La verdad es que nunca desarrollaremos nuestra individualidad y nuestra facultad de pensar y hacer, condiciones esenciales para el éxito, yendo por ese camino. Siempre estaremos reflejando actitudes ajenas, imitando patrones de conducta extraños, pero no desarrollando nuestro propio carácter e individualidad.

 Nuestro objetivo debe ser conocemos a fondo, conocer nuestras habilidades y desarrollarlas al máximo, hasta ocupar el lugar que Dios nos ha asignado, lo cual constituye el éxito verdadero.

 Debemos entender que “cada ser humano creado a la imagen de Dios está dotado de una facultad semejante a la del creador, la individualidad, la facultad de pensar y hacer”.[1]

 Cada uno de nosotros ha sido hecho para triunfar, fuimos creados a la imagen de Dios (Gén. 1:27), un Dios único y superior a cualquier otro ser en el universo, cuyo pensamiento es insondable. No hay otro como él, y si fuimos creados a su imagen, entonces también fuimos dotados de cualidades semejantes a las suyas, una de ellas es la individualidad.

I. INDIVIDUALIDAD.

 Somos personas únicas en el mundo, con características singulares, dones y talentos especiales, que son indicadores del camino al éxito personal. Al descubrir, reconocer y cultivar nuestros talentos, iniciamos el camino que conduce a la realización personal plena, que es otra forma de decir que seremos triunfadores en la vida.

 Elena de White escribió: “A cada hombre se le confiere su obra, la obra para la cual lo capacitan sus aptitudes, la que dará como resultado la mayor suma de bien para sí mismo y sus semejantes; y la mayor honra para Dios.[2]

  “Las aptitudes naturales indican en qué dirección se va a orientar la obra de la vida”.[3]

 “El lugar definido, señalado para nosotros en la vida, lo determinan nuestras aptitudes”.[4]

 Esto significa que cada uno de nosotros tiene una misión individual, que está dotado de facultades especiales que lo capacitan para triunfar en la obra de su vida. Cumplir esta misión y desarrollar estos dones, es tener verdadero éxito y realización personal.

 Hoy en día son muchas las fuerzas externas que pugnan por conformamos a las masas que no tienen ni esperanzas ni aspiraciones: su interés gira en tomo a la televisión, radio, moda, etc. Estos elementos proyectan sobre las personas patrones de conducta, lenguaje y actitudes que hicieron famosas a otras personas; pero lo realmente importante es detenerse, analizar y reconocer nuestros talentos para luego usarlos sabiamente, sin confundir nuestra individualidad. ¿Cómo descubrir nuestros talentos? Ejercitando otra facultad semejante a la del creador: la de pensar y hacer.

II. LA FACULTAD DE PENSAR Y HACER.

 Podemos ser talentosos, pero nada nos hará diferentes, a menos que utilicemos nuestra facultad de pensar y hacer, la cual nos permitirá ser, y nos ayudará a sustraernos del “molde social” en el cual vive la mayoría.

 Imaginemos por un momento la vida de un individuo común, de alguien que nunca se atreve a salir del molde que la sociedad le ha impuesto. Nace, vive y muere, como cualquier otro ser humano. Sus padres lo envían a la escuela porque ésa es la costumbre. Termina la primaria y se inscribe, como la mayoría de sus amigos, en la secundaria. Asiste a la preparatoria más popular, porque eso es “estar en ambiente” (que no es otra cosa que someterse al mismo molde social). Después, sabe que tiene que elegir una profesión, porque todos lo hacen y los “tiempos lo requieren”.

 Busca una esposa, porque después de una carrera universitaria todo mundo se casa.

 Ejerce su profesión sólo para sobrevivir y no para aportar beneficios a la sociedad. Tiene hijos y, finalmente muere, sin haberse preguntado jamás cuál era la obra de su vida. Y luego se repite la misma historia.

 Este hombre nunca se detuvo a pensar, nunca hizo de su existencia algo diferente, nunca descubrió sus talentos ni cuál era su misión en la vida.

 Hagamos un sencillo ejercicio que nos ayudará a descubrir los talentos que poseemos.

 Conteste las siguientes preguntas y escriba las respuestas.

 ¿En qué he sobresalido hasta hoy en mi vida? ¿En qué materias de la escuela me he destacado? ¿Por qué escogí esas materias? ¿Qué cosas me gusta hacer que hayan suscitado el reconocimiento de los demás? ¿Qué cosa hago bien y disfruto haciéndola, aunque mis amigos lo vean como un trabajo o una actividad aburrida?[5]

 Compare sus respuestas con la opinión de personas confiables y capaces.

  Después de este ejercicio, ¿cómo se ve a sí mismo?

  Esto es lo que deben hacer todas las personas que desean superarse en la vida y descubrir que fuimos creados para triunfar. Es necesario detenemos a pensar y utilizar los talentos que Dios nos ha dado. El Señor Jesús, Daniel, Moisés y José se dieron tiempo para pensar y descubrir que habían sido dotados de facultades que los capacitaban para llevar a cabo una misión individual; pero, además, se atrevieron a romper los moldes sociales de su tiempo, para poder hacer de su vida una realización personal extraordinaria.

 “En las vocaciones humildes de la vida hay más de un trabajador que prosigue pacientemente con la rutina sus tareas diarias, inconsciente de que hay en él facultades latentes que, puestas en acción, lo colocarían entre los grandes dirigentes del mundo”.[6]

 Te invito a descubrir los dones que hay en ti. Hoy podrías estar entre los grandes dirigentes del mundo. Si fuimos creados para triunfar, ¡hoy es el día de hacerlo!

Sobre el autor:  Era estudiante de 4 año de Teología cuando escribió este artículo.


Referencias

[1] Elena G. De White, La Educación, pág. 17.

[2] Id, pág. 138.

[3] Id, pág. 233

[4] Id, pág. 267

[5] Ben Carson, Piense en grande, edil. Betania, pág. 140.

[6] La Educación, pág. 85.