ESCUELAS PRIMARIAS (BASICAS, FUNDAMENTALES)
Hace poco más de cien años (1872) la Iglesia Adventista leía el primer testimonio de la pluma de Elena G. de White en el que se presentaba, de manera abarcante, la filosofía y los objetivos de la “verdadera educación”. Prontos a obedecer las instrucciones recibidas por la inspiración, nuestros dirigentes auspiciaron el establecimiento de la primera escuela adventista, pocos meses después.
Cuando llegaron a Sudamérica los primeros predicadores del triple mensaje angélico, una de sus primeras iniciativas fue crear escuelas. Ya en 1893 empezó a funcionar la primera. Desde entonces, con persistente esfuerzo y sacrificio, se fueron levantando centenares de escuelas como pequeñas “ciudades de refugio” para los niños de nuestras iglesias. Al contemplar los datos estadísticos que aparecen en el cuadro 1, notamos que en 1966 teníamos 792 escuelas en todo el territorio de la División Sudamericana. Es el año máximo. Resulta triste observar, en el mismo cuadro, que el descenso desde entonces ha sido acelerado, hasta contar en 1972 con sólo 465 escuelas primarias. Si este ritmo se mantuviese, ¿cuántas escuelas tendríamos de aquí a cinco años?
Algunas razones pueden ayudar a explicar la disminución drástica en el número de escuelas:
- La casi total eliminación, de nuestros cómputos, de las llamadas “escuelas particulares” o “escuelas del hogar” en la Unión Incaica explica, en buena medida, la disminución notable de escuelas en esta unión.
- La consolidación de dos o más escuelas en diferentes ciudades ha resultado en la eliminación de unas pocas escuelas pequeñas, sin que eso significase necesariamente una disminución en el número de alumnos adventistas.
3. Mayores exigencias gubernamentales en cuanto a la planta física de nuestras escuelas y a la preparación profesional de nuestros profesores primarios, han llevado al cierre de unas pocas escuelas también.
4. La creciente competencia de las escuelas oficiales, con enseñanza gratuita y mejores locales, ha tornado más difícil la supervivencia económica de algunas escuelas que se financian en proporción apreciable con la presencia de niños no adventistas.
Pero, aunque estas razones explican parcialmente la disminución del número de escuelas, no encontramos razones que expliquen nuestra actitud fatalista frente a dicha tendencia, si todavía creemos en nuestra filosofía educacional. Bien sabemos que:
“No hay nada de mayor importancia que la educación de nuestros niños y jóvenes” (Consejos para los Maestros, pág. 126).
“Dondequiera que haya unos cuantos observadores del sábado, los padres deben unirse para habilitar un lugar destinado a escuela diaria donde sus hijos y jóvenes puedan ser enseñados” (Joyas de los Testimonios, tomo 2 pág. 457).
“En las localidades donde son pocos los creyentes, únanse dos o tres iglesias para erigir un humilde edificio como escuela primaria. Participen todos en el gasto. Es ya tiempo de que los observadores del sábado separen a sus hijos de las compañías mundanas, y los coloquen bajo los mejores maestros que harán de la Biblia el fundamento de todo estudio (Id., pág. 464).
“En algunos países, la ley obliga a los Padres a enviar sus hijos a la escuela. En esos países se debiera establecer escuelas en las localidades donde hay iglesia, aun en el caso de que no hubiera más que seis niños para concurrir a cada una de ellas. Trabajad por impedir que vuestros hijos se ahoguen en las influencias viciosas y corruptoras del mundo, como si estuvieseis trabajando por vuestra propia vida” (Id., pág. 458).
Como es de esperar, la disminución en el número de escuelas ha significado también una disminución en el número de alumnos adventistas. Las informaciones estadísticas que aparecen en el cuadro 2 permiten hacer un análisis de la situación en cada asociación, misión y unión, a través de los últimos 14 años.
Observamos con preocupación que, aunque en dos años relativamente recientes tuvimos más de 18.000 alumnos adventistas en nuestras escuelas primarias (básicas, fundamentales), en 1972 tuvimos sólo 13.616. La disminución neta es considerable. Pero la disminución se torna alarmante cuando recordamos que en los últimos nueve años la cantidad de miembros de iglesia en nuestra división se ha más que duplicado. Como se observa en el cuadro recién mencionado, en 1963 teníamos 12,7 alumnos primarios adventistas por cada 100 miembros bautizados. En 1972 sólo teníamos 4,7. Sabemos que en 1963 la situación no era ideal (había todavía muchos niños adventistas que no asistían a nuestras escuelas). ¡Cuánto más seria es, en consecuencia, nuestra situación hoy, cuando este número se ha reducido, proporcionalmente, casi a un tercio! Si esta situación continúa durante algunos años más, nuestras escuelas primarias dejarán de ser un factor significativo en la formación de los niños adventistas en la División Sudamericana. Si observamos con cuidado las cifras que aparecen en el cuadro 2, notaremos que todas las asociaciones (misiones) y uniones han tenido en algún o algunos años pasados más alumnos primarios adventistas que en 1972. (La única excepción, poco significativa, la da Paraguay.) Esto indica que se trata de un problema que nos afecta a todos.
Otro factor perturbador es que en 1972 el 56,7% de los alumnos que asistieron a nuestras escuelas primarias (básicas, fundamentales) no eran adventistas. Nuestros hijos están en minoría. Hay razones financieras que pueden explicar parcialmente esto. Pero también debemos reconocer que este factor milita contra la esencia misma de nuestra filosofía educacional.
COLEGIOS (INSTITUTOS) SECUNDARIOS
El cuadro 3 muestra el crecimiento desproporcionadamente bajo del número de alumnos adventistas en nuestras instituciones de nivel medio. Aunque con menor intensidad, observamos otra vez el fenómeno de un rápido aumento en el número de miembros de iglesia no acompañado por un aumento proporcional de alumnos adventistas. En 1966 y 1967 teníamos dos alumnos adventistas por cada 100 miembros bautizados. En 1972 teníamos sólo 1,5. Idealmente, comparando con otros continentes donde nuestro sistema educacional no se ha estancado en su desarrollo, debiéramos tener entre 4 y 5 alumnos secundarios por cada 100 miembros de iglesia. Estamos muy lejos de este blanco.
Desde otro punto de vista, no podemos menos que hacer notar que en los últimos 22 años sólo han sido fundados dos colegios secundarios con internado, uno de los cuales tuvo que ser cerrado (Colegio Adventista del Altiplano, Bolivia). El otro, establecido en 1968, es el Colegio Adventista del Ecuador. Otras dos pequeñas instituciones con internado, una establecida en 1963 (Educandário Espiritosantense) y otra en 1968 (Instituto Adventista Agro-Industrial do Amazonas), ofrecen por ahora solamente enseñanza de nivel fundamental. En estos mismos 22 años se han creado otros nueve colegios secundarios de externado, uno de los cuales ya dejó de existir. Otro ha sido y dos más tendrán que ser reducidos a escuelas básicas (de 9 grados). De los cinco restantes, sólo dos ofrecen el curso secundario completo.
Analizando el cuadro con mucho realismo notamos, sin embargo, que en algunos países nuestros colegios secundarios con internado no logran conseguir suficientes alumnos como para llenar sus dormitorios. En algunos de estos casos, aproximadamente el 50% de los alumnos internos no son adventistas. Aquí hay un tipo diferente de problema. En otros países, en cambio, el problema es tener suficiente espacio en nuestros internados para acomodar a todos los jóvenes y señoritas que desean recibir una educación cristiana. Es lamentable tener que admitir que en 1972 el 40,4% de los estudiantes de nuestros colegios secundarios no eran adventistas. ¿Podemos afirmar a conciencia que estos colegios nuestros son “ciudades de refugio” para nuestra juventud?
NIVEL SUPERIOR
En el nivel superior es donde se ha logrado mantener en forma más estable un crecimiento proporcional entre el número de miembros de iglesia y el número de alumnos. Por espacio de nueve años se ha estado oscilando entre 0,3 y 0,4 alumnos por cada 100 miembros de iglesia. Pero la sola mención de esta cifra ínfima deja al descubierto otra de nuestras grandes necesidades. Debiéramos poder ofrecer una mayor variedad de especialidades de nivel superior para atraer a un mayor número de jóvenes y señoritas adventistas que se ven obligados a estudiar esas especialidades en centros universitarios no adventistas. Hay por lo menos tres factores que tornan muy difícil llevarlo a cabo:
(1) Cuesta obtener autorización oficial para ofrecer cursos de nivel universitario (para ciertas especialidades —y en ciertos países— esto es prácticamente imposible); (2) en los ocho países de nuestra división hay limitaciones legales para el ejercicio de profesiones estudiadas en países extranjeros, que entorpecen una coordinación satisfactoria de las especialidades que ofrecemos en nivel superior; y (3) el costo elevado de la enseñanza de nivel superior dificultará la iniciación de nuevas especialidades que no puedan tener asegurado un número suficiente de alumnos cada año. Pese a todo, creemos que debemos explorar las posibilidades de una distribución racional de especialidades entre nuestros colegios superiores y un aumento de las mismas. Paralelamente —siendo que de todas maneras habrá muchas especialidades que no podremos ofrecer— debiera elaborarse un plan concreto que contemple una atención más adecuada de los más de 2.000 estudiantes adventistas que actualmente estudian en centros universitarios no adventistas.
¿QUÉ HAREMOS?
Nuestra educación primaria (básica, fundamental) está perdiendo terreno aceleradamente. Nuestra educación secundaria también retrocede. Nuestra educación superior está estancada y en inminente peligro de retroceder. ¿Creemos que son todavía válidas hoy las palabras inspiradas en 1872? Y entonces, ¿qué haremos? ¿Qué puedo hacer yo, como pastor de una iglesia o un distrito? ¿Qué puedo hacer yo, como empleado en alguna institución? ¡Qué puedo hacer yo, que tengo responsabilidades administrativas! ¿Qué puedo hacer yo, como miembro laico? ¿Qué podemos hacer todos si realmente creemos en nuestra filosofía educacional? Presentaremos algunas sugerencias en el próximo número.