicarlas al pueblo y esperar que éste decidiera si deseaba o no entrar en una relación personal y permanente con Dios.

Para que el pacto pudiera ser establecido, Dios y el pueblo debían reunirse en un mismo lugar. Ese lugar es el Sinaí. Allí se realiza la teofanía más significativa del AT (Exo. 19: 16). Moisés lleva el pueblo ante Dios (19: 17). Dios y Moisés conversaron solos (19:18-25). Luego Dios decide hablar al pueblo directamente, sin la mediación de Moisés (20:1-17). En ese incidente el pueblo descubre su fragilidad y teme por su vida. Descubren de pronto que es indispensable que haya un mediador entre Dios y ellos.[75] Le solicitan inmediatamente a Moisés que sea su mediador (20:18, 19). Desde ese momento en adelante Moisés no es solamente el mediador escogido por Dios, sino también uno reconocido por el pueblo.

Como mediador de la alianza Moisés recibe de Dios las leyes que él debe hacer llegar al pueblo (20:21-24:3). El pacto puede ser ahora ratificado. En la ratificación Moisés actúa como mediador (24: 4-8).[76] Ejerciendo funciones de mediación sacerdotal él sacrifica animales, y tomando la sangre la asperja sobre el altar[77] que probablemente representa a la deidad, y sobre el pueblo. Así se unen ambas partes de la alianza,[78] e Israel es santificado (Exo. 19: 5, 6).

c. El mediador del perdón. El incidente de la adoración del becerro de oro fue una abierta violación a la alianza (Exo. 32:1-6). Ante ese pecado Dios reacciona. En su ira Él está listo a consumir al pueblo con su presencia que mora en medio de ellos. Israel no es ya más su pueblo (32: 7-10). Aunque Dios rechaza al pueblo no rechaza a Moisés, el mediador. El destruirá al pueblo y hará de Moisés, el fiel, una gran nación (32: 10). Moisés no acepta esa decisión divina. Como mediador comienza a interceder por el pueblo delante de Dios. Israel, alega él, sigue siendo el pueblo de Yahweh. Insiste para que Dios permanezca en medio del pueblo y no lo consuma. El diálogo que se produce entre Dios y Moisés revela las siguientes características de un mediador:

i. Conoce a Dios. Moisés conoce a Dios y sabe que Él es fiel a sus promesas. Inmediatamente le recuerda que Él había prometido a Abrahán multiplicar su descendencia (32: 13). Si destruye al pueblo está destruyendo esa promesa. Además, esa acción afectaría adversamente el carácter divino ante los egipcios. Ellos concluirían que Yahweh es impotente, pues fue incapaz de introducir el pueblo a la tierra de Canaán como lo había prometido (32: 12). Moisés apela a su conocimiento del carácter de Dios para interceder por el pueblo. El resultado fue que Dios decidió no consumir al pueblo con su presencia (32: 14).

ii) Reconoce el pecado del pueblo. Moisés no pretende excusar el pecado del pueblo. El asciende una vez más a la presencia del Señor y ante El reconoce que el pueblo cometió un “gran pecado” (32: 31). Moisés no pretende que Dios ignore el pecado del pueblo. Lo que él desea intensamente es que Dios perdone plenamente el pecado cometido.

iii) Se identifica con el pueblo. Como mediador Moisés no es neutral. El desea obtener algo específico de parte de Dios: el perdón del pecado del pueblo. Él es consciente de que el perdón es costoso y que se obtiene únicamente por medio de la expiación. Decide ir ante el Señor para ver si puede expiar el pecado del pueblo (32: 30). Ante Dios Moisés ofrece su vida como medio de expiación por un pecado en el cual no participó. En esa ocasión dijo: “Si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito” (32: 32). Esa frase realmente puede significar que Moisés está dispuesto a morir con el pueblo o por el pueblo. Si se acepta que lo que Moisés pide es morir con el pueblo, el argumento que estaría usando para obtener el perdón sería el siguiente: De la única forma que Dios puede destruir al pueblo es destruyendo también a Moisés; por no querer destruir a Moisés quizá perdone al pueblo.[79]

Si se acepta la segunda posibilidad -Moisés desea morir por el pueblo-, él estaría ofreciendo su vida como medio de expiación. El inocente -Moisés- sufriría en lugar del culpable -el pueblo.[80] Ésta sugerencia encuentra apoyo en el hecho de que, como ya señaláramos, Moisés fue ante Dios a ver si podía expiar el pecado del pueblo. El instrumento de expiación sería su propia vida.

Surge aquí un nuevo aspecto de la mediación. El mediador no sólo intercede por el pecador. También está dispuesto a ocupar la posición del pecador ofreciéndose a morir por él como instrumento expiatorio.[81] El mediador está dispuesto a identificarse con el pecador al punto de responsabilizarse vicariamente por el pecado de aquel por quien intercede. En el caso de Moisés, Dios rechazó la oferta. Su mediación no alcanza esa profundidad de significado.

iv) Procura hallar gracia. Moisés intercede Para que la presencia de Dios continúe en medio del pueblo. Esa presencia es para el pueblo de vital importancia, pues le provee su identidad y singularidad (33: 16). Él entiende que si el perdón no se puede obtener por medio de su muerte, entonces tendrá que depender totalmente de la gracia divina. Dios deberá revelar su carácter en una forma especial. El perdón resultará de esa manifestación de la gloria divina. De ahí que Moisés solicite a Dios que le muestre su gloria (33: 18). Es así que el diálogo intercesor concluye. Dios revela su gloria. Él se revela como un Dios “fuerte, misericordioso y clemente” (34: 6). La revelación del carácter de Dios se convierte en una nueva teofanía. Dios Perdona al pueblo y renueva el pacto (34: 1-10).

A modo de resumen podemos decir que la mediación de Moisés incorpora el aspecto profético, pues él recibía mensajes de Dios para el pueblo. De hecho, su mediación profética se convirtió en un tipo de la mediación profética y mesiánica (Deut. 34: 10; 18: 15). Su mediación era también sacerdotal, pues ofreció sacrificios a favor del pueblo y estuvo dispuesto a ofrecerse como sacrificio expiatorio. Finalmente su mediación fue la de un líder proveyendo liberación al pueblo de Dios que estaba cautivo. Moisés disfrutó siempre de la compañía sustentadora y conductora de los mediadores divinos. El Ángel del Señor estuvo continuamente con él guiándolo y dándole victorias (Exo. 23:20-33). El poseía el Espíritu de Dios y la sabiduría divina (Núm. 27:18-20; Deut. 34:9). La Palabra del Señor era el instrumento que Dios utilizaba para dar a Moisés mensajes para el pueblo (e.g. Exo. 20: 22). Su obra de intercesión y mediación ilustran adecuadamente la naturaleza y función de la mediación en el AT.

2. El Siervo de Yahweh. En la figura mesiánica del Siervo de Yahweh según se describe especialmente en Isaías 52:13-53:12, la mediación veterotestamentaria alcanza su dimensión de significado más profunda. La modalidad de su mediación es única en el AT. Lo que Dios no permitió a Moisés se lo permitió al Siervo de Yahweh.

En Isaías 52: 13-53: 12 se nos describe la actitud del pueblo hacia el Siervo, la experiencia del Siervo, y la actitud y el plan de Dios con respecto al Siervo. Cuando se proclama al pueblo el sentir divino, este cambia. El pasaje está formado por dos discursos divinos (52:13-15; 53: 11 ú.p., 12) y una confesión o informe del pueblo (53:1-11 p.p.).[82]

a. La experiencia del Siervo. La circunstancia por la que pasó este personaje lo convirtió en persona non grata. Él carecía en sí mismo de los atractivos que lo hacían deseable como líder (53: 2). Esa condición se acentuó, pues su vida se caracterizó por el sufrimiento continuo y extenso. Fue angustiado y afligido en sumo grado, y asumió una actitud pasiva y sumisa (53:3, 7). Finalmente, “fue cortado de la tierra de los vivientes”, es decir, murió (53: 8).[83] Hay dos hechos más que resultan muy significativos. Primero, el Siervo fue un hombre justo. El nunca hizo maldad, ni en su boca hubo engaño (53: 9). Era inocente. En segundo lugar, después de su muerte se dice que el Siervo “vivirá por largos días”, sugiriendo así su resurrección (53: 10).[84]

b. La actitud del pueblo.[85] La experiencia del Siervo resultó tan desagradable y vergonzosa que el pueblo lo menospreció, lo subestimó y lo ignoró totalmente (53: 3). Cuando ellos trataron por sí mismos de interpretar la experiencia de ese personaje, concluyeron que para entenderla debía presuponerse la ira divina (53: 4 ú.p.). Ellos concluyeron que por alguna razón Dios había convertido a ese hombre en objeto de su azote y menosprecio. Únicamente un hombre rechazado por Dios podía pasar tal circunstancia. A pesar de todo, para el pueblo parecería haber alrededor de ese personaje un elemento de misterio: sufrió intensamente y era inocente.

c. La actitud de Dios. No es sino hasta que el pueblo escucha la proclamación profética que revela la actitud verdadera de Dios hacia el Siervo, que llega a comprender que el menospreciado era nada menos que un instrumento divino (53:1). El siervo ¡nocente había sufrido para traer liberación el pueblo. Su sufrimiento era necesario porque el pueblo se había descarriado como oveja y “cada cual se apartó por su camino” (53:4, 5). Dios había decidido mediar el perdón de los pecados del pueblo, la expiación, en una forma nunca antes vista. En lugar de cargar el pecado del pueblo sobre una víctima sacrificial de entre los animales, Dios “cargó en él el pecado de todos nosotros” (53: 6); él fue herido “por la rebelión de mi pueblo” (53: 8). No obstante, el Siervo aceptó su sufrimiento en forma voluntaria. Fue él quien puso “su vida en expiación por el pecado” (53: 10), y quien “derramó su vida hasta la muerte” (53:12).

Esa mediación trajo como resultado paz y armonía entre Dios y el pueblo (53: 5). Esto fue posible porque lo que el Siervo hizo fue limpiar al pueblo de pecado. Al llevar el pecado del pueblo le fue posible declarar justos a los muchos (53:11, 12). Una vez que el Siervo concluyera su misión Dios le exaltaría y engrandecería (53:12).

Indudablemente el Siervo sufre vicariamente por el pueblo, y muere por ellos. Su experiencia es interpretada en el trasfondo del significado del sistema de sacrificios. El muere como una víctima sacrificial. En este caso el mediador y el instrumento de expiación y reconciliación se conjugan en una sola persona. El mediador cierra la brecha entre Dios y el hombre no por medio de la palabra intercesora, sino por medio de su propia vida. Muere como un sacrificio sustitutivo.[86]

Notemos que la mediación del Siervo es la de un rey. Su obra trae liberación y es exaltado como rey (52: 13; 53: 12). El también ejerce la mediación profética. Como todo profeta Él tiene una misión y al ejercerla sufre. Sin embargo, su sufrimiento trasciende la mediación profética por su valor expiatorio. Por último, su mediación es sacerdotal, pues El ofrece un sacrificio a favor del hombre: su propia vida. Es así que Él intercede por los muchos (53: 12).[87]

Resumen

Basándonos en los análisis anteriores podemos llegar a algunas conclusiones con relación a la naturaleza y la obra del mediador en el AT.

1. El mediador es escogido por Dios. Ese hecho indica que en la mediación es Dios el que toma la iniciativa y no el ser humano. Entre Dios y sus instrumentos humanos de mediación se establece una relación íntima y personal que los capacita para su misión.

2. El mediador conoce a Dios. El mediador llega a conocer a Dios en una forma muy especial. En su tarea esto es indispensable, pues el mediador deberá representar a Dios ante sus semejantes. El conoce a Dios como un Dios, justo, misericordioso, fiel a sus promesas, y cuya santidad le hace condenar el pecado. Ese conocimiento le permite interceder ante Dios, para que en su gracia y misericordia perdone a su pueblo.

3. El mediador conoce las necesidades humanas. Él es consciente de que el ser humano depende de la continua presencia de Dios para su existencia. También conoce la necesidad humana del perdón y confiesa a Dios la iniquidad del pueblo esperando que Dios manifieste su gracia perdonadora.

4. La obra del mediador consiste en:

a. Mediar la voluntad divina a sus semejantes. Así representa a Dios ante el pueblo.

b. Mediar la liberación del pueblo del poder esclavizante de sus enemigos.

c. Mediar el perdón de los pecados. Su intercesión restablece la armonía entre Dios y el hombre. Su mediación no es realmente neutral. Él toma la causa del pecador necesitado de Dios. Su deseo por reunir a Dios y al hombre es de tal intensidad que está dispuesto a realizarla a cualquier precio, inclusive al costo de su propia vida. Por eso llega tan lejos, como hasta ofrecer su propia vida, en forma vicaria, como medio de expiación por sus semejantes. La mediación llega a su clímax en la expiación de los pecados que resulta en la reconciliación.


Referencias

[1] John Calvin, Institutes of the Christian Religion (Filadelfia, Westminster Press, 1960), libro segundo, cap. 15, 1-6.

[2] E.g. C. Spicq, “Mediation dans le Nouveau Testament”, Dictionnaire de la Biblia Supplement (DBS) (París, Libraire Leteuzey et Ané, 1957), t. 5, cols. 1066-78.

[3] 2

3 Para una discusión analítica y crítica del uso del triple oficio de Cristo en el pensamiento católico, hecha por un protestante calvinista, véase G. C. Berkouwer, The Work of Christ (Grand Rapids, W. B. Eerdmans Publishing Co., 1965), págs. 76-78. Para una exposición más reciente sobre el significado del triple oficio de Cristo consulte a Jan Milic Lochman, Reconciliation and Liberation (Filadelfia, Fortress Press, 1980), págs. 55-73. El problema entre el pensamiento protestante y el católico es mucho más serio de lo que sugiere James Atkinson, “Mediator, Mediation”, A Dictionary of Christian Theology (DCT) (Filadelfia, Westminster Press, 1969), pág. 210, cuando argumenta que las dos posiciones son esencialmente iguales, excepto que el catolicismo cualifica su interpretación al añadir otros mediadores. A nuestro modo de ver la cualificación católica afecta la esencia de la mediación de Cristo.

[4] M. H. Shepherd, “Prayer”, The Interpreter’s Dictionary of the Bible (IDB) (New York, Abingdon Press, 1962), t. 3, pág. 858

[5]  J. Lindblom, Prophecy in Ancient Israel (Filadelfia, Fortress Press, 1962), pág. 204; J. B. Bauer, “Intercesión: Antiguo Testamento”, Diccionario de Teología Bíblica (DTB) (Barcelona, Editorial Herder, 1967), cols. 515-517.

[6] Ralph L. Smith, “Micah-Malachi”, Word Biblical Commentary (Waco, Texas, Word Books, 1984), pág. 190.

[7] Víctor P. Hamilton, “Paga’ encounter, meet”, Theological Wordbook of the OT (TWOT) (Chicago, Moody Press, 1980), pág. 715.

[8] Sobre ese verbo y el sustantivo véase H. Schonweiss, “Deomai”, The New International Dictionary of NT Theology (NIDNTT) (Grand Rapids, Zondervan Publishing House, 1976), t. 2, págs. 860, 861; Heinrich Greeven, “Déomai, déesis”, Theological Dictionary of the NT (TDNT) (Grand Rapids, Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1964), t. 2, págs. 40, 41

[9] William Barclay, Palabras griegas del NT: Su uso y su significado (Texas, Casa Bautista de Publicaciones, 1977), págs. 65, 66. Véase también C. Brown, “Entuncháno”, NIDNTT, 2:882; Otto Bauemgeind, “Entuncháno”, TDNT 8:242, 243.

[10] Barclay, Palabras, pág. 66.

[11] Baumfeind, “Entuncháno”, pág. 243. Ese mismo verbo se usa en Romanos 8: 26 para designar la intercesión del Espíritu Santo en el corazón del creyente. Sobre ese pasaje se puede consultar a C.E.B. Cranfield, The Epistle to the Romans (Edinburgo, T. & T. Clark Limited, 1975), t. 1, págs. 422-424; y Ernest Kásemann, “The Cry for Liberty in the Worship of the Church”, Perspective on Paul (Filadelfia, Fortress Press, 1971), págs. 122-137.

[12] Bauemfeind, “Enteuxis”, TDNT 8:244.

[13] Ceslaus Spicq, “Mediación”, DTB, pág. 263.

[14] A. Robert, “Meditation: Dans l’Ancien Testament”, DBS 5:998. El también sugiere que hay una referencia a un árbitro en Éxodo 21: 22. De acuerdo con este autor en ese versículo no es correcta la traducción “… y juzguen los jueces”. Más bien debiera traducirse “… lo pagará por arbitraje”, es decir, por medio de una tercera persona. Él tomó esa sugerencia de M. H. Cazalles, Etudes sur le code de l’alliance (París, 1946), pág. 55. La idea ha sido aceptada por Brevard S. Childs, The Book of Exodus (Filadelfia, Westminster Press, 1974), págs. 448, 471. Por otro lado se ha sugerido que la frase en discusión debiera traducirse: “.. el pago se basará en el cálculo”; había, supuestamente, una cantidad de dinero estipulada y basada en la edad del embrión al morir, véase Shalom M. Paul, Studies in the Book of the Covenant (Leiden, E. J. Brill, 1970), págs. 71-72; cf. E. A. Speiser, “The Stem PLL in Hebrew”, JBL 82 (1963): 301-306. Lo anterior indica que no es fácil encontrar en Éxodo 21. 22 la idea de mediación o árbitro. El pasaje es un tanto oscuro y difícil de interpretar.

[15] G. Liedke, “y k h determinar lo que es justo”, Diccionario teológico manual del AT (DTMAT) (Madrid, Ediciones Cristiandad. 1978), t.1, cois. 1.005-1.008.

[16] Samuel Temen, “The Book of Job”. Interpreter’s Bible (Nueva York, Abingdon Press, 1954), t. 3, pág. 985.

[17] A. Oepke, “Mesftes”, TDNT 4:602.

[18] Ibid., pág. 599.

[19] Becker, “Mesítés”, NIDNTT 1:373.

[20] Oepke, “Mesftes”, pág. 599.

[21] Becker, “Mesftes”, pág. 373.

[22] Oepke, pág. 600.

[23] Ibid., pág. 601; Becker, pág. 373.

[24] Sobre lo anterior véase E. D. O’Connor, “Mediation”, New Catholic Encyclopedia (NCE) (Washington. DC, Catholic University, 1967), t. 9, pág. 567.

[25] Sobre esto véase Langdon Gilkey, Maker of Heaven and Earth (Nueva York, Doubleday & Company, 1959), págs. 86-93.

[26] A. H. Leitch, “Mediator, Mediation”, Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible (Grand Rapids, Zondervan Publishing House, 1975), pág. 150.

[27] Gilkey, Maker, pág. 94.

[28] Norman H. Snaith, The Distinctive Ideas of the OT (Nueva York, Schocken Books, 1964), págs. 24-32.

[29] Stanislas Lyonnet, “Pecado”, Vocabulario de teología bíblica (VTB) (Barcelona, Editorial Herder, 1972), pág. 661.

[30] Gottfried Quell, “Sin in the OT”, TDNT 1:273, 274; Edmond Jacob, Theology of the OT (Nueva York, Harper & Row, 1958), págs. 284, 285.

[31] Johannes Fichtner, “The Wrath of Men and the Wrath of God in the OT’, TDNT 5:402; N. H. Snaith, “Wrath”, A Theological Word Book of the Bible (TWBB) (Nueva York, McMillan Publishing Co., 1950), pág. 289. W. C. Robinson, “Wrath of God”, Evangelical Dictionary of Theology (Grand Rapids, Baker Book House, 1984), pág. 1196.

[32] R. Largement, “Mediation: Dans la religión suméro-akkadienne”, DBS 5:983.

[33] Ibid., col. 984.

[34] Walter Beyerlin, ed., Near Eastern Religious Texts Relating to the OT (Filadelfia, Westminster Press, 1978), pág. 167.

[35] Helmer Ringgren, Religious of the Ancient Near East (Filadelfia, Westminster Press, 1973), págs. 105-107; Henri Frankfort, Kingship and the Gods (Chicago, University of Chicago Press, 1948), págs. 258-274.

[36] Ringgren, Religious, pág. 80; Largement, “Mediation”, col. 989-991.

[37] P. Du Bourguet, “Médiation: Dans la religión égyptienne”, DBS 5:993.

[38] Ibid., col. 997.

[39] George Fohrer, History of Israelite Religion (Nashville, Abingdon Press, 1972), págs. 145-147.

[40] Ibid., pág. 148; Helmer Ringgren, Israelite Religion (Filadelfia, Fortress Press, 1966), pág. 224.

[41] Ringgren, Religion, págs. 227, 231.

[42] Claus Westermann, Elements of OT Theology (Atlanta, John Knox Press, 1982), pág. 76.

[43] Ibid., pág. 79.

[44] Spicq, “Mediación”, cols. 624.

[45] Roland de Vaux, Ancient Israel: Religious Institutions (Nueva York, McGraw-Hill Book Co., 1961). pág. 357.

[46] Westermann, Elements, pág. 78.

[47]  Sobre las funciones del sacerdote brevemente mencionadas aquí, véase Angel M. Rodríguez, Estudios sobre el Santuario, (manuscrito sin publicar, 1984), págs. 14-16. Véase también R. de Vaux, Institutions, págs. 348-356; Westermann, Elements, págs. 198-204; Walther Zimmerli, OT Theology in Outline (Atlanta, John Knox Press, 1978), págs. 95-99.

[48] H. Haag, V. D. Born, y S. de Ausejo, “Angel de Yahveh”, Diccionario de la Biblia (Barcelona, Editorial Herder, 1970), col. 100; R. Ficker, mal’ ak mensajero”, DTMAT 1:1.236, escribe: “El mal’ ak yhwh, debido a sus funciones específicas, se distingue netamente de los demás seres celestes; interviene, como ningún otro ser celestial, en la misma vida de los hombres”.

[49] Pierre-Marie Galopín, y Pierre Grelot, “Angeles”, VTB, pág. 83; Zimmerty, Theology, pág. 74; T. E. McComiskey, “Angel of the Lord”, EDT, pág. 48.

[50] W. Eichrodt, Theology of the OT (Filadelfia, Westminster Press, 1967), t. 3, pág. 27; cf. J. M. Wilson, “Angel”, The International Standard Bible Encyclopedia (ISBE) (Grand Rapids, W. B. Eerdmans Publishing Co., 1979) t. 1, pág. 125.

[51] Debemos señalar que se han sugerido cinco teorías para identificar la persona y la naturaleza del Ángel del Señor. Hemos de resumirlas brevemente: 1) La teoría de la identidad. Establece que Dios y el Ángel son idénticos. Esta es la interpretación que nosotros hemos presentado, pues es la más leal al texto bíblico. 2) La teoría del logos. Se remonta a la literatura patrística. De acuerdo con ella, este Ángel era el logos preencamado, es decir el Hijo de Dios en el AT. 3) La teoría de la representación. El ángel del Señor es un ser creado que, como representante de Dios, interviene en los asuntos humanos con plena autoridad (esta teoría es la de San Jerónimo y San Agustín, aunque algunos la continúan apoyando hoy en día, e.g. Ficker, “Mensajero”, col. 1236). 4) La teoría de la hipóstasis. El Ángel del Señor es la personificación de un atributo de Dios, pero una personificación tan intensa que llega a convertirse en una persona que actúa independiente de Dios; es la ayuda personificada de Dios para Israel (H. Bietenhard, “Ángel”, “ángeles”, NIDNTT 1:101). 5) La teoría de la interpolación. Donde ahora se lee “Angel del Señor” originalmente decía solamente “Señor” (Yahweh); un redactor del texto añadió el nombre “ángel” en un período tardío, cuando el pensamiento teológico en Israel enfatizaba la trascendencia divina, y entre Dios y el mundo se colocaba el ministerio de los ángeles (G. von Rad, OT Theology (Nueva York: Harper & Row, 1962), t. 1, págs. 285-289; ibid., “Mal’ ak in the OT”, TDNT 1:77, 78). Para una crítica de esas teorías véase Haag, “Angel de Yahvéh”, cols. 100, 101.

[52] R. E. Clements, Old Testament Theology: A Fresh Approach (Atlanta, John Knox Press, 1978), págs. 69, 70; D. A. Tappeiner, “Holy Spirit”, ISBE 2:731.

[53] Tappeiner, “Holy Spirit”, pág. 732.

[54] Jacob, Theology, pág. 124; Snaith, Distinctive Ideas, pág. 158; G. W. H. Lampe, “Holy Spirit”, IDB 2:629.

[55] Friedrich Baumgártel, “Pneuma: B. Spirit in the OT”, TDNT 6: 364.

[56] León J. Wood, The Holy Spirit in the OT (Grand Rapids, Zondervan Publishing House, 1976), págs. 41, 49-52.

[57] Ibid., págs. 43-47; Tappeiner, “Holy Spirit”, págs. 730-731.

[58] André Feuillet y Pierre Grelot, “Palabra de Dios”, VTB, pág. 631.

[59] H. D. McDonald, “Word, Word of God, Word of the Lord”, EDT, pág. 1186.

[60] J. N. Sanders, “The Word”, IBD 4:868; G. Gerleman, “, dabar, Palabra”, DTMAT 1:623.

[61] André Neher, La esencia del profetismo (Salamanca, Ediciones Sígueme, 1974), pág. 100.

[62] Gq. Ziener, “Palabra”, DTB col. 745.

[63] W. H. Schmidt, “Dabhar”, TDOT 3:118, 119.

[64] Haag, “Palabra de Dios”, DB, col. 1408.

[65] Feuillet, “Palabra”, pág. 633; Schmidt, “Dabhar”, pág. 121. Este tipo de personificación no debe confundirse con la hipóstasis de la palabra. El AT no provee información que fundamente esa conclusión. Una hipóstasis, como ya indicáramos, consiste en tomar un atributo de una deidad y atribuirle una existencia independiente, llegándoselo a considerar aun como una deidad especial o como un ser propio. La personificación de la Palabra de Dios en el AT no llega a esos extremos. La acción de la palabra depende siempre de Yahweh y nunca se describe como actuando en forma independiente. Consulte a Gerleman, “dabar, Palabra”, col. 626; Haag, “Palabra”, col. 1409; Schmidt, “Dabhar” págs. 120-125.

[66] A. Robert, “Mediation”, col. 1015; Spicq, “Mediation”, col. 625.

[67]  Louis Goldberg, “Hakam, be wise”, TWOT 1:283; S. H. Blank, “Wisdom”, IDB 4:860.

[68] J. L. Crenshaw, “Wisdom in the OT”, IDBS, pág. 954.

[69] D. A. Hubbard, “Wisdom”, IBD 3:1650; K. S. Kantzer, “Wisdom”, EDT, pág. 1174. Esa personificación no debe confundirse con hipóstasis. La sabiduría de Dios actúa siempre bajo la conducción de Dios. Para una discusión sobre la sabiduría como hipóstasis véase Eichrodt, Theology, págs. 83-89; Fohrer, “Sofía: The Old Testament”, TDNT 7:490-492; M. Saebo’ “ hkm, ser sabio”, DTMAT 1:788; Haag, “Sabiduría”, DB cois. 1744, 1745; H. P. Müller, “ chakham”, TDOT 4:383, 384.

[70] Consulte a Schmidt, “Dabhar”, TDOT 3:118, 119.

[71] Westermann, Elements, págs. 73, 74: “The Mediator belongs both to the announcement as well as to the process of deliverance”.

[72] J. Murray, “Mediator”, IBD 2:971.

[73] Brevard S. Childs, The Book of Exodus: A Critical, Theological Commentary (Filadelfia, Westminster Press, 1974), págs. 144, 145.

[74] George A. F. Knight, Theology as Narration: A Commentary on the Book of Exodus (Grand Rapids, W. B. Eerdmans Publishing Co., 1971), pág. 129.

[75] J. P. Hyatt, Exodus (W. B. Eerdmans Publishing Co., 1971), pág. 127.

[76] Childs, Exodus, pág. 503; James Muilenburg, “The Intercession of the Covenant Mediator (Exodus 33:1, 12-17)”, Words and Meanings (Cambridge, University Press, 1968), pág. 161.

[77] Ibíd., págs. 505-507; J. Coert Rylaarsdam, “The Book of Exodus”, Interpreter’s Bible (Nueva York, Abingdon Press, 1952), t. 1, pág. 1017.

[78] Hyatt, Exodus, págs. 256, 257; Knight, Theology, pág. 156, 157.

[79] Rylaarsdam, “Exodus”, pág. 1069; Hyatt, Exodus, pág. 311; J. J. Stamm, Erlósen und Vergeben im Alten Testament (Bem, A. Francke, 1940), pág. 60.

[80] Childs, Exodus, págs. 571, 572; R. Alan Colé, Exodus: An Introduction & Commentary (Downers Grove, Inter-Varsity Press, 1973), págs. 221, 222; Knight, Theology, pág. 190.

[81] Oepke, “Mesítes”, pág. 615.

[82] Roy F. Melugin, The Formation of lsaiah 40-55 (Berlin, Walter de Gruyer, 1976), págs. 73, 74, 167; Claus Westermann, Isaiah 40-66: A Commentary (Filadelfia, Westminster Press, 1969), pág. 257.

[83] Tradicionalmente se ha aceptado que el Siervo murió. Recientemente un grupo de exégetas ha estado argumentando que Isaías 52:13 a 53:12 no establece que el Siervo murió. Entre esos especialistas se encuentran los siguientes: H. M. Orlinsky, The So-Called “Servant of the Lord” and “Suffering Servant” in Second Isaiah (Leiden, J. Brill, 1967), págs. 60, 61; G. R. Driver, “Isaiah 52: 13 to 53:12: The Servant of the Lord”, In Memoriam Paul Kahle (Berlin, Tópelmann, 1968), págs. 104, 105; R. N. Whybray, Isaiah 40-66 (London, Oliphants, 1975), págs. 171, 172; 177-78; Whybray, Thanksgiving for a Liberated Prophet: An Interpretation of Isaiah Chapter 53 (Sheffield University of Sheffield, 1978), págs. 79-106; J. A. Soggin, “Tod un Auferstehung des leidenden Gottesknechtes Jesaja 53: 8-10”, ZAW 87 (1975): 346-355. Estos eruditos pasan por alto el hecho de que el profeta está usando lenguaje cúltico para describir la experiencia del Siervo. Nosotros analizamos las implicaciones de ese lenguaje en, Angel M. Rodríguez, Substitution in the Hebrew Cult (Berrien Springs, Andrews University Press, 1979), págs. 286-301. El lenguaje cúltico indica claramente que el Siervo murió. El poema en sí apunta también hacia su muerte. Esto se nota especialmente en los versículos 7-9 donde se puede detectar un movimiento progresivo desde la opresión física hasta la tumba misma (G. Fohrer, “Stellvertretung un Schuldopfer in Jes. 52:13-53:12 von dem Hintergrund des AT und des Alten Orients”, Das Kreuz Jesús: Theologische Überlegungen (Góttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1969), págs. 13, 16-18). Por material contra los que niegan que el Siervo murió consulte a D. F. Payne, “The Servant of the Lord: Language and Interpretation”, Evangelical Quarterly 43 (1971): 136-139.

[84] La resurrección del siervo está implícita en el poema. Payne “Servant”, págs. 139, 140.

[85] Por todo el pasaje se hace referencia al pueblo usando la expresión “muchos” (52:14, 15; 53:11, 12). El término “muchos” (rabim) no tiene una significación exclusivista. Se refiere más bien a toda la comunidad, al pueblo en su totalidad. Consúltese a J. Jeremías, “Polloi”, TDNT 6:537, 538, 545.

[86] Sobre la problemática de si el Siervo sufre como sustituto del pueblo o no, véase Rodríguez, Substitution, págs. 276-301. Allí se discuten las diferentes opiniones y se provee información bibliográfica.

[87] Generalmente se acepta que el Siervo realiza funciones de rey, profeta y sacerdote; véase Henri Cazellas, El Mesías de la Biblia: Cristología del AT (Barcelona, Editorial Herder, 1980), págs. 112, 113.