Aprovecha los beneficios de la presencia de un mentor en tu ministerio.

Si la relación con un mentor es “una experiencia relacional por medio de la cual una persona capacita a otra al compartir los dones concedidos por Dios […] una dinámica positiva que permite que las personas desarrollen su potencial”,[1] a mí me gustaría considerar este asunto desde la perspectiva bíblica.

Una brecha en la formación

Podemos sentir orgullo de nuestra historia religiosa, de los grados académicos que obtuvimos y de los muchos talentos que pueden llevar a un pastor a una trayectoria ministerial exitosa. Sin embargo, sería posible obtener un éxito mayor si un ingrediente fundamental –ausente– trascendiera todas esas cualidades exteriores. Hechos 18:24 al 28 indica claramente que Apolos ingresó en el ministerio con los prerrequisitos básicos para una carrera próspera. Él tenía un currículum brillante: era judío de Alejandría, hábil en la predicación, poderoso en el conocimiento de las Sagradas Escrituras, bien instruido y entrenado teológicamente, y además de todo esto mostraba fervor en relación con el ministerio por medio de las evidencias de su llamado (Hech. 18:24, 25). Tal vez alguien todavía recuerde haber actuado como Apolos cuando reconoció la invitación de Cristo para que se empeñara en la misión.

Todo contribuía en su favor, por lo menos desde el punto de vista humano. Sin embargo, inicialmente, Apolos estaba por debajo de su verdadero potencial ministerial. Él tenía falta de conocimiento básico, pues conocía “apenas el bautismo de Juan”. A pesar de esto, lograba experimentar algún éxito en su ministerio.

Entre lo bueno y lo óptimo

Parece que hay algo en el inicio de la caminata ministerial que transmite la noción de que el recién graduado del seminario sabe todo. Sin embargo, no pasa mucho tiempo para que él mismo descubra cuántas cosas no sabe sobre el ministerio.

En algunos aspectos, Apolos pasaba por esa misma experiencia. Aunque conociera el bautismo de Juan, era lamentablemente ignorante en lo que respecta al bautismo de Jesús (Hech. 18:25b). “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mat. 3:11).

Hasta ser bautizado con el Espíritu Santo, Apolos experimentaba un buen ministerio, que ofuscaba algo mayor. Haciéndonos eco de las palabras de Jim Collins: “Lo bueno es enemigo de los óptimo. Y esa es una de las razones claves por las que existen tan pocas cosas que son excelentes”.[2] Entonces, ¿por qué contentarnos con un buen ministerio cuando existe la perspectiva de un gran ministerio? Cada pastor puede experimentar un ministerio de éxito por medio de una fórmula simple, pero muchas veces dejada de lado: el bautismo del Espíritu Santo. Nosotros ya pasamos por el “bautismo de Juan”, antes de ingresar en el ministerio pastoral. Ahora debemos experimentar el verdadero arrepentimiento, una transformación de la mente que nos aparte del pecado y, diariamente, buscar a Cristo.

El poder de tener un mentor

Inmediatamente antes de su ascensión, Jesús reafirmó la declaración de Juan el bautista sobre su bautismo (Hech. 1:8). Además de eso, la promesa fue cumplida pocos días después de la partida física de Cristo (Hech. 2:1-4). El fuego del Espíritu Santo se transformó en el catalizador para la verdadera eficiencia del ministerio. Por medio de su poder, los discípulos impactaron el mundo con el evangelio. Sin embargo, incluso después de ese fenómeno sin precedentes, todavía vemos personas en el ministerio que trabajan sin el poder del Espíritu. Apolos fue una de esas personas. Tal vez él estuviera presentando uno de los mejores y más poderosos sermones, cuando fue abordado por dos miembros de su congregación. Ellos descubrieron que le faltaba un ingrediente crucial.

Esa debió de haber sido una experiencia humillante y difícil para Apolos. A fin de cuentas, él era una autoridad teológica dentro de la congregación. Había sido enseñado por los maestros, pero entonces, una pareja simple, de fabricantes de tiendas, le apuntaba una falla (profunda) en su ministerio y en su vida espiritual. No es fácil para nosotros, pastores, escuchar a los fieles cuando nos indican cosas que deberíamos saber, hacer y experimentar en nuestro oficio como ministros del evangelio. Eso es como un golpe en el corazón de nuestra credibilidad ministerial. Podemos escuchar más fácilmente la observación de colegas pastores, pero de cualquier manera, eso puede ser una experiencia embarazosa.

¿Cómo aceptar una recomendación como esa, proveniente de un matrimonio de “no especialistas”? Parece que Apolos fue receptivo a lo que Aquila y Priscila le dijeron, y el resultado fue positivo. Considerando que él conducía al pueblo antes, “fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído” (vers. 27) después. Visto que era capaz de refutar enseñanzas equivocadas de los judíos antes, “con gran vehemencia refutaba públicamente” después, “demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo” (vers. 28).

¡Qué notable transformación ocurrió en el ministerio de Apolos! Él no solamente conoció el bautismo de Juan, sino también experimentó el bautismo de Jesús, gracias al poder del Espíritu Santo. El resultado de su dependencia del Espíritu fue el verdadero éxito ministerial. Como consecuencia, los hermanos escribieron cartas recomendándolo a los cristianos de la región de Acaya (vers. 27).

Después de esta experiencia, el relato bíblico indica la permanencia de Apolos en la ciudad de Corintio (Hech. 19:1; 1 Cor. 1:12; 3:4, 22). Más tarde, el apóstol Pablo, al enfrentar problemas con los creyentes de esa ciudad, destacó al pastor Apolos como un modelo. Debido al impacto de su ministerio entre los corintios, Apolos fue instado para que regresara a la región (1 Cor. 16:12). Finalmente, el apóstol Pablo lo recomendó en un urgente viaje misionero (Tito 3:13). ¿Qué habría pasado si Apolos no hubiera encontrado a Aquila y a Priscila? ¿Qué habría sucedido si él hubiera ignorado la invitación y rechazado la orientación sobre la importancia del bautismo del Espíritu Santo que estos simples hermanos de iglesia le dieron? El bautismo del Espíritu lleva al ministerio de un pastor a lugares inimaginables y produce resultados extraordinarios. “Dios usa un modelo de preparación para el desarrollo de líderes, no un modelo de planificación. Los líderes que dan lo mejor en sus respectivas atribuciones están preparados para su próximo nivel de influencia”.[3]

Aquilas y Priscilas modernos

Creo que Dios tiene personas como Aquila y Priscila en cada congregación. Sin embargo, antes de que ellas puedan ser valoradas, primero deben ser identificadas. Los pastores necesitan estar atentos para encontrarlas, pues ellas son las que realmente se interesan en querer que su ministerio alcance el máximo potencial. Al mirar hacia atrás, puedo recordar a varios “Aquilas” y “Priscilas” que encontré a lo largo del camino. Fueron personas que humildemente compartieron sus perspectivas sobre mi ministerio, oraron por mí y por mi familia, y demostraron aprecio por mi trabajo. Sin falta, estaban en cada congregación en las que serví. “Dios usa las cosas comunes para edificar el carácter y expandir el corazón del líder por medio de la acumulación de experiencia y aprendizaje, a fin de que él esté preparado para tareas mayores”.[4]

Observa cómo Aquila y Priscila orientaron a Apolos, facilitando su comprensión con respecto al Espíritu Santo y ayudándolo a alcanzar mayor éxito en su ministerio. Esos cristianos no desafiaron ni avergonzaron al pastor públicamente, ni hicieron comentarios despectivos alrededor de las mesas en los almuerzos compartidos con otros hermanos que conocían al líder. Ellos desarrollaron una gran historia de apoyo pastoral, como se hace evidente en la experiencia del apóstol Pablo con el mismo matrimonio. El texto dice: “Pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios” (Hech. 18:26). Puede ser difícil aceptarlo, pero hay momentos en los que una explicación más precisa de las Sagradas Escrituras puede venir de un miembro de la congregación. Moisés recibió su exitosa estructura organizacional de su suegro, Jetro, un sacerdote de Madián, que no era israelita (Éxo. 18:1-27). Dios puede a elegir personas inesperadas para darles consejos a los pastores y a los líderes. “Experimentar el secreto del liderazgo que, en gran medida, significa ser conducido”[5] es un componente esencial para alcanzar niveles más altos de ministerio.

Conclusión

Muchos pastores que tienen grados académicos avanzados sirven a la iglesia. Cuando se trata de predicación y elocuencia en el púlpito, parece que no hay ninguna laguna. Los bautismos pueden ser medidos en todo el campo mundial, con adhesiones a la fe que ocurren diariamente. Sin embargo, el ingrediente clave para lograr una mayor eficacia ministerial todavía parece estar faltando, y los pastores saben de eso. Necesitamos al Espíritu Santo para presentar el mensaje evangélico a todo el mundo (Hech. 1:8).

¿Qué hacer para solucionar este problema? Propongo cuatro soluciones simples y viables.

En primer lugar, realiza una autoevaluación de tu ministerio. Esto va a exigir un análisis honesto de tu conocimiento de Dios y de tu experiencia personal con él. Además de esto, demandará la aceptación de la deficiencia humana en relación con todo lo que comprende el oficio pastoral. También exigirá el compromiso de crecer en áreas identificadas como deficientes.

Enseguida, busca e identifica a los “Aquilas” y a las “Priscilas” que el Señor colocó en tu vida y en tu ministerio. Eso exigirá el discernimiento espiritual de buscar a Dios por medio de la oración y de permitirte ser vulnerable. Tú deberás tener una voluntad genuina de aprender a partir del conocimiento y la experiencia de ellos; construyendo relaciones fundadas en la confianza mutua.

En tercer lugar, busca el consejo de esos mentores, discute tus ideas con ellos, cuenta con las oraciones de ellos con y por ti, mientras oras por el bautismo diario del Espíritu Santo.

Finalmente, depende menos de los recursos externos del ministerio y más del Espíritu Santo. Eso significa dejar de lado la “armadura de Saúl” y avanzar en nombre del Señor de David. Significa abandonar la “espada de Pedro” e imitar a Jesús, el Cordero de Dios. Significa hacer como el apóstol Pablo: reconocer tu insuficiencia y depender de la suficiencia de Cristo (2 Cor. 3:4-6). “Esta es palabra de Jehová [para ti], que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6).

Sobre el autor: secretario ministerial de la Asociación Nordeste, Estados Unidos.


Referencias

[1] Paul D. Stanley y J. Robert Clinton, Connecting: The Mentoring Relationships You Need to Succeed in Life (Colorado Springs, CO: NavPress, 1992), p. 12.

[2] Jim Collins, Empresas Feitas para Vencer (Río de Janeiro: Elsevier, 2001), p. 17.

[3] Reggie McNeal, A Work of Heart Understanding How God Shapes Spiritual Leaders (San Francisco, CA: Jossey-Bass, 2000), p. 45.

[4] Ibíd.

[5] Henri Nouwen, In the Name of Jesus: Reflections on Christian Leadership (New York: The Crossroad Publishing Company, 1989), p. 57.