Es ocioso recordar a los lectores de EL MINISTERIO ADVENTISTA la importancia de proseguir con un programa correlativo la obra de cualquier clase de esfuerzo evangélico. Pero no puede indicarse en definitiva cuál ha de ser ese programa. En la página 78 de “Evangelismo” se nos aconseja recordar “que hay variedad de mentes que alcanzar, y que algunos rechazarán la verdad como la presenta un obrero, tan sólo para abrir su corazón a la verdad de Dios cuando es presentada de una manera diferente por otro obrero.”

 Basándome en mi experiencia en las semanas de oración y mi observación de ellas, me gustaría recomendar un método que me resultó sumamente útil. Se trata en realidad de un procedimiento antiguo que jamás perdió eficacia en su objeto de despertar el interés y de mantener la participación activa de jóvenes y adultos por igual.

 Cuando Jesús estaba en la tierra no sólo predicaba la, verdad a la gente sino que la invitaba a formularle preguntas sobre algún punto de difícil interpretación. El Señor discurría acerca de esos puntos hasta asegurarse de que sus oyentes quedaban conformes con las respuestas. Sólo entonces se ponía a explicar el punto siguiente.

 Maestro en este sabio procedimiento pedagógico, Jesús creaba tal atmósfera de amor y franqueza que la gente se deleitaba en estudiar con él las Escrituras. Hacía comprender a los hombres que, siendo seres creados a la imagen de Dios, estaban “dotados de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad o libertad de pensar y hacer de acuerdo con su albedrío.” Y los invitaba al ejercicio de dicha facultad aprendiendo la verdad por sí mismos en el estudio y la discusión de la Palabra de Dios.

 Después que Jesús regresó a los cielos sus seguidores continuaron estudiando y reuniéndose en grupos para hablar y orar acerca del plan de salvación. En una de esas reuniones plugo a Dios revelar su poder con el gran derramamiento del Espíritu Santo.

 En los escritos del espíritu de profecía se nos recomienda con énfasis dicho método, para la terminación de la obra. En el tomo 6 de los “Testimonies,” páginas 87 y 88, hay una instructiva sección de dos páginas que lleva por título “Menos predicación y más enseñanza.” El consejo se aplica a las reuniones bajo carpa pero bien puede aprovechárselo para las reuniones de oración:

 “Se me mostró que nuestras reuniones bajo carpa deben acrecer su interés y su éxito. A medida que nos aproximemos al fin debe haber en esas reuniones menos predicación y más estudio de la Biblia. Por todo el campo habrá pequeños grupos, Biblia en mano, que dirigirán a las personas en un estudio libre y razonado de las Escrituras. Ese fue el método que Cristo enseñó a sus discípulos.”

 Una semana es poco tiempo para producir cambios perdurables en la vida de la gente. Esto lo digo especialmente de las escuelas primarias o intermediarias, donde se realizan cinco reuniones como máximo. Urge hacer algo para impedir la casi inevitable declinación del entusiasmo espiritual que sigue de cerca a la Semana de Oración. Y no conozco mejor método que el que Jesús enseñó a los discípulos: Formar grupos para continuar estudiando y discutiendo las Escrituras con oración.

 El éxito de tales grupos depende de ciertos factores importantes: en primer lugar, de la naturaleza de la Semana de Oración, los métodos que se usaron y el mensaje que se presentó. Si la gente ha comprendido el alto grado de perfección que Dios requiere de nosotros, y si se le ha explicado que “el carácter perfecto que él exige sólo puede obtenerse por la familiaridad con su Palabra” (“Counsels to Parents, Teachers and Students,” pág. 454), la mayoría estará ansiosa por unirse a tal programa de estudio.

 Otro factor importante es el modo como se organizan los grupos. El exceso de organización parece ser fatal. Los grujíos han de constituirse casi espontáneamente y estar formados por personas que deseen estudiar por voluntad propia. De otro modo se malogrará la atmósfera de libertad tan esencial para la vigorosa actividad intelectual y espiritual. Una vez que las reuniones se celebren regularmente en lugar y hora mutuamente convenidos, y cuando los miembros empiecen a disfrutar del placer y el vivificante beneficio de esa clase de estudio y camaradería, es natural pensar que otras personas de la escuela, la iglesia o el vecindario podrían sacar provecho de las reuniones. En ocasiones vi cómo personas que no eran de nuestra fe, invitadas a esos debates, participaban entusiastamente en ellos, para bautizarse después. Este es evangelismo personal de primer orden, que rinde óptimos resultados debido especialmente al íntimo contacto personal.

 Un tercer factor de importancia es el modo como se dirigen los estudios del grupo. Estas reuniones deben contar con buenos directores cuya cualidad más destacada no sea tanto el amplio conocimiento de los temas por estudiar, como el espíritu afectuoso y la profunda ansiedad por los resultados a obtener. Y no ha de ser tan evidente la autoridad del director que le impida mezclarse con los miembros en la discusión. No hace mucho, cierto famoso catedrático declaró que los sacerdotes y los profesores fracasan como presidentes de junta por su natural inclinación a hablar demasiado. Y son generalmente maestros y pastores los que dirigen los grupos de estudio después de finalizada la Semana de Oración. Es aconsejable, por lo tanto, que el predicador invitado para la Semana de Oración delegue a menudo su función específica para cooperar con los directores de la iglesia y la escuela, y que consulte frecuentemente con ellos acerca de la conducta que le convine seguir durante la semana de oración y a continuación de ella.

 El cuarto factor y el de mayor importancia es reconocer que el verdadero director de todas estas reuniones es Jesús, quien las preside por medio del Espíritu Santo y de los ángeles. Si los miembros no se hallan imbuidos de este sentimiento en cada reunión, los grupos estarán destinados al fracaso. Las discusiones deben realizarse en una atmósfera de comprensión y paciencia, evitando que degeneren en asuntos sin importancia. Los presentes deben prometer a Dios y a sí mismos esforzarse por vivir de acuerdo con la verdad a medida que la van conociendo. Durante la Semana de Oración preséntense métodos y actitudes apropiadas para el estudio de la Biblia.

 Estos grupos de estudio pueden constituirse en los colegios y en las iglesias. Las próximas Semanas de Oración servirán para afirmar su continuidad.

 “A medida que nos aproximemos al fin habrá pequeños grupos Biblia en mano con personas que los dirijan en un estudio libre y tranquilo de las Escrituras.”

 “Siempre diligentes, celosos e infatigables, no atendieron a su personal inclinación y comodidad, sino que sin descanso y orando anhelosamente sembraban la semilla de verdad. Al propio tiempo tenían mucho cuidado de dar instrucciones valiosísimas de carácter práctico a cuantos tomaban partido por el Evangelio. Este espíritu de fervor y piadoso temor produjo en el ánimo de los nuevos discípulos una duradera impresión acerca de la importancia del mensaje evangélico.

 “Cuando se convertían hombres de mérito y capacidad, como en el caso de Timoteo, procuraban Pablo y Bernabé representarles vívidamente la necesidad de trabajar en la viña del Señor. Y cuando los apóstoles se iban a otra ciudad, la fe de esos conversos no disminuía sino que se acrecentaba. Habían sido fielmente instruidos en el camino del Señor y enseñados a trabajar abnegada, fervorosa y perseverantemente por la salvación de sus prójimos. Esta solícita educación de los neófitos fue un importante factor en el notable éxito que obtuvieron Pablo y Bernabé al predicar el Evangelio en tierras paganas…

 “Pablo seguía firmemente adelante, determinado a realizar el propósito de Dios.”—“Testimonios Selectos” tomo 2, págs. 151, 152.

Sobre el autor: Profesor de lenguas bíblicas del Pacific Unión College.