El testimonio de Santiago acerca de la divinidad plena del Hijo de Dios

En 1522, Martín Lutero afirmó que la Epístola de Santiago no contenía nada de naturaleza cristológica. Al no percibir la exaltación de Jesucristo ni de su resurrección en esta obra, la llamó la “epístola de paja”.

Como adventistas y seguidores de los principios de Sola Scriptura (solo las Escrituras como regla de fe y práctica) y Tota Scriptura (inspiración total de las Escrituras), no concordamos con el gran reformador. Pero ¿cómo considerar cristocéntrico un libro donde solo dos veces el nombre de Jesús es mencionado (Sant. 1:1; 2:1)?

Se han publicado excelentes trabajos acerca de la cristología de Santiago, que muestran que su epístola está llena de referencias, directas o indirectas, a la persona de Cristo. En este breve estudio, veremos las tres principales referencias y sus implicancias para nuestra fe.

“Hasta la venida del Señor”

La expresión “venida del Señor” (5:7-8) tiene un importante valor cristológico para la obra de Santiago. En el Nuevo Testamento, se refiere a la segunda venida de Cristo (Mat. 24:37, 39; 1 Cor. 15:23; 1 Tes. 2:19; 4:15; 5:23; 2 Tes. 2:1, 2). La palabra griega utilizada por Santiago, que fue traducida como “venida”, es parusía. Entre los griegos, parusía era un término común usado para describir la visita de un rey a una ciudad o una provincia de su reino. La aplicación de este término a Jesús implica considerarlo como verdadero Rey, que regresará al mundo para establecer su Reino.

Este es uno de los pasajes más emocionantes de toda la epístola. Ante las pruebas y las constantes persecuciones, Santiago aconseja a sus lectores esperar con paciencia hasta la “venida del Señor”. A través de los ejemplos del agricultor (vers. 7), de los profetas (vers. 10) y de Job (vers. 11), ilustra cómo debe ser tal espera. Cada uno de estos personajes es señalado por el autor como símbolo perfecto de ardiente expectativa, paciencia en el sufrimiento y sumisión a Dios en las dificultades.

Esa debe ser la postura del pueblo de Dios hasta la manifestación de nuestro Rey.

Restaurador y Salvador

En la mención del enfermo que es restablecido “en el nombre del Señor” (5:14, 15), podemos ver otra referencia implícita a Cristo, cuyo nombre es invocado en la realización de curas, en varios pasajes del Nuevo Testamento (Hech. 3:6, 16; 4:10; 9:34).

Un punto interesante de 5:15 es el uso del verbo “salvar”. En las ocasiones en que utilizó ese verbo, Santiago se refirió a la salvación final (1:21; 2:14; 4:12; 5:20). Esa no era una información nueva para los cristianos. En las curas realizadas por Jesús, el restablecimiento de la salud estaba relacionado con la salvación; es decir, con el perdón de los pecados. Se encuentra un ejemplo de este modelo en Marcos 5:34. En otras palabras, el Señor que cura es el mismo que salva (perdona).

Señor de la gloria

En Santiago 2:1, tenemos el segundo y último pasaje de toda la epístola que menciona explícitamente a “Jesús”. El contexto es obvio. Algunos cristianos estaban glorificando a los ricos, mientras que los pobres eran menospreciados (2:2-4). Engrandecían la gloria de este mundo y no la del que nos glorificará (Rom. 8:17).

Santiago 2:1 es un texto de difícil traducción. Hay tres posibles lecturas de la parte final del texto: (1) “fe gloriosa”; (2) “Jesucristo, la gloria”; (3) “glorioso Señor”, o “Señor de la gloria”. Las dos primeras presentan diversos problemas para ser adoptadas. La tercera parece ser la mejor traducción.

A pesar de la ausencia del título “Señor de la gloria” en el Antiguo Testamento, aparece en la obra seudoepigráfica de 1 Enoc. Aun cuando no sea inspirada, la literatura seudoepigráfica es útil para comprender el pensamiento judaico en el período anterior al Nuevo Testamento. En 1 Enoc, siete veces Dios es llamado “Señor de la gloria”. Lo que tenemos aquí es algo sorprendente. Santiago aplicó a Cristo un título dado al Padre por los judíos en el período intertestamentario. Pablo hizo lo mismo en 1 Corintios 2:8.

La comprensión que los autores cristianos tienen de la “gloria” (doxa), está fundamentada en el Antiguo Testamento. Allí, la gloria tiene el sentido de la “luminosa manifestación de la persona de Dios”, trayendo salvación a Israel (Éxo. 14:17, 18; Sal. 96:3; Isa. 60:1, 2; Eze. 39:21, 22; Zac. 2:5-11). En el Nuevo Testamento, doxa es un término de exaltación (Luc. 9:32; 24:26; Juan 17:5; Hech. 7:55; 1 Cor. 2:8), revelación (Juan 1:14) y salvación escatológica (Mat. 16:27; 24:30; Tito 2:13; 1 Ped. 4:13; Rom. 8:17; Fil. 3:21). El uso de la forma “Señor de la gloria”, por parte de Santiago, tiene como objetivo demostrar quién debe ser honrado: no el rico que en “su humillación” pasará “como la flor de la hierba” (1:10), sino el Señor exaltado.

Así, al contrario de la premisa de Lutero, lo que vemos en esta epístola es una exaltación de la persona de Cristo. Nuestra fe es fortalecida en el Hijo de Dios, ¡que es presentado como Rey, Salvador y Dios pleno (Col. 2:9)!

Sobre el autor: Capellán del Colegio Adventista de Estelo, RS, Rep. del Brasil.