Hay crisis en todos los niveles. Hay crisis en la política porque los hombres se odian. Hay crisis en la educación por falta de la verdadera sabiduría. Hay crisis en la economía porque se han desperdiciado los pedazos. Hay crisis en el hogar porque no hay idoneidad. Hay crisis en el cristianismo porque el cristiano no está en completa armonía con Dios.
La crisis del cristianismo no es causada por la cruel persecución de (la Edad Media, puesto que ahora es diplomática y disimulada; ni por las fieras hambrientas del circo romano, pues ahora están domadas. Tampoco lo es por el ateísmo materialista, porque cuando al cristianismo lo niegan más bien lo engrandecen.
El cristianismo está en crisis hoy porque no se lo practica como debiera practicárselo. Y esa crisis no sólo se revela en la juventud moderna o en el miembro laico; también podemos verla en las filas del ministerio.
En San Mateo 7:21 Jesús establece claramente la diferencia entre el cristianismo falso y el verdadero; desenmascara lo que es apariencia y lo que es genuino. Aquí el Maestro emplaza al falso discípulo. Jesús dice que la crisis del cristianismo está dentro de la iglesia, cuando ésta tiene amistad con el mundo. La Biblia dice que hay crisis en el ministerio cuando éste no es un verdadero ejemplo para la iglesia.
Queda entendido que el cristianismo en crisis puede ser muy activo. Lee diariamente la Biblia, escucha excelentes mensajes, participa en planes evangélicos, canta con impecable elegancia, practica una deslumbrante liturgia. Pero no tiene una experiencia vital con Cristo.
CRISIS EN EL CRISTIANISMO
Leamos Marcos 3:13, 14. La crisis espiritual del discipulado tiene su raíz en la respuesta al llamado, tomando en cuenta que el criterio humano difiere del criterio divino.
Nosotros llamamos a técnicos en teología, pero Jesús llamó a peritos pescadores. Llamamos a hombres de formación universitaria, pero el Maestro llamó al ignorante Pedro. Llamamos a jóvenes egresados, pero el Salvador llamó a un hombre-trueno.
Leamos 1 Samuel 16:6. Samuel simpatizó mucho con el joven Eliab y aun se atrevió a llamarle ungido de Dios. Pero el Señor llamó a David tomando en cuenta el corazón y no la apariencia. Es que el verdadero llamado consiste en una cautivante atracción hacia la persona de Jesucristo, a tal punto que se queda permanentemente con él.
El pseudodiscípulo ama la obra. El verdadero discípulo ama a su Señor. Tres valientes trajeron agua para David no porque les gustaba el trabajo sino porque amaban a su Señor (1 Crón. 11:17-19).
El pseudodiscípulo pretende aprender, pero no vive lo que ha aprendido. Los libros de estudio son una bendición; el método y la investigación producen convicción. Pero es a los pies de Jesús donde la enseñanza modela a las personas.
El pseudodiscípulo es un buscador de fama. Reclama ascensos. Quiere ser conocido como gran predicador y maestro de la Biblia. Se denomina científico organizador. Quiere un título.
Jesús usó calificativos apropiados para los discípulos que ponen en crisis al cristianismo. Al ministerio farisaico lo Lamo hipócrita; al misionero que escondió el talento, inútil; y ocioso al obrero que estaba sentado en el banco. Al vigía dormilón lo llamó fanático; al pastor rico, necio; y al evangelista Pedro, hombre de poca fe.
Pedro hizo mal al confundir a Jesús con un fantasma; pero hizo bien en dirigirse a él. Hizo mal en tener miedo del viento, pero hizo bien en llegar a Jesús primero con su oración que con su cuerpo. Hizo mal en abandonar su puesto y a sus compañeros, pero hizo bien en no usar sus recursos de natación, ya que en materia espiritual nada valen los méritos humanos. El hundimiento de Pedro no terminó en ahogamiento; ojalá que nuestras tentaciones no terminen en pecado.
Después de la tormenta, es hermoso contemplar la quietud del lago desde un barco. Es emocionante divisar el resplandor de las estrellas. Pero es espiritualmente conmovedor ver a Pedro abrazado a Jesús. Allí se terminan todas las crisis.
Sobre el autor: Pastor de la Misión del Oriente Peruano